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Cristina Rivera Garza: Cada mirada es un desplazamiento

Cristina Rivera Garza: Cada mirada es un desplazamiento

Roberto Domínguez Cáceres

• Cristina Rivera Garza: Había mucha neblina o humo o no sé qué (México: Literatura Mondadori, 2016, 245 pp.)

Había mucha neblina o humo o no sé qué de Cristina Rivera Garza dispone su narrativa como voz colectiva. En esta obra las palabras no le pertenecen a Rivera Garza, le competen; son su competencia, su saber y su decir porque resuenan apropiada y redibujadas. Este nuevo texto debe ser barrido con la mirada, contemplado y visto. Hay que atenderlo como un acto de ver la materialidad de la obra.  Cristina Rivera Garza plantea de contingencia de la escritura que registra su modo de entre-ver el mundo, de mirar de lado, con curiosidad. Es una narrativa configurada con  sugerentes indeterminaciones –neblina, humo– con zonas de contacto, con  atalayas para ver y desconfiar de lo visto. Proponemos recorrerlo para apropiárselo.

Rivera Garza subraya los huecos –zonas intersticiales– de la historia de Rulfo o de la lectura de su obra para que sean llenados por el lector. Inscribe la duda y convierte su texto en una revelación, en un descubrimiento por la vista y la palabra. En otras oportunidades ha establecido una estética de la implicación, de la existencia como accidente de la identidad y ésta como ángulo de la perspectiva desde la que se nombra y los ha presentado como preguntas. Aquí el discurso está planteado en varios niveles.  En primer lugar la palabra autoral que introduce el conversatorio: “Encuentro del todo intrigante que un personaje siga sosteniendo a lo largo del tiempo, aunque todavía dentro del ataúd, que Dorotea o Doroteo da lo mismo. Mi Rulfo bien queer” (20). Luego la voz ficcional, la testimonial, la textual y la visual. Veamos algunos ejemplos:

En el apartado I,  PROMETERLO TODO, se expone el  punto de vista móvil de la escritura de Rulfo que tendría en sus recorridos una manera de explicar su acuciosa visión del mundo que pasa rápido –visto desde la ventanilla de un automóvil que recorre el país–, mientras él lo mira despacio.

En apartado II, EL EXPERIMENTALISTA, presenta la biografía ficcionada  y una genealogía de la materialidad de la escritura como “trabajo”,  reconstruida con sus lecturas.

En el apartado III, ANGELUS NOVUS, se describe la participación de Rulfo en la destrucción y desplazamientos mixes y oaxaqueñas bajo el lema del “progreso” y unos inciertos “Nuevos Horizontes”, en que se combina la crítica de las fotografía, el uso de la fama de Rulfo para denunciar los atropellos y su silencio cómplice –como escritor taimado– y su elocuencia como fotógrafo.

En el apartado IV, MI PORNOGRAFÍA, MI CELO, MI DANZA ESTELAR, aparece la “Mujer Increíblemente Pequeña” –ente conocido ya en El Mal de la Taiga o en Nadie me verá llorar– se apodera del cuerpo de Juan (¿Preciado o Rulfo?) y  expone la mirada femenina sobre el cuerpo masculino y ofrece una re-escritura: los renglones de pasajes famosos de Pedro Páramo en cursivas  intercalados con la ficción reteje y extiende las situaciones. Se inserta un cuento: “Un cortejo” cuyos protagonistas son una mujer (¿una lectora de Pedro Páramo?) y @MiguelPáramo –escrito como tag de Twitter–, donde propone una representación en la que los lectores aprovechamos lo que ya sabemos de Miguel –su galanura, su sexualidad, sus mujeres, su potencia y su trágica muerte joven– para recrear el punto de vista de una de sus amantes. “Dicho de un cuerpo, penetrar significa introducirse en otro. Dicho del frío, penetrar quiere decir hacerse sentir con violencia e intensidad. […] Dicho de lo agudo del dolor, del sentimiento o del afecto, penetrar quiere decir llegar al interior del alma. Adentrarse. Comprender” (171). Portada

Dicho de esta obra, penetrar Pedro Páramo desde la escritura de Rivera Garza combina estas definiciones: el cuerpo del texto penetrado por los renglones de la escritura adentrada en él para sacarle el placer a lo narrado. Esta compenetración hace evidente la apropiación de la obra como sobreescritura: un texto embebido en otro y además encima de él; como si hicieran el amor uno con otro, al tiempo que hablan del amor que hacen escribiendo. Más allá de citarlo, Cristina Rivera Garza, excita el texto original de Rulfo.

En el texto aparecen  poemas visuales dispuestos en el espacio de la página: “me contestó el eco: / “¡…ana… neros…! / ¡…ana… neros…!” (186) hechos con fragmentos de Pedro Páramo  y  formas insólitas de introducir  un relato insertado: “Abrieron el rectángulo de la puerta y, desde el umbral, observaron el rectángulo de la cama y, sobre la mesa rectangular, el rectángulo de la página. La sonrisa es una forma de llegar.  Se desnudaban como si estuvieran a punto de entrar en uno de los muchos sueños  de los que habían hablado. Los benditos. Los malditos” (190).  Aquí la abismación es una sutura de los planos textuales, de la apropiación y la excitación del texto original en la reelaboración de factura común de Rivera Garza como lectora. ¿Cuántos textos caben en un texto? nos plantea la desestabilización del estatuto de solidez y finitud de la obra de un creador individual, inicio de una discusión de la autoría y la autorización de crear desde lo ya creado, que remite a “Un estrecho ataúd” en el que cabe un cuerpo dentro de otro cuerpo; un rectángulo que es la página, dentro de otro rectángulo que es el libro en el que se describe una habitación o un ataúd.

El apartado V, LUVINITAS, conecta la dimensión ficticia del cuento “Luvina” con la comunidad real y viviente de sus habitantes contemporáneos, su presente; Luvina  ficcional enfrentada con la celebrada en Stoner Park en Los Ángeles con su historia y sus latidos.

El apartado VI, LO QUE PODEMOS HACER LOS UNOS POR LOS OTROS, descubre el ascenso de la escritora por la accidenta topografía oaxaqueña, metáfora de su recorrido y descubrimiento de esa neblina que es el deseo, el otro, el texto, la compenetración con la naturaleza y nuestra deuda memorial con el universo mixe.

El último apartado es la traducción al mixe de Luis Balbuena Gómez. Con él, la autora estima la circunstancia en la que conoció y escuchó por el intérprete  algunas historias bordadas en este texto.

Destacamos algunos aspectos de la obra. Primero, el recurso de la abismación juega con las contrapartes de la imagen y el reflejo de la escritura. Segundo, plantea la identidad y la escritura como revés de la historia. Aludiendo al acto de escribir, enfatiza la narración como traslado y movimiento. Tercero, propone que lo visto no se recuerda nítido, por eso debe relatarse conservando la indeterminación que no es vacío, sino recreación. Cuarto, nos invita a  dudar de Juan Rulfo al proponer una lectura como experimentación, rescatando el sentido de su conocimiento: “Me interesaba, quiero decir, lo que a todo el mundo le interesa de Rulfo, que es su escritura, pero todavía algo más: la materia de sus días como escritor” (14). ¿Qué se requiere o hace necesario para poder escribir, para publicar lo escrito y para con ese oficio vivir? Rivera Garza aborda su Pedro Páramo para materializar una visión fragmentaria que mantiene la tensión de lo que antes otros ha dicho de esa novela tutelar. “La estética va de la mano de la vida cotidiana y del pie, también, de la política” (15). Esta frase puede aplicarse también a la escritura de la autora, quien se somete a su propio enfrentamiento con la obra. Quinto, para ella decir de lado es decir dos veces: al pronunciarse sobre la realidad, la descentra y la recoloca en una marginalidad. Su obra invita a recorrer el mundo rulfiano en sus diversas presencias.

Para ver el mundo de este autor, hay que moverse, porque todo ver es un traslado. Y el texto de Rivera Garza  es una superficie material, un territorio, que se trabaja y se extiende, por eso esta obra recorre la textura y las diferentes cualidades de la escritura de Juan Rulfo. Revisa la figura canónica, lo descubre como trabajador de la escritura, lo enfoca como personaje de su propio tiempo, crítico, partícipe y cómplice de la modernización mexicana.

Había mucha neblina o humo o no sé qué permite al lector explorar, moverse en la escritura, como un recorrido que emula la afición alpinista de Juan Rulfo. Rivera Garza abarca diversos géneros: ensayo, reseña, artículos académicos, biografía, guías de viajeros, reportes de construcción, fotografías, cartas, cuentos, reportes de comisiones de obras públicas, entre otros. Esta obra nos demuestra que cada escritura es un modo de mirar, cada mirada es un desplazamiento.

Notas:

Cristina Rivera Garza. Había mucha neblina o humo o no sé qué. México: Literatura Mondadori, 2016. 245 pp. Los números de página de las citas aluden a esta edición.

Roberto Domínguez CáceresRoberto Domínguez Cáceres es doctor en Letras y Maestro en Letras Modernas por la Universidad Iberoamericana. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

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Posted: February 22, 2017 at 11:48 pm

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