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El ocaso que no llega
COLUMN/COLUMNA

El ocaso que no llega

Andrés Ortiz Moyano

Recién terminadas las elecciones europeas más apasionantes, por relevantes en el panorama de incertidumbre y efervescencia analítica que nos abruma, procede valorar unos resultados tan jugosos como, permítanme, sorprendentes.

Porque sí. En este exhausto mundo donde nos afanamos en extremar cualquier situación, en ocasiones irresponsablemente; donde todo parece estar a un suspiro de estallar, bien por la vía económica, social, medioambiental o por el infumable final de ese bodrio sobrevalorado llamado Juego de Tronos; resulta sorprendente que en esa Europa a punto de implosionar por los aguijonazos de, entre otros, el nacionalismo populista que azota los cuatro costados del Viejo Continente, sus ciudadanos y votantes se destapan como principales escuderos de la causa aparentemente perdida del unioneuropeismo.

No todos, obviamente, pero los resultados arrojan una nítida foto de lo que realmente está experimentando Europa. Los viejos partidos, el Partido Popular Europeo (conservador) y el Partido Socialista Europeo (progresista) se resienten y bajan, sí, hasta perder la tradicional mayoría entre democristianos y socialistas, analogía de una tendencia común en muchos estados miembros. Pero, a pesar de todo, siguen siendo los más votados. Victoria aun en la decadencia, como aquella del moribundo Imperio Romano sobre los hunos en los Campos Cataláunicos. Luego no le sirvió de mucho, es cierto, pero aguantar la embestida de los muchos y poderosos elementos en contra que plantean desde hace un tiempo no es cuestión baladí. Quién sabe si, cuando pase la tormenta, se aúpan de nuevo y vuelve el status quo tras la canita al aire de buena parte de sus votantes con otros elementos similares pero que no son el original. Ya saben, eso de que es lo mismo, pero no es igual. Quién sabe si son los mismos actores tradicionales los que llevan a cabo la necesaria reformulación del proyecto europeo.

Por su parte, los populismos crecen, ya lo barruntábamos, pero no se han convertido en esa avalancha atronadora jaleada por Moscú que algunos se apuran en ilustrarla como la Gran Horda Dorada de los mongoles. En algunas plazas importantes sí han triunfado. En Francia, la extremista Marine Le Pen (Agrupación Nacional) ha logrado un empate técnico con el presidente Macron (incluso ha conseguido unas décimas más). En Italia, el fantoche de Matteo Salvini y su Lega Norte han obtenido una contundente victoria para asombro de los que nos horrorizamos ante sus jactancias sobre, por ejemplo, permitir la muerte de miles de personas en las aguas del Mediterráneo. Me sigo preguntando por qué son incompatibles las fronteras seguras con la misericordia y la caridad cristiana…

Polacos y húngaros siguen a lo suyo, apoyando a gobiernos que, si bien me tienta llamarlos semitotalitarios, me limitaré a definirlos como ultraconservadores. Que no es poco.

En el resto de propuestas, encontramos desde frenazos en sus meteóricos avances (como el Partido por la Libertad alemán o el PPD danés), hasta el descalabro de uno de los principales pirómanos europeos, el Partido por la Libertad neerlandés.

En España se ha dado el curioso caso de que el partido más euroescéptico, el derechista VOX, ha obtenido mejores resultados en las elecciones nacionales que en las europeas, cuando tradicionalmente suele ser al revés. Si bien meterlos en el mismo saco de los radicales ut supra no sería del todo preciso.

La clave, entonces, los grandes triunfadores, si nos permitimos la generosidad de este planteamiento, han sido los verdes y, sobre todo, los liberales. Los primeros, europeístas a regañadientes a pesar de sus majaderías aquí y allá, se han hecho fuertes en plazas nada desdeñables como Alemania. El país teutón se halla inmerso en lo que parece una grave crisis de identidad pero que sigue siendo el capitán del equipo. Un capitán en ocasiones deprimido y preso de sus propios fantasmas pero que, al fin y al cabo, es el quarterback al que todos miramos cuando hay que remontar el partido.

Por su parte, los liberales, conglomerados en el grupo ALDE, sí que pueden sacar pecho por unos resultados realmente buenos. No en vano han experimentado el mayor porcentaje de subida, sobrepasando el centenar de escaños. Estos resultados le otorgan un peso específico del todo notable y crítico en el futuro devenir de la Unión. Y es que populares, socialistas y liberales (para entendernos, los más europeístas de todos los grupos), juntarían 430 eurodiputados de los 751 que alberga el Parlamento Europeo. Más aún, cuando el Reino Unido consuma el mayor tiro en el pie que se ha dado en su historia reciente (el absurdo Brexit), esa mayoría será aún más sustancial, aunque desconocemos todavía si alcanzarán la cifra de 551, dos tercios de la cámara, que permite gobernar en mayoría.

Así, tras este somero recuento, a pesar de que el panorama se sigue presentando oscuro, parece evidente que presenta ciertas luces en la noche oscura. Nos pintaban el sino de Europa como el Abismo de Helm rodeado de las huestes orcas de Saruman el Blanco. Y, si bien es cierto que no ha de bajarse la guardia ni fiarse demasiado de la promesa de un político, lo cierto es que los europeos que vivimos en y apostamos por este extraordinario proyecto que es la UE, no acabamos de ver al lobo por más que nos lo avisan. Es un ocaso que no llega. Comprobar que más que la llegada de un monstruo nocturno de fauces ensangrentadas se trata de un escurridizo zorro que nos roba las gallinas, nos permite plantearnos, al menos, la duda de si la Unión Europea es más fuerte de lo que nosotros mismos creemos.

El pecado mortal seria confiarse. Los problemas de la Unión Europea son muchos, variados y temibles, pero si en esta época de agotamiento y decadencia, rodeados por los huargos del Brexit, el populismo, la injerencia rusa, la batalla EEUU-China, la crisis migratoria, la irrelevancia de su peso internacional y la evidente pérdida de identidad, constatamos que a la mayoría de europeos nos gustaría seguir siéndolo, es porque, sencillamente, estamos convencidos de que es el mejor lugar del mundo para nacer.

 

Andrés Ortiz Moyano, periodista y escritor. Autor de Los falsos profetas. Claves de la propaganda yihadista, #YIHAD. Cómo el Estado Islámico ha conquistado internet y los medios de comunicación; Yo, Shepard y Adalides del Este: Creación. Twitter: @andresortmoy

 

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Posted: June 4, 2019 at 10:54 pm

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