Essay
Los acentos y los pasos de León Felipe (Fragmento)
COLUMN/COLUMNA

Los acentos y los pasos de León Felipe (Fragmento)

Adolfo Castañón

León Felipe es el único poeta de nuestro tiempo
que tuvo el valor de enfrentarse directamente con el silencio de los dioses

Max Aub

León Felipe, auténtico poeta y mezcla de Whitman, Manrique y cómico de la legua

Octavio Paz

… como León Felipe que se cree de aquí y es de la Biblia

Max Aub

I. Con motivo del 70 aniversario de la fundación en 1938 de La Casa de España en México luego El Colegio de México y en el aniversario de la muerte del poeta León Felipe (1884-1968), se publicó una edición facsimilar de cinco libros suyos: El payaso de las bofetadas y el pescador de caña (1938), que sería de hecho el primer libro editado por La Casa de España en coedición con el Fondo de Cultura Económica en 1938; Español del éxodo y del llanto (1939), El gran responsable (1940), La manzana. Poema cinematográfico (1964) –libro por cierto muy raro y no reeditado– y ¡Oh, este viejo y roto violín! (1965), último libro publicado en vida por el poeta y dedicado “A la memoria de Enrique Díez-Canedo, él mismo muy buen poeta. Hombre valiente y generoso que hace ahora cincuenta años me abrió la puerta de la poesía española y me dijo unas palabras que no he olvidado nunca. Su fiel amigo que quiso siempre León Felipe”.

Estos cinco libros se editaron en edición facsimilar para entregar a los amigos de El Colegio de México estos versos y prosas inscritos en el lugar de la mancha tipográfica en el que originalmente se enmarcaron y para dar así idea de la historia editorial que los atraviesa y atraviesan.

Hubo otros libros publicados en México por León Felipe, como El hacha (1939) por Letras de México o la versión de Macbeth o el asesino del sueño. Paráfrasis de la tragedia de Shakespeare, estampada por la Librería Madero con dibujo de la portada y tipografía de Vicente Rojo (1954) y el poco citado El juglarón (1961), entre otros, y para no hablar de la Biblioteca León Felipe, lanzada por la Colección Málaga. Se ha preferido dejarlos fuera de esta edición que se da  a la estampa para conmemorar y honrar los orígenes de El Colegio de México, el treinta aniversario de la muerte del poeta y seguros de que algún día la obra completa de León Felipe –incluidos teatro, crítica, traducciones,  entrevistas y correspondencia – verá tarde o temprano la luz que su palabra se ha ganado.

Nombres tan eminentes como los de María Zambrano, Gerardo Diego, Octavio Paz, Jorge Cuesta o Luis Cardoza y Aragón coinciden en señalar que la persona de León Felipe se alza por encima y al margen de sus poemas y versos. León Felipe supo hacer de su humanidad de carne y hueso, persona legendaria y encarnar un cifra mítica para que su poesía sencilla –y a veces simple, adrede–, profética y airada cobrara una dimensión y un espesor singulares.

Las edades poéticas de León Felipe pasan de una juventud en cuyas sombras resuenan los acentos y los pasos de Antonio Machado a una manera coloquial americana que trae ecos de William Blake, T. S. Eliot, Walt Whitman pasando, desde luego, por esa poesía enfática, de combate y resistencia donde el poeta ha dejado de buscarse para encontrar en el maridaje de las mitología bíblica y homérica, su voz de profeta y de juglar. Como ha dicho Aurelio González:

Hablar de León Felipe es tratar de adentrarse en una de las voces más personales del mundo del exilio y de la poesía española de medio siglo. Su imagen es arrolladora y extraña, cuando menos para quienes le vimos alguna vez en los entusiasmos de la Juventud y sobre todo para aquellos que además fuimos amigos, y después alumnos en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de México, de aquel otro encantador de realidades que fue Luis Rius, biógrafo y estudioso imprescindible de León Felipe y de su poesía.

Los cinco libros aquí reunidos son representativos de la obra poética de madurez de León Felipe –es decir de su segunda etapa vital–. Sin embargo, a la sombra del éxodo, la obra misma del poeta pone en crisis las nociones de exilio y desarraigo, ya que su idea del camino como oración y de la errancia como lugar del canto  aparecen en sus versos antes de la guerra. Esa idea del camino como oración es paralela a otra muy suya: la del poeta como juglar y hasta como juglarón, para expresarlo con la voz con que él mismo se definió al final de su vida haciendo énfasis en la dimensión cómica, dramática y teatral de su proyecto. De ahí que no maraville que, fiel a esa idea del poema como drama haya decidido medirse con esa forma esencial del teatro que es el cine, y se haya atrevido a competir en ese campo publicando en 1945 La manzana en su primera versión, haciéndolo acompañar por un prólogo, “El cine y el poeta”, escrito en México en 1945 y de una “Nomenclatura especial para los lectores solamente” que, como dice Yvette Jiménez de Báez, una de las pocas estudiosas del poema, “nos provee de las herramientas mínimas para entrar al espacio cinematográfico del poema.”

El libro que componen estos cinco títulos no es una antología. Se presenta como un registro documental de las obras poéticas de León Felipe publicadas por La Casa de España en México, luego llamada El Colegio de México. Esta colección permite entrever el movimiento que siguió la obra poética del autor, entre los años de 1938 y 1965, así como calar en sus ideas y creencias en torno al oficio, la función, el quehacer,  la misión del poeta y de la palabra poética.

El presente volumen se publica, desde luego, como un homenaje al poeta singular y querido, amado en palabras de Octavio Paz, que fue León Felipe, fallecido en 1968 en la Ciudad de México.

II

La biografía literaria de León Felipe (Felipe Camino Galicia), que vio la luz en Tábara, Zamora, España, en 1884, ¿se inicia cuando lee El Quijote, prisionero en Santander por causas administrativas o bien cuando zarpa hacia la Guinea Española en mayo de 1920, a los treinta y seis años a ocupar un puesto de administrador en el hospital de Elobey, isla situada en la desembocadura del río Muri? En cualquier caso, no dura mucho esa aventura africana y vuelve a España, a mediados del año de 1922. Conoce entonces a Alfonso Reyes a quien le pide una carta de presentación para alguien conocido en México. El autor de Cartones de Madrid le da unas líneas presentándolo con su proverbial generosidad al entonces director de la Escuela de Verano en México, Pedro Henríquez Ureña. León Felipe se embarca con esa carta de presentación y comprando con el dinero que le queda, unas quinientas pesetas, un pasaje de tercera clase en la bodega de un viejo barco: El Colón. En la ciudad de México, viven sus hermanas Cristina y Salud quienes se han instalado aquí desde hace algunos años. Salud tiene una próspera tienda de ropa para señoras.

Pedro Henríquez Ureña lo contrata de inmediato para dar cursos en la Escuela de Verano para Extranjeros. Le escribe Henríquez Ureña a Reyes el 30 de junio de 1923:

Llegó León Felipe. Muy simpático. Parece que se las va arreglando bien: tiene familia aquí.

Años más tarde, el poeta recordará:


Llegué a México montado en la cola de la Revolución.
Corría el año 23..,
y aquí planté mi choza,
aquí he vivido muchos años;
he llorado,
he protestado,
y me he llenado de asombro.
He pronunciado monstruosidades y milagros:
aquí estaba cuando mataron a Trotsky,
cuando asesinaron a Villa,
cuando fusilaron a 40 generales juntos…
y aquí he visto a un indito,
a todo México
arrodillado y llorando ante una flor.

Por entonces la ciudad de México tendría menos de medio millón de habitantes pues los vientos de la Revolución la habían despoblado.

En realidad, México sólo es para León Felipe (eso cree él entonces) un destino provisional pues lo que le interesa es ir a los Estados Unidos, meta que finalmente alcanzará un año después para intentar realizar el previsible “sueño americano”. En México conocería a Pedro Henríquez Ureña, a Antonio Caso, a José Vasconcelos, a Samuel Ramos, a Manuel Rodríguez Lozano y a Daniel Cosío Villegas con quien volverá a encontrarse en 1928 en la Universidad de Cornell. En los Estados Unidos, León Felipe contraerá matrimonio en Brooklyn en 1923 con la traductora y educadora mexicana Bertha Gamboa (1888-1957) quien, como dice Octavio Paz, “le abrió las puertas de la poesía inglesa y norteamericana”, y sin ella “quizá no habría abandonado su primera manera cercana a la poesía tradicional.” Por cierto, Bertha Gamboa, Bertuca para León Felipe, dio más tarde clases de música popular en El Colegio de México y colaboró con Antonio Castro Leal en la monumental antología de La novela de la Revolución Mexicana (1958). En Nueva York León Felipe fue primero profesor en la escuela Berlitz y luego se trasladó a la Universidad de Cornell a impartir cursos de Literatura Española donde se encontraría con Daniel Cosío Villegas quien lo retrata así en sus Memorias:

Tengo la impresión de que Emma y yo fuimos de los primeros mexicanos que conocimos y tratamos a León Felipe, y eso por una circunstancia meramente casual. Las dos hermanas de León, Cristina y Salud, llegaron a México antes, y abrieron en la Avenida 5 de Mayo una tienda donde vendían exclusivamente ropa para niños. Esto era una novedad en el México de entonces, y como conocían bien el oficio de la costura y tenían un gusto moderado, pronto se hicieron de una regular clientela, entre la cual estaba Emma. Al llegar, León se pasaba el día en la tienda de las hermanas. Por el camino de las clases de ingles también conocimos temprano a Berta Gamboa. Se había educado en una escuela protestante norteamericana de Puebla, y de allí su conocimiento del idioma. Era una mujer valerosa, expedita, de iniciativa, prendas estas de las que carecía León en un grado absoluto. Fue el de ellos, pues, un matrimonio del que podía decirse hecho uno para el otro. Berta, además, no trataba a León como a un igual, sino como hijo suyo, pues León, en efecto, era un verdadero inválido tratándose de cuestiones prácticas. De hecho, Berta, para distraerlo y aliviarle la impresión de que vivía a costa de ella, gestionó que el Cornell le ofreciera un puesto de lector de español. Su magnífica facha física, su vozarrón y sus facultades seductoras de actor, le dieron a león un éxito inicial que no se esperaba; pero como no entendía ni hablaba una sola palabra de inglés, y sus estudiantes no conocían suficientemente el español, la comunicación entre ellos resultaba muy penosa. Berta se acomidió alguna vez a servir de intermediaria, pero trasladar a León a Cualquier otro idioma resultaba una empresa de romanos. Por eso acabó por sentirse aislado, solitario, y sin saber qué hacer con cada día, cada vez más largo. Le dio por caminar de un lado para el otro, de modo que llegó a conocer el campus como pocos cornellianos; pero aparte de la fatiga, a la cual tenía que ponerse término en algún momento, sentía una necesidad implacable de hablar con alguien, y claro que en su propia lengua. Y entonces caía en casa, para hablar, no con Emma ni conmigo, sino con Gustavo. En parte, esta aclaración quiere significar que León no pretendía robarle a Emma tiempo de sus labores domésticas, ni menos a mí de mis estudios, pero también obedecía a una de las características que León mantuvo hasta su muerte: su predilección por los niños, una preferencia hecha a costa de los mayores. Cuando apareció su primer libro de versos, por ejemplo, se apresuró a llevarnos a casa un ejemplar, pero la dedicatoria era para Gustavo, a sabiendas de que no estaba en edad de disfrutarlo.

El niño Gustavo Cosío Salinas (1925-1970) tendría sólo tres años y en rigor, el volumen era el segundo libro de Versos y oraciones del caminante que había sido editado en 1930 por el Instituto de las Españas en Nueva York; el primer libro de Versos y oraciones… fue estampado en Madrid en 1920, “edición particular financiada por los amigos.

El poeta León Felipe, catedrático de la Universidad de Cornell y su señora [Berta Gamboa] se han portado de manera paternal –le escribe Federico García Lorca el 6 de julio de 1929 a su familia– y me tienen como dicen en Andalucía “dentro de un fanal.

León Felipe acababa de escribir una reseña elogiosa sobre el Romancero gitano de Federico García Lorca en la Revista de Estudios Hispánicos de Nueva York de la cual habla en la citada carta. Como ha contado Luis Rius, junto con Federico de Onís y Federico García Lorca, León Felipe colaboró en la Antología de la poesía hispanoamericana.

Al concluir su estancia en los Estados Unidos, vuelve a la Escuela de Verano y vive de hacer algunas traducciones.

Coetáneos de Daniel Cosío Villegas (1898-1976) fueron los poetas y críticos escritores de la generación de Contemporáneos con quienes el temperamento de León Felipe no siempre coincidía. Hay ecos de que la mesa redonda sobre Walt Whitman llevó a decir a alguien, para aludir a León Felipe, que el autor de Leaves of grass era un “poeta para boy-scouts”, sin darse cuenta quizá de lo que estaba diciendo (según refiere M. González Calzada en su Café París). Xavier Villaurrutia escribió una crónica sobre ese coloquio omitiendo el nombre de L. F y el hecho central de la homosexualidad de Walt Whitman a quien Federico García Lorca dedicaría su célebre “Oda a W. W”. Hubo, sin embargo, una excepción: Jorge Cuesta quien publicaría en enero de 1940 una reseña de Español del éxodo y del llanto (1939), que curiosamente coincide en los términos de su admiración crítica con las que escribieran Octavio Paz sobre El hacha y El payaso de las bofetadas y el pescador de caña en 1939 y María Zambrano en el texto recogido póstumamente en Algunos lugares de la poesía (2007).

  Adolfo-Castau00F1u00F3n-640x300Adolfo Castañón. Poeta, traductor y ensayista. Es autor de más de 30 volúmenes. Los más recientes de ellos son Tránsito de Octavio Paz (Poemas, apuntes, ensayos) (2014) y Por el país de Montaigne (2015), ambos publicados por El Colegio de México.  Twitter: @avecesprosa

Notas

1 Aurelio González, “Versos y oraciones de caminante. Una poética del arraigo”, en Poesía y exilio. Los poetas del exilio español en México. Edición a cargo de Rose Corral, Arturo Souto Alabarce y James Valender. El Colegio de México, serie Literatura del Exilio Español, No. 2. Centro de Estudios  Lingüísticos y Literarios. Fondo Eulalio Ferrer, México, 1985, p. 133.

Yvette Jiménez de Báez, “León Felipe y La manzana. Poema cinematográfico”, en Poesía y exilio,  p. 159.

3 Sigo la biografía de Luis Rius: León Felipe: Poeta de barro y la cronología de Arturo Souto a León Felipe. Antología de poesía. México, Fondo de Cultura Económica, 1985.

4  Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes, Epistolario íntimo. Recopilación de J. Juan Jacobo. Santo Domingo, T. III, 1923, p. 247.

León Felipe, ¡Oh, este viejo y roto violín! Visor, Madrid, Segunda edición, 1993, p. 188. En esta edición aparece en la página 634.

6 Octavio Paz, “México y los poetas del exilio español”, en Obras completas, p. 313.

7 Daniel Cosío Villegas, Memorias. México, Joaquín Mortiz, pp. 116-117.

Federico García Lorca, Epistolario completo. Libro I (1910-1926) al cuidado de Christopher Maurer. Libro II (1927-1936) al cuidado de Andrew A. Anderson. Madrid, Ediciones Cátedra, 1997, p. 600

9  Por su interés documental remito a la reseña de L. F. al Romancero Gitano: León Felipe Camino (Federico García Lorca. Romancero Gitano. Madrid, Revista de Occidente, 1928, 144 págs.), en Revista de estudios hispánicos, Nueva York, abril-junio de 1929, 193-197 pp.

10  Luis Rius, León Felipe. Poeta de barro. México, Promexa, 1984, p. 159.


Posted: March 22, 2016 at 10:51 pm

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