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La guerra me ha educado (3)
COLUMN/COLUMNA

La guerra me ha educado (3)

Lolita Bosch

Yo siempre recuerdo a una amiga mía que está buscando a su hijo y encontró al presunto asesino. Todavía no hemos encontrado el cuerpo del hijo, no podemos confirmar que haya muerto. Pero encontró al presunto asesino y cuando lo fue a ver, al salir de la prisión, me dijo “yo Lolita, lo que menos puedo entender es qué es lo que no entienden ustedes. ¿No han estudiado tanto, no tienen tanta cultura, no tienen acceso a tanta información? ¿Para qué les sirve si no pueden ayudarnos en nada?” Y retengo clavada en el corazón, esta sí clavada en el corazón, una mamá de Ciudad Juárez tumbada sobre un féretro y diciendo en pantalla en la televisión nacional: “¿Qué carajos no entienden? Es una palabra de ocho letras: J-U-S-T-I-C-I-A”. La mamá no podía creer que nosotros no supiéramos esto. Y yo tampoco podía creer que, con tantos estudios, no pudiéramos hacer nada. Y el suyo, y el de muchas otras personas, me pareció que era un conocimiento esencial y precioso que debíamos salvar y transmitir. Su dolor nos podía servir. No solo para entenderlas mejor a ellas, que es una obligación social, sino para entendernos mejor a nosotras y para entender mejor las sociedades que todos creamos sin darnos cuenta hacía donde las estamos llevando.

En México, trabajar a favor de la paz es trabajar en contra del gobierno. Y por lo tanto yo también me convertí en víctima de la guerra de México. Recibí amenazas, me persiguieron, el acoso fue in crescendo, y llegó un momento en el que me dijeron “Lolita, no puedes regresar”. Y cuando alguien así te dice “Lolita, no puedes regresar”, significa “Lolita, no puedes regresar”. Y entonces no regresé. Hace dos años que no puedo ir a México. No creo que pueda volver a México en mi vida. Esto es una cosa que cuesta mucho decir delante de tanta gente (sobre todo porque esto lo están viendo en streaming víctimas de México). Pero no creo que pueda regresar a México en mi vida, no creo que mi hija pueda conocer México. Y aun así, mi límite es: ustedes me pueden correr de México, pero yo voy a seguir trabajando por la paz. Porque lo considero mi obligación. Porque a pesar del miedo, a pesar del pánico que pasé cuando me persiguieron y cuando me amenazaron y cuando viví todo aquel tiempo, lo que me enseñaron las víctimas es a tener dignidad. Y yo siempre he dicho que esta guerra en dignidad la tenemos que ganar nosotros. Y que hay un límite en lo que podemos permitir que esta gente nos haga. Por lo tanto, desde fuera de México, lo que yo decidí fue perfeccionar este instinto literario. Me pareció un instinto de paz.

Que entender al otro es crear un mundo en paz.

Cuando nosotros escribimos, siempre, aunque lo hayamos entendido, aunque tengamos la sensación de saber algo, lo revisamos como si no hubiéramos entendido nada. Miramos al otro como si fuera un completo desconocido. Y aunque viva una cosa que nosotras también hayamos vivido, nos importa. Porque todos y cada uno de nosotros somos extraordinarios, únicos e importantes. Y esto no es una frase, sino que es realmente cierto. Cuando nosotros nos miramos a nosotros mismos sabemos que somos únicos y extraordinarios y bastante incomprensibles.

De modo que lo que yo quise hacer fue salvar lo que las víctimas me habían enseñado. Cómo usar el instinto literario. Y lo que hice fue crear un método de autoaprendizaje que está online, en el que estudiantes de muchos lugares del mundo están a la vez siguiendo un método en el que se capacitan para ser mejores quienes son. No solo para escribir una novela, que también escriben una novela, muchos de ellos, sino para ser quienes son de una manera mejor. Y, con el tiempo, muchos alumnos me han dicho: Lolita, esto a mí no solo me ha servido para escribir, yo he podido entender muchas cosas que no sabía. Me ha enseñado a mirar el mundo con más calma, con más respeto por el otro, con menos barreras racistas, de género, xenófobas. Me ha enseñado a mirar al otro como si el otro siempre fuera importante. Que es lo que nos pasa cuando leemos una novela.

Y ahora, esta versión del sistema de autoaprendizaje que tengo online lo estoy haciendo para víctimas. Estamos creando una nueva comunidad de paz, pero a nivel global. Lo que las víctimas de México nos enseñaron a las personas que estamos trabajando en esta comunidad es a acelerar un proceso al que las víctimas acaban llegando igualmente, en el momento en que dejan de preguntarse “por qué”, se preguntan “qué significa esto”, y pueden ir y pedir justicia. Este tránsito, les estamos ayudando a acelerarlo. Este tránsito, lo pueden hacer más rápido. Porque ellas, lo que quieren, es que haya justicia.

A título personal, yo quiero salvar y honrar lo que las víctimas de México me han enseñado. Nunca en la vida he sentido tanta gratitud por tanta generosidad. Nunca en la vida nadie me ha dado tanto. Y nunca en la vida nadie ha sido tan valiente para demostrarme su debilidad.  Escuchar a las víctimas no solo es nuestra obligación, sino que puede ayudarnos a mirar pacíficamente el mundo, íntima y colectivamente. No solo nosotros como comunidad, sino también individualmente, porque es muy importante que cuando entremos en una comunidad por la paz, lo hagamos desde un lugar claro, sano, tranquilo. Viendo, y siempre sabiendo, que hay gente que tiene mucha más necesidad que nosotros de que el mundo esté en paz.  Yo les pido, por favor, que lean todo lo que puedan, escriban todo lo que puedan y no se olviden de México.

 

Lolita Bosch nació en Barcelona en 1970, pero vivió mucho tiempo en Albons (Baix Empordà). También ha vivido en Estados Unidos, India y, durante diez años, en la Ciudad de México. Ha publicado, entre otras novelas, Tres historias europeasLa persona que fuimosLa familia de mi padre o Esto que ves es un rostro, así como su antología personal de literatura mexicana Hecho en México y el ensayo narrativo Ahora, escribo. Su Twitter: @LolitaBosch

 

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Posted: April 9, 2019 at 9:35 pm

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