Essay
The Many, de Wyl Menmuir

The Many, de Wyl Menmuir

Gerardo Cárdenas

No es lectura fácil The Many, del inglés Wyl Menmuir, ni rápida pese a sus apenas 141 páginas. Es una novela que hay que ir saboreando poco a poco, como a una bebida añeja. Hay que dejar que su lenguaje altamente poético se vaya colando en nosotros, y despertando sentimientos, sensaciones, preguntas.

Veo –digo esto sin otra evidencia que las lecturas y los pensamientos– cosas de Pedro Páramo en esta novela de Menmuir, autor de Cornualles de apenas 37 años, su primera novela. Lo veo en el diálogo constante entre la vida y la muerte, en las imágenes de un destino incontenible, destructor, que va deshaciendo pedazo a pedazo la escenografía en la ficticia villa pesquera donde transcurre The Many.

El mar, la costa brava de Cornualles, son protagonistas tantos como los vivos –apenas tres personajes principales: Timothy, Ethan, Clem– y los muertos: Perran. El mar, y el medio ambiente hosco, hostil. Un mar contaminado por algún desastre bioquímico que ha convertido a las aguas en un veneno vivo, y ha destruido la mínima industria pesquera de la villa. Los peces que ocasionalmente caen en las redes de los pescadores son fantasmales, inusables. Y sin embargo, hay quien los compra.

Es una novela de hombres, donde las mujeres son presencias lejanas y, sin embargo, ominosas: Lauren, la esposa de Timothy, presente en los recuerdos y los sueños; y la mujer de ojos grises, una especie de oráculo, de esfinge.

Portada (1)Es una novela, también, de la fragilidad de esos hombres: Timothy y Ethan arrastran pérdidas que los han desgarrado. Hay vidas que se les han ido de entre las manos. Clem vive, día a día, la muerte de la villa pesquera, posiblemente el único lugar que ha conocido en su vida.

En medio de todo esto, la conspiración del silencio y la belleza horripilante del mar.

Timothy Buchanan vuelve a un pueblito de pescadores en Cornualles, años después de haberlo visitado con Lauren, y tras comprar una casa abandonada. La casa perteneció a Perran, un joven que de muchas maneras era un símbolo de vida, un talismán para el pueblo y sus habitantes. Una vida tragada por el mar.

El silencio envuelve a Timothy: el silencio de la casa abandonada, el silencio de un pueblo casi rulfiano que conspira contra él, evitando responder a sus preguntas sobre el habitante anterior de la casa, el silencio de su propio dolor que sólo se manifiesta en sueños a ratos premonitorios, a ratos extrañas pesadillas.

El silencio sofoca también al mar, en parte por la contaminación, en parte por la presencia opresora de gigantescas barcazas que parecen encerrarlo para contribuir a su mutismo. Barcazas abandonadas de gente.

El mar rechaza a los pescadores, y en determinado momento se traga la villa. De la misma manera, la villa, la casa, los recuerdos, rechazan a Timothy.

Hay un lento remolino, como si en vez de agua llevase melaza, que se va a ir tragando los recuerdos, los dolores, así como a los pescadores y a la villa. Huir se vuelve casi imposible. Las acciones que narra Menmuir transcurren con la imposible, desesperante velocidad de los sueños que asfixian.

No sé mucho de Menmuir salvo que vive, con su familia, en esa misma costa de Cornualles tan brutalmente descrita por su primera novela que, espero, sea presagio de muchas más y del mismo nivel de maestría.

gerardo-cardenas-150x150Gerardo Cárdenas, escritor y periodista mexicano, reside en Chicago. Es autor del volumen de relatos A veces llovía en Chicago (2011), del poemario En el país del silencio (2015) y de la obra de teatro Blind Spot (201), publicada por Literal Publishing. En 2015 obtuvo el premio Nuevas Voces de Repertorio Español. Es editor de la antología de relato breve en español de Estados Unidos Diáspora, de próxima publicaciónSu poemario Silencio del tiempo fue publicado este año por Abismos Editorial. Twitter: @el gerrychicago


Posted: December 8, 2016 at 12:34 am

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