Cartografía de sueños y utopías
Jorge Iglesias
Gisela Heffes: Glossa urbana (Alción Editora, Córdoba, 2012).
En el centro de Houston, junto a las vías del Metro Rail, hay una suerte de pequeño arco con la inscripción: “As we build our city, let us think that we are building forever”. La frase es particularmente apta para Houston, cuyo centro parece estar en permanente construcción, pero apunta además a la paradoja de que la única manera de mantener algo es cambiarlo de manera constante. Como Sísifo con su piedra, construimos y reconstruimos una y otra vez nuestras ciudades, es decir, nuestros sueños y utopías, porque no hay mejor radiografía de un pueblo que el plano de su gran colmena. Nuestra obsesión por estos croquis —físicos y psicológicos— no ha escapado a la atención de la industria editorial. Citaré sólo dos ejemplos. En Inglaterra, Comma Press ha publicado en los últimos años colecciones de cuentos que se centran en una ciudad en particular, y así tenemos The Book of Tokyo: A City in Short Fiction (2015) y volúmenes sobre Río, Gaza, Estambul, Liverpool y Leeds. En Buenos Aires, por otro lado, La Bestia Equilátera relanzó Buenos Aires: la ciudad como plano (2010), que reúne relatos y crónicas de autores como Alan Pauls, Sergio Chejfec, Sylvia Molloy y Edgardo Cozarinsky, entre otros. En Glossa urbana, Gisela Heffes ofrece una serie de ocho relatos cuyo eje central es la ciudad, guiando al lector a través de las cartografías de urbes a veces fantásticas, a veces demasiado reales, pero siempre fascinantes e inolvidables.
Uno de los mayores logros de Glossa urbana reside en la facilidad con la que Heffes transita diferentes subgéneros narrativos. Fantasía, fábula, realismo urbano, autoficción; cada uno de estos modos representa una perspectiva, una aproximación al tema central de la ciudad, que es también el personaje principal de la colección. La pluralidad de puntos de vista, además, va hermanada a una pluralidad de realidades urbanas, ya que Heffes está familiarizada con varias metrópolis, tanto reales —Buenos Aires, París, Houston— como imaginarias. Glossa urbana abre con “Naturaleza muerta”, un enfoque realista sobre las ciudades estadounidenses, esas urbes descentradas en las que habitan tantas víctimas de la (post)modernidad, en este caso una hoarder que tal vez heroicamente decide vivir en un trailer. Se trata de uno de varios personajes marginales que pueblan esta colección de relatos, lo cual es apropiado cuando recordamos que una de las acepciones de la palabra “glosa” es: “explicación que se pone al margen como aclaración de un texto escrito”. El tercer relato del libro, “Kidnapping Express”, también podría describirse como un ejemplo de realismo urbano. En éste también encontramos a una víctima en el personaje de Marielita, una joven que sueña con tener un novio como cualquier chica “normal” y prueba su suerte en esa versión virtual de la ciudad y del mundo que es Internet. A diferencia de Calvino, que se enfoca en las ciudades imaginarias (y a quien Heffes admira), la autora de Glossa urbana no hace a un lado el comentario social: los lectores tendrán presente el boom de secuestros express que asoló a las grandes ciudades latinoamericanas en los comienzos de las más recientes crisis económicas.
Más allá del realismo se ubica “Sophie la Belle y las ciudades en miniatura”, uno de los relatos más memorables de Glossa urbana, al que la autora describe como una fábula. Marcado por la doble influencia de Calvino y de Orwell, el cuento presenta la historia de una mujer que construye modelos de ciudades mientras que su hermano está involucrado en oscuras actividades del gobierno. El relato se caracteriza por una atmósfera de amenaza que se incrementa a medida que Sophie recibe más y más fotos de ciudades en decadencia. Sus miniaturas empiezan a deteriorarse y desintegrarse al tiempo que ella pierde las letras de su nombre. La presencia, en las miniaturas, de la cara y la contracara de la ciudad —su lado bello y su lado antiestético— apunta a la interdependencia de los dos polos. Como en The Time Machine, de Wells, la prosperidad de unos implica la explotación de otros. La idea de las miniaturas, por su parte, puede traer a la mente a aquel videojuego que tanto éxito tuvo en los años 90, el Sim City, y a su versión “real”, la aplicación Google Earth.
También en la vena fantástica se ubican “La ciudad de Asclepio” y “Obstinada oquedad”. El primero constituye una magistral exploración de la ciudad como pesadilla, un espacio de amantes separados y de aguas radioactivas “purificadoras” en el que también se oyen ecos de Orwell. En este cuento, Heffes hace con la ciudad algo similar a lo que Borges hace con la biblioteca en “La biblioteca de Babel”. Por su parte, “Obstinada oquedad” marca el regreso de los personajes de la trilogía novelística de Heffes, Ischia, Praga & Bruselas (Beatriz Viterbo, 2005). Como Ischia, el relato está narrado en el tiempo condicional, y en él los tres personajes planean la invención de Margópolis, una ciudad para los marginados. No resulta extraño que la ciudad “real” se desintegre mientras la ciudad imaginaria cobra más forma.
“Trans-global/trans-temporal” es uno de los textos que más sorprende. En apenas doce páginas, Heffes refiere la historia de varias generaciones, que es también su propia historia. En este maravilloso ejemplo de autoficción, la identidad judía enmarca la percepción de la ciudad, que encuentra sus diversas formas en tres metrópolis: Damasco, Buenos Aires y Houston. Las migraciones personales apuntan a los éxodos que caracterizan a la humanidad desde sus orígenes.
Finalmente, dos relatos se desarrollan en torno a esa franja imaginaria que llamamos “la frontera” y que en Poéticas de los (dis)locamientos (Literal Publishing, 2012) Heffes describe como una sutura. “A la orilla del camino” es la historia de una pareja que viaja desde los EE.UU. a México, donde un desafortunado encuentro con los Zetas y con la policía los pone cara a cara con una violencia salvaje y primitiva. “La partida” cierra Glossa urbana y deja al lector con la pregunta de si es en verdad posible cruzar la frontera/sutura. ¿Qué tal si del otro lado uno encuentra apenas una versión diferente de lo que ya conoce? Las figuras de cuatro niñas vestidas de negro acompañadas por su madre proporcionan una imagen ominosa que se quedará con el lector por un largo tiempo. La sutura se une y vuelve a abrirse, y es en esta unión y separación de elementos que las utopías nacen y mueren.
Otra acepción de “glosa” es “variación que diestramente ejecuta el músico sobre unas mismas notas, pero sin sujetarse rigurosamente a ellas”. Con gran destreza, Gisela Heffes combina las notas que componen el concepto de ciudad, acomodando estos elementos de diferentes maneras y empleando diferentes registros. Logra así una polifonía extraordinaria en la que recurren con insistencia los sueños, las pesadillas y las utopías. Quizás sea inevitable perderse en los espacios urbanos. La ciudad es un laberinto en el que el fin es encontrar no la salida sino los recovecos en los que se ocultan sus habitantes. Glossa urbana es un plano para hallar esos recovecos, en uno de los cuales tal vez nos encontremos con alguien muy similar a nosotros mismos.
Jorge Iglesias. Ph.D. en Estudios Hispánicos por la Universidad de Houston. También es licenciado en Historia (BA) e Inglés (MLA) por la Universidad de St. Thomas. Ha recibido el Premio Emma López Excelencia en la Enseñanza (2013). Es colaborador de Literal Magazine.
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Posted: June 8, 2016 at 10:00 pm