Interview
Horacio Castellanos Moya. Entrevista

Horacio Castellanos Moya. Entrevista

Carlo Acevedo

Horacio Castellanos Moya pertenece a ese par de generaciones de escritores embestidas por la violencia centroamericana de entre las décadas del sesenta y noventa del siglo pasado. Según Roberto Bolaño, el hondureño fue quien mejor narró “el horror, el Vietnam secreto que durante mucho tiempo fue Latinoamérica”. Antes de él, en su región geográfica ya se habían apropiado del tema poetas como Ernesto Cardenal y Roque Dalton, ambos desde perspectivas distintas, claro está, a la presentada por el narrador. Las vivencias de este último son posteriores a las de los autores de Epigramas (1961) y Taberna y otros lugares (1969), respectivamente. Más allá de dar un llamado a la resistencia o de llegar a la revolución a través de la literatura, Castellanos Moya presenta las atrocidades, la espiral de culpas y las dolorosas paradojas propias de los conflictos bélicos. En Insensatez (2004), se narraron de manera lateral, y no por ello menos impactante, escenas de los crímenes y del genocidio ejecutado por el Gobierno guatemalteco durante la guerra civil.

En el presente año se publicó Moronga (Literatura Random House), novela a tres voces que se desenvuelve en el ficticio pueblo universitario estadounidense Merlow City, en Whasington D. C. y en Chicago. José Zeledón y Erasmo Aragón, ambos salvadoreños, el uno exguerrillero y el otro periodista y académico que investiga las dudosas circunstancias en que murió el poeta comunista Dalton, se encargan de las secciones uno y dos de la novela. El primero narra su aparatosa vida, tras finalizado el conflicto armado en su país, y deja entrever, de cuando en cuando, su turbio pasado. El segundo se pierde en sus días y circunstancias y, cuando él mismo se lo permite, le revela al lector hallazgos de su propia investigación. Zeledón y Aragón, desde sus diametralmente distintas posiciones, se encuentran tangencialmente en la desconocida para ambos Merlow City, pueblo en el que hay un pacto tácito de persecución de todos hacia todos. Una tercera voz anónima desarrolla la última sección de Moronga, a partir de un tono impersonal. Castellanos Moya respondió algunas preguntas relacionadas con su más reciente libro.

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Moronga es un título desconcertante, además de ser una palabra que difícilmente puede reconocerse en el mundo hispano. ¿Cómo diste con ella?

HCM: Moronga es sinónimo de morcilla en México, Centroamérica y zonas del Caribe; una palabra que no se conoce o se conoce muy poco en España y Suramérica. Moronga puede ser utilizada también para referirse al órgano sexual masculino o a una paliza. Otro uso es como apodo o mote, bastante común en algunos países de Centroamérica, que se le impone a una persona rolliza, de baja estatura y piel oscura, tal como un personaje secundario pero clave de la novela. Lo más importante, quizá, es que se trata de una palabra sonora, sugerente y casi plástica.

La novela se compone de tres voces radicalmente distintas. Háblanos un poco del proceso de escritura.

HCM: En efecto, se trata de tres voces muy distintas. La voz de Zeledón es la voz del silencio, de la contención, del autocontrol y la culpa, de un tipo que en su mutismo parece a punto de estallar. La voz de Aragón es de signo opuesto, se trata del lenguaraz, del bocazas, que padece una psiquis fuera de control que lo lleva a opinar y hacer juicios sobre cada situación en la que se encuentra; es también la voz del paranoico desquiciado. Y la tercera voz responde a un informe burocráico policial, por lo que su tono es objetivo y directo.

Tanto Zeledón como Aragón ya habían aparecido en novelas anteriores mías. La voz de Aragón viene de mi libro anterior, El sueño del retorno, en el que es el personaje principal, por lo que seguir ese ritmo y ese tono no fue tan difícil. Las otras dos voces me costaron más: a Zeledón lo había tratado en otros momentos de su vida en tercera persona; ponerlo a hablar en primera era un reto. Y el informe policial exige un lenguaje completamente distinto, ajeno a las voces de las novelas. 

Los epígrafes de las dos primeras secciones perfilan muy bien a Zeledón y a Aragón, respectivamente. ¿Por qué volcaste la mirada hacia la mitología?

HCM: Claro. En el caso de Zeledón el mito es muy importante. Ha matado a su madre, involuntariamente, sin saberlo. Ella iba en un auto de los escuadrones de la muerte que él ametralló cuando era un joven guerillero; su madre era una enfermera a la que llevaban para tratar de resucitar a un torturado. Se enteró de que era el asesino de su madre tiempo después. Como Edipo con Layo. Pero en este mito todo es masculino: el hijo matando a su padre, sin saber que era su padre. El otro mito, el de Orestes con Clitemnestra es un tanto distinto, porque Orestes la asesina con alevosía y ventaja, para castigarla porque ella asesinó a su padre, Agamenón. Ningún mito correspondía exactamente al caso de Zeledón, pero el de Orestes era el más cercano, por la culpa.

En el caso de Aragón, el mito de Narciso me pareció pertinente, pues se trata de un personaje que no ve nada más que a sí mismo, sin mayor capacidad de empatía con el prójimo, encerrado en su propio mundo mental, sin capacidad de ponerse en los zapatos de otro. En ese sentido, su narcisismo lo hace un personaje muy contemporáneo.

Zeledón, exguerrillero, siempre vigilante y nómada. ¿Por qué, casi dos décadas después de acabado el conflicto en El Salvador, sigue alguien invadido por su identidad de guerra?

HCM: Es un personaje que no logra escapar de su pasado precisamente por el trauma de haber asesinado a su madre. Es un trauma inmenso. Siguiendo con la mitología, a causa de su acción y la culpa que le produce, es perseguido por las Furias, y las Furias vienen de la guerra. Nunca lo dejarán en paz. No hay reparación moral posible.

También, un descreído, al parecer, de la guerra que combatió: ¿crees que es una perspectiva recurrente de quienes hicieron parte de dicho conflicto armado?

HCM: Es un personaje que de la guerra civil sólo sacó un trauma y una enome culpa. No puede ser sino un descreído. Seguramente no sería lo mismo si el personaje hubiese sacado de la guerra prebendas, poder y dinero. Cada quien cuenta cómo le fue en la fiesta según sus circunstancias. Las de Zeledón fueron tremendas.

Erasmo Aragón ha sido un personaje recurrente en tu obra. Apareció en Desmoronamiento (2006) y El sueño del retorno (2013), por ejemplo. ¿Cómo se ganó ese lugar?

HCM: En realidad, ese personaje forma parte del ciclo de novelas de la familia Aragón, junto a su padre Clemente, su tío Alberto, su primo Albertico, sus abuelos Pericles y Haydée, y otros más. Esos personajes aparecen en una o en varias novelas del ciclo constituido por Dónde no estén ustedes (2003), Desmoronamiento (2006), Tirana memoria (2008), La sirvienta y el luchador (2011), El sueño del retorno (2013) y Moronga. Erasmo es el último vástago de la familia y con él se cierra el ciclo.

Aragón, quien cuenta historias a borbotones, insinúa, de cuando en cuando, que en ocasiones las altera. Háblanos un poco del narrador poco fiable. 

HCM: La palabra en inglés suena más contundente: Unreliable. Un narrador en el que –pese a que cuente una historia coherente y nos atrape como lectores– no se puede confiar completamente, porque sus estados emocionales y psíquicos nos permiten percibir que los sucesos que él narra pueden haber sucedido de forma distinta, y que son su imaginación, miedos y obsesiones los que lo hacen ver las cosas tal como nos las cuenta. Erasmo Aragón pertenece a esa estirpe.

Éste afirma que “a veces sucede que quien escucha una historia le encuentra nuevos sentidos” (269). ¿Cómo relacionas esto con tu oficio de escritor?

HCM: El escritor de ficciones es como un embudo por el que entran historias escuchadas, leídas, imaginadas y también fruto de sus vivencias propias. Todas estas historias se mezclan y se añejan dentro del narrador y cuando, tiempo después, salen escritas ya no son las mismas que entraron, sino que han sufrido una trasmutación, adquieren otra forma, otro sentido.

Por lado y lado, los narradores hacen apuntes punzantes sobre aspectos de la cultura norteamericana. Háblanos de esa reticencia del inmigrante hispano.

HCM: No creo que a partir de dos personajes de ficción se pueda generalizar sobre este tema. Zeledón y Aragón son personajes desequilibrados, outsiders, que traen consigo traumas de la época de la guerra civil en El Salvador y que tienen dificultades de adaptación a la cultura estadounidense, como la tendrían en cualquier otra cultura. No creo que para todos los migrantes de carne y hueso sea igual. La adaptación o asimilación depende del background cultural, de la extracción social y de muchos otros aspectos que varían de individuo a individuo. Aunque claro que existen diferencias culturales entre Latinoamérica y Estados Unidos. Ahora construirán un muro para que no quepan dudas.

¿Cómo comparas Moronga con el resto de tu obra?

HCM: Esta es la primera novela que sucede fuera del área de Centroamérica y México. Aunque la mayoría de personajes son de origen centroamericano (salvadoreños y guatemaltecos), sus escenarios principales son los suburbios de Washington D. C., Chicago y la ficticia Merlow City.

Carlo Acevedo es graduado del programa del MFA de la Universidad de Iowa y profesor de español. Es colaborador de Literal y autor de diversos artículos.

 

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Posted: May 2, 2018 at 9:59 pm

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