Current Events
Apología del carajote
COLUMN/COLUMNA

Apología del carajote

Andrés Ortiz Moyano

La maravillosa y universal lengua española, más allá de su indudable belleza y extraordinaria utilidad, se define por albergar una versatilidad que nos permite describir con asombrosa nitidez no sólo cualquier realidad que abordemos, sino también el justo grado o estadio de la misma. Fíjense que su generosidad es tan espléndida que, para ahorrarnos incómodos enfrentamientos geográficos, nos brinda distintas acepciones según donde esté el afortunado hispanoparlante. Ya saben, carpincho o capibara, boludo o pendejo, aljibe o cisterna. Etcétera. Así, en mi tierra, Andalucía, al sur de España y de Europa, amén de ser un laboratorio lingüístico único en el mundo, habida cuenta de las herencias latinas, godas, árabes y castellanas (pararé aquí, que el entusiasmo me pierde) en constante ebullición, tenemos una palabra que, pese a no estar recogida en el diccionario de la Real Academia Española, su servidor usa casi a diario con dadivosidad y alegría, como el orfebre su bruñidor o el ebanista sus cinceles.

La palabra que merece tamaña introducción no es otra que “carajote”, cuya deriva etimológica encontramos en carajo, la plataforma o canastilla de los antiguos veleros que, sin embargo, ha evolucionado a nuestros días como sinónimo de miembro viril o lugar ideal al que recomendamos marchar a aquél que nos toca las narices.

Como las buenas herramientas perfeccionadas por el ingenio humano, la formidable “carajote” va un paso más allá de su raíz, pues trasciende lo meramente anatómico para definir el ser mismo de una persona; no en vano describe a la perfección a aquel individuo tonto o estúpido que actúa con osadía o por simple maldad, pero cuyas acciones se revuelven dejando en evidencia la estupidez del emisor.

El que suscribe es amante y defensor del razonamiento inductivo, pues resulta lúcido, certero y de fácil entendimiento general, así que lo usaré para establecer una premisa clara y contundente: Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, es un carajote. Y sobre esta categórica premisa, procede la argumentación.

Sí, AMLO es un carajote. Integral pues cumple todos los registros necesarios para agarrarse con fuerza a esta definición tras haber exigido al Rey de España una disculpa oficial por los desmanes que, a buen seguro, se cometieron durante la conquista americana hace —ojo— quinientos años. Antes de ayer, como quien dice.

Carajote. Carajote por cometer el pecado mortal del imbécil, aquél que ve y comprende realidades pasadas, muy pasadas, caducas en el tiempo, con los ojos actuales.

Carajote. Carajote por azuzar una visión maniquea, incompleta y cobarde de la historia, desde la irresponsabilidad de ocupar un puesto político relevante y de poder. Por demostrar ser un ignorante y porque ya sabemos que la ignorancia es osada. La conquista de América fue, qué duda cabe, un proceso en el que se cometieron atrocidades, violaciones y actos infames; pero, como escribió Poul Anderson, “sí, la conquista fue horror, asesinato, pillaje, esclavitud. Pero, amigo, aprendiste historia en una escuela anglófona, e Inglaterra fue por siglos enemiga a muerte de España. La propaganda del conflicto sigue ahí. La verdad es que los españoles, con Inquisición y todo, no eran peores que cualquiera de su época y sí mejores que muchos. Algunos, como el propio Cortés, intentaron obtener algo de justicia para los nativos. Vale la pena recordar que muchas de esas poblaciones sobrevivieron en toda Latinoamérica, mientras que los ingleses, con sus sucesores yanquis y canadienses, casi exterminaron a los indios por completo”.

La conquista de América, a pesar de sus muchas sombras, no deja de ser una epopeya única en la historia de la humanidad que ha dado como resultado, siglos después, la hermandad global de una comunidad entre miembros muy diferentes, pero, a pesar de todo, mucho más parejos que en otros rincones del mundo.

Carajote. Carajote porque dentro de la amplia y rica comunidad hispanoparlante, los mexicanos sean quizás, precisamente, a los que sentimos más nuestros y próximos; y cualquier intento de desestabilización y enfrentamiento resulta repugnante.

Carajote. Dolorosamente, México ocupa en nuestros días los peores puestos en baremos de criminalidad, corrupción, desarrollo o competitividad, a pesar de su incontestable potencialidad. Intentar distraer a los mexicanos y sus problemas reales es un acto facineroso. Porque señalar problemas donde no los hay con un afán meramente incendiario es puro “trumpismo”, y en vez de afrontar la dura realidad, obedece más bien a la querencia de una mente imbécil o simplemente perversa.

Carajote. Porque la argumentación de ese populismo absurdo no pasa de la demostración de la herida más grande. De ese “pues yo más” teledirigido hacia debates emocionales y primitivos, mas vacuos en razón y utilidad que no proponen soluciones reales para el ciudadano.

Es una propuesta torpe (la torpeza también es signo inequívoco del carajote) y después de toda esta historia, el que ha quedado señalado es el propio AMLO. Un mal menor e incluso irrelevante, sí, pero en el juego internacional el prestigio es una de las mercancías más valiosas, y lástima para los mexicanos, pues la estupidez de su presidente ha deteriorado su crédito. De eso también sabemos de sobra por aquí y el padecimiento del carajote une mucho, así que lo olvidaremos pronto.

El tiempo, ya saben, lo cura todo, y la estupidez de AMLO, a buen seguro, quedará en una mera anécdota. Porque nuestra unión, la de los hispanoparlantes, transciende cualquier imbecilidad perpetrada por la política y los profesionales del absurdo. Estamos hablando de siglos de confluencia, hermanamiento, consanguineidad y de enriquecimiento lingüístico indestructible. Y si lo dudan, hagan la prueba, busquen un carajote allá donde vivan, sea en México, España, Uruguay, Venezuela, Costa Rica, Panamá, gran parte de EEUU, Cuba, Bolivia, Honduras, Perú, El Salvador, Puerto Rico, Nicaragua, Argentina, Ecuador, Paraguay, República Dominicana o Guatemala. No les costará trabajo encontrarlo.

 

Andrés Ortiz Moyano, periodista y escritor. Autor de Los falsos profetas. Claves de la propaganda yihadista, #YIHAD. Cómo el Estado Islámico ha conquistado internet y los medios de comunicación; Yo, Shepard y Adalides del Este: Creación. Twitter: @andresortmoy

 

©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.


Posted: April 21, 2019 at 2:16 pm

There are 4 comments for this article
  1. Silvia Nicolás Cisneros at 8:07 am

    Es una pena Andrés Ortiz Moyano, que la libertad de expresión, te de valor para ofender a un mandatario. No, no será Andrés Manuel López Obrador, quien separe a los hispano parlantes, y sí, altaneros y payasos como tú. Gente como tú, no tiene las entendederas suficientes para captar el honorable mensaje del Presidente de México.

  2. Dehuisa at 2:45 pm

    Pues q carajote eres tú. Porque aunque la invasión ocurrió hace más de 500 años para nosotrxs los indígenas continúa vigente. España saqueó y sigue saqueando las riquezas del país con sus proyectos extractivistas. Q hermandad ni que nada. La hermandad de da entre políticos y empresarios corruptos no con la gente del pueblo. Fascineroso es mentir y ocultar q la violencia y corrupción no es de ahorita sino q inicio con los gobiernos anteriores. Todo lo q dices de verdad es un absurdo.

  3. CarolusRex at 10:46 am

    Excelente y certero análisis de la desafortunada manifestación de un político, otro más, que se deja arrastrar por consignas populistas para ocultar sus carencias.
    Por cierto, que malos fueron los romanos que esclavizaron a medio mundo. Ahorita mismo le digo a AMLO que me sugiera un titular para denunciar su genocidio que me sigue resultando insoportable.

  4. Ernesto Espinoza at 8:12 pm

    “La conquista de América, a pesar de sus muchas sombras, no deja de ser una epopeya única en la historia de la humanidad que ha dado como resultado, siglos después, la hermandad global de una comunidad entre miembros muy diferentes”, como mexicano, me sorprende mucho la visión que tienen los españoles sobre la conquista y sus consecuencias. La gran azaña a la que se refieren creó una herida que no termina de sanar entre nosotros. Las disculpas que se han pedido es para eliminar cualquier lastre que quede pendiente entre las dos naciones. Pero, en lugar de aceptar la petición con humildad e invitar a la fraternidad, lo rechazan, la corona española y personas como tú, como si esto fuera una ofensa. Esto sólo demuestra su altivez frente a nosotros. Te recuerdo que el presidente de México representa a todos los mexicanos. Tu hermandad mezquino nos es, a la mayoría de los mexicanos, repugnante.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *