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TOLVANERA
COLUMN/COLUMNA

TOLVANERA

Ana García Bergua

Ángel Miquel es un escritor sui generis en nuestro medio, un escritor de alma itinerante, autor de poesía, de investigación y ensayo sobre los comienzos del cine en nuestro país, y también de una novela a cuatro manos que ganó el premio Jorge Ibargüengoitia. También le debemos una fantástica antología sobre cine y literatura. No me extraña entonces, al contrario de lo que señala la contraportada de Tolvanera, que haya escrito una novela, por el contrario. Menos aun porque conocí Tolvanera en sus comienzos, cuando se llamaba “Libros para la nación” y debo decir que releerla, ya en su versión publicada, me volvió a sorprender.

Hacía mucho que no leía una novela-novela, en el sentido más clásico, es decir, una en la que las historias se imbricaran sutilmente, sin efectismos ni fuegos de artificio y que llegaran a su desenlace con la naturalidad y el dolor de la experiencia vivida. Tolvanera es una novela íntima, en el mejor sentido del término, que va contando su propia génesis como el producto de un largo proceso interior, un poco a la manera de Proust, y es una novela sobre la escritura como instancia salvífica. Tolvanera es también una novela de fantasmas interiores que explora las interrelaciones entre lo que está arriba y debajo de nuestro plano vital, en los símbolos, el arte y el inconsciente, y también una novela de aventuras espirituales. También tiene mucho de autobiográfico, como toda primera novela que se respete y en ese sentido es una novela conjuradora de demonios.

El protagonista de la novela es un académico, investigador cinematográfico como el autor, cuya madre esquizofrénica llena cada cierto tiempo unos cuadernos que titula “libros para la nación” y que manda a su hijo a publicarlos, cosa que él no hace, por supuesto, sino que los va guardando. Estos cuadernos, o más bien el sustrato de lo que representan en el narrador, se van añadiendo a una urdimbre de textos que irán armando la novela, junto con la historias familiares de un antepasado que aparecen por casualidad en uno de esos cuadernos, los mensajes de un escritor que le contará una historia paralela con Luz, la mujer con la que el narrador se involucra y que lo introduce en el infierno de los celos, así como los mensajes pornográficos que ésta intercambia con el escritor de manera anónima y que, si bien no aparecen textualmente, juegan un papel en la trama. Así, la novela es una armado de escrituras que reflexionan sobre la escritura misma y nuestra necesidad de ella para entendernos:

La humanidad es repetitiva. Sus variantes se repiten sin cesar. El hombre que vacila en su fe, la muchacha pobre que acaba por obtener el amor del príncipe, la mujer infeliz que engaña a su marido, el tipo celoso. La literatura está ahí entre otras cosas para recordar cómo funcionan esos arquetipos. Mi ser interno ideaba una salida al conflicto. En Las mil y una noches debía estar la salida a mis problemas.

Tolvanera es también una historia de amor o más bien sobre la necesidad del amor y la cercanía de la muerte. El protagonista, un hombre más bien solitario e indeciso, de amores dolorosos y callados, está cobijado siempre por sus amigos, la pareja que forman Carmen y Alfonso, quienes a su vez sufren de conflictos, así como Jorge, un historiador gay que tiene una empresa de producciones audiovisuales, quien tiene terror a volar pero soñó que lo hacía y decide realizar un documental sobre el vuelo en el arte, desde los angelitos de los cuadros barrocos hasta Chagall, pasando por muchas otras obras que dan pie, también al vuelo ensayístico del autor en algunas partes de la novela.  Por supuesto están las mujeres a las que nuestro protagonista anhela: Teresa, con quien sale durante meses sin decidirse a formalizar nada; Luz, la mujer casada con un francés a la que conoce porque ella ofrece unos rollos de película y Adriana, aquella que está dispuesta a irse con él pero con la que no hay química alguna. De todas ellas, Luz es la más delineada, con el arreglo que tiene con su marido de involucrarse con los hombres que le gusten, la más apasionada y a la vez destructiva. Las luchas internas de nuestro personaje lo llevarán de una a otra, en un viaje por Europa en búsqueda de las imágenes que le encarga Jorge para su documental y en búsqueda también de sí mismo, de su lugar en el mundo y el orden de sus afectos, mientras su pequeño mundo familiar y amistoso se cimbra también. La novela habla de su propio miedo a establecer una relación por temor a ser lastimado y la propensión a jugar con fuego (o con Luz) que todos tenemos en algún momento de nuestras vidas. Hay muchos ecos de la historia de la gran literatura en temas como el viaje como curación o el análisis pormenorizado de los celos y la propensión del protagonista y el fantasmal profesor de literatura que le escribe correos a sufrirlos, como Swann, el personaje de Proust.

Como el documental que planea Jorge, el libro habla en muchos momentos de volar, como un anhelo de contactar no sólo con otras latitudes sino con otros planos espirituales, del papel central del arte como transubstanciación de nuestras vidas. El lector que se acerque a Tolvanera y se pierda en sus laberintos disfrutará de esta novela transustanciada, este pormenorizado y rico retrato de vida.

Ana García Bergua  Es escritora y ha sido  galardonada  con el Premio de literatura Sor Juana Inés de la Cruz por su novela La bomba de San José. Ha publicado traducciones del francés y el inglés, y obras de novela y cuento, así como crónicas y reseñas en medios diversos.

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Posted: March 25, 2018 at 11:51 pm

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