Essay
La travesía del surfista. En torno a Haruki Murakami

La travesía del surfista. En torno a Haruki Murakami

Víctor Hugo Vásquez Rentería

…para mí escribir novelas es un reto,
escribir cuentos es un placer.
H.M.

The Portable Murakami

En los últimos dos años, Haruki Murakami ha publicado tres volúmenes narrativos: uno, inusual para el grueso de sus lectores: Sauce ciego, mujer dormida, integrado por 24 cuentos; así como dos novelas, After Dark y El fi n del mundo y un despiadado país de las maravillas. Asimismo, un dato extra que el prosélito del autor japonés no ignorará es la aparición, primero en Inglaterra y, un año después, en 2009, en E.U., de un libro de título carveriano, nutrido por la crónica, el diario, las memorias y el ensayo: What do I Talk about When I Talk about Running.

Si bien los cuatro volúmenes pueden ser identifi cados con esa sensibilidad de nombre Haruki Murakami –las novelas continúan la indagación óntica de personajes peculiares insertos en atmósferas enrarecidas–, mientras que What do I Talk about When I Talk about Running aborda asuntos como la traducción, el proceso de la escritura, la literatura norteamericana aderezados de cultura popular, etc., es en Sauce ciego, mujer dormida donde confluyen las diversas tonalidades y obsesiones que distinguen a este autor.

The Long and Winding Road

Es difícil no acercarse sin cierto recelo a la narrativa breve de un autor cuyas cualidades literarias se conocen a través de novelas que oscilan entre las 250 y las 700 páginas; libros cuyos universos intensos –escasamente cotidianos la mayoría– nacen de extensas descripciones, numerosos y prolongados flujos de conciencia, dilatadas digresiones. La suspicacia se magnifi ca cuando, desde las primeras páginas, el autor parece seguir fi el a su estética; cuando la sensación más de lo inacabado que de lo ambiguo se hace presente al terminar el segundo relato. Sin embargo, la desconfi anza cede y la marea comienza a subir con el tercer relato: en apenas un puñado de páginas, Murakami nos entrega un texto tenso y de expresión ceñida. Quizá por ello la lectura de Sauce ciego, mujer dormida se asemeja a la jornada de un surfi sta en su tabla.

Ya en los las novelas que preceden a este libro se encuentran confi gurados buena parte de los asuntos que lo nutren; por ello, el aire de familia –más allá del par de relatos que el propio Murakami reconoce en el “Prólogo” como el germen de dos de sus novelas– se hace evidente historia a historia: el viaje, lo preternatural, la enfermedad, la pareja, la muerte o la naturaleza.

Long Day´s Journey into Night

Por lo menos la tercera parte de los relatos del libro se desarrolla gracias a una travesía que o bien ocurre dentro del mismo texto, o bien antecede al tiempo de la historia que leemos pero influye a ésta de manera defi – nitiva. Varían, cierto, las motivaciones. Por ejemplo, si en novelas como Sputnik, mi amor (2007), el viaje fue motivado para indagar el paradero de Sumire, en el relato que el autor señala dio origen a dicho libro, “Los gatos antropófagos”, el traslado es igualmente imperioso pero está motivado por el hecho de que tanto el narrador como Izumi –la protagonista femenina– se separan de sus respectivas parejas luego de confesarles a éstas que les han sido infi eles. Por ello, la vida ya no es posible en Japón y deciden irse a vivir a una pequeña isla griega.

Como en aquellas líneas de Paz, donde una voz poética señala que no sabe si anda a la búsqueda de su destino o si éste es buscar, en la literatura de Murakami, el viaje tiene siempre un telos: el sentido de las cosas, huir, la paz interna, asumir la ansiedad. Así, Watanabe, en Tokio Blues. Norwegian Wood (2005), realizará periódicos y prolongados viajes para indagar por la precaria salud de Naoko, recorridos de los que saldrá afectado pero a los cuales no podrá renunciar. Es quizá en Kafka en la orilla (2006) donde el viaje adquiere su sentido más trascendental, pues el adolescente protagonista lo asume como una condición necesaria para defi nir su identidad. Algo similar a lo que acontece en el relato “El séptimo hombre”, en el cual el narrador deberá regresar cuarenta años después a su pueblo natal a fi n de librar una última batalla con uno de los demonios de su pasado. O en “Cangrejo”, texto de anécdota y personajes que recuerdan a la Luna amarga de Bruckner, a saber, una pareja de jóvenes profesionistas que se van de vacaciones a Singapur tratando de aliviarse del cansancio y atenuar la rutina. Acá, la conclusión del asueto, aderezada con humor, devendrá epifanía.

Invisible Monster

Por lo que toca a lo preternatural, el propio Murakami ha declarado “Escribo cosas raras, muy raras, que mezclan realidad y fantasía”, más allá de la terminología para designar la condición de estos parajes e historias, cabe destacar la naturalidad de dimensiones kafkianas con que, en efecto, el autor japonés inserta como cotidiana una realidad que no lo es, sin mayores artifi cios que, por ejemplo, narrar la repentina desaparición de un personaje, como en el cuento “En cualquier lugar que parezca que esto puede hallarse”, así como la conciencia de que aquello ha ocurrido porque se ha cruzado una puerta metafísica, recurso que le permitió al autor japonés darle forma a la más voluminosa y quizá lograda de sus novelas, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (2001).

Esto extra cotidiano, que ha sido utilizado para dar cuenta de la singularidad de Murakami o bien de su carácter posmoderno, acusa más bien reminiscencias góticas y románticas, pues los escenarios misteriosos, la oscuridad que los distingue, la morbidez del inconsciente, así como los sentimientos que suscitan tanto en los personajes como en el lector, si bien los vemos aparecer con frecuencia en la narrativa murakamiana, son recursos cuyo derecho de piso lo pagaron otros, tiempo ha. Lo que sí hace el autor de Underground es darle cohesión a su personal tono vertiendo dichas fórmulas de manera estilizada ya si el peligro o lo extraño apenas se sugiere (“El cuchillo de caza”), ya si acude al humor (“Somorgujo”), ya si combina el relato policiaco con el realismo psicológico (“El mono de Shinagawa”), todo lo anterior alternando lo mismo la reflexión profusa, la superposición de anécdotas, la viñeta narrativa.

 Tales of Ordinary Madness

Pero si Murakami, por una parte, recurre a los terrenos de lo sobrenatural, también es cierto que en Sauce ciego, mujer dormida, aparecen esas historias de fi lia carveriana habitadas por personajes comunes, de vidas –en apariencia– sencillas, que en mucho se asemejan al tedio. “Las cosas que empiezan sin causa acaban sin causa”, señala uno de los inquilinos de este volumen; o bien como declara el narrador de “Un día perfecto para los canguros”: “Con ello no pretendo decir nada del otro mundo. Pero, si se me permite postularlo, la vida es así.”

Algunas de dichas existencias son vividas por parejas unidas más por la casualidad que el afecto, por la mansedumbre que la convicción; ya Al sur de la frontera, al oeste del sol (2003), ilustró lo frágil de la modesta felicidad que proporciona el matrimonio. Siguiendo este sino funesto, los amantes en Sauce ciego, mujer dormida deben asumir que el amor es una condición necesaria pero no sufi ciente, pues éste lejos de traer la armonía, el conocimiento del otro, deviene separación, infi delidad, extravío –físico, mental–.

Por el carácter soterrador de estas historias, se distinguen dos momentos, no necesariamente centrales. Uno se da en “Náusea, 1979”, por la manera celebratoria, gimnástica, de asumir la sexualidad, pues el protagonista se dedica –sin culpas, ni remordimientos– a acostarse con las novias o las esposas de sus amigos. Otro en “Hanalei Bay”, cuando Sachi, la protagonista al reflexionar sobre sus amoríos concluye que el hecho de que éstos ocurran con hombres casados, simplifi ca la cosas. Personajes que nos llevan a un inquilino típico de las narraciones del autor japonés: el pícaro.

…This is the end

Si bien Sauce ciego, mujer dormida inicia con la marea baja y avanza mar adentro, lo cierto es que Murakami (al igual que sus personajes) asume la quietud como una condición inherente a la vida y, por contagio, al cuento: busca el impulso, la tensión. Atisba una primera ola y va a su encuentro, la cabalga. Las historias se van sucediendo así a ritmo de jazz, de música clásica o de un poco de rock. Vuelve a bajar la marea y avanza lento; luego una cresta, dos… y la narración fluye, cobra fuerza. El mundo adquiere forma y consistencia merced a estos relatos que aprehenden lo mismo el fragor del olvido que la persistencia de la memoria; que hallan luz en lo insulso prolongado o bien lo mórbido de ese otro mundo paralelo al cotidiano.


Posted: April 20, 2012 at 7:38 pm

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