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La sonrisa de dos tigres

La sonrisa de dos tigres

Teresa Dey

600 libros desde que te conocí cobija el intercambio epistolar entre Lytton Strachey y Virginia Woolf, sin aquellas censuras que intentaron proteger de ciertas incomodidades a quienes se mencionan aquí y con razón…

Es necesario considerar que se trataba de la correspondencia privada de dos escritores, es decir, que al tiempo que cotilleaban, hacían una especie de arte involuntario. Y por supuesto, nada puede definir mejor este libro que la frase de Lytton Strachey: “La palabra de un escritor es como la sonrisa de un tigre.” 

En estas cartas nos encontramos con el acontecer cotidiano de varios de los miembros del grupo de Bloomsbury, poblados de comentarios maliciosos y un enorme afecto, entre metáforas alucinantes, críticas de libros, bromas muy inglesas y esa ironía fina y a veces cruel que los caracterizaba a ambos.  Algunas de estas cartas ya se habían publicado, sin embargo, tanto Leonard Woolf, como James Strachey retiraron las cartas que podrían lastimar las sensibilidades de los que estaban vivos, ahora todos ellos están muertos, incluso Angelica Garnett, la heredera de los derechos sobre la obra de Virginia y también su hermano Quentin Bell, quien fuera el más fiel biógrafo de su tía Ginnia. Así que sin temor a herir susceptibilidades, tenemos una nueva versión sin cortes.

Hagamos aquí la precisión, para aquellos que no estén del todo familiarizados con el grupo de Bloomsbury, éste se formó a raíz de que los hermanos de Virginia regresaran de Cambridge. Y para explicarlo mejor es preciso hacer una digresión y hablar un poco de la familia Stephen y de los orígenes de Virginia Adeline Stephen, quien fuera la tercera hija del matrimonio entre Leslie Stephen y Julia Jackson. 

Leslie Stephen y Julia Jackson ya eran viudos cuando se conocieron. Leslie tenía una hija, Laura, una niña con retraso mental; mientras que Julia era la madre de tres hijos: George, Estela y Gerald. Se casaron el 26 de marzo de 1878. En 1879 nació Vanessa y al año siguiente Thoby, a los dieciocho meses, nació Virginia, el 25 de enero de 1882 y por último, en 1883, llegó Adrian. Julia murió cuando Virginia tenía 13 años, sus hermanos partieron para Cambridge, mientras que Vanessa y Virginia se quedaban sin educación. No obstante, Vanessa logró asistir a la escuela de pintura en Londres, mientras Virginia tenía total acceso a la biblioteca de su padre, quien era un reconocido escritor encargado del Oxford Dictionary of National Biography, es decir, que era todo un intelectual victoriano. El padre de Virginia murió en 1904 y los hermanos Stephen se mudaron a Gordon Square, cerca del Museo Británico una zona mucho más popular que Hyde Park. Allí Thoby comenzó a organizar las veladas de los jueves, invitaba algunos excompañeros de Cambridge, quienes habían formado parte de los Apóstoles, una especie de sociedad secreta de alumnos sobresalientes, y de allí nació el grupo de Bloomsbury, entre los que asistían a las reuniones de los Stephen estaban Clive Bell, John Maynard Keynes, E M. Forster, el propio Lytton, su hermano James y por supuesto Thoby, Adrian, Vanessa y Virginia Stephen. Posteriormente, se les unirían Leonard Woolf, Duncan Grant, Roger Fry, T.S. Eliot, Bertrand Russell, Walter Lamb, Ludwig Witgenstein, Desmond MacCarthy entre otros.

Tras la muerte de Thoby y el matrimonio de Vanessa con Clive Bell, Adrian y Virginia comparten su casa con Maynard Keynes, Duncan Grant y Leonard Woolf, con éste último se casaría Virginia en 1912. Leonard también había pertenecido a los Apóstoles pero como era “un judío pobre”, según su propia definición, al salir de Cambridge se fue a trabajar a Ceilán, a su regreso, necesitaba un espacio donde vivir, mientras que los Stephen buscaban roomies.

Entre este grupo, más algunos que se les fueron sumando se dieron las más peculiares combinaciones amorosas: por ejemplo, Vanessa como dije, se había casado con Clive Bell, pero decidieron tener una relación abierta y ella se enamoró primero de Roger Fry; mientras Clive coqueteaba con Virginia; posteriormente Vanessa se fue a vivir con Duncan Grant, quien estaba enamorado a su vez de David Garnett, que a su vez era primo de Lytton. Grant fue el padre de la última hija de Vanessa, Angelica, y aquella pequeñita terminó casándose con Garnett muchos años después. Esto sin hablar de los amoríos de Virginia con Vita Sackville West, quien nunca se divorció del diplomático Harold Nicholson, o del amor desesperado de la compositora Ethel Smith por Virginia. Y en lo que toca a Lytton, nos encontramos con la adoración que le tributaba Dora Carrington, de quien Ralph Partridge estaba enamorado, mientras Lytton moría por Ralph. Fue tal la entrega de Carrington, que a dos meses de la muerte de Strachey, se suicidó con un disparo.

Aunque si me pongo a hablar de Virginia y de su obra, no acabaríamos, baste con decir que es una de las escritoras más importantes del siglo XX, exponente genial del estilo que se denominó flujo de conciencia y que cambiaría en mucho la forma en la que escribimos literatura actualmente. Creo que al mencionar tres de sus obras principales quedará clara su importancia: me refiero a La señora Dalloway, donde juega con los tiempos y la locura de manera magistral; Las olas, un play-poem como ella le llamaba, donde coexisten seis monólogos interiores enmarcados por un día en el mar; y Un cuarto propio, donde habla de la inequidad entre las posibilidades de desarrollo intelectual entre hombres y mujeres. Allí dice que para de veras ponernos a escribir, las mujeres necesitamos un ingreso fijo y un cuarto propio. Y cada día, quienes escribimos, le damos la razón.

Los integrantes del grupo de Bloombury habían vivido de una forma u otra la cultura victoriana, donde todo era restricción, donde los sentimientos y las pasiones se encontraban encarceladas en una moral burguesa de acero y donde la máxima virtud era saber guardar las apariencias. A estos intelectuales les urgía respirar con libertad y renegar de todo aquello que los había encadenado.

Pero la magia de este grupo, no estriba en cómo acometen la libertad desde sus camas, sino cómo rompen con lo establecido en el arte. Cómo se atreven a mirar el mundo y a experimentar con él, con las palabras, con ideas y conocimientos.

Por eso creo que la publicación de este libro 600 libros desde que te conocí, es un gran acierto, como dije antes, se trata de la correspondencia íntima entre dos escritores de excelencia. Y cuando digo la palabra íntima, estoy hablando de sus emociones, de aquello que solamente se le cuenta a un amigo entrañable, no hablo de cuestiones escabrosas, creo que la única palabra que se menciona con relación a la sexualidad es la palabra semen…

Además, debo alabar la preciosa edición que comienza por la atinada selección del título: 600 libros desde que te conocí, cuando en inglés es simplemente: Letters, un título perfecto para la flema inglesa; así que desde el título estamos hablando de una aportación cargada de belleza. La traducción es excelente, además de las notas a pie de páginas que ponen en contexto todo el contenido, las fotografías, algunas inéditas, nos regalan los rasgos físicos de este grupo de amigos, imágenes ya clásicas de intelectuales eternos. Las guardas se ilustran con una carta autógrafa de Virginia al principio y otra de Lytton al final. De verdad creo que este libro es tan hermoso como enriquecedor, creo que con toda su maledicencia y su ironía, tanto Lytton como Virginia estarían orgullosos de esta edición.

Como lectora y enamorada de la literatura de Virginia Woolf, debo agradecer a Jus por su cuidado y su respeto a los autores.


Posted: May 17, 2018 at 11:15 pm

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