¿Qué es la libertad?
Mónica Maristain
Desde que me gusta el tenis y apareció Novak Djokovic yo fui hincha de él. Ni Federer ni mucho menos Nadal. Este último me parecía que adhería a las ideas conservadoras del Estado español, esas cosas por las que te gusta o no un actor, un deportista. No estás a favor de ETA ni de los que buscan la independencia de Cataluña, pero en tu cerebro, algo te dice que te deben caer simpáticos. Luego viene tu hermana y te dice que los que están a favor de la liberación de Cataluña piensan como los del PRO de Macri, que son ultraderechistas. En fin.
No estás a favor de ETA ni de los que buscan la independencia de Cataluña, pero en tu cerebro, algo te dice que te deben caer simpáticos. Luego viene tu hermana y te dice que los que están a favor de la liberación de Cataluña piensan como los del PRO de Macri, que son ultraderechistas.
Lo cierto es que mis simpatías obedecen a esos grados de reflexión sobre cada tema y sólo se limitan a andar más o menos por la sociedad, sin hacer daño a nadie. Elijo actor, elijo deportista, pero nunca doy un discurso sobre algún tema político y mucho menos pongo mensajes de odio en Twitter.
Este es un tema para alabar o maldecir a Novak Djokovic, porque es algo mío. Me interesa mucho el periodismo de deportes, veo deportes todo el día y tiendo en ellos a ser menos reflexiva que en mi vida común. Si veo Fórmula Uno, obvio que soy fan de Lewis Hamilton. Y si veo tenis, es Novak Djokovic mi as. A los competidores los veo como serios rivales, entrenados por Joel Coen para La tragedia de Macbeth. Alguien tirará por la escalera a mi amado deportista y poco podré hacer frente al lamento de los dioses: algo pasará en el horizonte negro. Lo tenga o no determinado.
Esa es mi manera de ver deportes y no creo que nadie tenga que criticarme. Cuando empecé con el periodismo, claro, no quise hacer futbol, por esa mente un tanto cerrada mía, por ese corazón galopando infinitamente, por ese recordar a mi padre, cuando en la madrugada me levantaba para ver a Lole Reutemann o a Carlos Monzón.
EL HÉROE DE LOS BALCANES
Empecé a llamar a Novak Djokovic El héroe de los Balcanes. Además de ser un gran tenista, me divertía muchísimo.
El serbio, nacido el 22 de mayo de 1987 en Belgrado, no solía medirse y su pericia deportiva era a menudo condimentada con acciones absurdas, casi siempre cómicas, muchas de las cuales lo han llevado a ganarse un lugar extra en el corazón de los aficionados al deporte blanco.
Cómico es, por ejemplo, que se ponga una peluca rubia y para promover una de sus nuevas raquetas, imite a la tenista rusa Maria Sharapova, con quien, en un momento, breve por cierto, la prensa lo ligó sentimentalmente.
Es hilarante cuando se arregla los calzones en plena pista, imitando el gesto habitual de su máximo rival, el español Rafa Nadal. O cuando hace los gestos de autista de John McEnroe o ensaya una reverencia frente al mejor jugador de futbol del mundo, Diego Maradona, quien dibuja fintas de balompié con la pelotita amarilla de tenis en el encuentro que ambos fenómenos deportivos mantuvieron en Dubai.
“Diego juega mejor al futbol que yo al tenis”, escribirá un rato más tarde en su cuenta de Twitter, quedando la mar de simpático con el astro sudamericano, aunque todos sepamos que esa aseveración no es del todo cierta. Probablemente, Novak sea al tenis contemporáneo lo que fue Maradona al futbol del pasado reciente.
Claro que Novak, esa tromba de sentimientos sin cortapisas que fluye como un huracán en los courts del mundo, a veces llora. Y cuando lo hace es por motivos tan serios como la polémica independencia de Kosovo.
Fue durante su participación en un torneo en Dubai, cuando el número uno del mundo reaccionó con emoción desbordada ante la toma de la ciudad serbia por parte de los albaneses, hecho acontecido el 17 de febrero de 2008.
“Nos quitan todo lo que tenemos”, dijo el apodado “Nole”.
“Mi padre nació ahí, mi tío nació ahí, la mayoría de mi familia vivió durante 30 años allí. Estuve allí visitando muchas veces las iglesias. No puedes imaginar la cantidad de iglesias, monumentos y sitios históricos que hay allí. No puedo pensar en Kosovo siendo otro país que no sea Serbia”, remató Novak.
Y al decir “Kosovo es Serbia”, se unió a las voces de muchas de las figuras de la cultura de esa región, como el afamado cineasta Emir Kusturica y el basquetbolista Dejan Bodiroga, para quienes la ciudad separatista tarde o temprano volverá a “su origen natural: Serbia”.
Con 34 años, no es un hombre particularmente interesado por la política, pero si naciste en Los Balcanes, la política es algo que en tu vida será referencia inevitable. ¿Cómo no serlo cuando eres niño, entrenas para convertirte algún día en tenista profesional y a tu alrededor silban las balas, tu país está en llamas y en el horizonte sólo puedes ver avanzar decenas de tanques de guerra?
Las bombas que las fuerzas de la OTAN hicieron estallar en Belgrado en aquel marzo fatídico de 1999 fueron la mise en scène donde el olor a pólvora, las manchas de sangre y los edificios desmoronados marcaron la infancia del que hoy es considerado uno de los mejores deportistas del mundo.
LA PIZZA QUE NO COME
Hijo de pasteleros y pizzeros, el mayor de tres hermanos varones, Novak no quiso ser como su padre, un eximio esquiador y a los cuatro años ya despuntaba su vicio mayor en el Tennis Club de Belgrado, al tiempo que a aquellos que le preguntaban qué iba a ser cuando grande, respondía: “El número uno del mundo”.
Un cambio en la dieta le permitió ser precisamente el mejor tenista del mundo.
Su salud impecable tiene también un nombre y un apellido: Igor Cetojevic, un doctor recibido en la Universidad de Sarajevo y acupunturista, adorador de la medicina tradicional china que cambió por completo los hábitos alimentarios de Novak, al descubrir que el tenista había nacido celíaco.
Su salud impecable tiene también un nombre y un apellido: Igor Cetojevic, un doctor recibido en la Universidad de Sarajevo y acupunturista, adorador de la medicina tradicional china que cambió por completo los hábitos alimentarios de Novak, al descubrir que el tenista había nacido celíaco.
Djokovic no come pan, ni pizzas, ni pastas, lo que resulta una ironía teniendo en cuenta que sus padres se han ganado la vida haciendo pan, pizzas y pastas. A cambio, engulle grandes porciones de pescado crudo, pollo, soja y es todo un experto en sushi.
Ama el futbol, los videojuegos, el karaoke y las redes sociales. El orden de estas aficiones es indistinto, aunque podría vivir sin todas ellas, menos sin la posibilidad de tomar un micrófono imaginario y seguir los acordes de su canción favorita.
¿Quién, viendo jugar a Nole, observando su agónica voluntad de magia cuando es el cuerpo que a cada paso le dice: no va más, para ya, puede no dejarse caer en la tentación de cazar al vuelo la máxima hipérbole y decir, con casi toda la gente que lo mira: gloria al campeón que hace más bello el mundo en que vivimos?
Como un aficionado al flamenco que hubiera visto cantar a Camarón de la Isla, Nole se arranca la camisa al final del Open de Australia y se hace cargo de la leyenda que ha sabido construir a fuerza de golpes y de un instinto de supervivencia fascinante y prácticamente inimitable.
La gloria que recibe la devuelve en obras humanitarias, como la creación en 2007 del Fondo Humanitario Novak, por medio del cual compró ambulancias para los hospitales de Kosovska Mitrovica y Brus, un terreno para el monasterio de Gracanica y la asistencia alimentaria y educativa para miles de niños huérfanos en Serbia. Novak es, además, embajador de UNICEF y en los tiempos libres protagoniza partidos de exhibición para recaudar fondos para Haití y Japón, entre otros.
En Serbia lo adoran, como es de esperar, al punto que quieren poner su rostro en los billetes de 2 mil dinares. No. No es broma. “Estudiaremos la propuesta”, dijo muy serio el director del Banco Nacional de Serbia.
Pero también lo quieren otros pueblos de los Balcanes y hay quienes se aventuran a instituirlo como factor de unidad entre las diferentes etnias que mal conviven en lo que fuera la antigua Yugoslavia.
El año pasado, en una ceremonia organizada por el periódico en la capital de la Republika Srpska, la entidad de los serbios de Bosnia, Djokovic recibió el premio de personalidad 2011 elegida por los lectores.
“Me siento como el representante de todos los pueblos de la ex Yugoslavia y quiero decirlo aquí, en Banja Luka”, dijo Djokovic citado por el periódico local Nezavisne Novine.
“El deporte realmente une a la gente. Los habitantes de Bosnia demostraron que me quieren, que les gusta el deporte y que respetan los éxitos deportivos”, dijo el serbio, quien sólo tenía cuatro cuando desapareció la ex Yugoslavia en 1991.
Las seis antiguas repúblicas yugoslavas (Bosnia, Croacia, Macedonia, Montenegro, Serbia y Eslovenia) son hoy países independientes.
EL GRAND SLAM QUE NO HA GANADO
Ha ganado todos los torneos de Grand Slam y, sin embargo, ha perdido en su lucha contra la humanidad.
Precisamente, el Abierto de Australia comenzaba a conformar otro récord para él: era el décimo campeonato que iba a ganar y comenzaba como siempre a ser victorioso en una cancha tan difícil e iba a hacer que todos lo miráramos. Es decir, que el mundo lo mirara.
Sin embargo, su prédica antivacunas y sus posteriores actitudes, poniéndose en víctima, mintiendo, hizo que el tenis adquiriera lo que siempre uno sospecha: los jugadores son como niños, que no admiten un no como respuesta y que esa figura alternativa que ocupaba Novak Djokovic fuera como el personaje en el que se convertía Jekyll. Ese señor Hyde que bramaba en las canchas de entrenamiento, mientras en muchos países los enfermos por el virus se morían, parecía ser una caricatura de sí mismo.
Hugo Porta, el gran jugador de rugby de la Argentina, un héroe de otros tiempos, decía que cuando empezó a jugar al tenis –era hijo único- sintió que si no cambiaba de deportes iba a ser el mundo muy pequeño para él. Que la vida misma iba a tener la dimensión de una cancha de ladrillo.
“Cuando el bien común es lo que está en juego, el bien individual debe someterse a éste pues las personas estamos insertas en algo mayor a nosotras mismas que se llama sociedad y no se trata de enfrascarnos en la arcaica discusión sobre si el bien individual debe prevalecer sobre el bien común o viceversa, pues en realidad este es un falso dilema porque en el momento en que se entiende que, velando por el bien común, dado que yo estoy inserto en éste (me guste o no), velo también por mi propio bien y que velando por mi propio bien lo hago también por el común, la aparente contradicción queda desmantelada”, dice la doctora María Elizabeth de los Ríos Uriarte, profesora e investigadora de la Facultad de Bioética de nuestra Universidad Anáhuac México.
“Sus tretas y subterfugios para tratar de entrar en Australia a pesar de no estar vacunado han puesto en vilo a la opinión pública mundial. Lo han hecho mucho más famoso de lo que ya era, pero también mucho más impopular”, ha dicho el director de El Español, Pedro J.Ramírez.
“Hay valores superiores que nos conciernen a todos. La repercusión mundial de esta polémica, acorde con la incidencia global de un virus, que no respeta fronteras terrestres, marítimas o aéreas, es la última prueba de que la comunidad internacional debe dotarse de unas reglas uniformes y de unos órganos capaces de aplicarlas en todo el orbe”, agrega.
Es en este punto que deberíamos decir: ¿Qué es la libertad?
“Hay una cosa que une a Kirk Douglas con Novak Djokovic: los dos descubrieron que el tenis es hermoso. Hay otra que los diferencia: Kirk Douglas es, para siempre, Espartaco; Novak Djokovic, no.
El extraordinario tenista serbio no está vacunado contra el coronavirus, las autoridades nacionales de Australia –como buena parte del planeta– sostienen que vacunarse es imprescindible, los procedimientos administrativos y las políticas migratorias multiplican claroscuros, el tenis es un deporte y es un negocio y todo eso desató un conflicto del que la Tierra es testigo. Srdjan Djokovic, el papá del campeón, lo defendió con ardor. Tanto que afirmó que su hijo constituye un nuevo líder del mundo libre. O sea –textual de Srdjan Djokovic–, un Espartaco de este tiempo”, escribió el célebre periodista de deportes y escritor Ariel Scher.
“Espartaco fue el líder de la más resonante rebelión contra el Imperio Romano, un señor que se le plantó a los poderosos de la época y les sacudió el piso hasta que lo asesinaron en el 71 antes de Cristo después de años de luchas que conmueven hasta ahora, un esclavizado oriundo de Tracia que peleó para que ninguna persona y ningún pueblo fueron víctimas del sometimiento y que entendió que esa y muchas peleas son y deben ser colectivas.
A Espartaco y a Srdjan Djokovic (y, por extensión, a Novak Djokovic) los distancia, entonces, no sólo una colección de siglos. También la concepción sobre qué es la libertad.
Por eso Espartaco no es Djokovic. Y sí lo es el personaje que encarnó Kirk Douglas”, remata.
“He visto cómo, a través del poder de la oración y de la gratitud, la gente consigue convertir la comida más tóxica y el agua contaminada en las más curativas. Es así: el agua reacciona a nuestras emociones, a lo que decimos”.
“He visto cómo, a través del poder de la oración y de la gratitud, la gente consigue convertir la comida más tóxica y el agua contaminada en las más curativas. Es así: el agua reacciona a nuestras emociones, a lo que decimos. Tenemos que sentarnos sin cámaras, sin móviles, sin ver cosas, y no tener discusiones conflictivas con los más cercanos cuando estás en la mesa. Mi abuelo muerto siempre estaba muy callado en la mesa… y antes no lo entendía”. Son palabras de Novak Djokovic.
“En Serbia ha comenzado la carrera por convertir a su ídolo en un perseguido. Su padre ya le ha comparado con Jesucristo y con Espartaco. El presidente serbio acusa a Australia de atacar a Serbia porque “Nole –nombrado Héroe Nacional desde 2014– es Serbia”. Su polémico neumólogo de cabecera ya ha anunciado que piensa presentarse a las elecciones y son muchos los que ven en este martirologio el lanzamiento de la campaña de Djokovic a la política cuando se retire del tenis. Algo que, a sus 34 años, está cerca”, dice en su columna de opinión de Voz Pópuli, Alberto Pérez Giménez.
“Yo he tenido Covid y me he puesto dos dosis de la vacuna. Si te vacunas no tienes ningún problema en jugar aquí. Eso es lo único que está claro. En mi opinión el mundo ha sufrido ya bastante como para no seguir las reglas”, ha expresado Rafael Nadal, que ojalá gane el Abierto de Australia.
Mónica Maristain (Concepción de Uruguay, Argentina). Editora, periodista y escritora. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales como Clarín, Página 12, La Nación y la revista Playboy. Ha sido colaboradora en las agencias EFE y DPA. En 2010 publicó “La última entrevista a Roberto Bolaño y otras charlas con grandes autores” . En n 2011, coordinó la antología El último árbol. Cuentos de navidad. El hijo de Míster Playa fue publicado originalmente por Almadía en 2012. Su título más reciente es Antes, poema largo editado por Literal Publishing en 2017.
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Posted: January 18, 2022 at 9:07 pm