Essay
Hacer un libro con Amparo Dávila 
COLUMN/COLUMNA

Hacer un libro con Amparo Dávila 

Socorro Venegas

“…pocos cuentos nacen plenamente vivos,
con ese derecho a perdurar en la memoria que es su terrible fuerza
y su más exacta belleza”. 

JULIO CORTÁZAR, CARTA A AMPARO DÁVILA

 

 Para Andrea, Efraím y Roberto, lectores del abismo

Amparo Dávila ha contado la anécdota más de una vez. Y más de una vez se ha consignado en entrevistas donde, usualmente, se pondera su papel como secretaria de Alfonso Reyes. Se trata de la historia de cómo lo conoció en forma más cercana, después de un curso donde él fue su maestro. “Vi en una banquita que estaba sentado don Alfonso. Fui y lo saludé. Empezamos a platicar, y como en las plazas de los pueblos, había unos crespones que ondulaban en la tarde con el viento, se doraban con la luz del sol, y yo me quedé extasiada viendo eso. Él me dijo: niña, a dónde te fuiste. Porque vio que estaba en otro mundo. Le dije: fíjese que eso me recordó a la zorra de Saint Exupéry. Ay, no me digas –contestó, es un libro que yo adoro, y me colmó de atenciones”.  Ahí comenzó una venturosa relación de amistad y trabajo.

Lo que me atrae de este encuentro, es precisamente ese lapso en que Amparo Dávila, sentada junto al maestro, se fuga no sabemos adónde. Ese otro lugar es, quizás, el de sus historias. Y en esta anécdota podemos ver algo de la textura de su mundo interior, la mirada única que asocia crespones iluminados por la luz de la tarde con la manera en que la zorra ve los cabellos dorados de El Principito. Sé que a Dávila no le gusta tanto la clasificación de su obra dentro del género fantástico. Ciertamente es mejor leerla pensando en lo extraña que es de por sí la realidad y en las puertas que abre mientras vuelan crespones en el aire. Como a ella, no me interesan mucho las categorizaciones.

A propósito de sus 90 años, cumplidos este 2018, publicamos en el Fondo de Cultura Económica una edición ilustrada de sus cuentos dentro de la colección Clásicos del Fondo, donde también están los relatos de Francisco Tario, otro gran maestro de la literatura de imaginación, una muy acertada clasificación propuesta por el escritor Alberto Chimal que evade los prejuicios asociados a la literatura fantástica.

Esta edición tiene la colaboración de un extraordinario artista plástico argentino: Santiago Caruso, ilustrador de obras como La condesa sangrienta, de Alejandra Pizarnik, o Los cantos de Maldoror, de Lautréamont. Hace dos años lo conocí en una fiesta durante la FIL Guadalajara. Ya había visto su trabajo, e imaginaba al autor como un hombre muy mayor, una especie de misántropo. Todo lo contrario. Además es buen músico, toca la guitarra, canta, y de vez en cuando sube a su muro de Facebook algunas de sus interpretaciones. “Con tanto talento, ¿cómo es que nadie lo ha acaparado”, me preguntó Amparo una vez.

Cuentos reunidos de Amparo Dávila (FCE) fue uno de los libros que un amigo le regaló a Caruso durante un viaje a México, lo había leído y le gustaba mucho. De modo que cuando hablamos de la obra de la autora en Guadalajara, el destino ya sólo tenía que darnos un empujoncito para empezar a trabajar en esta edición especial. Al año siguiente aprovechamos su regreso a México para visitar, junto con Susana Figueroa, joven y talentosa editora del FCE, a la querida maestra.

En esa reunión todos sufrimos un flechazo creativo. Jaina, la hija de Amparo, nos acercó fotos, otros libros, y nos presentó a los gatos, compañeros inseparables de la escritora. Santiago le regaló a Amparo Materia oscura, un libro donde compendia buena parte de su obra gráfica, que ella miró cuidadosamente, encantada. A su vez, le firmó los Cuentos reunidos. A partir de ahí, propusimos a la escritora una selección de catorce de sus relatos; buscamos el registro de “lo siniestro” en sus textos más sorprendentes y emblemáticos, como “El huésped”, que es también el título del libro, más “Alta cocina”, “La señorita Julia”, “Árboles petrificados”, “El entierro”, dedicado a Julio y Aurora Cortázar, entre otros. Ella autorizó la selección, y Santiago, ya de regreso en Argentina, comenzó a trabajar.

Digo que hay algo de destino en este libro. Entre los amigos más entrañables de Amparo Dávila ha habido varios argentinos. Imposible no recordar a Julio Cortázar, quien le escribió para compartir sus impresiones tras leerla. Gracias a él conoció a Alejandra Pizarnik. Otro nombre imprescindible es Alberto Manguel, quien la incluyó en al menos un par de antologías y le regaló un prendedor con forma de gato que ella conserva; Dávila por su parte le dedicó el cuento “Hotel Chelsea”. Luis Mario Schneider fue quizás el más cercano de sus amigos argentinos. Él escribió la nota introductoria del Material de Lectura en el que la UNAM reúne sus cuentos más representativos.

Para Susana y para mí se volvió un ritual volver a la casa de Amparo a mostrarle avances del trabajo de Santiago. Grabábamos algunos mensajes de voz que ella le dedicaba, emocionada y sorprendida por la lectura y elaboración gráfica de sus cuentos. En una de esas visitas reparé en el picaporte de la puerta de entrada a la casa. Una especie de ángel oscurecido. Tomé la foto y se la envié a Santiago por Whats Up, y él hizo el resto para la contraportada del libro, una suerte de metáfora para sugerir que todo en realidad empieza donde parece que termina.

Teníamos la edición prácticamente cerrada, pero aún quedaba algo pendiente. Así como es frecuente que Amparo narre su encuentro con Alfonso Reyes, también lo es que comparta con sus visitantes alguna de sus tres semblanzas: la dedicada a la memoria de su hija Loren, otra sobre su natal Pinos en Zacatecas, y la de su muerte. Le propuse que nos dejara publicar la tercera semblanza al final del libro. Se opuso al principio, pero le rogué que lo pensara. Al final cedió y Santiago dibujó para este texto una vid que es, como en los cuentos de Amparo Dávila, una vid y otras cosas.

Cuando ella tuvo El huésped y otros relatos siniestros en sus manos, mientras lo hojeaba con fascinación, le pregunté qué pensaba de las ilustraciones de Santiago. Contestó: “En una palabra: genial. Después de ver su trabajo, queda uno como deshilvanado”. Quizás sea esta también una de las sensaciones que deja en sus lectores, quienes admiramos, como le decía Cortázar en una de sus cartas, esa exacta belleza por la que el tiempo no pasa y que está seduciendo a nuevos adeptos de la mejor literatura, la que no precisa adjetivos.

 

Socorro Venegas es escritora y editora. Ha publicado las novelas Vestido de novia (Tusquets, 2014) y La noche será negra y blanca (Era, 2009); los libros de cuentos Todas las islas (UABJO, 2003), La muerte más blanca (ICM, 2000) y La risa de las azucenas (Fondo Editorial Tierra Adentro, 1997 y 2002).  Ha recibido el Premio Nacional de Cuento “Benemérito de América”, Premio Nacional de Novela Ópera Prima “Carlos Fuentes”, Premio al Fomento de la Lectura de la Feria del Libro de León y el Premio Ciudad de México por el programa “El Fondo visita tu escuela”. Dirige las colecciones para niños y jóvenes del FCE. Su Twitter es @SocorroVenegas

 

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Posted: September 26, 2018 at 12:19 am

There are 2 comments for this article
  1. Pingback: ‘Era lúgubre, siniestro’. El huésped y otras ficciones inquietantes – Linternas y bosques
  2. Ever Aceves at 12:53 am

    Gran escritora Amparo, no podría recibir menor reconocimiento por todos los méritos creativos y literarios que ha legado a las letras mexicanas. Las ediciones ilustradas son una forma de dejar vigente a tan espléndida escritora y de ser leída por poblaciones más jóvenes también.

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