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Venezuela, una “dictadura” del siglo XXI

Venezuela, una “dictadura” del siglo XXI

Gisela Kozak Rovero

El Decreto N° 2.323 sobre el Estado de Excepción y de la Emergencia Económica, es un lista de mentiras que intenta justificar, entre otros abusos extremos de poder, la distribución de alimentos por los  Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), las policías y las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas en vista de la “guerra económica”. Nuestro estómago depende de gente declarada chavista-madurista que actúa a su buen saber y entender.

La verdad es que la renta petrolera, el 95% del ingreso por exportaciones, es administrada por el Estado, quien interviene en la importación de alimentos y materias primas; la empresa privada tiene poco que ver entonces con el actual desastre. Las comparaciones con el Chile de Allende sobran por tanto. La antipatía por el empresariado de la izquierda criolla privilegia al Estado como garante del bienestar aunque el resultado lo conocemos: la Unión Soviética, la China de Mao Zedong, Cuba y ahora Venezuela. Por si fuera poco, chavistas como Jorge Giordani, ex-ministro de economía, Héctor Navarro, ex-ministro de educación, y Nicmer Evans, disidente fundador de Marea Socialista, reconocen una corrupción en el orden de los 300000 millones de dólares a lo largo de estos diecisiete años de riqueza petrolera.

¿Guerra económica? La del gobierno contra la gente.

La baja de los precios del crudo es otra  excusa para el decreto de estado de excepción; no obstante, ninguno de los países exportadores dentro y fuera de la OPEP cuenta con colas para comprar comida, racionamiento de agua y electricidad, saqueos de camiones y tiendas y fallecimientos por ausencia de medicamentos. La narrativa conspirativa supone que las colas son fomentadas por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), quien además está al frente de los saqueos de camiones y tiendas, amén de planificar golpes de Estado  y magnicidios. Por otra parte, es cómplice de los paramilitares colombianos, culpables de la inseguridad personal, y de las empresas que niegan medicamentos (tienen filiales en Ecuador, Bolivia o Brasil -aliados de la revolución- donde producen normalmente). La MUD, por si fuera poco, comanda un ejército de revendedores de productos (“bachaqueros”), que los despachan a doscientas veces su precio regulado. Por último, los pocos medios de comunicación que todavía se atreven a darle voz a la oposición están coludidos con CNN en español en la guerra mediática.

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No deja de ser curioso que la MUD, según reza el decreto mencionado y la propaganda oficial, con semejante poder sea incapaz de lograr que se realice un referéndum revocatorio. Ésta es una figura existente en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela que permite, en la mitad del periodo de los funcionarios electos por votación, someterlos al escrutinio popular. Tampoco ha podido incluir a los tres diputados del estado Amazonas, que meses después continúan fuera de la Asamblea Nacional por supuesto fraude ni ejercer las atribuciones que posee por ley. El gobierno torpedea por medio del Tribunal Supremo de Justicia las leyes que genera un parlamento cuya mayoría absoluta de dos tercios ganó la oposición el 6 de diciembre de 2015.

La mentira conspirativa cae entonces por su propio peso.

¿Cómo mi país terminó sumergido en esta catástrofe propia de guerras, terremotos y tsunamis? Pues por el voto popular. Hasta 2013 Venezuela se inclinó por el chavismo; Hugo Chávez fue el gran responsable de la caída libre que ahora carga sobre sus hombros Nicolás Maduro. Las violaciones a la constitución, el autoritarismo de Chávez, su manera de administrar el país como si fuera su hacienda, fueron aceptados mientras hubo apartamentos, comida gratis, becas y cargos públicos. Una vez que la renta petrolera bajó, las peores profecías se cumplieron. El chavismo constituyó un autoritarismo competitivo hasta 2015 pues fue respaldado electoralmente, a pesar de sus desmanes, aunque ahora no tiene el apoyo desde diciembre pasado. El país entra en una dictadura de muy difícil definición cuyo origen fue democrático (dejando a un lado que la dudosa victoria de Maduro en 2013 fue apenas por 200000 votos) pero se opone a la mayoría opositora del país y no permite que ejerza el derecho constitucional del referendo revocatorio ni tome medidas, vía parlamento,  para enfrentar la tragedia nacional. Con reducidos espacios de acción, la mayoría opositora cuenta con la prohibición de protestar cerca de organismos públicos, acusaciones constantes sobre sus líderes, gobernadores y alcaldes restringidos en sus atribuciones y algunas tribunas en medios de comunicación privados.

La dictadura del siglo XXI –la llamo así porque permite reducidos espacios de acción– se proclama la mejor de las democracias como los papas del Renacimiento afirmaban como valores sacerdotales la pobreza y castidad en medio del fasto y la lujuria. Los venezolanos hemos agotados todas las instancias –marchas, votos, partidos políticos, protestas diarias en cada rincón del país, hasta tenemos presos y muertos en nuestro haber– ante un gobierno negado a cesar en su hostigamiento. En el momento en que escribo este artículo mi madre, de 85 años, me llama por teléfono indignada porque un Comité Local de Abastecimiento y Producción le asignó una bolsa de comida (leche, café, harina de maíz, leche, arroz, pasta) y le exigió  que se movilice a una zona alejada de su casa pues sólo ella con su cédula (identificación) puede acceder a tan gracioso beneficio del Estado revolucionario. Estas bolsas llegan de vez en cuando, cual juego de azar.

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Nuestras vidas están sitiadas por el Estado. Habrá referéndum si el gobierno quiere; mi madre tendrá leche si el gobierno quiere; el hijo de mi sobrina irá a clase los viernes si el gobierno quiere puesto que ha suspendido este día las actividades escolares por el racionamiento eléctrico; se trabaja si el gobierno quiere. Y ay del colegio que abra sus puertas o de los funcionarios públicos que osen trabajar fuera del horario de dos días a la semana decretado por el gobierno: pueden ser objeto de multa o despido. La dictadura del siglo XXI es leguleya y, por eso, permite una oposición castrada; es populista como corresponde a quien pretenda capitalizar lo peor de la sociedad para investirse del salvador del pueblo; es militarista y corrupta; tiene sus clubes de intelectuales y sus festivales al estilo del comunismo del siglo XX; los matones del hampa mantienen aterrada a la oposición sin necesidad de matones vestidos de rojo. Pero sus rasgos más notorios son que no permite que sus adversarios ejerzan el poder e interviene en los aspectos más íntimos de la vida.

¿Qué nos queda? ¿Organizar la resistencia cuando se supone que existen partidos legales? ¿Que se dividan las fuerzas armadas y agreguemos a nuestras desgracias una guerra civil? ¿Martirio sostenido?

Luis Almagro va a presentar su informe sobre Venezuela con el fin de abrir la posibilidad de la aplicación de la Carta Democrática por parte de la OEA; los  expresidentes Rodríguez Zapatero, Torrijo y Fernández conversan con ambas partes para lograr condiciones para una negociación; se multiplican entre cancillerías –incluido el Vaticano– y organismos internacionales los llamados a diálogo y también los llamados de atención sobre la situación venezolana. Se habla incluso de crisis humanitaria. Las condiciones de la MUD para una posible negociación son claras: referendo revocatorio, amnistía, medidas económicas de emergencia, ayuda para abastecimiento de emergencia de alimentos y medicinas, respeto a las atribuciones de la Asamblea Nacional. 

¿Aceptará la nomenclatura chavista o cumplirá hasta el final con su misión devastadora?

Gisela-Kozak-para-ficha-150x150Gisela Kozak Rovero (Caracas, 1963). Activista política y escritora. Algunos de sus libros son Latidos de Caracas (Novela. Caracas: Alfaguara, 2006);  Venezuela, el país que siempre nace (Investigación. Caracas: Alfa, 2007); Todas las lunas (Novela. Sudaquia, New York, 2013); Literatura asediada: revoluciones políticas, culturales y sociales(Investigación. Caracas: EBUC, 2012); Ni tan chéveres ni tan iguales. El “cheverismo” venezolano y otras formas del disimulo (Ensayo. Caracas: Punto Cero, 2014). Es articulista de opinión del diario venezolano Tal Cual y de la revista digital ProDaVinci. Twitter: @giselakozak


Posted: June 7, 2016 at 8:56 pm

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