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Can you dream America

Can you dream America

America Helena Mariño

Son las ocho de la noche y la sala de exposiciones huele a jabón. La habitación es mínima, cuadrada. Parece que se expande. Las cinco piezas de la artista venezolana Violette Bule dialogan entre sí y entre ellas y el mundo. Hay un pulso que las conecta, y que viene de fuera. No son objetos perfectos e inalterables, figuras en una vitrina. Son piezas en cambio constante, que se crean y se modifican siempre que alguien habite la sala. En mi móvil, suena la alerta de un email nuevo: cinco mil soldados esperan a la caravana de migrantes al sur de Estados Unidos. A mi izquierda, una torre hecha con jabones de marca “Hispano”. Ya saben, esos que se anuncian aptos para people that keep improving. Un Babel resbaladizo en la tierra que no tiene -pero tiene- una lengua oficial.

Esta noche, la pared izquierda de la Inferno Gallery de Rice University es lo contrario a los espejos negros del Music for Chameleons de Truman Capote: no es el lugar del reposo al que acudir, cuando los ojos están fatigados, a descansar la vista. Todo lo que veo allí duele. Todo importa. Las hileras de espejos de la pieza que da nombre a la exposición, Can you dream America, contienen lo que está en la sala. Y arrastran dentro lo que está pasando fuera. Todos los espejos están incendiados. Veo mi imagen multiplicada por siete, también los cuerpos de otros que tiran tenedores contra un imán inmenso. Veo a una mujer latina sujetar una bandeja sobre los hombros y me doy la vuelta.

Si la cuarta pieza de Bule fuese una obra que se mirase a sí misma, sobre la bandeja habría macetas por las que treparían las ramas de una hiedra. Pero los ojos están dirigidos hacia fuera: las macetas son platos y las ramas, sobras de espaguetis y salsa de tomate que la mujer carga con los párpados cerrados. Al lado, la misma mujer, la misma bandeja, pero los párpados abiertos y una bandera americana sobre los hombros. La obra es una relectura del Peon de August Sanders, en otro tiempo y otro contexto: la necesidad urgente de repensar y reactualizar la lucha.

Las obras de Bule nacen de un lugar desde un lugar desde el que ha visto, ha oído, ha hablado y ha pensado también a través del pensamiento de los otros. Hay experiencia y hay daño, pero también una fortaleza animal que no permite que la exhibición sea sólo un espacio que muestra la herida, sino que la entiende y la reconstruye mientras piensa en cómo nos reconstruimos todos con ella. No niega el daño, lo luce.

El olor a jabón no se desvanece. Los sentidos están en armas. The Inferno Gallery es una cocina de restaurante en miniatura. Los tenedores tintinean y escucho a una mujer preguntar a su acompañante quién será ese Johnny al que la pieza está dedicada. La otra le contesta que no sabe, que a lo mejor Johnny también somos todos. Las dos sostienen en la mano un pedazo de papel rectangular que han tomado del suelo. Agarro el mío. Atrás dice La Bestia. Es un dibujo ascendente, un mapa. Sigue el recorrido de la red de ferrocarriles de carga que usan más de quinientas mil personas migrantes al año para viajar desde el sur de México a Estados Unidos. Es la cartografía del horror.

Salgo de la sala. Otras tres alertas en el móvil. Los mismos mensajes. The Inferno Gallery es como un árbol que saca las ramas afuera para tomar el aire y la luz que necesita. Allí, en el mundo, Bule, la mujer que carga bandejas y banderas, ese Johnny que es Johnny pero a lo mejor también somos todos, los migrantes que vienen, los migrantes que ya estamos, plantamos una noche más nuestro cuerpo de hispanohablantes delante de todas las cosas y volvemos a repetir que somos la prueba viva de que, por mucho que insistan, no hay algo así como “el otro”.

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De nuevo las ocho de la noche, tres semanas después. De nuevo las mismas alertas en el móvil, la misma noche que cae sobre Houston y la luz que nace de la sala de exhibiciones y que llena el patio. Es el día del cierre de la exposición y las compañeras de FuenteCo han organizado un evento. Nos sentamos en el suelo, nos confinamos dentro de esta sala, entre piezas que hablan también del confinamiento. Se reparten tarjetas tomadas del Whitney que piden al espectador una reacción frente a la obra. Nos pasamos de mano en mano una bolsita llena de papeles doblados en los que hay escritas frases que disparan ideas sobre lo que nos está mirando desde las paredes.

Hablamos, abrimos dos botellas de vino y luego, durante media hora, sólo silencio. Escribimos sobre el suelo, o la espalda de otro, con las piernas cruzadas o extendidas hacia el centro del círculo. Alguien está haciendo un haiku con los papeles que ha encontrado en la bolsa. Otros no escriben nada durante media hora. Alguien desvía los ojos hacia la tarjeta del vecino para ver si alcanza a leer algo. Se van amontonando en el suelo dibujos, mantras, poemas, tachones.

Queremos compartir lo que hemos escrito. Otros prefieren guardar silencio. Alguien ha escrito un poema para la torre de jabones: “hispano, lava tu pasado/ hispano, caravana de jabones/ hispano, una bestia de limpieza/ hispano, lava tu pasado/ hispano, limpieza para la superación/ hispano, jabón quitamuros/ hispano, para borrar a los otros”. Algunos hablan de experiencias personales. Algunos hablan de lo que han visto o les han contado. En español y en inglés. Alguien ha hecho un poema-imagen. Otro se pregunta que qué hemos dejado atrás. Bebemos más vino, la noche se alarga y le pedimos a la hora fijada para marcharnos que se alargue una hora más.

Recopilamos todos los textos, todas las ideas, y los guardamos con mucho cuidado en una cajita. Salimos de nuevo a la calle, pero sabemos que nunca, en esas tres horas, hemos estado fuera del mundo. La exhibición ha crecido con cada una de las tarjetas. La obra de Bule es elástica. Hoy se cierra, pero no se acaba.

 

HelenaHelena García Mariño. Licenciada en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Madrid y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad Complutense de Madrid. Hoy es estudiante en el MFA en el programa de Escritura Creativa en Español en la Universidad de Iowa.

 

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Posted: November 18, 2018 at 10:41 pm

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