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Interpretado culpable: el juicio a Leopoldo López
COLUMN/COLUMNA

Interpretado culpable: el juicio a Leopoldo López

Gisela Kozak Rovero

¿Quién es Leopoldo López?

Leopoldo López, quien acaba de ser condenado a casi catorce años de cárcel, es un político socialdemócrata venezolano de cuarenta y cuatro años de edad, fundador del partido Voluntad Popular, organización perteneciente a la Mesa de la Unidad Democrática, coalición de partidos predominantemente de centro-izquierda. Es economista con una Maestría en Políticas Públicas en la Universidad de Harvard y se inició en la política en el partido Primero Justicia. Llegaría a ser alcalde del Municipio Chacao en Caracas y un líder importante de la oposición venezolana. Tuvo una destacada gestión en la alcaldía y se le conoce por su gran carisma pero fue inhabilitado para desempeñar cargos públicos por parte del brazo jurídico de la Revolución Bolivariana, un poder judicial que jamás en los últimos años ha desafiado los deseos del poder ejecutivo. Esta condena fue cuestionada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en 2011; el gobierno no prestó atención y materializó, además, la salida de Venezuela de esta instancia regional en el año 2012. López no pudo aspirar a la presidencia por esta razón y cedió sus aspiraciones para apoyar a Henrique Capriles Radonsky, candidato dos veces a la primera magistratura de la república.

Partido Voluntad Popular

La salida y la detención de López

A raíz de la elecciones municipales del año 2013, en las cuales una parte importante de la población antichavista se inclinó por la abstención, se produce un punto de quiebre en la oposición al gobierno revolucionario. López y otros dos líderes nacionales como María Corina Machado y Antonio Ledezma proponen en enero de 2014 La Salida, una agenda de movilización de las bases de la sociedad acompañada de la convocatoria a una Asamblea Constituyente, cuya principal finalidad sería la relegitimación de todos los poderes públicos. En febrero del mismo año López acompañó una marcha que se dirigía a la Fiscalía General de la República en la cual se produjeron disturbios. Días después le fue extendida una orden de captura y él se entregó luego de pronunciar un discurso con el que se le dio cierre a una gigantesca manifestación popular. Durante los meses siguientes hubo numerosas protestas cuyo saldo fue de cuarenta y tres muertos, cientos de lesionados y miles de detenidos. Mientras tanto, López y los alcaldes Enzo Scarano y Daniel Ceballos permanecían en la cárcel militar de Ramo Verde, cercana a la capital venezolana Caracas; con posterioridad fue detenido el alcalde Antonio Ledezma. A todos se les acusaba de golpistas, terroristas y conspiradores.

LEOPOLDO LOPEZ

¿Por qué fue condenado?

Aunque el chavismo ha machacado que Leopoldo López es una suerte de monstruo culpable de los 43 muertos y de todo lo ocurrido durante al año 2014, la condena no tiene nada que ver con semejante calumnia insostenible y completamente absurda. Tampoco con conspiraciones dirigidas a efectuar un golpe de Estado con la complicidad del uribismo en Colombia o del gobierno estadounidense. La condena a Leopoldo López el próximo pasado diez de septiembre por parte de la jueza Susana Barreiro es de 13 años, 9 meses, 7 días y 12 horas de presidio por los delitos de instigación pública, daños a la propiedad, incendio intencional y asociación para delinquir, todos con relación a los hechos violentos sucedidos en Caracas el 12 de febrero de 2014. Llama la atención que la evidencia manejada por el Ministerio Público se sustentase en discursos públicos en los que Leopoldo López aboga por el cambio de gobierno por vías pacíficas y constitucionales. De acuerdo a la interpretación de un equipo de lingüistas llamados por la fiscalía a título de expertos, López convocó a la violencia de modo “subliminal”; en otras palabras, manipuló las mentes de sus oyentes quienes, embrujados, corrieron a ejecutar acciones terroristas contra el gobierno. Se trata pues de un delito sumamente peculiar pues, en definitiva, López fue sentenciado a prisión no por lo que dijo en sus discursos sino por lo que la parte acusatoria interpretó de ellos. La verdad es que no expresó nada distinto de lo que cualquier hombre y mujer de a pie comentan: la situación del país es desesperada y debe cambiarse por vía electoral.

MARCHA POR LA VIDA EN VENEZUELA

“Cuidado con lo que dicen”

El precedente es temible: todos los que adversan al gobierno corren el riesgo de este tipo de interpretaciones, sustentadas por supuestos expertos capaces de determinar el “verdadero” sentido de lo dicho. 1984, de George Orwell, es el lugar común literario al que suele apelarse en estos casos, pero lo fundamental es que dada su vocación autoritaria la revolución lucha por imponer un sentido y una interpretación del mundo fijada desde las políticas comunicacionales, educativas y culturales y desde la más escandalosa manipulación clientelar. Semejante objetivo choca con los hábitos democráticos que arraigaron en nuestra cultura popular a pesar de nuestro tóxico amor por los militares y los caudillos, y, desde luego, no parece factible en la era de las tecnologías de información y comunicación. No obstante, el poder del neo-comunismo del siglo XXI reparte castigos a granel entre quienes se le oponen; el caso de Leopoldo López tiene tal cualidad ejemplarizante. A diferencia de Hugo Chávez, Frías y sus correligionarios, quienes tuvieron trato carcelario preferencial y fueron finalmente liberados por sobreseimiento (a pesar de dos golpes de estado contra un gobierno electo democráticamente y en los cuales hubo cientos de muertos), López recibe estrictamente visitas de su familia siempre y cuando sus custodios lo permitan; así mismo, su comunicación con el exterior es cuidadosamente vigilada. Ha padecido golpes, lo han bañado de excrementos humanos, le han atribuido crímenes que no ha cometido. Para mayor escarnio está en una cárcel militar y han intentado doblegar su voluntad, pero igual realizó un huelga de hambre para exigir la fecha de las parlamentarias y la liberación de algunos presos políticos.

Leopoldo-Lopez desde la cárcel

Sentencia televisada

Como suele ocurrir con la revolución bolivariana, la sentencia de Leopoldo López estaba escrita y lista ante de culminar el proceso, al estilo de los juicios inquisitoriales durante la contrarreforma en España o los del gobierno de Stalin cuando las purgas de los años treinta en la Unión Soviética. Durante decenas de audiencias se escucharon numerosos testigos de la acusación y prácticamente ninguno de la defensa. Se continúa así la costumbre instaurada por el difunto Comandante Hugo Chávez de dictar públicamente condenas en sus largas emisiones televisivas, llamadas “cadenas” en Venezuela, durante las cuales todo el espectro radioeléctrico nacional queda al servicio de la palabra del poder ejecutivo. Su sucesor, el actual presidente Nicolás Maduro, y el hombre fuerte del régimen, el capitán del ejército Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, señalan a los opositores a viva voz; acto seguido el Ministerio Público y el Tribunal Supremo de Justicia actúan en consecuencia.

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Entre intereses internacionales te veas

El gobierno revolucionario con reticencias ha podido contar con el realismo político de las islas del Caribe, a quienes ayuda con petróleo a cambio de apoyo en los organismos internacionales, y de los países de América del Sur (con contradicciones internas en casi todos ellos) para tratar de lavar una cara ya manchada por la injusticia, la represión, las violaciones a los derechos humanos y la manipulación abierta y descarada de los poderes públicos. Desde luego, cada vez que Estados Unidos comenta sobre estos temas el gobierno apela al espíritu anti-yankee reflejo que concede simpatías automáticas; no obstante, valdría la pena meditar sobre el caso español: PODEMOS, PSOE y PP han condenado las detención de los alcaldes y la escandalosa condena reciente a Leopoldo López. La presidenta del parlamento chileno Isabel Allende, líderes como Ricardo Lagos, Pepe Mujica y Felipe González –todos de filiación de izquierda– han llamado la atención sobre la situación venezolana. Amnistía Internacional y Human Rights Watch igualmente, por no hablar de la ONU, la OEA y parlamentarios de todas partes del mundo. No hay que llamarse a engaño, no podemos seguir aplicando la lógica de la Guerra Fría: aunque me parece cuestionable la figura de un dictador Fidel Castro no por ello me lo parece la figura Nelson Mandela, quien contó con su apoyo. Los que piensen que Leopoldo López es digno de sospecha por el solo hecho de que Estados Unidos o Álvaro Uribe hayan expresado preocupación por su situación, deberían saber que Irwin Cotler, exministro de justicia de Canadá y abogado de Mandela, ha abogado por su libertad y asesorado a la defensa. Se trata de una injusticia, simplemente.

Masivos respaldo a Leopoldo López

¿Leopoldo López de derecha?

Venezuela es un país de izquierda y centro-izquierda para bien y para mal. Leopoldo López se define a sí mismo como socialdemócrata y, de hecho, su partido Voluntad Popular pertenece a la Internacional Socialista. Presentarlo como un monstruo de la ultraderecha es cuanto menos ridículo y la parodia de juicio a la que ha sido sometido no deja dudas en cuanto a la índole del gobierno venezolano, quien utiliza toda la verborrea embustera del comunismo del siglo XX en esta época. Sin duda, López asusta al gobierno revolucionario por una razón que aunque lo favorece de cara a la política venezolana no deja de ser uno de los graves problemas de nuestra historia: tiene un carisma arrasador, que siempre se termina reflejando en ese mal necesario de la política contemporánea que son las encuestas pero que habla también de nuestra herencia caudillesca. Su vocación democrática e institucional atempera las tentaciones personalistas de cara al futuro y tiene una conciencia de la historia muy clara. No le pesa la sombra de Hugo Chávez ni trata de heredar su arraigo popular porque lo tiene siendo completamente distinto al difunto. Su mensaje pareciera el de un pragmático capaz de entender, por ejemplo, el papel en la economía brasileña tanto de Fernando Henrique Cardoso como de Lula y asumir las causas políticas del siglo XXI al estilo de los derechos civiles de lesbianas, gays y transgéneros; de hecho, López aupó la candidatura al parlamento de la abogada transgénero Tamara Adrián y del activista por los derechos LGBT Rosmit Mantilla.

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Una figura difícil

López –pese a su arraigo popular– no deja de molestar con razón en la coalición que conforma la Mesa de la Unidad Democrática, una gigantesca y admirable operación política que cuenta con demócratas liberales como María Corina Machado y con marxistas como Gabriel Puerta Aponte. En varias oportunidades ha dado pruebas de menospreciar el consenso en favor de acciones que el tiempo ha probado como certeras unas (no irse del país a pesar de las amenazas a su libertad) y equivocadas otras (La Salida). Como suele ocurrir con las personalidades como la suya, solo el tiempo y no la simpatía inmediata de sus correligionarios probará si su camino ha sido o no el adecuado. En todo caso, supedita su vida personal a su futuro político y rechazó el exilio para someterse a todos los malos tratos y humillaciones de las que ha sido víctima. Tiene madera de héroe y aspiraciones de líder histórico, lo cual no es nada malo (por el contrario), pero también apela a la irracionalidad profunda que puede subyacer en los apoyos políticos e incluso a la cursilería y al espectáculo en casos extremos. Para analistas como el chileno Fernando Mires, radicado en Alemania, López le acaba de conceder a la oposición el talante épico que le faltaba, esa pasión de historia que lo hace incluir en su discurso a figuras como Mandela, Gandhi y Luther King. Su espuria condena, anuncian los optimistas, es perfectamente capaz de galvanizar a la oposición y le convertiría en su líder moral al modo del surafricano Nelson Mandela y el checo Václav Havel. Es temprano para juzgar pero sin duda el efecto de tan monstruosa injusticia se dejará sentir.

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Jaque al autoritarismo elegido

La revolución es un autoritarismo de nuevo cuño: parte de la población ha acompañado con su voto el ataque a la democracia entendida como separación de poderes, equidad, alternabilidad, pluralismo, legalidad, fortalecimiento de la autonomía ciudadana y respeto a los derechos individuales. El consenso se descarta en favor de la hegemonía y la política se ha convertido en religión, con sus dogmas, santos y profecías. Ahora bien, de acuerdo a las encuestas relativas a las elecciones parlamentarias, por primera vez el chavismo tiene una franca desventaja de hasta veinte o treinta puntos porcentuales. La misma gente que ha votado por la revolución tiene en sus manos poner en jaque a un autoritarismo capaz de arruinar un país que ha recibido un millón de millones de dólares en los últimos diecisiete años. Esperemos por su decisión y por el respeto a la misma por parte de un gobierno que amenaza con “incendiar Venezuela” si la oposición gana las parlamentarias.

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Gisela Kozak Rovero (Caracas, 1963). Activista política y escritora. Algunos de sus libros son Latidos de Caracas(Novela. Caracas: Alfaguara, 2006);  Venezuela, el país que siempre nace(Investigación. Caracas: Alfa, 2007); Todas las lunas (Novela. Sudaquia, New York, 2013); Literatura asediada: revoluciones políticas, culturales y sociales(Investigación. Caracas: EBUC, 2012); Ni tan chéveres ni tan iguales. El “cheverismo” venezolano y otras formas del disimulo (Ensayo. Caracas: Punto Cero, 2014). Es articulista de opinión del diario venezolano Tal Cual y de la revista digital ProDaVinci. Twitter: @giselakozak


Posted: September 14, 2015 at 10:15 pm

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