Flashback
El misterio de La Clave

El misterio de La Clave

Carlo Acevedo

Un edificio de ladrillos que podría encontrarse en NY, en LA o en Chicago es recorrido de arriba abajo por unas escaleras de emergencia. Las ventanas forman un mosaico que evoca flora y fauna del Amazonas: un tucán, loros, palmeras, una mariposa. La imagen sugiere un encuentro entre el trópico latinoamericano y Estados Unidos. He allí la carátula de La Clave, disco publicado por el  sello de jazz Verve Records en 1973.

Benny Velarde, el hoy difunto percusionista del latin jazz, juntó a doce músicos en Los Angeles entre 1970 y 1972. Esa fue La Clave, orquesta temporal que grabó aquel único trabajo, un álbum titulado con ese mismo nombre y que fue reeditado en formato CD por Dusty Groove en 2007. Los 10 temas del vinilo (entre canciones propias y versiones muy particulares de otras ya existentes) son de las pocas huellas que dejó el ensamble. La escasa información disponible con respecto a este proyecto musical ha generado un misterio alrededor de sus raíces. Las fuentes, por lo general informales, cuentan historias divergentes.

Se entiende que Velarde fue el líder de La Clave. En los años setenta, su nombre ya era una de las definiciones del latin jazz que se fermentaba en la bahía de San Francisco. Habían pasado 30 años desde su llegada a la costa oeste de Estados Unidos, donde tuvo que decidirse por los timbales, instrumento central de su carrera, pues no podía pagar clases de saxofón. El primer nombre en figurar entre los elegidos por el percusionista panameño es el del salsero Willie Colón, el chico malo de discos Fania, quien para esa época, a sus veinte años, ya tenía cuatro discos grabados con Hector Lavoe, su primera gran dupla, con quien ya había llenado varias veces el Madison Square Garden en Nueva York. Lo sospechoso de este dato es que al hombre al que consagró el trombón en la historia de la música latinoamericana se le acredite el bajo de La Clave. Se ha dicho que se puede tratar de un homónimo o de una simple falsificación. El hoy difunto guitarrista colombiano Gabriel Rondón, que ya llevaba unos cuantos años en California, donde llegó a hacer su especialización como ingeniero químico, es otro que brilla en los créditos hipotéticos de La Clave. Para entonces, el barranquillero ya le había dicho que no a la academia y había iniciado la carrera musical que le llevaría a compartir escenario con  un amplio rango de músicos, que va desde su compatriota Joe Arroyo hasta Plácido Domingo.

Parece que el saxofonista mexicano Martín Fierro fue otra de las fichas de Velarde. Durante su vida, fue uno de los pilares escondidos del rock y de la música alternativa estadounidense. Estableció alianzas duraderas con Grateful Dead, luego con Jerry García, con Quicksilver And The Messenger Service, con Steve Miller, y logró colaboraciones con grupos más contemporáneos, como String Cheese Incident. El último peso pesado del equipo que supuestamente juntó Velarde fue el pianista, compositor y arreglista argentino Lalo Schifrin, conocido por sus aportes a la cultura popular: es el autor de la melodía de la película Misión Imposible y también ha mantenido una sólida relación artística con Clint Eastwood.

El resto del ensamble lo compusieron ocho músicos, con perfiles más discretos, cuyas carreras oscilan entre el jazz y la música caribeña: Al Zulaica (piano), Jerry Gilmore (saxofón), Joe Ellin (trompeta), Johnny Nelson (vocales), Pat O’Hara (Trombón), John D’Andrea (arreglista), Tito García (vocales), Luis Miranda (congas).

Sin embargo, existe otra versión sobre la historia de La Clave, basada en los datos que pudieron verificar los hombres de Dusty Groove antes de la reedición del álbum, que le baja los humos al repertorio. Velarde sigue figurando como el nombre principal. De hecho, los escasos créditos que se pudieron recoger corrieron por cuenta de su memoria. El argentino Lalo Schifrin es el primero en salir de los créditos. El salsero, el ingeniero químico, el roquero y la mayoría de los nombres que no brillan en google también se descartan. Pasaron la prueba de la verdad Johnny Nelson, John D’Andrea y Luis Miranda. También permanecen en el anonimato los nombres de las voces femeninas que aparecen en la canción Soul Sauce, original de Dizzy Gillespie y Cal Tjader, músico con el que Velarde trabajó en los 50 y que le dio el apodo de Benny, pues no podía pronunciar su nombre (Bayardo). Aquí terminan los datos confirmados.

Sea lo que sea que haya pasado en las sesiones de grabación que dirigió Velarde en Los Angeles, y a pesar de las pocas certezas y de las muchas dudas que quedan alrededor del grupo, los treinta y tres minutos que completan las diez piezas del disco son una parada necesaria para cualquiera que sepa enamorarse de la música que ignora límites. La Clave conservó su identidad musical latinoamericana. Se escucha salsa tradicional en la reinterpretación de Baila mi guaganco, tema original del primer disco del timbalero, a la vez que el compilado se atreve a abrir con una juguetona versión dub de Sally Go Round The Roses, símbolo sesentero del pop-folk estadounidense. También se atreve a jugar con la cultura negra, con el jazz local, en un hipnótico cover de Move Your Hand, de Lonnie Smith.

El pico de La Clave llega con la interpretación de otro título ajeno: The Ghetto, del músico de soul Donny Hathaway. En esta canción se escuchan las primeras palabras en español del disco. Introduciendo la música, una breve conversación con acentos puertorriqueños se desarrolla entre la lluvia. La palabra ghetto es cambiada por la palabra barrio. Esta amplia interacción entre distintos momentos musicales deja concluir que este es uno de esos discos que se declaran libres, como sucede habitualmente con la música que vale la pena. La originalidad de los covers, los prolongados fragmentos instrumentales, los solos y la presencia de la salsa, en medio del espíritu caribeño que recibieron las canciones de artistas estadounidenses, dan fe de ello. Sea lo que sea que haya pasado entre 1970 y 1972, se grabó La Clave. El hecho de que Willie Colón tocara el bajo, o no, tan solo es material que engorda al misterio que toda leyenda debe tener.

Carlo AcevedoCarlo Acevedo es graduado del programa del MFA de la Universidad de Iowa y profesor de español. Es colaborador de Literal y autor de diversos artículos.

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Posted: August 4, 2016 at 9:03 pm

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