Film
Una nación de sonámbulos beligerantes

Una nación de sonámbulos beligerantes

Naief Yehya

Cementerio de esplendor, de Apichatpong Weerasethakul

En una localidad rural en el noreste de Tailandia una escuela ha sido transformada en un peculiar hospital militar en el que la mayoría de las modestas instalaciones están consagradas a soldados que padecen de un misterioso mal del sueño. Familiares y voluntarios visitan a los hombres en sus camas mientras duermen al lado de un extraño dispositivo experimental de luces terapéuticas, que parece sacado de un filme de ciencia ficción, el cual se ilumina y cambia de colores (del verde al azul y el rojo) supuestamente para hacerlos tener sueños agradables. Cementerio de esplendor (Rak Ti Khon Kaen), es el más reciente episodio cinematográfico del universo de mitos, creencias, espíritus, fantasmas y prodigios del fabuloso director tailandés Apichatpong Weerasethakul, quien en 2010 ganó la palma de oro en Cannes por su extraordinaria El tío Boonmee que puede recordar sus vidas pasadas. Este poderoso y fascinante filme es una de las joyas en el programa de estrenos de la edición 53 del Festival de Cine de Nueva York.

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Weerasethakul recorre aquí con paso firme algunos de los temas y atmósferas que ha explorado en filmes anteriores como Tropical Malady (2004) y Syndromes and a Century (2006). Con una cadencia hipnótica nos cuenta una historia en un estilo que recuerda el cinema verité —tomas amplias, planos medios en encuadres que parecen espontáneos, nada de música de fondo ni énfasis manipuladores ni efectos— pero que combina el realismo con la espiritualidad, la cotidianidad burocrática con el simbolismo, la poesía con la crudeza de una sociedad amedrentada por un ejército que obsesivamente quiere controlar el poder civil. Los filmes de Weerasethakul están cargados de una extrañeza perturbadora y una enajenación fascinante Aquí, los soldados han caído enfermos mientras excavaban para un proyecto secreto en un antiguo cementerio donde yacen reyes y nobles guerreros. La razón de la narcolepsia, supuestamente, es que los fantasmas de los caídos le chupan la energía a los soldados. La historia está inspirada en un extraño caso que tuvo lugar hace unos años en que alrededor de 40 soldados tailandeses fueron puestos en cuarentena en esa misma región por una enfermedad contagiosa al mismo tiempo en que tuvieron lugar disturbios sociales en el país y que concluyeron con un golpe de Estado en 2014 (otro más en una larga historia de injerencia militar).

Entre los visitantes de este singular e improvisado sanatorio están dos voluntarias: Keng (Jarinpattra Rueangram) quien dice tener poderes psíquicos y que asegura que es capaz de comunicarse con los durmientes, y Jenjira (Jenjira Pongpas Widner, quien ha actuado en otro filme de este autor), una mujer mayor que padeció de polio y que está casada con un estadounidense (quien aparece brevemente). Keng trata de ofrecer a los seres queridos de los durmientes un poco de esperanza y alivio al describirles los sueños y emociones de los soldados que, en cierta forma, están muertos en vida. Así, Keng da a las madres la ilusión de saber los platillos que sus hijos quisieran comer y mitiga los celos de las esposas que imaginan que sus hombres tienen amantes en ese mundo onírico que habitan.

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Jenjira enfoca sus atenciones y se obsesiona con uno de los soldados, Itt (Banlop Lomnoi, otro conocido del cine de Weerasethakul), con quien desarrolla una conexión y considera como su hijo. Itt recupera el conocimiento de manera sorpresiva para luego volver a caer en el sopor. Keng y Jenjira establecen una relación por momentos inquietante, que va de lo superficial a una intensa intimidad que roza con lo sexual y lo perturbador cuando Keng canaliza el espíritu de Itt y en un momento lame y aplica con la boca una poción curativa en la pierna deforme de Jenjira.

La enfermedad de los soldados hace pensar en algún tipo de obsesión colectiva, una histeria masiva que podría ser interpretada como un rechazo a la autoridad militar. Los soldados durmientes quedan condenados a servir a soberanos del pasado en guerras no menos incongruentes que las luchas del presente. Así mismo, podemos ver aquí una evocación a una nación de sonámbulos que siguen las órdenes desquiciadas de líderes belicosos. Por otro lado, una escuela ha dejado de ser un lugar de enseñanza para convertirse en un sitio de reposo, más que una clínica se trata de un pequeño hospital con recursos limitados, como explica un doctor a un paciente. La educación se suspende hasta que los soldados despierten. El futuro se detiene en este nudo temporal que enreda el pasado y el presente.

533888768_640Weerasethakul incluye de manera desenfadada a un par de espíritus femeninos laosianos que se aparecen con la mayor naturalidad a Jenijira para explicarle en una escena tan cómica como sublime que la enfermedad de los soldados no tiene cura. La simpleza de esta escena enfatiza aún más su impacto y la provocadora ruptura con cualquier expectativa en torno a la forma en que lo místico es representado en el cine. Hay algo profundamente personal y ambiguo en este filme rodado en Khon Kaen, en la región de Isan, de donde Weerasethakul es nativo. Sería equivocado calificar su estilo de realismo mágico ya que más que mostrar la magia o lo irreal como algo cotidiano, parte de una imposibilidad de desprender el presente de la historia y las leyendas. Aquí los prodigios permanecen casi siempre invisibles, tan sólo vivos en el imaginario y la superstición de los personajes. Así el filme se desarrolla pausadamente, con parsimonia en torno al sopor de los soldados, pero junto con la serenidad con que se describen sueños de batallas, también son motivo de humor las erecciones involuntarias de un durmiente y la imagen de un hombre defecando en el campo. Con la misma naturalidad con que los personajes enfrentan a lo sobrenatural también deben encontrar la manera de sobrevivir en el mundo de los vivos, ya sea esperando milagros o participando en el comercio informal. La cinta termina en una nota optimista con un grupo de gente, fuera de la clínica, sobre el cementerio haciendo ejercicio jovialmente al ritmo de la música mientras un grupo de niños juegan futbol con gran entusiasmo sobre el terreno que los bulldozers han convertido en una especie de campo minado. Parecería que Weerasethakul trata de demostrar que aún sobre las tumbas de los guerreros y sus conflictos sin fin es posible recuperar la alegría de vivir.

  Naief-Yehya-150x150Naief Yehya es narrador, periodista y crítico cultural. Es autor de Pornocultura,el espectro de la violencia sexualizada en los medios (Planeta, 2013) y de la colección de cuentos Rebanadas (DGP-Conaculta, 2012). Es columnista de  Literal y La Jornada Semanal. Twitter: @nyehya


Posted: September 23, 2015 at 9:26 pm

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