Flashback
Tres metáforas del anhelo Lujo impune

Tres metáforas del anhelo Lujo impune

Liliana Valenzuela, Alberto Chimal, Socorro Venegas

Liliana Valenzuela

Nunca me han llamado la atención las pieles ni los collares de perlas. En cambio, no puedo prescindir de mi iPod, mis CD, mis libros, el chocolate amargo, las aceitunas, un buen vino tinto, el queso manchego y el tiempo para jugar y reír con mis seres queridos. En segundo renglón, pero igual de placenteros, se encuentran las flores naturales, una pedicura (nunca me hecho una manicura, mis manos están siempre demasiado activas), mi grabadora digital, los rayitos de salón, los rebozos y los chales vaporosos, mi cámara digital, las pijamas de seda, clases de yoga, guitarra o danza del vientre. Pero creo que el verdadero lujo en esta época es el silencio, la soledad y un espacio donde crear sin interrupciones. Ya sea un cuartito propio, un café donde estar absorta en tus pensamientos o viendo a la gente pasar, un paseo o una estancia en el campo, sustraerse del mundo para poder reflexionar sobre él es un lujo supremo; para asegurarnos de haber vivido, para sentir que nuestro paso por el mundo no ha sido en vano, para detener el flujo de crisis y acontecimientos, propios y ajenos, aunque sea por un instante.

Alberto Chimal

Hay dos especies del lujo: la que está en la cúspide de los sueños y la que está en el fondo, la de lo más deslumbrante y costoso y la de lo que simplemente no tenemos. No siempre lo claramente inalcanzable es lo más caro, pero muy pocas personas en el mundo son capaces de presumir una vida tal que la jerarquía se invierta: de tener las propiedades, los aviones, los lacayos y no lo otro.

¿Para soñar, en mi caso? Los cinco palacios del califa Vathek, uno para agradar a cada uno de los sentidos, o por lo menos el palacio de Fonthill, hecho construir en el mundo tangible y no en el otro por el creador de Vathek, el novelista millonario William Beckford; los servicios de Jarvis, la computadora-mayordomo de la película Iron Man, quien no sólo mantiene todo en orden y no padece ninguna neurosis sino que utiliza máquinas herramientas y puede producir y controlar cualquier me canismo que se desee, de manera que crece y acompaña a su jefe a todas partes; un Ritz Side Car, el coctel más caro del mundo, que se prepara con Cointreau, una gotita de jugo de limón recién exprimido y el más raro cognac de las reservas del Ritz de París, hecho con uvas de una variedad que ya no existe en la Tierra; etcétera.

¿Para lamentar de veras la carencia, para saber que no lo tengo y podría tenerlo? Tiempo. Para la relajación, para la escritura y la lectura, para el amor más minucioso y pausado y lerdo. Para el ocio feliz e improductivo. (Ay, vivo en una ciudad terrible que exige de todos sacrificios de desplazamientos inútiles, altos inexplicables, tedios cocinados al calor del sol y enfriados entre luces anaranjadas.)

Socorro Venegas

1. Pasear en un viejo coche descapotable junto al malecón de La Habana.
2. Un concierto en vivo de Yo Yo Ma.
3. Tiempo ilimitado frente a un cuadro de Balthus.
4. El lujo no es el dinero: es la imaginación para convertirlo en tiempo de calidad, en música, en un país extraño o en un museo de entrañables afectos.
5. Algo que nunca quisiste de forma particular, un día lo tienes y de pronto es impensable vivir sin eso.
6. Decía mi amiga, con la que compartí una beca de dos meses en Manhattan: nos pagan por ser.
7. El lujo es perecedero. Es necesario volver a la oscuridad del anhelo.
8. El lujo es implacable, puede poseer.
9. Conservar el alma, a pesar del lujo. Despreciarlo un poco o tanto como se pueda. Defensa contra la sociedad decepcionada de Lipovetsky.
10. El lujo se resemantiza. Quizá sucede sólo después de situaciones límite. Para el secuestrado: el lujo de andar sin miedo por las calles. Para el que estuvo gravemente enfermo: la salud. Para el que no sabía cuánto amaba: el lujo de recuperar al amado.
11. Y finalmente, para quien la ha visto pasar rozándole el hombro: el lujo de la vida.


Posted: April 15, 2012 at 5:12 pm

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