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Revista Crítica: defender a las revistas universitarias del país

Revista Crítica: defender a las revistas universitarias del país

Alejandro Badillo

La primera vez que supe de la revista Crítica de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla fue en 1998 o 1999. En aquel entonces comenzaba a escribir algunos cuentos motivado por los comentarios que recibía de Alejandro Meneses, coordinador de un taller literario que tenía lugar, cada semana, en el ya desaparecido Instituto Cultural Poblano. Una noche mataba el tiempo en el centro de la ciudad de Puebla. Me habían citado para un programa de radio cuya temática era el terror inspirado en la obra de H.P Lovecraft. Los locutores del proyecto habían convocado a un premio de poesía cuya temática rindiera honores al autor estadunidense y me había aventurado a mandar una propuesta a pesar de que el género que practico es la narrativa. Por azares del destino gané uno de los primeros lugares y me invitaron al programa en vivo. Así, esperando que se acercara la hora para enfilar al edificio Carolino —donde estaba en aquel entonces la cabina de transmisión— entré a un Sanborns y encontré, entre la oferta de publicaciones políticas y culturales, la revista Crítica. Compré un ejemplar y lo leí, a cuentagotas, los siguientes días. Pronto me di cuenta de la calidad de los textos y del cuidado trabajo editorial. Lo que más me asombró, sin embargo, es que no me hubiera enterado de su existencia. Alumno de licenciatura en aquellos años, jamás había oído mencionar a la publicación en la universidad. Con el tiempo y gracias a la difusión lograda por internet, la revista llegó a un público más amplio, aunque todavía insuficiente.

¿Qué es una revista como Crítica? ¿Qué papel cumple? Hay que decir, una vez más, que una revista literaria es un espacio para conversar, un lugar de encuentro. Pasaron los años y parte de mi formación literaria se fue nutriendo con los cuentos, fragmentos de novela, ensayos, entrevistas, poemas, que aparecían, cada dos meses, en la revista. Yo, como lector, formaba parte de aquel lugar en el que convivían diferentes estilos, historias e ideas. Crítica tenía alrededor de 100 páginas. Cada uno de los números estaba ilustrado por un artista visual, aunque, por supuesto, el papel principal lo llevaban los textos. Después, con el nuevo siglo, la revista creció a 200 páginas e incluyó una nutrida sección de crítica, elemento fundamental y escaso en las publicaciones actuales. Yo me convertí, además de lector, en colaborador, al inicio esporádico y después constante: 18 años de interactuar con autores de todo el mundo, de mandar un cuento o una reseña que trascendía las fronteras de Puebla. Algo que siempre valoré es que Crítica evitaba ponderar al autor sobre la obra. Al menos, hasta el 2017, los textos se publicaban sin ningún tipo de información adicional del escritor. El mensaje era claro: todas las colaboraciones convivían sin tener de por medio una especie de escalafón. El texto se defiende solamente por su calidad. De esta forma el escritor principiante podía codearse, en igualdad de circunstancias, con Juan Villoro, Carmen Boullosa, Enrique Serna, David Huerta, entre muchos otros autores mexicanos. La lista de autores extranjeros que colaboraron es interminable y la calidad de sus contribuciones está fuera de duda.

¿Qué se pierde con la desaparición de la revista Crítica? Se pierde un espacio fundamental para la discusión de la literatura en el país. Quizás, para algunos, la literatura es algo accesorio, un divertimento para escritores y lectores que, por desgracia, son minoría en el país. Nada más lejano de la realidad: la literatura es imaginación y la imaginación es la vía más importante para transformar la realidad que nos rodea. Si una universidad pública, como ocurre en la BUAP, no entiende que la labor educativa es algo más que planes de estudio, maestros, infraestructura, entre otras cosas, está incumpliendo con la historia de la educación en el país y con el enorme papel que han jugado las instituciones del Estado para crear ciudadanos críticos capaces de insertarse en la vida pública de México. La universidad debe dejar de ver a la literatura como algo desechable, una concesión hecha a regañadientes. Si la cultura que motiva la reflexión es exterminada en las instituciones públicas sólo nos quedará un cascarón vacío, un espacio más de compraventa que participará en la dinámica actual de nuestra sociedad sin cuestionarla. Las revistas literarias han tenido una gran influencia en el país y son herederas de una larga historia. En el caso de Crítica son 40 años de un esfuerzo comprometido que privilegió siempre la calidad de la discusión y el intercambio de ideas. Es increíble que, como ocurre en la BUAP, se desprecie una revista literaria cuando la universidad ofrece estudios de licenciatura y posgrado en esa materia. No se puede entender que la institución tenga una feria del libro y que, al mismo tiempo, se elimine la única plataforma de difusión literaria que, demás, ganó adeptos y prestigio más allá de nuestras fronteras. No es aceptable que cualquier universidad pública —sostenida con nuestros impuestos— prefiera el espectáculo y su visión de la cultura no difiera mucho de lo que se puede encontrar en cualquier centro comercial. Con la pérdida de un espacio como el de Crítica se da un paso más para convertir la educación en un lugar ajeno al diálogo y al descubrimiento. Las revistas literarias, por supuesto, necesitan reorientarse y enfrentar los tiempos que vienen usando la tecnología y la creatividad. No deben desaparecer en silencio, asfixiadas por la indiferencia de autoridades que, quizás, no tienen formación lectora y por eso ponen a las revistas muy lejos de sus prioridades. Crítica siempre fue más que hojas de papel o un dominio en internet. La literatura siempre trasciende lo límites materiales. Los textos son algo más que textos. Por esta razón hay que defender estos proyectos convirtiéndolos en algo más que colaboraciones bien editadas. Hay que insertarlos en la vida de las instituciones del Estado para que, a simple vista, se entienda su importancia y la gente se apropie de ellos. Defender la revista Crítica y sus 40 años es defender a todas las revistas universitarias del país y luchar contra la banalización que, por desgracia, ocupa cada vez más espacios en la educación pública de México.

 

Alejandro Badillo, es escritor y crítico literario. Es autor de Ella sigue dormida, Tolvaneras, Vidas volátiles, La mujer de los macacos, La Herrumbre y las Huellas. Fue becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Ha sido reconocido con el Premio Nacional de Narrativa Mariano Azuela. Su Twitter es @alebadilloc

 

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Posted: February 10, 2019 at 10:03 pm

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