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Dios, un cello y un informe
COLUMN/COLUMNA

Dios, un cello y un informe

Gisela Kozak

El martes 26 de marzo de 2019 fui a ver al cellista Yo Yo Ma en su interpretación de las Seis Suites para Cello, de Johann Sebastian Bach. Mi esposa, Lynette, se encontró conmigo en la Plaza de la República, lugar en el que tendría lugar el concierto. Una larguísima fila de personas de todas las edades, pero jóvenes en su mayoría, no querían perderse el evento y comentamos que tal vez no íbamos a conseguir un par de las cientos de sillas colocadas entre el escenario y el Monumento de la Revolución. Se trata de un mausoleo de doble cúpula y espléndidos arcos donde reposan los restos de los héroes de una sangrienta guerra civil, capaz de marcar el destino de mi país de acogida durante el siglo XX.  Los enfrentamientos siempre tiene monumentos, en Ciudad de México y en el resto del mundo.

Asimismo, me preocupa profundamente la reducción del espacio democrático, en particular la continua criminalización de la protesta y la disidencia pacíficas. En el contexto del auge de las protestas antigubernamentales ocurridas en todo el país en los dos primeros meses de este año, mi Oficina documentó numerosas violaciones y abusos de derechos humanos perpetrados por las fuerzas de seguridad y los colectivos armados progubernamentales, incluyendo el uso excesivo de la fuerza, asesinatos, detenciones arbitrarias, torturas y malos tratos en condiciones de detención, así como actos de amenaza e intimidación. *

“Que por doler, me duele hasta el aliento”, escribió el poeta Miguel Hernández en su “Elegía”. Lynette y yo distraemos el dolor conversando sobre nuestros recuerdos de  Yo Yo Ma; ella adora  su disco con música de Astor  Piazzolla; yo su versión del Concierto para Cello y Orquesta de Antonin Dvorak, compositor del país de mi padre. Estuve a pocos pasos de comprar los boletos para su presentación de ese concierto en mi ciudad natal, hace ya unos cuantos años, pero la taquilla cerró antes de llegar y tuve que conformarme con una pantalla en el exterior del teatro. Por fin se iba a saldar una vieja deuda personal. También Lynette me comenta nuestra situación migratoria, amén de complicaciones laborales y el hecho de que varias personas dependen de nosotras. Nos preguntamos si veríamos a nuestros amigos y paisanos José Luis Ávila, Valentina Hidalgo y Julieta Omaña, quienes también vienen al concierto.

Un resultado directo de esta vasta crisis humanitaria es que más de 3 millones de personas han huido de Venezuela, en busca de comida, atención médica, empleo y protección. *

  La belleza del Monumento de la Revolución alzado a contraluz de un atardecer entre anaranjado verde y violeta,  mutado a un azul suavísimo que cedió ante la noche, alivia el dolor  y calma la fatiga debida a la carrera que, muy latinoamericanamente, culminó en que logramos nuestras sillas. Estábamos lejos del escenario pero en el medio de la explanada, lo cual nos permitía una pequeña y lejana imagen de la silla en que se sentaría Yo Yo Ma y la comodidad de una pantalla enfrente, más  una a la izquierda y otra a la derecha. A las 7.30 en punto comenzó el concierto y se hizo un silencio increíble en un lugar situado en pleno corazón urbano y empresarial de Ciudad de México, entre edificios con ventanas iluminadas. Detrás del escenario era posible entrever los faros de los automóviles  mientras se elevaban las notas de la Suite n. 1. Luz, mucha luz, la ciudad es luz, Bach es luz.

La reciente interrupción del abastecimiento de fluido eléctrico que afectó a todo el país ha agravado esta situación, al reducir aún más el acceso de la población a los alimentos, el agua y los medicamentos, y también ha afectado gravemente a los hospitales. Todavía no se conoce todo el alcance de los daños ni el número de víctimas directas, pero este prolongado apagón simboliza los problemas de infraestructura que afronta el país. La escasez de agua y de gas natural y el colapso del transporte público también siguen afectando a muchas personas; esta situación, combinada con la hiperinflación, genera atroces condiciones económicas que han desencadenado miles de protestas sociales.*

La suite n.1 de Bach penetró en mi pecho, nicho de tristeza, como un soplo capaz de resucitar el coraje para soportar lo que nos toca. Dios le habla a los despreciados por las religiones y a quienes las impugnan por cualquier razón a través de  la belleza, acicate que nos permite seguir vivos no por mero impulso biológico sino apoyados en la certeza de que la vida tiene un propósito. Dios es sentido y voluntad. Según Víctor Frankl, psiquiatra que experimentó los rigores de un campo de concentración nazi, tener un propósito de vida claro era el secreto de quienes supieron enfrentar su reclusión en el campo  de mejor manera. Recuerdo a Frankl  y su texto El sentido de la vida mientras abrazo a Lynette para ayudarla a enfrentar el aire frío de la explanada y  entre las notas de Bach se mezcla el recuerdo de nuestras madres. Recuerdo a mi amigo Héctor Torres, estupendo escritor, quien ama este libro. Le pido a la noche que muera en paz la mayor de mis tías, Lola,  cuya partida es cuestión de horas o días ya con noventa y dos años a cuestas, amante también de la música y quien poco a poco se despide adormilada en medio de la incertidumbre. Duro para mis parientes  enfrentar el inminente fallecimiento de  un ser querido en estos momentos.

Las autoridades se han negado a reconocer las dimensiones y la gravedad de la crisis en materia de cuidados médicos, alimentación y servicios básicos, por lo que las medidas que han adoptado no han sido suficientes.*

Desde junio de 2018 -la última vez que publicamos un informe sobre Venezuela-  el ejercicio de los derechos sociales y económicos ha seguido deteriorándose continuamente. Los grupos de población más vulnerables, tales como los niños, las mujeres embarazadas, los ancianos y los pueblos indígenas se han visto especialmente afectados.*

Bach por Yo Yo Ma es razón para permanecer en el concierto cuando la temperatura baja en la explanada. Los que están de pie comienzan a irse; demasiado frío deben tener algunos para marcharse en medio de la  Suite n.3. Permanecimos muy juntas, compartiendo un suéter deportivo a modo de manta que nos cubría pecho y brazos. El silencio del público, absoluto y reverencial, convertía a Bach en una forma de protegerse del miedo; la proximidad de miles de personas compartiendo la misma música con fervor fungía de escudo contra todos los males. En algún momento, Yo Yo Ma le habló a la multitud en un español chirriante pero amable; se refirió al valiente pueblo de México y a los cuarenta y tres estudiantes desaparecidos, del famoso caso Ayotzinapa. La muerte, la desaparición, el Estado.

En 2018, se informó de al menos 205 muertes atribuidas a las FAES. (…)En determinados casos, los parientes de las víctimas denunciaron que la Oficina del Fiscal General se había negado explícitamente a iniciar investigaciones contra miembros de las FAES. La mayoría de las víctimas vivía en barrios pobres y había participado en protestas antigubernamentales. Me preocupan particularmente los informes que indican que las operaciones de este tipo se utilizan como una forma de represalia e intimidación.*

Al terminar las seis suites, Yo Yo Ma es ovacionado como corresponde. Incluso la gente de un bar en una terraza de un edificio cercano,  donde había empezado a retumbar un reguetón, se tomó la molestia de bajar el volumen. Silencio, luces, Bach y ciudad. Nos acercamos al escenario para verlo más de cerca. Ofreció una sorpresa: interpretó con la estupenda cantante Lila Downs “La Llorona”. Recordé a Alejandro Espinoza, hijo de mi sobrina Mariana, un melómano de trece años que ama esa canción, un adolescente sin miedo al picante habanero y amante la arqueología, especialmente si de momias y esqueletos se trata. Va a la escuela y le gustan las novelas gráficas y las películas con personajes de Marvel. Qué feliz sería de oír esa canción aquí, conmigo, en Ciudad de México.

Según una encuesta reciente, más de un millón de niños han dejado de asistir a la escuela, la mayoría porque sus padres no pueden proporcionarles el desayuno, porque los programas de almuerzo escolar han colapsado, por la escasez de transporte público a precios asequibles, o por la falta de docentes y personal escolar, muchos de los cuales han abandonado el país.*

Caminamos hacia el Metro con un dolor menos calcinante gracias a Yo Yo Ma. Siempre nos sostiene un  propósito claro: la revolución no podrá  con nosotras ni con nuestra gente.

*Declaración de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet (marzo 2019). Caso Venezuela.

 

Gisela Kozak Rovero (Caracas, 1963). Activista política y escritora. Algunos de sus libros son Latidos de Caracas (Novela. Caracas: Alfaguara, 2006); Venezuela, el país que siempre nace(Investigación. Caracas: Alfa, 2007); Todas las lunas (Novela. Sudaquia, New York, 2013); Literatura asediada: revoluciones políticas, culturales y sociales(Investigación. Caracas: EBUC, 2012); Ni tan chéveres ni tan iguales. El “cheverismo” venezolano y otras formas del disimulo (Ensayo. Caracas: Punto Cero, 2014). Es articulista de opinión del diario venezolano Tal Cual y de la revista digital ProDaVinci. Twitter: @giselakozak

 

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Posted: April 10, 2019 at 11:08 pm

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