Poetry
La inexistencia puesta a prueba

La inexistencia puesta a prueba

Eduardo Espina

(Una de las varias cartas a mí mismo)

 

¿Y si la muerte fuera solo permanecer a través de lo inevitable y por

seguirla luego a un lugar la vida se cansara de repetir lo mismo?

Cansada de no saber más nada, de haber abandonado el deseo

de estar en decisiones que nunca encuentran sinónimo,

la vida deja los nombres en manos del desconocimiento.

Si el lenguaje prestara un poco de atención, tal vez

encontraría razones diferentes aparte de las que hay.

Eso, que otros llaman vida, no es más que estar vivo.

Vivo en cada idea que demuestra su existencia real,

cuando la invisibilidad pasa cerca y cualquiera, hasta yo

antes de ayer, podría creer que ya hemos visto lo suficiente.

De cualquier material en su mitad entera hemos sido

hechos, de orden y repetición, de índoles y ruidos anónimos,

de amor y de infinito a medias, de amor sobre todo.

De aquello que al principio coincidió con algún inicio

aunque fuera imposible y sea siempre igual.

Pensarás, es muy fácil decirlo, pero no tanto ha de

ser persistir en la incertidumbre contraria al recuerdo,

ni tan necesario aceptar, casi como sin pensarlo a la

salida del cine, la afirmación de San Agustín

de que el tiempo viene de lo que aun no existe.

Tal vez para los santos el tiempo venga de ahí,

de algo incierto a punto de ocurrir, pero yo

sigo creyendo que el tiempo es a donde vamos.

Ya me dirás a qué altura del camino estás y si en esa

dirección los jilgueros del ejemplo anterior cantan hasta

oírse pasado mañana, a partir de hoy asomados al aire.

Y dime qué has hecho con las horas antiguas que tenías

aun por delante, las horas del tiempo, no del árbol restante,

todas las horas esas con las cuales podría hacer una vida aparte.

Quisiera preguntarle a las palabras qué hacen los muertos

en sus ratos libres, pero dejo la pregunta, esta y las demás, para

cuando la vida pueda responder por sí sola, cada día menos uno.

Yo ya no le puedo pedir más imperfección a la realidad, a la

lentitud del brillo diurno, porque recién está por salir el sol.

Además, para olvidarse lo más pronto posible de Aristóteles,

y no solo de él, la muerte marcha hacia donde queda muy lejos,

cada vez más diferente a la que una vez fue hasta el día siguiente.

Dicen que la vida es hermosa, bella hasta ser reciente, que la vida

es corta porque quiere, que hay noches buenas y malas, que hay

noches que no son ni buenas ni malas, pero la gente dice tantas cosas.

Tantas, que ya la voluntad no sabe

bien qué método usar para saberlo.

Mi padre, quien de algún modo

se sintió interpretado por la época,

me dijo una vez que su rostro al reflejarse

en el espejo es lo único que el hombre puede predecir.

No sé si lo dijo o yo pensé que alguna vez lo dijo, no sé,

aunque sea verdad de una cruel manera convertida en impulso.

El rostro no es más que un nombre que de pronto deja de estar.

En esa larga conversación los difuntos escuchan a quienes les

dan ojos para seguir leyendo, entienden el dato por el cual.

De otra forma también, las almas pasan en la misma dirección,

almas mejores que en una película en blanco y negro, muda.

Por ahora, quédate en la duración mientras sea tuya de a poco,

porque a partir de ahora aunque lo sepas, la solitaria duración

será tuya, y no está mal: peor sería no tener tiempo a donde ir.

Hay quienes creen que la eternidad no cabe en una sola fecha

ni fiesta aunque sea en agosto, pero tampoco lo sé y no cesa,

pero eso, como el silencio, depende de lo que venga luego.

Tú tal vez podrías, decirlo, y di cualquier cosa que

quieras desde los sitios seguidos que están por llegar,

pero no creas que voy a decirte que quiero ir contigo.

Me basta con empezar a oír para agradecer en silencio.

Quedan las imágenes vacías que aprendieron a salvarse,

y de la invisibilidad solo se sale mirando para algún lugar.

Esto, por si fuera necesario pensarlo, viene del mundo.

Ya bien sabes que todo cuanto ocurre existe otra vez,

llamado a ponerse de acuerdo con el presente de indicativo,

pues aquí estoy, respiro, digo, soy, y pienso yo que recuerdo.

¿Será que por ahí, donde permaneces para seguir siendo

como si y no, la eternidad puede tocarse con ambas manos,

llegar a lo primero que piense en la incompleta superficie?

¿Cómo sería, tocar el vidrio para estar los dos al otro lado,

qué hacer con los hechos desconocidos de menos a más

cuando sobran los datos cansados de repetirse hacia adelante?

Con esto hay quienes creen que sirve para entender al mundo,

mientras encuentran los ojos en la ventana un modo propio de

mirar. En el óleo de Masaccio, “San Pedro sanando con su

sombra”, año 1425, o por ahí, el poder está en las manos.

Las manos con las cuales el pensamiento golpea a la puerta.

Cuando vaya, quiero que me lo digas al abrir, en la inmortalidad de

antes o ya mismo, oír una explicación para empezar por el pasado.

Es tan raro, realmente que raro es, esto de pasar por la vida rápida

sin saber la historia ni el plan que por algo ha quedado incumplido.

Lo tan raro de esto, es que recién entendemos lo que dijeron las

palabras después que, lo dijeron, y es lo único que todavía se.

Por ahora, solo así, en un nítido atardecer como el de hoy, de

todos cuantos existen para que la lluvia se sienta menos sola.

Hoy, cuando las palabras no saben qué hacer con el silencio.

 

(*) Inédito, perteneciente al libro Todo lo que ha sido para siempre una sola vez, colección de poemas sobre la muerte de mi padre y de mi madre.

 

Eduardo Espina nació en Montevideo, Uruguay.  Publicó los libros de poesía: Valores Personales, 1982; La caza nupcial, 1993, 1997; El oro y la liviandad del brillo, 1994; Coto de casa, 1995; Lee un poco más despacio, 1999; Mínimo de mundo visible, 2003; El cutis patrio 2006, 2009. También es autor de los libros de ensayo El disfraz de la modernidad, 1992; Las ruinas de lo imaginario, 1996; La condición Milli Vanilli. Ensayos de dos siglos, 2003; Historia Universal del Uruguay, 2008; y Julio Herrera y Reissig. Prohibida la entrada a los uruguayos, 2010; estos tres últimos publicados por Editorial Planeta. En 2013 publicara los libros: Las ideas hasta el día de hoy (ensayos, editorial Planeta); y Quiero escribir pero me sale Espina. Antología, 1983-2013 (poesía, editorial Mansalva).

En Uruguay ganó dos veces el Premio Nacional de Ensayo y en 1998 obtuvo el Premio Municipal de Poesía por el libro aún inédito Deslenguaje. Sobre su obra poética se han escrito tesis doctorales, y extensos artículos de estudio fueron publicados en reconocidas revistas académicas como Revista Iberoamericana y Revista de Estudios Hispánicos. En Santiago de Chile, Red Internacional del Libro publicó en 2003 Con/figuración sintáctica: poesía del deslenguaje, estudio comprensivo de la obra poética de Espina realizado por el lingüista español Enrique Mallén, autor asimismo del libro Poesía del lenguaje. De T.S. Eliot a Eduardo Espina, publicado por Editorial Aldus en México, 2008.

La poesía de Espina se estudia en universidades de Europa, América Latina, y Estados Unidos, y sus poemas han sido traducidos parcialmente al inglés, francés, italiano, portugués, alemán, holandés, albanés y croata. Está incluido en más de 40 antologías de poesía. En 1980 fue el primer escritor uruguayo invitado al prestigioso International Writing Program de la Universidad de Iowa. Desde entonces radica en Estados Unidos. En 2007, por el libro El cutis patrio, obtuvo el Latino Literary Award otorgado por el Instituto de Escritores Latinoamericanos, establecido en The City University of New York, y que premia al mejor libro del año escrito en español. En 2011 obtuvo la beca Guggenheim.

 

 


Posted: January 11, 2013 at 6:23 pm

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