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McCoy Tyner, el arquitecto discreto

McCoy Tyner, el arquitecto discreto

David Dorantes

En 1956 los cool cats de Philadelphia iban a atestiguar el encuentro de dos genios. Sobre la Columbia Avenue estaba el club Red Rooster. Uno más de los muchos bares de jazz que por entonces había en esa ciudad cuna de buena música.

John Coltrane, saxofonista de renombre en la Coste Este, acaba de firmar un contrato para actuar en el Red Rooster por una semana. A sus 30 años el músico era muy conocido por dos cosas:  Tocar con Miles Davis como su saxofonista de cabecera y por sus problemas con la heroína. Debido a su adicción, Coltrane entraba y salía de la banda de Davis.

Por entonces, Contrane no se podia dar el lujo de pagar su propia banda así que tocaba con el acompañamiento que había en cada bar que le contrataba. El pianista del Red Rooster era un muchacho flaco y alto llamado Alfred McCoy Tyner quien había aprendido a tocar el piano desde la niñez gracias a que su madre era maestra de ese instrumento.

Coltrane sólo era dos años mayor que Tyner. Sin embargo, el primero ya había ido y vuelto del infierno y del cielo varias veces mientras que el otro sólo conocía las flamas de Philadelphia y si acaso de New York luego de algunas escapadas en tren.

Una de aquellas noches en el Red Rooster, Tyner le entregó a Coltrane su tema The Beliver. El saxofonista quedó tan impresionado con la pieza que la guardó para sí convirtiéndola en parte de su repertorio años después. Luego de aquella semana ambos músicos separaron sus caminos que, al volverse a encontrar, abrieron nuevas rutas para el jazz en particular y la música del mundo en general.

McCoy Tyner, como el mundo lo conocerá para siempre, murió el viernes 6 de marzo del 2020 a los 81 años de edad en su casa en el norte del estado de New Jersey. Su impronta en el arte estará para siempre ligada a John Coltrane como su pianista en los momentos más sublimes y místicos del saxofonista. Tyner era el arquitecto discreto que construía las magníficas catedrales sobre las cuales el pintor Coltrane podía trazar en total libertad sus coloridos murales de alabanza a Dios o al Diablo, según fuera el día y según fuera su paleta.

Coltrane y Tyner no se volvieron a encontrar sino hasta 1960. Coltrane hacía dos años que había dejado para siempre el quinteto de Davis. Tyner tenía un par de años que se había tirado a la carretera como pianista para el trompetista Art Farmer y del saxofonista Benny Golson. Con ellos también grabó sus primeros disco como acompañante.

Por entonces, Coltrane ya estaba en franca competencia con Sonny Rollins por tomar la supremacía del sax tenor en el jazz.

Después de Coltrane ya nada fue igual. Su forma de atacar las notas casi con violencia tersa, su fraseo atlético de respiración circular en extensas melodías sin sosiego, su búsqueda incesante de inspiración en lo divino y lo profano, sus pesquisas sonoras en las tradiciones musicales más ancestrales de África y Asia, su lirismo profundo en cada improvisación y su desbordada imaginación melódica marcaron a todos los saxofonistas que vinieron después.

A un lado del torrente de fuego que fue Coltrane estaba el río apacible de  Tyner. El pianista armaba sutiles capas de sonido en armonías modales algo que, hasta entonces, no se había hecho en el jazz más que en algunos experimentos aislados. De hecho, fue Tyner quien popularizó esa manera de armonizar como pianista de acompañamiento. Luego la hizo su firma de autor cuando tomaba su turno al improvisar sobre las melodías que le proponía Coltrane.

La primera vez que ese modo de tocar a lo Coltrane/Tyner sacudió al Universo está contenida en el soberbio tema Village Blues del disco Coltrane Jazz (Atlantic Records, 1961). En ese blues, no en el sentido hortodoxo del género, ya está todo el Genésis de la Biblia que los profetas John y McCoy escribieron juntos.

Tyner con ese color modal como pianista reveló una tersura y delicadeza casi tímida abriéndose camino sobre la base rítimica. Con la mano izquierda alcanza mucha fuerza y volumen en ciertos momentos pero que siempre parece contenerlos para que la parte más grave del piano no oscurezca el tema.

La delicadeza, sin importar el tiempo en el que vaya la canción así sea en shuffle o vals, era su distinción. Coltrane era el furor y Tyner el sosiego.

En la mano izquierda Tyner era afecto a las repeticiones casi como una banda de Moebius musical. La primera frase de un compás suele ser el motivo sobre el cual improvisaba y disgregaba para retornar casi siempre sobre esa primera frase. Sus catedrales armónicas, como templos góticos, esconden decenas de secretos que no se advierten la primera vez porque están superpuestas dentro de otros fraseos sonoros. Sin embargo, nunca abruma a quien lo escucha debido a la sutileza de su armado en el que transmite quietud y serenidad.

Cuando Tyner se unió a Coltrane sellaron su pacto de la alianza para crear uno de los discos más importantes en la historia del jazz, A Love Supreme (1964). Un disco que ha sido analizado con la misma pasión tanto por matemáticos, filósofos, musicólogos y antropólogos.

En A Love Supreme sólo hay cuatro temas: Acknowledgement, Resolution, Pursuance y Psalm. El disco se grabó en diciembre de 1964 con Coltrane (sax tenor), Tyner (piano), Jimmy Garrison (bajo) y Elvin Jones (batería). Los cuatro grabaron todo el disco en una sola sesión en un daí. Del cuarteto el último en morir fue el pianista.

Todo el disco, aunque sea de jazz, transmite una sublime espiritualidad de canto solemne que proviene directamente del piano. Tyner decidió ir a contracorriente de los modos pianísticos de entonces. Con la complicidad de Coltrane aportó bases de acordes en el modo dórico en lugar los acordes mayores que son parte la parte fundamental del jazz y de la música occidental en general. El modo dórico, o modal, es una de las bases que sostienen la música mística medieval y proviene desde la antigua Grecia.

Los pasajes de acordes místicos que Tyner aportó a los salmos de Coltrane abrieron nuevas rutas de exploración musical para todo los pianistas de jazz que vinieron después, desde Herbie Hancock hasta Ethan Iverson. No es poca cosa. Gracias a Tyner el jazz se reencontró con su espiritualidad ancestral en una iglesia ecuménica que Coltrane edificó.

En 1965, Tyner se separó de Coltrane. El pianista emprendió su propio ritmo alejado de su mentor. Atrás quedaron varios discos que hicieron juntos. Pero ninguno como A Love Supreme. Dos años después falleció John Coltrane atrapado en su tormenta interior.

El primer disco que McCoy Tyner grabó luego de dejar a Coltrane fue A Real McCoy (1965) con Joe Henderson (saxofón), Ron Carter (bajo) y su viejo conocido Elvin Jones (batería). Un disco histórico porque era la primera que el pianista de Philadelphia emprendía el camino del liderazgo dentro del post-bop en el jazz y alejado de la fuerza abrasadora de Coltrane.

Sin embargo, algo del vertigo de Coltrane quedó en Tyner. En Passion Dance, uno de los temas contenidos en A Real McCoy, el sólo que acomete el pianista al improvisar con la mano izquierda con una furia inusitada parece ser una generosa referencia a la manera en que Coltrane atacaba las notas con su saxofón.

Desde que Tyner saltó a la vereda en solitario, hace más de medio siglo, nunca dejó de caminar por cualquier bosque sonoro que encontrara. Se arriesgó en el soul-pop como colaborador de Ike y Tina Turner y salió bien librado. Navegó por las Antillas en discos de latin-jazz como La leyenda de la hora (1982). Escuchó a los viejos maestros para hacer sus delicados standards de jazz y blues. Coqueteó con el rock-blues junto al guitarrista Derek Trucks. Meditó en el desconcierto atonal del free-jazz. Como legado dejó un centenar de discos con su firma y otro centenar más como acompañante de otros artistas. Una obra monumental de las que pocos pianistas del mundo pueden presumir porque, no solo es prolífica, sino generosa en talento, imaginación y riesgo.

El jazz es un idioma del que McCoy Tyner ayudó a escribir el abecedario desde las teclas del piano aquella primera noche en el Red Rooster cuando se sentó para acompañar a John Coltrane.

 

*Imagen de Tom Marcello

 

David Dorantes (Guadalajara, México) periodista y escritor. Ha sido reportero de deportes, cultura, crimen e investigaciones especiales para los diarios Siglo 21Público-Milenio y Houston Chronicle, además de columnista de música en los semanarios Primera Plana y Cambio. Tomó el taller de Crónica Periodística con Gabriel García Márquez invitado por la Fundación para un Nuevo Periodismo Ibericamericano 2000 y ganó el Premio Emisario de Periodismo de la Universidad de Guadalajara 2000. Uno de sus cuentos apareció en la antología Dime si no has querido. Antología de cuentos desterrados (Literal Publishing, 2018), la primera de autores Latinoamericanos en Houston. Actualmente es periodista free-lance para varias publicaciones en Estados Unidos, México y España.

 

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Posted: March 9, 2020 at 1:29 pm

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