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Por si las moscas: Ana Franco Ortuño

Por si las moscas: Ana Franco Ortuño

Tanya Huntington

Mientras creamos este cuerpo es necesario
que nos aseguremos de que no
queda ninguna materia orgánica, puesto que solo serviría para
estropear el trabajo (esta materia orgánica acabará, con seguridad, por pudrir.)

–Ana Franco Ortuño, El libro de las condiciones

 

En algún punto del desarrollo humano decidimos adscribir cualidades a todo lo que nos rodea que no le son inherentes. Así nacieron la metáfora y su hermano más plebeyo, el símbolo, ambos piezas fundamentales para la creación literaria. De las criaturas que nos rodean hay algunas que salen ganando de aquel trato simbólico que les proporciona la literatura occidental: a los leones les tocó tener corazones valientes, a las palomas llevar la paz en el pico, a los castores ser industriosos. No les fue tan bien, en cambio, a los gatos negros como portadores de mal agüero, a los lobos siempre tan hambrientos y solitarios, a los pobres osos de pena ajena.

A partir del símbolo se formuló la alegoría, que sirve en conjunto para representar conceptos menos tangibles. Para seguir con el bestiario, digamos que los poemas alegóricos nos dan liebre por gato, dado que el contenido simbólico enriquece la trama básica, el “qué sucede”.

La alegoría nace generalmente de cierta preocupación por el estado de las cosas, o bien por su futuro inminente. De allí que Ana Franco Ortuño enumere las condiciones, o bien las instrucciones de un mundo que, como la cabeza de cerdo que eligió William Golding como imagen central de su novela distópica, lleva moscas zumbando alrededor (un mundo que, por cierto, nosotros hemos elegido, como la poeta nos recuerda en las páginas 36 y 42: parecería que ella sospecha que llevamos algo podrido por dentro.) Y ¿qué hicieron las pobres moscas para merecer tal reputación? Dado que forman parte del ciclo de la descomposición natural de animales muertos, las asociamos con nuestra propia descomposición o con la de la sociedad entera.

Cuando pienso en las moscas, invariablemente vuelvo al poema 159 de Emily Dickinson, que se encuentra entre unos cuantos que me deslumbraron durante la infancia y me hicieron entender de qué es capaz la poesía. En “I heard a fly buzz – When I died“, Dickinson describe en primera persona su propia muerte, con la mosca como heraldo o precursor que llega “with blue – uncertain – stumbling Buzz“. Para Ana Franco, en cambio, presiento que la mosca funge como una especie de sinécdoque de su propio ejercicio poético. Estoy pensando aquí en la generación espontánea: aquella doctrina aristotélica de que organismos vivos podían formarse a partir de otros seres o incluso de la materia inerte, sin descender de organismos similares. Será una creencia a la que le comenzó a faltar aire dentro de la biología desde que Francesco Redi cerró el primer frasco de su experimento y con ello, el debate central en 1668, pero quizás nos sirva todavía como ars poética. Los poetas, ¿no creamos almejas a partir de la arena, cocodrilos a partir del lodo, moscas a partir de tinta? Y si tal mosca, vista en la portada de este poemario, es una mosca muerta, me pregunto: ¿qué clase de biopoiesis nacerá a partir de ella?

No es que Ana Franco Ortuño se encuentre entre aquellos ilusos que prefieren que la tierra siga siendo plana. Solo comprende que, a través de la escritura o, en este caso, la poesía, se pueden trazar realidades que no por ser imposibles, dejan de ser verosímiles. Bajo nuestras circunstancias podridas, la poeta practica zurcido invisible para cerrar la piel, desazolvan las alcantarillas, enmascara con tatuajes la piel en ruinas, se somete a biopsias que abren el tejido, embellece su basural. Tal vez se vea reducida al nivel de ese otro poeta descrito por ella en El libro de las condiciones de manera socarrona como “creado por la breve multitud de la salita”, el que estornuda, que presenta absurdamente su renuncia, que agoniza igual que Emily Dickinson. Y sin embargo, en un ejercicio de espontaneidad, genera poesía. “Suceden las palabras…”

 

Tanya Huntington is the author of Martín Luis Guzmán: Entre el águila y la serpienteA Dozen Sonnets for Different Lovers,  and Return. She is Managing Editor of Literal. Her Twitter is @Tanya Huntington

 

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• Este texto fue leído durante la presentación de El libro de las condiciones (Instante Fecundo / Proyecto Literal, 2018) en la Casa Refugio Citlaltépetl de la Ciudad de México el 26 de septiembre.


Posted: October 11, 2018 at 9:05 pm

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