Interview
Mantenerme a flote: una entrevista con Carlos Velásquez

Mantenerme a flote: una entrevista con Carlos Velásquez

Valeria Villalobos

 

“Lejos de mí la idea de recomendar al lector drogas, alcohol, violencia y demencia. Pero debo confesar que, sin todo eso, yo no sería nada.”

                                              Hunter S. Thompson

El pericazo sarniento (Selfie con cocaína) (Cal y arena, 2017) es un ensayo personal que hurga la nariz reseca de su autor, Carlos Velázquez (Torreón 1978), para desempolvar su larga historia con la cocaína, el LSD y el alcohol, una historia llena de reflexiones sobre la adicción, el narcotráfico, las relaciones y la ansiedad.

Entre canciones de Lou Reed, los Smashing Pumpkins, Pink Floyd y la Orquesta Mondragón, relatos de Luke Davies, Burroughs y Palahnuik, y las enseñanzas del Chapo Guzman, los taxistas de San Pedro de las Colonias y El hombre manos de tarjeta, El pericazo sarniento da testimonio de cómo las drogas le sirven a su autor como analgésico contra el aburrimiento de su lugar natal, le resultan un paraíso artificial contra el tedio de Torreón, un paraíso que poco a poco se irá trastornando con el avance de la adicción y la guerra contra el narcotráfico.

El pericazo sarniento, a diferencia de su pedagógico precursor, no es un relato que busca dar lecciones sobre nada. El tránsito de Velázquez por una amplia variedad de sedantes, alucinógenos, analgésicos o antidepresivos, que van desde el peyote, las anfetaminas, la marihuana, los congales olvidados hasta la cocaína, se presenta con el humor característico de Velázquez: cansada picardía –en ocasiones patética– que te hace reír entre dientes y torceduras de boca.  

En sus poco más de 200 páginas, Carlos no pretende autoficcionalizarse desde una escritura con afanes maliciosos de compasión, ni convencer a nadie de alejarse de las drogas o inclinarse a abrir las puertas de la percepción. La escritura de Velázquez es una escritura que se construye de esnifar crudeza, de percibir demonios entre la bruma y aceptar el descenso: “Si algo tiene el infierno es que siempre está dispuesto a rescatarte. A mí me salvó de la inopia para meterme a una lucha que ha durado cuarenta años. El tratar de dejar la cocaína. La soda me adoptó pero desde hace dos décadas me ha inoculado una angustia que no le deseo a mi pero enemigo. Sin embargo, aquí estoy, en mi esquina esperando el sonido de la campana para mi próximo asalto”.

Tuve la oportunidad de platicar con Velázquez sobre las motivaciones de su libro, las complicaciones que supuso y el narcotráfico en el norte del país sobre el que diserta.

Venía de leer muchos cuentos tuyos, conocía proyectos de novela pero en El pericazo sarniento me encuentro con un ensayo, una especie de confesión. Cuéntame sobre el surgimiento del libro.

El libro yo no lo tenía planeado. Rafael Pérez Gay me invitó a colaborar con él en Cal y Arena contándole mi historia con la coca. Él me propuso el libro a otros autores y no quisieron. Yo acepté pensando que estaba fácil y vaya que no.

Mi etapa fuerte con la droga fue a finales de los noventa y principio de los dosmiles hasta antes de la guerra contra el narco. Hacer este libro fue fuerte, fue una regresión, un viaje al pasado, tenía que contar desde el inicio y narrar todo lo que ocurrió durante mi contacto con la droga. Pensé que mejor me lo debía ahorrar pero al final tuve una plática con Rafa y hablamos de que nadie tenía un libro como este y nadie quiere hacerlo. Entonces al final acepté.

La adicción es un tema complicado y lo haces desde un tono y una postura muy interesante. El pericazo no es un libro dramático, de hecho tiene mucho humor, pero es un libro que, sin querer evangelizar, toma en serio el tema de las drogas. Era sencillo que edulocoraras la experiencia con la coca o cualquier otra droga y te aplaudieras como adicto o, al contrario, que te victimizaras, ¿Cómo fue autoficcionarte?

En El karma de vivir al norte había ya escrito algunas cosas que remiten a mi niñez, pero este sí fue el texto más autobiográfico que tengo, abarca muchos años y hablo de muchas personas que  formaron parte de mi vida, de todos mis cuates de la infancia y de cómo todos los que vivían en el barrio, de la noche a la mañana, se metieron al negocio de narco.

No fue tan difícil encontrar el tono, ya tengo mucho tiempo escribiendo columnas y crónicas. Yo tengo un problema: nunca me callo lo que pienso, muchas veces me he metido en problemas por eso. Cuando acepté hacer un libro como este, decidí que iba a decir toda la verdad. Eso fue lo que hizo que el libro no se convirtiera ni en un mercado de lágrimas –que era lo peor que me podía pasar– ni decir que drogarse es lo mejor. Quise retratar la experiencia lo más fielmente que pude.

Además, estoy en contra de la culpabilidad que se genera en torno al adicto. En volver la adicción un dilema moral. Yo no me arrepiento. Me arrepiento de haberme metido mala coca, buena: jamás. La gente no entiende la relación que entabla uno con las drogas. Yo me di cuenta de algo muy triste, muchos miembros de mi familia no sabían, por ejemplo, qué estaban haciendo cuando estaban bebiendo, cómo se estaban relacionando a través del alcohol, eso me parece muy grave. Yo sé lo que hago, estoy muy consciente. Sé que es lo que las drogas y la bebida me pueden dar.

No sé otros pero yo cuento en el libro que nunca he entrado a rehabilitación, por ejemplo, y las veces que me he dejado de drogar ha sido por voluntad. Pero tengo muchos otros amigos que sí han caído en clínicas y entonces me pregunto: ¿quién es más adicto, el que cae o el que no cae? El que cae es el que tocó fondo, pero está también la parte de que no tocas fondo porque hacerlo implica alejarte de lo que más adoras, de lo que más te gusta. En algún momento creo que me voy a alejar por completo de las drogas porque quiero llegar bien a viejo. Mantenerme a flote es lo que más espero y ansío en el futuro.

En el libro hablas mucho de este “mantenerte a flote”, de cómo intentas –justo para no tocar fondo– tratar de no sobrepasarte con las drogas, a veces te quedas muy al borde, pero casi siempre hay cierta conciencia de que una esnifada más puede ser la diferencia. Este tema se evidencia mucho en contraste con los otros personajes de tu ensayo, los que sí sobrepasan esos límites y desaparecen. Casi todos las personajes de tu ensayo son presencias fantasma, entes muy pasajeros, con a penas un apodo.

La droga no te une a las personas. La droga crea esta volatilidad, todo el mundo está de paso. Todo se desarrolla en una especie de bruma. La droga no te consigue amigos. A veces te drogas con un amigo pero eso es distinto. Lo peor que puede ocurrir cuando estableces una relación con base en la droga es que, cuando alguno de los dos renuncia a la droga, la relación termina.

Además de estas presencias pasajeras que ya vuelven el libro muy dinámico, El pericazo… es una obra con mucho movimiento corporal y geográfico, relatas los caminos en auto para recoger las drogas, los viajes, los encuentros, las intromisiones en los barrios bravos, las fiestas, las esnifadas, etc. Te concentras mucho más en el movimiento del cuerpo cuando aspiras que en lo que meditas o sientes una vez que lo has hecho. Por todo esto, la imagen que haces de Torreón es muy interesante. La manera en como narras San Pedro, por ejemplo, es oscura pero emocionante. Cuéntame al respecto.

Hay mucha gente que no está de acuerdo conmigo pero Torreón es una ciudad postindustrial, con muchos edificios abandonados y muy contaminada; hay puras fábricas y deshechos. Tiene una población muy rara porque en el desierto tienen esta doble personalidad: son provincianos pero tienen una aspiracionalidad a ser gringos. Sobre todo espacios como La Laguna, un espacio atípico porque no pertenece a Coahuila y no pertenece a Durango, no tiene vínculos identitarios con el estado, es un espacio solo, además no tiene historia, tiene apenas cien años. Es un laboratorio social.

Torreón es una ciudad en la que cuesta mucho vivir. A mí me ha costado mucho aceptar mi realidad. Muchos escritores están haciendo cosas muy interesantes allá justo por este caldo de cultivo social; más desde la guerra contra el narco, hay muchas cosas que explotar en el terreno literario.

Ahora, hay énfasis en el movimiento porque los efectos de la coca son más físicos que mentales, sí los hay mentales pero ya cuando la estás pasando muy mal. Quería mostrar eso. Además, yo nunca he sido tan paranoico como otros usuarios.

Hablemos de la guerra contra el narco. En tu libro hay un antes y un después del inicio de la guerra que se manifiesta tanto en tus modos de consumo, como en las modificaciones que repentinamente cambian tu ecosistema social y tu relación con el territorio.

La violencia hoy sigue. Ahorita la ciudad es un pozo de asfalto erosionado gracias a que la clase política dejó a la ciudad en la calle. Hay cuatro o tres muertos al día, pero definitivamente ya no es como antes, aunque vivimos bajo un régimen muy cruel: el de los Moreira.

En cuanto a las drogas, cuando no había guerra todo era bastante transparente, todo era bastante accesible, barato. Yo crecí en un barrio más o menos bravo y todos estábamos jodidos. Varios cuates de mi barrio empezaron a vender drogas porque no había otra cosa que hacer. Aunque es importante decir que la adicción no respeta clases sociales. Cuando yo era joven, había tal bonanza en el país que a todos nos tocaba, el dólar estaba con Zedillo como en $3, así que comprar una grapa de coca costaba $50. La guerra implicó una transición en la que la droga, que antes iba toda directa a Estados Unidos, empezó a quedarse y comercializarse aquí.

Con la guerra te exponías demasiado en tratar de conseguir drogas, bajó la calidad y se incrementó el costo, porque los carteles tienen este pacto tácito de que, en este tipo de zonas, hay que sacar el mayor provecho de la menor inversión, entonces meten drogas rebajadas. Eso hizo que muchísima gente se retirara de las drogas, e hizo que gente que no se drogaba comenzara a tener contacto con las drogas, sobre todo a través del crack. El crack es lo que le dio en la madre a todo. La mayoría de la gente que se drogaba con cocaína terminó drogándose con crack y muchos chavos que no tomaban ningún tipo de droga le entraron al crack por lo barato que era, una dosis cuesta $50, aunque dura 6 minutos y van a conseguir la que sigue y la que sigue y la que sigue. La buena coca no te afecta a la salud como la mala y mucho menos como el crack.

Es interesante que, a pesar de la emoción que hay en tu libro, hay una especie de tedio que circula a través de él esto tiene que ver con el consumo y con Torreón mismo.

Ya lo dije, vivir en Torreón es difícil. Llega un momento en el que te das cuenta de que hay un mundo afuera y te das cuenta de que no vas a poder escapar. Tienes dos manera de afrontar esto, la resignación o hacer algo para que las cosas cambien. Las drogas eran la forma de evadir esto un rato. Pero el tedio es un componente muy peculiar, creo que ya está en el adicto antes de que prueba las drogas y lo peor es que las drogas, a veces, te llevan de un tipo de tedio a otro.

En tus libros siempre hay una fuerte presencia musical y, desde luego, este no podía ser la excepción.

La culpa de la música en mi libro es de Martin Scorsese, cuando tu ves Buenos Muchachos, lo que suena mientras estos locos cometen crímenes y matan gente son canciones de los Rolling Stones y yo creo que algo de eso se quedó inconscientemente. Por otro lado, la música ha estado presente en mi vida en momentos muy importantes y al momento de narrar me ha sido ya imposible separarlos. Aparte, yo empecé leyendo crítica de rock muy joven, así que en el momento de la literatura, asocio las dos. Yo he disfruto la música y hay discos que me gustan simple y sencillamente por lo que me producen. Si hay un album que me hizo entender lo que es un concepto fue Outside de David Bowie. Ese disco me hizo ver que sí, hay un single, hay un hit, pero va más allá. Fue como: ¡mira, así se concibe un universo, así se estructura, así puedes hacer algo en la literatura!

Valeria Villalobos es periodista cultural. Es colaboradora en revistas como Tierra  Adentro, Letras Libres y Nexos. Es locutora de Ibero 90.9FM.

 

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Posted: March 28, 2018 at 8:52 pm

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