Escribir
Gerardo Cárdenas
No hay problema con interpretar la poesía en una variedad de maneras.
De hecho, ésa es la única manera de leer poesía, creo yo.
Todos interpretamos poesía según lo que hemos experimentado.
Por ende, la interpretaciónde cada uno va a diferir de la de los demás.
John Ashbery, entrevista con Daniel Kane en la Universidad de Pennsylvania
Existe, lo sospechaba, un copioso canon sobre la escritura. Muchos autores han dado sus consejos –sea en forma de ensayos, decálogos o aforismos– sobre cómo escribir y, a veces, sobre cómo no escribir. Cada quien tiene su favorito. El mío es el de Stephen King, pero autores tan diversos entre sí como Ursula K. LeGuin y Ernest Hemingway, Billy Collins y Susan Sontag o Friedrich Nietzsche e Isabel Allende, se han pronunciado sobre el tema intentando dar a generaciones de futuros escritores una guía o un mapa de la escritura.
Para el lector curioso, la excepcional Maria Popova, en su blog Brain Pickings, que debería ser diaria lectura obligatoria, ofrece aquí una muy completa lista del canon de consejos de los escritores sobre este arte, oficio, vicio o locura de escribir.
Redacto esto sobre la escritura tras haberme despertado con la noticia de la muerte de John Ashbery. Sobre él escribiré en una próxima entrega pero quería al menos mencionarlo en esta columna y el epígrafe que he escogido refleja algunas ideas sobre la escritura que se resumen en ésta, aplicable también a la lectura: cada quien interpreta con base en su experiencia.
Y eso me da pie al tema que realmente quería explorar para esta columna: el magnífico y breve libro Devotion (Yale University Press, 2017) de Patti Smith, que forma parte de la serie Why I Write de la Universidad de Yale, y donde la autora dedica 93 maravillosas páginas a no responder la pregunta de por qué escribimos –o al menos por qué escribe ella– lo cual de por sí ya es una fuerte respuesta a esta cuestión.
Devotion es en realidad un tríptico a partir de un viaje de Patti Smith a Francia que comienza con How the Mind Works, brevísimo texto sobre la elección de una biografía de Simone Weil como compañera de viaje, y concluye con A Dream is not a Dream, en el que Patti Smith pasa la última etapa de su viaje en la casa y en la habitación de Albert Camus y donde tiene la oportunidad, la maravillosa oportunidad, de revisar minuciosamente el manuscrito de El primer hombre, la obra final de Camus encontrada con él tras el accidente automovilístico en que murió junto con su legendario editor Michel Gallimard, quien también perdió la vida.
En medio de estas dos pequeñas joyas está Devotion, un cuento donde Patti Smith responde de manera más directa y literaria a la pregunta sobre por qué se escribe, sin siquiera mencionar la escritura: Devotion es la historia de una bailarina, dulce y trágica a la vez, donde el planteamiento central es que se hace arte porque no se puede vivir de otra manera, se hace arte porque nos faltan muchas cosas que, irónicamente, a través de su ausencia o carencia definen quiénes somos y por qué estamos aquí.
Patti Smith lucha a muerte con el reto de definir y explicar por qué escribe: le cuesta porque la respuesta final es que no sabemos, sino que hacemos, y hacemos a partir del drama y el desgarro de no saber realmente por qué, y de la trágica iluminación de saber que no puede ser de otra manera (y como escribir, pintar, componer música, esculpir, filmar, bailar, actuar).
Precisamente en la parte final del tríptico, Patti Smith habla del canon: menciona a Virginia Woolf y su habitación, a Marguerite Duras y su casa, a Dylan Thomas y su cabaña. En ese sentido, nos dice que escribir es estar en un lugar específico, creado por nosotros, para encontrar ese aislamiento en donde sólo podemos escuchar nuestra voz. En ese sentido, su respuesta remite al planteamiento de Ashbery sobre la poesía: escribimos y leemos desde la experiencia, y esa es única e intransferible.
“Debemos escribir, inmersos en una miríada de luchas, como si domásemos a un terco potro. Debemos escribir, pero no sin un esfuerzo constante y una ración de sacrificio: para canalizar el futuro, para volver a visitar la infancia, y para refrenar las locuras y horrores de la imaginación para una raza latente de lectores”.
Es una respuesta dolorosa, un parto, un sacrificio; la gestación de algo que no acallará los demonios pero que, para Patti Smith, constituye un llamado a la acción. Ella se involucra en el texto, en lo creado. Lo expulsa de sí, pero no lo deja ir. Es un sueño que no concluye al despertar.
“¿Cuál es el sueño? Escribir algo bueno, algo que sea mejor que yo, y que justifique mis aflicciones e indiscreciones. Para ofrecer prueba, a través de un batidillo de palabras, de que Dios existe… ¿Por qué escribo? Mi dedo, como una pluma, traza la pregunta en el aire vacío. Un enigma conocido que existe desde la juventud, aislarse del juego, de los amigos y del valle del amor, ceñida de palabras, un pulso por fuera. ¿Por qué escribimos, irrumpe el coro? Porque no podemos nada más vivir”.
Gerardo Cárdenas es autor de A veces llovía en Chicago (2011), del poemario En el país del silencio (2015) y de la obra de teatro Blind Spot (2014), publicada por Literal Publishing. En 2015 obtuvo el premio Nuevas Voces de Repertorio Español. Es editor de la antología de relato breve en español de Estados Unidos Diáspora, de próxima publicación. Su poemario Twitter: @elgerrychicago
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Posted: September 10, 2017 at 3:19 pm
Gracias por tu articulo…despertarse mi interés por retomar la escritura.