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Socorro Venegas: las huellas de la memoria y el lenguaje

Socorro Venegas: las huellas de la memoria y el lenguaje

Alejandro Badillo

• Socorro Venegas: La memoria donde ardía (Páginas de Espuma,  2019).

La memoria donde ardía, libro de cuentos de la escritora mexicana Socorro Venegas, es una aproximación a los procesos que genera el recuerdo o la memoria. Por supuesto, estos elementos son temas visitados una y otra vez por la literatura. La huella que se deja en el mundo recuperada a través del lenguaje es, quizás, uno de los alicientes más poderosos para escribir. Para poder entrar a ese mundo Socorro Venegas echa mano del cuento corto que, en algunas de sus variantes más breves, roza los límites de la viñeta. De esta manera evade la necesidad de una anécdota central o una estructura que tenga que resolverse de una manera contundente. Por el contrario, este tipo de narraciones generalmente apelan a la ambigüedad y a una feliz incertidumbre. Por esta razón el cuento está más cerca de géneros aparentemente lejanos como la poesía, el aforismo o, incluso, el ensayo literario.

Dentro de las 19 historias o detonantes que ofrece La memoria donde ardía existen varios elementos que se repiten y funcionan, de alguna manera, como un andamiaje que se asoma, de vez en cuando, entre texto y texto. El primero –que ha sido ampliamente reseñado en prensa– es el tema de la pérdida desplegado en múltiples variaciones que intentan cohesionarse a través de la prosa y el ritmo. Venegas usa, generalmente, la primera persona, para explorar el pasado. A veces un objeto funciona como la magdalena de Proust y pronto nos vemos inmersos en un vaivén de recuerdos. Esta técnica rinde buenos frutos cuando el personaje principal tiene la capacidad para reflexionar sobre su vida y encontrar una ventana de escape en formas en apariencia intrascendentes: el polvo, la luz, las sensaciones que ocurren en la piel cuando se revisita un lugar después de muchos años. En este tenor La memoria donde ardía apela más al mundo de lo sensible que a la razón. Si el siglo XIX y parte del XX se intentaba crear una imagen exacta de la realidad, la autora entiende que las cosas que vivimos todos los días deben distorsionarse a través de percepciones únicas y, por supuesto, problemáticas.

En “El nadador infinito” se pone sobre la mesa una metáfora brillante: el ser en gestación es un nadador que, de alguna manera, se comunica con la mujer que es habitada por él. El tópico del agua se desarrolla, a través de imágenes, en todo el texto, sin embargo, la evocación del nadador sólo da para algunos apuntes que no desarrollan todo su potencial de ideas y de símbolos. En “Los aposentos del aire” la voz de un niño nos guía por la dolorosa experiencia del cáncer. Nos cuenta sobre los amigos que hace en el hospital y los sueños que tienen para cuando se liberen de la enfermedad. Sin embargo, la voz infantil parece artificialmente madura, como si la autora reflexionara a través de él en lugar de representar el caos, el miedo y la incertidumbre de un niño en esa situación. El final evanescente –casi una fuga onírica– del cuento evita, también, el contraste entre la visión idealizada que se nos ha presentado y le quita tensión a la historia.

Contrario a los cuentos que acabo de describir tenemos “Como flores” que también visita el mundo de la niñez. Aquí la autora, olvidando un poco el lirismo de otros cuentos del libro, escribe con una prosa desnuda la relación de los niños de una escuela con unos compañeros ciegos que acaban de inscribirse. A pesar de no ser un texto fantástico, Socorro Venegas crea una atmósfera enrarecida introduciendo un elemento extraño –el grupo de ciegos– en un contexto de normalidad: las maestras parecen cómplices de esos niños y eso detona el miedo irracional del resto de los alumnos. Otro cuento que se distingue es “La gestación”, una historia breve que, al final, ofrece un toque kafkiano que sacude las expectativas que se había hecho el lector. En otros cuentos como “Historia de una lágrima” o “La isla negra” el lenguaje es, quizás, el protagonista. A través de las imágenes y su ritmo –como fotografías que son reveladas muy lentamente– entendemos la trama. En estos cuentos no conocemos mucho de los personajes, algunas veces los encontramos en medio de una acción o un pensamiento. Esa carencia es, en realidad, una virtud porque entra en escena el fluir de las cosas que ocurren o que se recuerdan y eso nos obliga a llegar hasta el final.

La memoria donde ardía es, más allá de gustos y sensibilidades, un libro que, cuando da en el blanco, se mueve en uno de los territorios más fértiles de la literatura: el de la sugerencia.

 

Alejandro Badillo, es escritor y crítico literario. Es autor de Ella sigue dormida, Tolvaneras, Vidas volátiles, La mujer de los macacos, La Herrumbre y las Huellas. Fue becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Ha sido reconocido con el Premio Nacional de Narrativa Mariano Azuela. Su Twitter es @alebadilloc

 

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Posted: July 29, 2019 at 9:25 pm

There are 2 comments for this article
  1. Paloma Cuevas R. at 1:51 pm

    Buenas tardes. Me interesa mucho colaborar con ustedes. Soy columnista y editorialista en temas de cultura. ¿Con quién debo contactarme o cómo puedo hacerlo?
    Mil gracias.

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