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Escribir a carcajadas

Escribir a carcajadas

David Medina Portillo

Francisco Hinojosa,
Poesía eras tú,
Almadía, México, 2010.

 

Dice Francisco Hinojosa que escribió este libro a carcajadas. Por mi parte, no tengo ningún empacho en recalentar lo que otros han dicho ya…, Poesía eras tú también se lee a carcajadas. Aunque lo extraño no es que uno se ría con cualquiera de sus libros: desde hace rato Francisco Hinojosa califica entre nuestros humoristas más impenitentes y agudos. Lo inusitado en este caso es que se trata de un libro de poesía. 115 páginas escritas al modo de un lirismo casero, de efluvio doméstico o descaradamente conyugal.

Así un fulano escribe que escribe poemas y, de paso, redacta cincuenta y tantos en honor de su rubicunda “amasia”, de nombre Zaharaí. Y gracias a tales engendros se convierte en el mejor poeta mexicano de la última década. O cuando menos en el más regocijante… ¿Que sus versos no son versos sino lamparones de prosa tecleada a renglones cortos para dárselas de juglar? Francamente no veo por qué negarlo: al libro no le asisten las descargas de lo poético en el instante de encandilar una realidad absolutamente impresentable. En contraste, tenemos la historia de una pareja de mediopelo en donde él trasiega en horas de oficina mientras ella –talentosa y necesariamente luchona– despacha de rutilante legisladora. En este sentido, quizá el rasgo de genialidad de Poesía eras tú radica en que Francisco Hinojosa se ha limitado sólo a acentuar los guiños de nuestra indomable cotidianidad. En efecto: fuera de horario el poetastro y su diputada serán unos honestos porqueros del mismo modo que alguno de nuestros más despabilados influyentes, si se viera obligado a justificar la Hummer o la abultada cuenta del loft, se declara un próspero ganadero o el empresario con ángel en eso placear al menudeo.

Sin embargo, hacer pensar que estamos ante un libro con vocación de denuncia sería tonto. Francisco Hinojosa no refl eja la realidad –ya suficientemente ofensiva: sólo se divierte a su costa. De modo que en lugar de ensañarse con los usos y costumbres de la manada, prefiere los alebrijes más bien espontáneos de la sobremesa y la alcoba: p. ej., las mitomanías vigorosamente resistentes al ridículo de nuestras expectativas, los decorados mentales y sentimentales de un mal gusto inconfesable o las veleidades de una idiosincrasia traicionada por nuestras más íntimas bajezas. Transcribo: “ORGULLO: Te vi el otro día/ mi amor/ hablando con José Saramago/ en la feria del libro de Guadalajara/ yo no sabía que era tu conocido/ que entablabas conversaciones con él/ acerca del mundo/ el arte y la filosofía/ y menos que te tuteaba/ oh cuán orgulloso me sentí/ de tus magníficas amistades/ muchas de ellas muy cultas/ muy premiadas/ aunque otras no tanto/ como el diputado Pérez Vaca/ tan vulgar/ o tu comadre la Rosaura/ tan ignorante y sucia/ o alguno de tus familiares/ como el Chelito/ que está en la cárcel/ pero lo que importa/ mi virtuosa amasia/ es que también cuentas/ en la lista de tus amistades/ en tu directorio telefónico/ con nombres de relevancia/ como el de mi colega Saramago/ por eso déjame que te otorgue/ Zaharaí del alma/ el premio Nobel de mi corazón”.

Detrás de todo esto hay una historia, decíamos. Quizá por ello varias reseñas refi eren un subtítulo que –extrañamente– en mi volumen no aparece: “Novela”. Aunque el texto de la solapa sí destaca que Poesía eras es “una de las novelas más exquisitas de la literatura mexicana”. ¿Narrativa o libro de poemas? A saber. Enigmas aparte, cómo no envidiar al voluntarioso que lee desde la primera a la última página, en ese orden. Por mi lado, mantengo hace rato la justifi cada distracción del que hojea un nuevo libro de poesía sin decidirse a continuar. Poesía eras (sarcasmo de los escalofriantes versos de Bécquer repasados, a su vez, por Rosario Castellanos en Poesía no eres tú) puede seguirse como una secuencia novelesca y excéntrica o, también, picando al azar sobre sus cincuenta y tantas “poesías”. En conjunto o por separado, estas páginas poseen tal contundencia que, una vez cruzado el umbral, se imponen sobre cualquier distracción. Finalmente, se trata de un volumen de poemas (acaso de versos) excepcional que se defrauda como poesía. O una novela castigada con dosis de malversada poesía para negarse como relato. En cualquiera de los casos, qué envidiable capacidad de seducción.


Posted: April 22, 2012 at 1:47 am