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Cultura venezolana en postales
COLUMN/COLUMNA

Cultura venezolana en postales

Gisela Kozak

Mad Max

Un tanque de agua color negro se sostiene en una plataforma de metal colocada en medio del lobby del Complejo Cultural Teresa Carreño, un prodigio de la arquitectura continental. Un crítico de arte desprevenido diría que se trata de una intervención del espacio, una crítica de la modernidad como época del plástico, material destructor del ambiente capaz de dejarnos sin el vital líquido para contenerlo en su seno. La verdad es muy otra: en abril de 2018 la falta de agua en la capital Caracas obligó al personal obrero del Complejo a limpiar con ayuda de ese tanque. Empleados enflaquecidos  cuyo salario mensual equivale a dos kilos de carne de res, más una bolsa de comida, deben cumplir con su labor. En algún momento Nicolás Maduro —como lo hacía el difunto Hugo Chávez—  puede llegar a vociferar discursos y hay que abrir las puertas del teatro, al que entra un público vestido con franelas rojas que se sentará en sillas desvencijadas, si es que no brinca sobre ellas. Pensar que la gestión cultural revolucionaria contó con millones de petrodólares y pensar que por ese mismo complejo han desfilado extraordinarios exponentes de la danza, la música y el teatro venezolano y mundial.

The night

Venezuela ha sido cuna de grandes figuras del cinetismo, arte público integrado a la ciudad como signo de espíritu contemporáneo, todo plenitud y movimiento. Pero en la tierra de Alejandro Otero, Jesús Soto y Carlos Cruz Diez, la arremetida contra los museos dejó el arte actual en manos de las cada vez más escasas galerías privadas, más libres en cuanto a artistas y curaduría. En la red de museos estatales se impugnó una tradición investigativa y curatorial de renombre y, paulatinamente, las novedades en cuanto a adquisición y propuestas empezaron a escasear, por no hablar de las condiciones de conservación del arte en un país con problemas de agua y electricidad. Ni siquiera en la Galería de Arte Nacional, con un importante acervo artístico del pasado, fluye el público como debiera. La última vez que la visité, un domingo en 2016, disfruté casi a solas una exposición sobre el increíble pintor Armando Reverón. Hay poco público porque el Metro es un infierno cuando funciona y no hay combustible para el transporte público y los carros particulares. El arte venezolano espera mejores tiempos para la red de  museos del Estado, con una joya como el Museo de Arte Contemporáneo, cuya colección brillaba en América Latina y en el presente apenas sobrevive. No es fácil para los museos seguir en pie después de veinte años de políticas en nombre del pueblo, el eterno inocente.

Castigo divino

La telenovela La señora de Cárdenas (1977), escrita por José Ignacio Cabrujas y protagonizada por Doris Wells y Miguel Ángel Landa, rompió con las reglas del género:  la protagonista se divorcia de un marido infiel. Cabrujas escribió luego éxitos como La dama de rosa, junto con Boris Izaguirre y, al igual que Delia Fiallo con Cristal, colaboró para que  la telenovela fuese producto de exportación. En el presente, la diáspora de guionistas, directores, productores,  actores y actrices demuestra el alcance de la revolución en cuanto a entretenimiento: destruir sin ofrecer alternativa. La hiperinflación y la obsesión ideológica revolucionaria por los medios dejó sin oxígeno a la pantalla chica. Los venezolanos se entretienen cuando hay electricidad con la televisión por suscripción, pirateada por innumerables usuarios que no pagan, y cuyo precio es simbólico. Algún aburrido dinosaurio marxista dirá que es lo mejor que puede pasar: las telenovelas son “alienantes”.

El odio a la música

Hace ya unos diez años acudí al Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, Patrimonio Mundial de la Humanidad diseñada por Carlos Raúl Villanueva, para escuchar el Concierto para piano y orquesta No. 2 de Sergei Rachmaninov, interpretado por Gabriela Montero y la Orquesta Simón Bolívar bajo la dirección de Gustavo Dudamel. Maravillosa ocasión de escuchar a dos primerísimas figuras de la música académica mundial en una sala de impecable acústica, con las magníficas “Nubes”, de Alexander Calder, flotando sobre nuestra cabezas. Hoy día,  Gustavo Dudamel es denostado por oficialistas y opositores debido a sus posiciones políticas del pasado y del presente; Gabriela Montero  se ha convertido en una voz de denuncia. Le reclamó a Dudamel en 2014 su silencio ante los abusos a los derechos humanos cometidos por la tiranía; él finalmente se pronunció en 2017 contra el régimen. La diáspora, el hambre y la hiper-politización de la vida han sacudido hasta los cimientos el Sistema de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles de Venezuela. Los músicos profesionales que antes impresionaron al mundo entero se fueron a otras latitudes; unos cuantos tienen éxito, los más  luchan por alcanzarlo, otros cambiaron de oficio y algunos exhiben un sombrero puesto en el suelo en alguna estación de Metro en Europa o las Américas.

Fahrenheit  451

La sede principal de la Biblioteca Nacional, fundada en el siglo XIX y  desactualizada hace décadas, ha servido incluso de refugio a damnificados en épocas de lluvia. Editoriales estatales como Biblioteca Ayacucho y Monte Ávila Editores llegan a su casi medio siglo en la ruina. Gran cantidad de librerías cerraron sus puertas y las editoriales privadas nacionales y extranjeras también o se mantienen con un bajísimo perfil. Los escritores perdieron su público al no tener modo de publicar sus textos en Venezuela. Aquellos que viven en el exterior ganan premios, venden libros en otros lugares y, los menos afortunados, guardan sus obras sin editor; los que quedan en el país, esperan por mejores tiempos. Los venezolanos que no han emigrado no pueden leer a sus compatriotas que triunfan en el mundo.

La herencia de la tribu

A pesar de la tragedia histórica, un monstruo cuyos tentáculos alcanzan hasta las mentes de los venezolanos, la voluntad sostenida de los autores mantiene la palabra en alto. La Poeteca, institución privada sin fines de lucro, ofrece sus espacios y su biblioteca de poesía a los lectores de manera gratuita. Algunas galerías insisten en el arte como opción y en algunas salas se presentan obras teatrales a sala llena. La gente va a los infrecuentes estrenos cinematográficos aunque los recintos no tengan aire acondicionado. En las redes sociales, cuando el peor ancho de banda del hemisferio lo permite, se comentan las series de televisión al estilo de Games of Thrones. Se lee así sea en PDF. Las orquestas de música académica que quedan organizan conciertos y los músicos de otros géneros también. Se crea y se disfruta la creación en medio de la catástrofe económica y la diáspora.

De la minorías que resisten es el futuro, un futuro que ya se está pensando y del cual es preciso hablar y escribir.

 

Gisela Kozak Rovero (Caracas, 1963). Activista política y escritora. Algunos de sus libros son Latidos de Caracas (Novela. Caracas: Alfaguara, 2006); Venezuela, el país que siempre nace (Investigación. Caracas: Alfa, 2007); Todas las lunas (Novela. Sudaquia, New York, 2013); Literatura asediada: revoluciones políticas, culturales y sociales (Investigación. Caracas: EBUC, 2012); Ni tan chéveres ni tan iguales. El “cheverismo” venezolano y otras formas del disimulo (Ensayo. Caracas: Punto Cero, 2014). Es articulista de opinión del diario venezolano Tal Cual y de la revista digital ProDaVinci. Twitter: @giselakozak

 

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Posted: June 5, 2019 at 10:22 pm

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