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Octavio Paz

Octavio Paz

Yvon Grenier

“Escritores y artistas en la historia de México” es la transcripción de una charla informal (en palabras del autor: una “plática”, no una conferencia), que Paz nunca escribió o reescribió para su publicación. Sin embargo, en estas páginas los lectores de Paz reconocerán de inmediato la elegancia de su pensamiento, el estilo agudo y algunos de sus tópicos más familiares; por ejemplo, modernidad y democracia, esplendores y miserias de los intelectuales en México.

Los ensayos e interpretaciones de Paz son siempre profundamente históricos, sin seguir los pasos del historiador que no es. En este sentido y como él mismo dijo en una ocasión a propósito del ensayo: sin tener que decirlo todo, lo importante es decir todo lo que hay que decir. Y dejar que la escritura haga su parte. En la dialéctica de la historia de Paz, la modernidad surgió con la Ilustración europea y ésta condujo a la democracia: la democracia es la modernidad política. Por su parte, la crítica representa una “antítesis”, es la partera de la historia sin la cual el tren de la modernización se detiene. Desafortunadamente para México, el mundo hispánico se descarriló. Ausente en los primeros momentos de la Ilustración, no contribuyó a su surgimiento e improvisó con ideas nacidas en Francia, Inglaterra y Alemania. Cuando excepcionalmente dichas ideas pudieron ser adoptadas, éstas se articularon siempre desde arriba, como en el caso de las reformas borbónicas y sus secuelas. Los primeros intelectuales en México fueron los jesuitas –los “bolcheviques del catolicismo”, según escribió alguna vez–. Y sus herederos ocuparon a menudo altos cargos, con tentaciones de poder o de algún contra-poder pero con disposiciones elitistas similares. Por otro lado, los políticos e intelectuales mexicanos han tenido siempre una propensión común para la adopción de fórmulas extranjeras (tomadas de España, Francia o los EE.UU.), sin adaptarlas a la realidad de México. Para Paz, la modernización de México no tendrá lugar si no se supera esta escisión entre la política y lo que en términos generales define como “tradición”. La modernidad es la tradición y su dépassement, simultáneamente.

En el jardín de senderos que se bifurcan de Paz, la política es hija de la historia y de la cultura. Por otra parte, las cuestiones políticas trascendentales siempre se reducen en él a una problemática moral. Paz es un moralista, o con mayor exactitud quizá, alguien que propicia el trabajo del moralista avivando sus problemas y dilemas. Normalmente afirma: “En el fondo, este es un problema moral o de falta de moral”. Y nunca diría: “He aquí mi solución moral”. Desde la década de 1970 Paz defendió la idea de que la democracia es la base necesaria sobre la cual podrían encontrarse las soluciones a los problemas de México. Los científicos de la política pensamos en la democracia como un mecanismo, un conjunto de procedimientos. Así distinguimos lo superfi cial por oposición a las formas más profundas de la democracia: liberal vs. el socialismo de hace unas décadas, seudoliberales vs. liberales de hoy (el liberalismo ha obtenido algunos logros). Examinamos conceptos satélites como poliarquía, democracia consociacional o transición y, por supuesto, estudiamos el sistema electoral y el patrón del voto. Paz no es un científico político y presta poca atención a todo esto. En cierto modo, se podría decir que la democracia de Paz es como el comunismo de Marx: la etapa que una sociedad alcanza cuando se cumplen las condiciones sociales e históricas necesarias. Ninguno consumió mucho de su tiempo y energía definiendo este nuevo estadio (de alguna manera, no eran estrictamente políticos). Así y como testigo de la Comuna de París, Marx pudo decir: “¿Quiere usted saber qué es el comunismo? Ahí está…” Después del terremoto de 1985, Paz observó a los habitantes de la Ciudad de México ayudándose entre sí de forma espontánea y, en consecuencia, expresa en estas páginas: “Eso es la democracia”. La democracia es la fraternidad y –para Paz– ésta es el puente entre la libertad y la igualdad; asimismo, está profundamente arraigada en la tradición y las costumbres (en este caso Paz se acerca a Tocqueville), así como en la condición humana propiamente dicha. Ahora bien, a diferencia de Marx, Paz fue un demócrata, un republicano y un (escéptico) liberal. Para él, la democracia no es la última etapa de la historia o alguna utopía. La democracia es como la modernidad misma: el peor modelo, pero el menos malo entre todas las alternativas. Nadie puede dudar de que hubiera sido un observador alerta y, en algún momento, un crítico del México democrático reciente.

Traducción de David Medina Portillo


Posted: April 20, 2012 at 8:05 pm

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