Flashback
Los cien de Ulysses y The Waste Land

Los cien de Ulysses y The Waste Land

Jaime Perales Contreras

TS Eliot fue un gran admirador de James Joyce.  Se sentía invadido y desbordado por el Ulysses, de un modo egoísta y deseó no haberlo leído nunca. Sin embargo, el autor de  Four Quartets siguió de  manera perseverante los capítulos de la novela que se publicaron en la revista The Little Review, de Margaret Anderson.

En 1920 Eliot finalmente conoció a Joyce en París. En una carta al poeta Ezra Pound, comentó que el novelista le había parecido muy simpático y que, a su vez, había leído la última parte de su opus magnum en manuscrito– el famoso monólogo de Molly Bloom–, y que la había encontrado más que magnífica.  Y más tarde, al tomar té con Virginia Woolf, en la editorial Hogarth Press, le confesó a ella:  ¿Cómo puede alguien volver a escribir después de conseguir el tremendo prodigio que es el último capítulo?

La reunión en París entre Eliot y Joyce, para otros, como el pintor inglés Wyndham Lewis, le pareció que Joyce no puso mucha atención a la conversación de Eliot y que más bien se comportó arrogante. En su  severo acento bostoniano, Eliot le comentaría más tarde a Lewis que James Joyce era tan altivo como Lucifer. Sin embargo, sería un Lucifer severamente empobrecido,  ya que también sobresalió en ese  histórico encuentro que Eliot le llevó un par de botas viejas como regalo de  Ezra Pound  debido a las extremas carencias del célebre irlandés.

La verdad es que Eliot, al haber leído varios capítulos del Ulysses, decidió que él escribiría algo similar en poesía. Fruto de ello sería The Waste Land, ese grito desesperado de un escritor ante los horrores acaecidos durante la Primera Guerra Mundial; después de ese trágico episodio, el mundo se había convertido en un desierto, en una tierra baldía.

The Waste Land era originalmente tres a cuatro veces más extenso que su versión final. El título, He do the Police in different voices (Hace de policía con voces diferentes), tomado de  una línea de la novela Our Mutual Friend de Charles Dickens, no era muy afortunado. Solamente el gran oído y talento de Ezra Pound logró podar drásticamente el poema de Eliot y, además, sugirió el título con que se le conoce actualmente.

Según Peter Ackyrod, el biógrafo de Eliot, el Ulysses de Joyce, le había causado al poeta una impresión mayúscula por el sinnúmero de voces enmascaradas a través de un bello lenguaje. Ese mismo ejercicio de estilo lo haría Eliot a su manera. De acuerdo  a él, Joyce había demostrado  en su novela, la esterilidad de todos los estilos literarios. Años más tarde, el propio poeta explicó que el uso del pasado y el presente que se encuentra en The Waste Land era también la forma de mostrar su visión de esa impotencia de géneros que había en la literatura en lengua inglesa.

El Ulysses y The Waste Land tenían a su vez  en común que eran dos libros completamente  diferentes de todo lo que se había escrito. En ambos se utilizaban mitologías ancestrales para mostrar su idea del mundo contemporáneo. Con Joyce, toma como referencia la Odisea a través de un día en Dublín, en la vida de tres personajes: Leopold Bloom, su esposa Molly, y el alter ego del propio James Joyce, el joven creador Stephen Dedalus, protagonista de The Portrait of the Artist as a Young Man, su obra anterior. Es decir, la intención de Joyce era explorar el inicio de la literatura que se originaba con Homero y concluía con su novela. 

En el caso de Eliot, su bitácora cultural parte de la leyenda del rey Arturo, a través de un coro de distintas voces en ocasiones individuales y en otras prestadas de los clásicos– Baudelaire, Dante, Gérard de Nerval, Conrad, el Perivigilum Veneris— a través de un juego de cartomancia regido por la experta mano de la clarividente Madame Sosostris, o de las oscuras visiones del adivino ciego Tiresias, los cuales nos intentan mostrar la infertilidad de la posguerra, una infecundidad espiritual y sexual.  

La erudición que se encuentra en los dos libros también es admirable. Eliot incluyó una serie de notas  al final del poema que hacían referencia a sus fuentes principales, como si fuera un paper académico,  algo  que no se había hecho hasta ese momento. Por su parte, Joyce explicó a su amigo Carlo Linati, a través de un esquema, el objetivo y el propósito de su novela, en la cual cada capítulo se refiere a un canto de la Odisea, a un color, a una hora del día, a una ciencia, a un arte, a un símbolo, a un órgano del cuerpo humano, a un sitio en particular de las calles de Dublín  y a una técnica narrativa diferente.

Los dos libros también comparten las desventuras de ambos artistas. Eliot escribió The Waste Land, con la tragedia personal, ya que su primera esposa Vivien Heigh-Wood, sufriría repentinos accesos de locura, lo que la llevaría a someterse voluntariamente a un tratamiento psiquiátrico en Suiza, mientras que Joyce redactó Ulysses combinando una lenta y progresiva hipermetropía, que lo dejaría prácticamente ciego, la cual lo obstaculizaba avanzar con mayor rapidez y efectividad la conclusión de su trabajo.

También la envidia de sus contemporáneos no dejó  de mostrarse, las  versiones del poema de Eliot, que aparecieron en las revistas de la época, fueron atacadas por haber plagiado a los clásicos; debido a ello, Eliot, cuando la editorial Boni and Liverlight, publicó la primera edición en forma de libro, apareció con notas y referencias académicas al final de su poema para evitar cualquier insidiosa acusación.

El Ulysses, a su vez, fue censurado en los Estados Unidos y en Gran Bretaña por considerarse indecente, sucio y, sobre todo, peligroso. Autoridades de ambos sectores del Atlántico confiscaron y quemaron una nutrida cantidad de ejemplares. Incluso, existen  algunas caricaturas de la época en el que se muestran a agentes aduanales arrestando a turistas norteamericanos que regresaban de vacaciones de Francia, el único país que era legal la venta del Ulysses en esos años, al intentar introducirlo clandestinamente en los Estados Unidos como si fuera una mortal y adictiva droga.

Los dos libros, también, comparten la virtud del momento de haber sido publicados en 1922; es decir, ambos muy pronto cumplirán un siglo. Como indica Peter Watson, en su famoso A Terrible Beauty, ese año fue el annus mirabilis artístico en el que  se darían a conocer obras capitales en la cultura de Occidente, como la versión abreviada de los doce volúmenes de The Golden Bough de Sir James George Frazer, la cual sería una influencia importante en Eliot para escribir su poema; la segunda parte de Sodoma y Gomorra de Marcel Proust, acompañada su publicación con el repentino fallecimiento del novelista francés; Babbit de Sinclair Lewis, Jacob´s Room, primera novela experimental de Virginia Woolf, Elegías de Duino de Rainer Maria Rilke y Enrique IV de Pirandello. Todas ellas, nos dice Watson, constituyen los cimientos sobre los que se construyó la literatura del siglo XX.

The Waste Land, traducido por primera vez al español en la revista mexicana Contemporáneos, influiría a varios y célebres poetas en lengua española: Pablo Neruda, Octavio Paz, José Gorostiza, Jorge Guillén, son algunos de los nombres que destacan de ser fervientes admiradores y seguidores del poema de Eliot.

  Jorge Luis Borges, por su parte, sería de los primeros y entusiastas devotos de la obra de Joyce, quien escribió ensayos, dictó conferencias y tradujo una página del hermético Finnegans Wake, última obra del novelista irlandés; mientras que el  argentino José Salas Subirat daría a conocer la primera versión completa en lengua española del Ulysses en 1945;  tarea heroica, casi imposible de cristalizarse en esa época, y que solamente, treinta años más tarde, se realizaría una segunda  y muy informada traducción hecha por el escritor José María Valverde.  Muchos autores en lengua española, como José Revueltas, Juan Rulfo, Salvador Elizondo, Leopoldo Marechal, Guillermo Cabrera Infante, José Donoso, y en general el resonante boom literario, formado por Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez, nutrirían su obra a través de la lectura provechosa del Ulysses.

No se diga el cine, los estudios Warner Brothers  le hicieron una oferta a Joyce para producir la película Ulysses, en el cual Charles Laughton tendría el papel principal de encarnar a Leopoldo Bloom; sin embargo, Joyce negó diplomáticamente ceder los derechos, ya que el actor le parecía demasiado ario. Y, solamente, muchos años después, conoceríamos aquella temeraria adaptación del director estadounidense Joseph Strick, ambientada en el Dublín de la década de 1960. Grandes directores como Federico Fellini, Martin Scorsese y Oliver Stone en  81/2, After Hours y Natural Born Killers han explorado con pericia y humor la influencia de Joyce a través de sus filmes.

A su vez, diversas de las series muy cercanas a nosotros que hemos visto en la televisión, nos dan inteligentes guiños de la presencia del autor irlandés, como la ahora ya añeja 24, protagonizada por Kiefer Sutherland. Al observar aquel insoportable héroe Jack Bauer enfrentar semana a semana las mortíferas amenazas terroristas segmentadas en un asfixiante y casi infinito día, es simplemente afirmar que el programa es una lectura astuta, pura y categórica de las técnicas de James Joyce proyectadas en un ambiente de aventuras. ¿Quién lo diría?

Jaime Perales Contreras. Escritor, ensayista y comunicador. Trabajó durante doce años en la Organización de Estados Americanos (OEA), en la sede en Washington, D.C., en las áreas de Democracia y Seguridad humanitaria. Entre sus distinciones, ha obtenido la John William Fulbright Scholarship, la beca del Consejo Británico y la del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Se acaba de publicar una nueva edición corregida y aumentada de su ensayo biográfico Octavio Paz y su círculo intelectual (Ediciones Coyoacán/ITAM) (2017)) y su último libro de relatos se titula El gallo que fingió ser Jorge Luis Borges (Fontamara, 2015).

 

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Posted: October 7, 2021 at 9:39 pm

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