Essay
47

47

David Miklos

1. Es 1969 y la pareja viaja a Los Angeles antes de que Neil Armstrong dé su pequeño gran paso para la humanidad en la Luna. Hace tiempo que se acabó el Verano del Amor y Estados Unidos está por cumplir tres lustros de guerra con Vietnam.

La pareja se hospeda en un hotel que imagino cercano al aeropuerto, tal vez un Travelodge, nada lujoso. Su viaje es uno de paso: no son turistas ni llevarán a cabo negocio alguno. Apenas se instalan en su cuarto, hacen la llamada. Es probable que el abogado les dé la bienvenida desde su lado de la línea. Aunque quizás entre de lleno en el asunto que tiene a la pareja allí.

Señor Miklos, lo comunico con la madre de su hija, dice el abogado.

Mi padre le dice que no, que en ese momento se acaba su trato.

Y cuelga.

La pareja, frustrada en su primer intento de adopción, decide rentar un coche y adentrarse en el territorio estadounidense. Después de una escala en Las Vegas, los padres que aún no lo son pasan junto a la presa Hoover –¿habrán lanzado un dólar de plata al agua, a la corriente del río Colorado, la suerte de nuevo echada?– y llegan al Gran Cañón, cabo último de su súbito road trip.

2. Leo, hoy, 12 de agosto, que ha muerto Israel Kristal, el hombre más viejo del mundo, sobreviviente de Auschwitz –el único de su familia–, a los 113 años.

Yo acabo de cumplir 47.

Y pienso en los números primos, aquellos que sólo pueden dividirse entre uno y entre sí mismos, todos nones salvo por el primero, esa afrenta al 1 que es el 2.

One is the loneliest number that you’ll ever do/ Two can be as bad as one/ It’s the loneliest number since the number one, canta Aimee Mann en Magnolia, filme de Paul Thomas Anderson cuando aún firmaba PT, quien también cumplió 47 años, mi congénere.

Y, como pasa siempre que pienso en números, me viene a la mente Primo Levi, autor de La tabla periódica, y el título de un libro que nunca he leído –y que es muy probable que nunca lea–, La soledad de los números primos.

Aunque Levi –sobreviviente de Auschwitz igual que Kristal, muerto hace 30 años, a los 67 y, al parecer, por su propia mano– escribe no sobre números sino sobre los gases raros o nobles, cuya particularidad es que, salvo en casos muy extremos, no se mezclan con otros elementos.

Divago.

El uno (1) no es un número primo –es el número más solitario–, pero el dos (2) sí lo es y es el único número primo par –el segundo número más solitario, como canta Mann y yo suscribo–, una suerte de número primo tramposo.

Pienso en Kristal, quien cumplió 30 números primos; yo llevo apenas 15, la mitad (mi hija lleva cuatro y mi novia 11).

Supongo que la niña que no fui, la hija adoptada de alguien más, habrá cumplido 48 y celebrará su siguiente número primo, 53, un año antes que yo.

Pero no digo nada, en realidad.

Sólo cuento números solitarios, tramposos y primos, pasado mi cumpleaños número 47.

3. Ayer la Luna se interpuso entre el Sol y la Tierra: eclipse total.

En la Ciudad de México, el eclipse pudo apreciarse en un 27 por ciento de su totalidad, lo cual no quiere decir que haya oscurecido en un 27 por ciento: fue un día radiante, aunque nublado aquí y allá.

Yo permanecí dentro de mi cubículo mientras el fenómeno astronómico ocurrió, no tenía ganas de alzar la vista, ser deslumbrado, ver el Sol apenas comido por la Luna; ¿o viceversa?

Uno es el número más solitario.

Pienso en esa niña que no fui yo, en esa existencia que yo sí conozco, aunque vagamente.

Ella no piensa en mí: ignora mi existencia.

Dos es el siguiente número más solitario.

Aunque, ahora lo entiendo, los hijos adoptados siempre pudimos ser otros –y los mismos–, los hijos de alguien más (y de alguien menos).

Pienso, entonces, en la aritmética de la adopción, en sumas y restas existenciales en donde uno siempre es ese número (1) que bien podría ser primo pero no lo es: es un número único, una unidad, la unidad, el número entre el cual todos los números se dividen sin dejar de ser ellos mismos.

Pero no digo nada, de nuevo: divago.

Overcast.

La próxima vez que vaya a Las Vegas jugaré a la ruleta.

Y le apostaré todo al uno.

David Miklos es autor de La piel muertaLa hermana falsa La gente extraña, así como de La pampa imposible, su novela más reciente. Actualmente es profesor asociado de la División de Historia del CIDE, en donde se desempeña como director de la revista de historia internacional Istor. Es columnista de Literal. Su twitter es @dmiklos.

©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.


Posted: August 22, 2017 at 9:48 pm

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *