Essay
Una definición de la novela en 30 voces de la Generación Inexistente

Una definición de la novela en 30 voces de la Generación Inexistente

Jaime Mesa

“Me parece que vivimos una época de confusión literaria. Sólo importa la novela, y todo el mundo tiene una bajo el brazo”, dice Bernardo Esquinca. Y parecería que sí, que sólo hablamos de la novela. Las certezas que deja ver este desmedido interés van de la mano con cientos de preguntas que también convoca. La novela es el género que más se vende, sí. ¿Pero será, también, el género que más se lee? La novela es el género que más espacio ocupa en las mesas de novedades de las librerías, ¿pero es síntoma de salud literaria? También es la que goza del rumor de ser lo que codician los editores para publicar. ¿Por esto abundan tantas novelas o es porque el aliento de los primeros años del siglo XXI así lo pide? La novela es lo que el novelista (o escritor) escribe pero en una gran medida también lo que lee.

Para buscar una definición o tendencia respecto a los trabajos narrativos en este género me atengo a las obras que le interesan a Massimo Rizzante en un brillante ensayo publicado en La Tempestad: “Me refiero a la novela de creación, esa que ya tiene el mismo público que la poesía; y no a la avalancha de productos literarios escritos fuera de la historia de la novela”.

En México la tradición del cuento es añeja y deslumbrante. Aunque la Generación Inexistente, la de los narradores mexicanos nacidos en los setenta, está precedida por varias generaciones que escribieron grandes libros de cuento, la Inexistente es hasta el momento más reconocida por sus novelistas. Si bien podemos encontrar muchos buenos cuentos, es raro (aunque existe) el libro que sobresalga. En cambio, La torre y el jardín de Alberto Chimal, El cielo árido y Las tierras arrasadas de Emiliano Monge, El buscador de cabezas o Méjico de Antonio Ortuño, Después del invierno de Guadalupe Nettel, Canción de tumba de Julián Herbert, la trilogía minimalista sobre la identidad de David Miklos y o la trilogía sobre lo mexicano de Yuri Herrera son ejemplos de obras reconocidas por los lectores, la crítica, la academia y otros mercados editoriales.

México, por el momento, es de sus novelistas. ¿Entonces el dicho de “la novela ha muerto” es una forma sistemática de decir: la novela ha cambiado y siempre cambiará?

Durante abril y mayo de 2006 le pedí a treinta narradores de la Generación Inexistente, nacidos en la década de los setenta en México, sus impresiones sobre la novela, como género, con sus cambios y semejanzas respecto a la tradición que ellos mismos practican. La pregunta fue: ¿podrías darme una definición basada tanto en lo que lees como en lo que escribes de lo que es una novela hoy en día?

Creo que estas definiciones íntimas sobre sus procesos creativos desembocan en la descripción de un estado general de la novela en México que puede contrastarse y revisarse con Latinoamérica y el resto del mundo. Aunque, como dice Socorro Venegas,  a una novela no hay que definirla: “lo mejor es salir a cazarla”.

Desde distintas posiciones, estos narradores elaboran descripciones de un género que está en la mirada colectiva. Iremos por los cañonazos como el de Mario Levrero: “es cualquier cosa que se ponga entre tapa y contratapa” que nos recuerda Nicolás Cabral para aliviar la tensión y liberar ataduras de etiquetas y formas; y que matiza para hacerla suya Emiliano Monge: una novela es “cualquier lugar –cruce de momentos, recuerdos y sucesos– al que uno entra a través de un narrador”; hasta definiciones elegantes y precisas como la que nos recuerda Alberto Chimal que esbozó Milan Kundera: “la novela es una indagación de ciertos aspectos de la vida humana por medio del lenguaje”. Pero en medio encontramos ciertos elementos constantes: el principal asunto de la novela sigue siendo contar una historia, como nos dice L. M. Oliveira: “es como contarle una historia a un niño con un helado en la mano un día caluroso: o tienes lo necesario para que el helado no se derrita, o la fuerza narrativa para que el niño, por escucharte, no se dé cuenta cuando su helado se cae al piso”; la novela tiene un centro, como nos recuerda Liliana Blum: “seguirá siendo la lucha de un personaje para obtener algo”; la novela mantiene temas e intenciones habituales, como señala Antonio Ortuño: “es un ring para que combatan y se friccionen las ideas sociales, políticas, íntimas, espirituales, las cosmovisiones, el lenguaje, la estética, las ganas de joder”; la novela son voces más que una voz, sentencia sostenida con observaciones muy pertinentes hacia esa imposibilidad actual de que sea contada por un narrador supremo y, en cambio, sea la primera persona, con sus millones y matizadas variantes, la voz de la novela actual, como señala Iris García Cuevas: “ha abandonado la pretensión de omnisciencia”, o llena de islas o nodos que componen un solo organismo como señala Lorea Canales: “es una composición completa compuesta de muchas voces entrelazadas”; la novela, además, mantiene un motor en común: “un acercamiento a las obsesiones del autor”, como refiere Miguel Ángel Hernández Acosta; y, sobre todo, ya no puede ser lo que era antes: “es necesario asimilar a la novela contemporánea como un producto de manufactura orgánica y caprichosa y no anquilosarla bajo el peso del género, porque eso limitaría sus alcances. Me gusta pensar en la novela como un simulacro”, como afirma Luis Panini porque, como nos dice Rafael Ferrer Franco: parecería “un animal de santuario protegido” si lo seguimos conservando en su altar.

Muchos autores atraen las viejas formas a lo Tolstoi en lugar de otras que, aunque tuvieron grandes descubrimientos, anquilosaron un poco el género durante la Posmodernidad como dice Rogelio Guedea: “alejarme del engolosinamiento de la estructura, del lenguaje e incluso de la forma de construcción de los personajes y narrar bien una historia de principio al fin, sin que se note para nada que el narrador quiere sobresalir con su virtuosismo verbal por encima de su propia trama, sus personajes y sus topografías”. Aunque, otros, tampoco descreen de los hallazgos de Robert Musil: “Una novela es un dispositivo narrativo compuesto por un vagón llamado historia que contiene un ensayo dentro” como dice Edson Lechuga.

El afán experimental ya no parece el signo de nuestros tiempos, de nuevo, con una vuelta a los grandes maestros europeos del siglo XIX, como nos dice Daniel Rodríguez Barrón: la novela es “el recuento de una vida heroica o fracasada, detallada o fragmentaria, vil o trágica, que nos informe sobre cómo deberíamos vivir, que nos explique porqué sufrimos y si vale la pena este sufrimiento”; que permiten perlas como la definición de Luis Jorge Boone: “una exploración profunda de una realidad singular”.

Sin embargo, a nuestros narradores no se les olvida la función rebelde y revolucionaria que siempre ha encarnado la novela: “es un acto de resistencia en contra del salvaje capitalismo”, como dice Ximena Sánchez Echenique; o “una apuesta para escapar del genocidio cultural de las redes sociales”, como afirma Juan José Rodríguez; o, como nos anuncia Oswaldo Zavala: “es una intervención textual de reflexión y de crítica social. Un vehículo de disidencia intelectual y de un pensamiento contrahegemónico”; aunque nunca pierda su capacidad para ser un “documento para simular la inmortalidad”, como nos recuerda Pablo Raphael.

No es casual, tampoco, que la vieja lucha entre cuento y novela salga en las definiciones de nuestros escritores como la afirmación de Bernardo Esquinca: “a los novelistas se les debe juzgar por los cuentos que escriben”.

Y si bien como anuncia Cristina Rascón que una novela es: “una partícula de la vida. Que se extiende, se entrecruza, se autodefine y automuta”, a final de cuentas estamos en un periodo de tránsito, entre lo que se lee y se compra, entre una noción de que existen más escritores que lectores, entre los distintos “enemigos” de la novela que ella misma ha producido: aletargamiento, series de televisión, omnipresencia, auge comercial, saturación, pero que también ha acuñado una de las constantes que anuncian nuestros narradores que David Miklos sintetiza perfectamente: “una novela es cualquier cosa que uno desee escribir”.

Tantas miradas como definiciones que nos permiten tener una visión aproximada de las novelas que Antonio Ortuño, L. M. Oliveira, Socorro Venegas, Oswaldo Zavala, David Miklos, Emiliano Monge, Alberto Chimal, Luis Jorge Boone, Iris García Cuevas, Rogelio Guedea, Miguel Ángel Hernández Acosta, Juan José Rodríguez, Nadia Villafuerte, Pablo Raphael, Lorea Canales, Antonio Ramos Revillas, Bernardo Esquinca, Luis Panini, Rafael Ferrer Franco, Ximena Sánchez Echenique, Liliana Blum, Edson Lechuga, Nicolás Cabral, Daniel Rodríguez Barrón, Fran Ilich, Luis Felipe Lomelí, Cristina Rascón, Luis Carlos Fuentes, Omar Nieto y Karen Chacek están escribiendo (y leyendo) en los primeros años del siglo XXI. Y con esto podríamos decir que el novelista es lo que lee y lo que, después, imagina. Adelante.

La novela por nuestros novelistas

Antonio Ortuño

La novela, para mí, es un ring para que combatan y se friccionen las ideas sociales, políticas, íntimas, espirituales, las cosmovisiones, el lenguaje, la estética, las ganas de joder. Pero pienso que, en el fondo, nunca deja de estar asociada al placer. No entiendo una novela como un mecanismo lúgubre (ahora los llaman “dispositivos” esas personas que no saben nada de dispositivos), solemne, quisquilloso, o como una manifestación del cáncer de colon. Para mí la novela implica el placer de narrar pero con ingredientes que cambian cada vez.

L. M. Oliveira

Como leo de todo, no podría dar una definición exacta. Es más, no podría definir ninguna forma. Más bien te cuento el drama del narrador: escribir novela es como contarle una historia a un niño con un helado en la mano un día caluroso: o tienes lo necesario para que el helado no se derrita, o la fuerza narrativa para que el niño, por escucharte, no se dé cuenta cuando su helado se cae al piso. La novela está obligada a eso una y otra vez.

Socorro Venegas

Especialmente en el caso de la novela creo que no vale la pena buscar una definición. Es tal su riqueza, la maleabilidad de su forma, que lo mejor es salir a cazarla.

Oswaldo Zavala

La novela es, en su mejor versión, una intervención textual de reflexión y de crítica social. Un vehículo de disidencia intelectual y de un pensamiento contrahegemónico. También un espacio de horizontalidad, solidaridad y convergencia que articula lo que no puede decirse plenamente en ninguna otra práctica discursiva. Pese a su historia entrelazada con la sociedad burguesa de la modernidad europea, la novela puede ser incómoda, promotora de una política radical, opuesta a la pasión consumista en la que estamos inmersos, ajena al sistema de premiaciones que han convertido la escritura literaria en un circo del capital simbólico. Aunque precariamente, este tipo de novela aún se escribe. Por suerte.

En su peor versión, la novela es un producto vacío de crítica, un cascarón de complacencia despolitizada, un entretenimiento consecuente con la sociedad del espectáculo. Esta versión es la que domina y la que prevalece en nuestro pobre campo literario. Se escribe para hacer pasar un buen rato, para agrandar los egos, para generar likes en las redes sociales, algún premio, con suerte una residencia en Estados Unidos o Europa. Y si todo sale como debe, el premio Herralde y traducciones al inglés. No hay una diferencia sustancial entre este tipo de novela y una película de acción de Hollywood o una serie tarada de Netflix.

David Miklos

Una novela es cualquier cosa que uno desee escribir. Creo que estamos llegando a una época en la que la narrativa será un género en sí, sin etiquetas.

Luis Jorge Boone

La novela es un género de largo aliento. Una exploración profunda de una realidad singular. Una estructura abarcadora que transporta historias, personajes, lenguajes, de manera amplia, panorámica. Hay que aprovechar eso.

También es la gorda de la casa. La “única que vende” según algunos, y en la que se enlista todo mundo por esa razón. Hay que cambiar eso.

Emiliano Monge

Para mí una novela es cualquier lugar –cruce de momentos, recuerdos y sucesos– al que uno entra a través de un narrador.

Alberto Chimal

Me gusta partir de la que dio, a fines del siglo XX, Milan Kundera, por mucho que haya caído de la gracia de buena parte de sus antiguos admiradores: “la novela es una indagación de ciertos aspectos de la vida humana por medio del lenguaje”. Miles de libros etiquetados como novelas no lo intentan jamás, y es que “novela” es también una marca de prestigio o de aspiración. Pero esas otras acepciones o usos del término no son los que me interesan.

Iris García Cuevas

Me parece que la novela contemporánea, al menos la que me ha tocado leer, ha abandonado la pretensión de omnisciencia. Ya no se trata de conocer todo sobre todos, en un periodo que puede abarcar toda una vida. Creo que esto tiene que ver con cómo se ha transformado nuestra manera de concebir el mundo, la vida y la verdad. A lo más que aspiramos es a tener alguna certeza respecto a un hecho concreto, ocurrido en un momento determinado y que afecta, eso sí, una vida. Aunque siempre lo que tendremos es una versión de los hechos, queremos al menos que esa versión sea verosímil y que nos haga sentir tranquilos, que nos haga creer que entendemos algo.

Rogelio Guedea

Mi definición en este momento es anacrónica, pues estoy metido leyendo (pero ahora de forma sistemática) toda la novelística decimonónica: Los miserables de Victor Hugo, Crimen y castigo de Dostoievski, Grandes esperanzas de Dickens, Moby Dick de Melville, La cartuja de Parma de Stendhal, Madame Bovary de Flaubert, Ilusiones perdidas de Balzac, etcétera, y he recuperado antiguas verdades sobre el arte de escribir, muy simples, por lo demás. No sé si esto sea una novela hoy en día, pero es la novela que quiero escribir yo: alejarme del engolosinamiento de la estructura, del lenguaje e incluso de la forma de construcción de los personajes y narrar bien una historia de principio al fin, sin que se note para nada que el narrador quiere sobresalir con su virtuosismo verbal por encima de su propia trama, sus personajes y sus topografías. Narrar, eso es todo, y con todo lo que ello implique, así sea (paradójicamente) echar manos de todas las técnicas posibles para que aquello tenga la contundencia de la verdad que buscamos en cada historia. Y punto.

Miguel Ángel Hernández Acosta

La novela es una estructura literaria que pretende contar una o muchas historias, pero sin ceñirse a ninguna regla, ni extensión, formato, número de personajes o tramas, temas… La novela es un acercamiento a las obsesiones del autor, que concluye cuando éstas quedan saciadas para el que escribe, aunque el lector no lo comprenda.

Juan José Rodríguez

Una apuesta para escapar del genocidio cultural de las redes sociales. El intento fallido de sacudir a una generación que no puede ver al mundo más allá de lo que mira en sus pantallas, cada vez más grandes y cada vez más chicas y, por lo tanto, estrechas.

Nadia Villafuerte

Últimamente he estado leyendo escrituras más difusas: Mario Levrero, Sergio Chejfec, Diamela Eltit, Joao Gilberto Noll, Clarice Lispector, César Aira, Antonio Di Benedetto. Libros en los que importa la prosa, su singularidad, no tanto el género. Esa disolución de las fronteras entre géneros, entre lenguajes de distintos registros, es algo que me entusiasma. Ese estado en suspensión y cierta plasticidad que está más allá de las intenciones por resolver tramas (si se resuelven tramas está estupendo, pero no busco sólo eso en un libro. Tampoco desdeño una obra tan solo por el hecho de ceñirse a un género). Por tanto, no podría dar una definición de novela: creo que la necesidad de definirla se convierte en una limitación. En las librerías siguen usándose las categorías: ficción, no ficción, poesía, teatro, ensayo, libros de viajes. Pero mi ejercicio de lectura siempre está contaminado por mi obsesión con la materialidad de la lengua. Agradezco esos libros donde la prosa remueve certidumbres. Cuando la prosa es de un ritmo tan hipnótico o tan vacilante que una se olvida de preguntar en qué categoría situarla. Me gusta cuando un libro propone una tercera instancia para reformular la relación que se puede tener con el mundo, más allá de si esta representación es real o ficcional (pienso en Coetzee, que integra el ensayo y la ficción, por ejemplo). Si las escrituras contemporáneas son más dúctiles, menos clasificables, ahí hay un vitalismo que vale tomar en cuenta. No podría tampoco definir qué estoy escribiendo ahora, no tiene forma aún: un pasaje onírico, seguido de un monólogo y una investigación. Estoy indagando qué es lo que quiero escribir. Este proceso menos regimentado, descentrado, fuera de foco, es lo poco que tengo y no alcanza para proponer una definición.

Pablo Raphael

Documento que sirve para simular la inmortalidad, inventar la verdad tensionando a los opuestos, tramar el futuro, comprender la belleza y el horror y, en ocasiones, vaciar las frustraciones en forma ordenada y textual.

Lorea Canales

Para mí una novela es un todo. Es una composición completa compuesta de muchas voces entrelazadas. Es una sinfonía.

Antonio Ramos Revillas

La novela contemporánea no ha dejado de estar ligada a la tradición de contar una historia aunque autores, antologadores y editoriales le pongan ene mil cintillos de novedad. Hace tiempo salió una antología que se llamaba Una nueva forma de contar, la leí y no le encontré ninguna novedad, eso sí, voces sólidas con temas viejos, pero nada más. Entonces, la novela contemporánea es como el pato que viste de fénix. Cuando se le caigan las plumas veremos que sigue siendo la misma y no está mal.

Bernardo Esquinca

Me parece que vivimos una época de confusión literaria. Sólo importa la novela, y  todo el mundo tiene una bajo el brazo: periodistas, actores, politólogos, locutores de radio, presentadores de televisión… Es la Época Dorada de los Diletantes. También es el auge de las novelas por encargo, de los escritores sin tema, de los autores que se acomodan a las exigencias del mercado. Así que además de hablar de la novela en esta respuesta, me gustaría hablar también del cuento. Es una convicción mía: a los novelistas se les debe juzgar por los cuentos que escriben. Porque cualquiera escribe novela, pero relato no.

Luis Panini

Es necesario asimilar a la novela contemporánea como un producto de manufactura orgánica y caprichosa y no anquilosarla bajo el peso del género, porque eso limitaría sus alcances. Me gusta pensar en la novela como un simulacro y no un espejo de la realidad (esas últimas me aburren). Para mí, la novela ideal es aquella capaz de unificar en un solo espacio la creciente fragmentación que padecemos a nivel íntimo, emocional, social, etcétera. Ni siquiera una vida entera consigue encapsular de una manera tan acertada lo que día a día experimentamos. Necesitamos leer novelas para descubrir quiénes somos.

Rafael Ferrer Franco

Más allá de lo que leo o escribo, creo que la novela hoy en día es cómo la Grecia actual. Nadie quiere que se desplome por la vasta herencia y legado cultural e intelectual que ha dejado al mundo occidental. Pero la realidad es que nadie da una solución contundente que la saque a flote. ¿Por qué? Bueno, ¿a quién diablos le interesa el arte, la cultura y el pensamiento, cuando la “felicidad” ya no la da, por ejemplo, una imaginación extraordinaria, o la filosofía, sino el dinero y la mercadotecnia de los placeres inmediatos? La novela hoy en día, me parece un animal de santuario protegido. El hombre teme que su extinción, anuncie una era de estupidez infinita.

Ximena Sánchez Echenique

Hoy en día una novela es un acto de resistencia en contra del salvaje capitalismo; una forma de conjurar el mundo para descosificarlo; un entretenido y nutritivo pasatiempo de muy lenta digestión; un recurso siempre renovable que quisiera entregarse gratuitamente a todos por igual, enriqueciendo a quien la escribe tanto como a quien la lee, para contribuir con su esencia a la conservación de la vida en el planeta.

Liliana Blum

No tiendo a leer cosas demasiado experimentales. Me gusta escribir lo mismo que me gusta leer. O al menos intento hacerlo. Para mí una novela seguirá siendo la lucha de un personaje para obtener algo. Así de simple. Me gustan los personajes complejos, las tramas más orientadas al interior de los personajes y a su naturaleza humana, que a la acción. Esto no quiere decir que pueda perdonar una novela en la que no pasa nada. Las detesto. Necesito que haya un conflicto que mueva la trama, y personajes cautivadores e interesantes que tengan sus propias motivaciones y conflictos personajes. Para mí, la novela perfecta debe cumplir estas condiciones:

Te espolea a seguir leyendo, no importa el cansancio o las obligaciones del día siguiente. Simplemente no puedes dejarla.

Te transporta a otro universo y durante el tiempo que tardas en leerla, vives una vida alterna.

Te produce cierta depresión o nostalgia al terminarla, como cuando te despides de un lugar o una persona maravillosa a quien no volverás a ver en mucho tiempo.

Por un segundo sientes un ligero estertor de envidia hacia el autor por haber sido capaz de escribir algo tan bueno, pero ese sentimiento mezquino da lugar en seguida a las ganas incontrolables de ponerle un altar y besarle los pies y pedirle que por favor vuelva a escribir otro libro igual de genial.

Edson Lechuga

Una novela es un dispositivo narrativo compuesto por un vagón llamado historia que contiene un ensayo dentro. He dicho un vagón, es decir, un objeto que se mueve sobre una paralela de rieles donde uno de ellos es la historia de mi contexto, de mi tiempo, es decir, mi Territorio narrativo; y el otro es mi historia particular.

Pero también hoy una novela es (o debe ser; o yo pretendo que sea) un texto que no acaba en el texto, sino que se expande, transgrede al libro y repercute en otras disciplinas, o lo que es lo mismo, en otras realidades.

Nicolás Cabral

“Yo no tengo ninguna, pero me gusta la de Mario Levrero: ‘cualquier cosa que se ponga entre tapa y contratapa’.”

Daniel Rodríguez Barrón

En la novela de hoy en día buscamos lo que en cualquier arte de cualquier época: ayuda. Creemos que en la lectura de una novela vamos a encontrar algo —una frase, un personaje, una imagen— que nos ayude a encontrar algún sentido a lo que hacemos y vivimos. La novela ofrece, o debería ofrecernos, razones, intuiciones, ilusiones para seguir viviendo, o al menos, mostrarnos que en el fracaso, la estupidez, la humillación, la búsqueda de reconocimiento, de comprensión o de afecto, no estamos solos. Así que la novela tiene que ser lo que ha sido siempre: el recuento de una vida heroica o fracasada, detallada o fragmentaria, vil o trágica, que nos informe sobre cómo deberíamos vivir, que nos explique porqué sufrimos y si vale la pena este sufrimiento. Si una novela no se enfrenta a esas grandes preguntas —¿por qué sufrimos; qué significado tiene nuestra existencia; por qué traicionamos o nos traicionan; por qué es tan difícil estar solo y al mismo tiempo por qué estamos condenados a estarlo; por qué existe el mal, etcétera?— no importa que sea vistosamente experimental o tercamente realista, será en todo momento una novela fracasada y estará condenada a perderse.

Fran Ilich

Creo que la novela es mi género literario favorito, la poesía y el cuento por distintos motivos nomás no se me dan ni me llaman la atención. Me gustan las cosas que van para largo y que permiten que muchas cosas quepan en ella, como por ejemplo el ensayo. Pero también y sobre todo creo que una novela no tiene por qué ser escrita, tampoco entiendo por qué los escritores han fallado repetidamente con la telenovela. Me parece que la escritura ahora no sólo se hace con tinta, y que puede hacerse además de con información, con datos, o directamente escribir arriba de la población, así como le hicieron los genocidas al diseñar al virus conocido como la Virgen de Guadalupe. También creo que pueden hacerse otro tipo de novelas o ficciones más amables que esta última, y que pueden escribirse con otros medios, estructuras, formatos. En gran medida pienso que todo lo que hago es literatura (life is literature) y que es novela porque mis proyectos son de muy largo plazo, pero creo que tenemos un problema grande de alfabetización en el país. Las literaturas electrónicas mexicanas por ejemplo tienden a ser un mal ejemplo clientelar de buscar llegar a donde mismo por “otros medios”. Y en el mejor de los casos utilizan un software que fue diseñado para que cualquier persona pudiera tener “voz”, para intentar saltar al mundo de los libros. Veo cero cuestionamiento del formato, y además una total ignorancia a propósito de sintaxis y demás. Escriben blog o tweets porque es el formato que una corporación puso a su disposición. En ese sentido a mí me gusta experimentar, ni siquiera me preocupa si la gente entiende o no entiende, porque la gente ya de por sí no lee. Además de que leer, en una región como la nuestra, resulta tan problemático si tomamos en cuenta quiénes son los que publican y queman libros o matan periodistas… (pienso que a lo mejor Mao 2 de Don Delillo es uno de los cinco libros con que espero dialogar, a lo mejor también el libro rojo de Mao, quizá The Dancer Upstairs de Nicholas Shakespeare, pero luego en realidad son tantos otros… y que a lo mejor no son novelas, o que son novelas viejísimas).

Creo que es importante reafirmar el silencio, la acción y nuestra cultura visual y oral. Está bien, todos estamos colonizados y hasta cierto punto catequizados por el lenguaje escrito y la literatura, pero esto también termina siendo una forma de lavar dinero que tiene el gobierno para mantener en la nómina a cierta gente o para financiar a editoriales extranjeras, que sin los programas de lectura o literatura no tendrían forma de mantener sus vidas ni sus negocios ni su industria. ¿Y cómo le hace un independiente para poder trasladar a un autor a otra ciudad o pagar el coctel o mantener a un escritor con vida y tiempo suficiente para escribir durante unos años para que pueda escribir algo afuera de los intereses del mainstream? Problemático. La novela fue mi género literario favorito, hasta que la literatura mexicana joven de los noventa me hizo valorar mis ojos más. ¿Cuántos bukowskis mestizos podemos padecer o niños criollos artsy de la Condesa? Para escapar de eso hay qué escapar… y experimentar. Si cabe o no, eso se ve en la práctica. La vida es literatura.

Luis Felipe Lomelí

Todas las artes son formas de representación y, por lo mismo, son herramientas epistemológicas para aprehender nuestro entorno. La novela sería una de estas formas, más eficientes y eficaces, que hemos encontrado como sociedad para abordar toda una serie de temas cuyo tratamiento desde otras áreas es ilusorio o inútil: por ejemplo, abordar el orgasmo desde una perspectiva clínica suele ser todo menos orgásmico.

Cristina Rascón

Es una partícula de la vida. Que se extiende, se entrecruza, se autodefine y automuta. Como una célula que evoluciona en segundos, casi de forma imperceptible. Uno como escritor atrapa un instante de esa célula, que es la novela, que es la vida, y la expone, y en ese instante uno desaparece.

Me encanta cómo Barthes decía que para escribir una buena novela hay que escribir, cada día, cada instante, un buen haiku, que nos haga sentir la vida al máximo y solo después podríamos crear una verdadera novela.

Luis Carlos Fuentes

Ya casi todo podría ser una novela… pero no.

Para mí debe haber una multiplicidad de historias y/o tramas y/o personajes entretejidos, no simplemente colocados unos al lado de otros. Es decir, la interacción entre ellos es lo importante (el conflicto que se genera), y no su cantidad (por eso Las mil y una noches no es una novela).

Cuando hablo de multiplicidad de historias me refiero también (además, sí, de la variedad en los relatos) a todo ese pasado que dio origen a lo que se cuenta, y todo ese futuro que existirá cuando se cierra el libro, aunque ninguno de ellos, ni el antes ni el después, se narren explícitamente, sino que existan a través de la deducción y la inferencia.

Cuando digo multiplicidad de personajes no significa que no pueda haber una novela sobre un náufrago: los otros personajes existirán en su cabeza, en su pasado, en sus sueños o en sus esperanzas.

Cuando me refiero a multiplicidad de tramas me refiero a ese evento que justifica la aparición en esta novela de los diversos personajes del párrafo anterior.

Una vez que tenemos todos esos elementos, si están entretejidos (otra vez la palabra clave) de una manera orgánica, simbiótica y sinérgica, creo que nos encontramos frente a una novela.

Omar Nieto

En el arte de la novela no hay formas acabadas, cuando aparece una, emerge la disidencia, y esa es su fortaleza. Más que nunca la novela es un género proteico: cambiar de forma o temas, de manera constante, le permite sobrevivir. De ahí quizá, la explicación de la generación “inexistente”, sin programa ni estética rectora común. Y eso porque creo que a nadie de nosotros le interesa ceder su imaginario a favor del otro para formar un “grupo”. Se trata más bien de una multiplicidad de miradas, versiones personales de qué debe ser la literatura. En cuanto a la novela en esta época posmoderna, creo que en su posibilidad de albergar y simular otros géneros está su poderío, sobre todo al no reflejar un universo central ni una realidad única, sino una infinitud de realidades o imagenierías, siempre en una relación íntimamente dialéctica.

Karen Chacek

La novela es un ser vivo que te habita y habitas mientras escribes, un organismo en el que, mediante el lenguaje, experimentas a cabalidad la maravilla de ser libre, la posibilidad de llevar a cabo experimentos “controlados”, de problematizar el presente y cuestionar las verdades socialmente aceptadas. Lejos de ser un escondite o una vía de escape, la ficción te desnuda, te muestra de manera franca: dime qué imaginas y te diré quién eres.

JMJaime Mesa (ciudad de Puebla, 1977). Narrador. Estudió Lingüística y Literatura Hispánica en la UAP. Fue miembro del taller de novela dirigido por Daniel Sada en la Casa del Escritor de Puebla, de 2001 a 2004. Es colaborador de las revistas Crítica y Blanco Móvil, así como del suplemento Laberinto de Milenio. Ha sido becario del FOECA-Puebla en las categorías de cuento (1997-1998) y novela (2000-2001). Es autor de las novelas Rabia (2008) y Los predilectos (2013), ambas publicadas por Alfaguara. Twitter: @jmesa77

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Posted: February 15, 2017 at 11:38 pm

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