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Lo hermoso y lo horroroso

Lo hermoso y lo horroroso

Alejandro Zambra

Supongo que todos quienes llevamos unos años fuera de Chile vacilamos entre la sensación de entender todo lo que pasa en nuestros país y la de no entender nada. La sensación de entenderlo todo es útil, esperanzadora, altiva y falsa, mientras que la sensación de no entender nada nos devuelve la humildad pero encubre deserción, soledad, y un pudor antiguo, estéril. 

Porque sí sabemos algo, harto menos de lo que quisiéramos pero igual muchísimo. Me siento por desgracia preparado para las preguntas de verdadero o falso. Por ejemplo, Piñera tiene las manos manchadas de sangre: verdadero. Piñera quiso pasarse la historia de Chile por la raja: verdadero. La derecha, durante tantos años obsesionada con neutralizar la forma en que se abordaba la dictadura en los textos escolares, ahora tendrá que ingeniárselas para multiplicar las mentiras y los eufemismos. Quizás por eso Arturo Fontaine tituló su tembloroso fresco de la situación chilena en Letras Libres con la palabra asonada, que es tan elegante. 

Pero llevas tres años fuera de Chile, me dice más de alguien, yo mismo me lo digo: verdadero. Pero ni siquiera habías nacido para el golpe de Estado: verdadero. Somos muchos quienes crecimos en ese incesante debate de legitimidades, estamos acostumbrados a esa clase de discusiones, nos constituyen. Para algunos la operación psicoanalítica de matar al padre fue dolorosamente sencilla. Para otros, en cambio, fue imposible, porque no tiene sentido matar a un padre que recibiste muerto, cuya malograda vida se proyecta, sobrevive en la tuya. ¿Cómo habríamos actuado si hubiéramos sido nuestros heroicos o anodinos o culpables o inocentes padres? Somos muchos quienes enfrentamos esa pregunta y aunque no está claro que la hayamos contestado, escribir nos devolvió el pulso, el aliento y la pasión.

Este movimiento abigarrado y rabioso, al que se acusa de carecer de conciencia histórica, de algún modo reivindica la complejidad: nadie va a venir a arreglarlo todo de una vez y la multitud sin líderes lo sabe. La explicación generacional tiene la virtud de poner el acento en quienes, al menos desde el año 2006, vienen ampliando los límites de lo posible. Los analistas denuncian un vacío de autoridad, porque esos chicos no parecen respetar a sus padres, y el mensaje es claro: todo esto se arreglaría con una buena retada.

No queríamos parecernos a nuestros padres y no nos parecemos y eso es un triunfo. Y está bien que nuestros hijos no quieran parecerse a nosotros, de eso se trata. Fracasamos educándolos porque fuimos incapaces de fingir integridad y esos hijos crecieron viéndonos perder alegría y consistencia. Nos cuesta ejercer la autoridad porque hace tiempo que dejamos de creer en ella. Durante las últimas décadas cada uno de nosotros se ha dedicado, conscientemente o no, gozosa o sombríamente, a redefinir el matrimonio, la sexualidad, el amor, la educación, la confianza, la fe, la solidaridad. Y la familia, por supuesto. Seguro que aún son miles los hogares chilenos donde el hombre golpea la mesa y su esposa y sus hijos guardan un aterrado silencio automático, pero también son miles o millones las personas que han aprendido a porrazos la necesidad de modificar constantemente la idea de familia y que viven o quieren vivir de otras maneras.

“Por ahora no hay nada que pueda escribir que no sea esto que veo, el millón doscientas mil personas en la calle por un lado, la represión desatada por el otro, lo hermoso y lo horroroso”, me dice Alejandra Costamagna en un correo escrito durante las primeras horas de toque de queda. He leído y releído los mensajes de Alejandra y de otros amigos, y ahora, a minutos de subir al avión a Santiago, sus voces se reordenan en mi cabeza como un solo fervor amargo. Esta es por lejos mi palabra favorita de este texto: continuará.

Ciudad de México, 27 de octubre de 2019

 

 

Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975) es autor de Bonsái, La vida privada de los árboles, Formas de volver a casa, Mis documentos, Facsímil y Tema libre, entre otros libros. Sus novelas han sido traducidas a veinte lenguas y relatos suyos han aparecido en The New Yorker, The Paris Review, Granta, McSweeney’s y Believer, entre otras revistas. Vive en la Ciudad de México. Su Twitter @azmbra

 

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Posted: October 29, 2019 at 9:26 am

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