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Hay miedo.¿Por qué?

Hay miedo.¿Por qué?

Ramiro Villapadierna

No hace nada que se pedía un acercamiento de la Unión Europea a Turquía para así moderar la autoridad imperiosa del actual presidente. Ahora, se urge a la UE parar la deriva islamista del mismo presidente Erdogan.

Ello sugiere un enfoque distinto al frecuente y es que, ¿se ha radicalizado el islamismo? O bien, ¿se ha islamizado el autoritarismo y el radicalismo? Hay crecientes ejemplos y algunos expertos antiterroristas trabajan ya en esta última posibilidad: la de un mundo más radicalizado.

Si algo es evidente en nuestro tiempo es una moción general radicalizante, que ha de tratarse ya separadamente: de Moscú a los EEUU, pasando por Turquía, Viena o Londres, por citar ejemplos muy diferentes: hay una juventud muy desafecta, cuando no un electorado maduro claramente molesto y radicalizado.

Y sucede igual en el hemisferio islámico y no hay ni que evocar las estampas del Beirut de los años 70, el Cairo, Kabul, Teherán o Estambul de décadas atrás… Basta pensar en Egipto, Siria o Turquía hace sólo 5 años. Pero, en términos relativos, ¿hay más radicalismo en esta “esfera musulmana” que en Occidente? ¿O sólo es más fácil etiquetar aparte que un noruego matando sin freno?

¿Qué está fallando, además de que haya un wahabismo de moda? En el nuevo “shocking-wahabism” ¿que atrae más al violento: el shocking o el wahabism?

Ha habido 108.000 víctimas de terrorismo desde 2001, de las cuales apenas sólo 420 en Europa; y de éstas, casi la mitad en Madrid. Entonces ¿cómo funciona el mecanismo del terror en un holandés o en un austríaco, que no ven ni un muerto al año? Y es obvio que funciona.

Por contra, España ha vivido sus 40 años de democracia rehén de la angustia terrorista y no ha surgido ningún partido radical. En EEUU hay miles de víctimas anuales de armas de fuego, con un coste de $229bn/año, y no se ha pasado una ley de protección del ciudadano.

¿Ideologizamos pues el miedo? Sí, es evidente.

Pero si desagregamos datos y comprobamos que cerca de 100.000 víctimas de las 108.000 mencionadas desde el comienzo del siglo, fueron musulmanas, y en países musulmanes, ¿es realmente Occidente el que está bajo amenaza terrorista? ¿Y si no lo está tanto, por qué es el tema recurrente de “la nueva política”?

Lo que sucede es que Occidente está en horas muy bajas, sumido en esa constante inquietud e infelicidad que Freud ya vio hace un siglo en La civilización y sus descontentos como fuente de una soterrada y recurrente necesidad de violencia. Hasta hace una década o dos, Europa y el Oeste eran un ejemplo a imitar, ansiado y copiado. Hoy ya no.

Europa y EEUU asisten sin duda a una radicalización no prevista por el “fin de la historia”; y el terrorismo, siendo una hydra letal y cambiante, sólo sería un efecto de esa violencia, pero no lo que más puede destruir a los Estados occidentales desde dentro, y para caso el citado de España, que padeció la violencia sin radicalización. 

Si el miedo occidental no se corresponde con los números ¿con qué se relaciona? A todas luces con un “Zeitgeist” desengañado y depresivo de comienzo de milenio y la consiguiente emergencia de una nueva clase política, una vez que el liderazgo clásico ha pasado al deporte o a la empresa.

Ésta, ignorante de los tecnicismos de la política de Estado, maneja empresarialmente a los electores como clientes, pero siendo al tiempo heredera de ése “si es caro, rómpelo” heredado del marxismo cultural: sean de derecha o de izquierda, creen que el sistema no son ellos y pueden estar más enfadados que otros.

No se debe minimizar jamás el miedo, pues es un motor social temible; ni con un optimismo niño, ni con un ventilador relativizador, a fin de difuminar el efecto de un escape letal como es el terrorismo: ambas cosas es lavarse las manos y demasiado caro ha salido en términos de ineptitud y cortoplacismo.

Pero se trata de considerar otro supuesto: el de que, si se resta la ideología acompañante –y no siempre precedente, como saben los expertos–, al terrorismo sólo le queda el terror ciudadano y éste suele partir de unas idénticas ganas de romper cosas y hacer daño a los demás.

La rabia, como el miedo, no tienen creencia, sino más bien las parasitan. ¿Ejemplo? Los miedos nacionalistas y de extremas derechas, antes de cebarse con los inmigrantes musulmanes, se cebaban con otro grupo cultural hoy tristemente desaparecido de Europa. Y Andreas Baader, como otros, eran matones antes de ser terroristas.

También es importante considerar que el terrorismo –nacido con la represión jacobina en Francia–, el que causa víctimas de verdad, no es el de un lobo solitario, ni el de esos anarquistas que mataban a reyes en la calle a comienzos del siglo XX, ni el de un redentor noruego psicópata o un tarado con un camión en Niza, sino, incomparablemente, el terrorismo de Estado: de la Revolución Francesa a Assad, pasando por Lenin, Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot y otros.

Las mayores oleadas de refugiados de la historia las ha producido este otro terrorismo. Como ahora. Y, por supuesto, si entre ellos no viene algún malo, raro sería. Pero ante la ansiedad no sirve de nada argumentar que hoy no hay más refugiados que hace 20, 30 o 60 años, ni que Europa vivió 50 años bajo la amenaza nuclear y salía a bailar cada sábado.

En los comienzos del siglo XXI nos encontramos con que, en las democracias occidentales, hay cuestiones nuevas, importantísimas, por resolver: de desafecto, enfado y hasta rabia, que no tienen directamente que ver con si los emigrantes pagan nuestras pensiones o consumen nuestro estado del bienestar. Pero el miedo no necesita afinar mucho con sus motivos.

Más gangrenante para las democracias supone descubrir que la mayor parte de la gente “no está en la política” y que, bastante más de un 10 por ciento, ya, abiertamente, dice no creer en la democracia. O cabe pensar si es que nunca le preguntaron antes.

Conocidas figuras de la nueva política cultivan ya a ese sector y cualquier peligro real o improbable les sirve para ello. Si tiene forma de camión o de avión, mejor. Prometen rehacer una civilización occidental, aunque ello requiera desmontarla antes.

Eso sí que es una amenaza real, en toda la línea de flotación de occidente.

*Foto de portada: AFP PHOTO / dpa / Andreas Gebert / Germany OUT

RamiroRamiro Villapadierna. Durante 25 años ha cubierto para distintos medios los acontecimientos más relevantes de Europa Central y del Este. Actualmente dirige el Instituto Cervantes en Praga.


Posted: July 27, 2016 at 10:13 pm

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