Current Events
Como anillo al dedo
COLUMN/COLUMNA

Como anillo al dedo

David Medina Portillo

La derecha perdió el monopolio de la mentira del mismo modo que la izquierda perdió el de la virtud y la compasión. La observación es de Jean-Jacques Courtine, profesor de la Sorbona y prologuista de una edición en francés de The Art of Political Lying, obra atribuida a Jonathan Swift aunque el autor es John Arbuthnot, amigo de Swift y su cómplice del Scriblerus Club. L’Art du mensonge politique [El arte de la mentira política] es, en efecto, una secuela de la “noble mentira” platónica y de la razón de Estado maquiavélica. Como se ve, la imaginación autoritaria cuenta con una intelectual y dilatada prosapia.    

Sin embargo, lo interesante en este caso es que Jean-Jacques Courtine coloca en el mismo plano del autoritarismo a la “mentira democrática”, indistinguible ya de la verdad efímera (fast truth) que Baricco destaca como la jugosa aportación de la revolución digital: “Como dijera con acierto Tocqueville, la democracia acaba siempre igualando las condiciones. Abolidos todos los privilegios, la mentira se ha democratizado. Humilde, ya no aspira a perpetuarse en la historia. Ha tenido que aprender a coexistir. La mentira democrática es efímera, ecléctica, postmoderna. Liberada de las cortapisas morales de otrora, vivificada por una ética mínima e indolora, la mentira se ha difundido sutilmente a lo largo y ancho de la vida pública. Se han conseguido así importantes progresos en la siempre delicada elaboración de falsedades saludables: la distinción entre verdad y mentira resulta cada vez más compleja. ¿Información o intoxicación? Ya nadie sabe distinguirlas. Quizá estemos aproximándonos a ese estado ideal en el que el discurso político conseguirá, por fin, deshacerse del fantasma de la verdad, que cual atávico remordimiento a veces aún lo persigue”. 

No es ninguna novedad señalar que no sólo la política autoritaria y totalitaria recurren a la falsedad sistemática: tras la frecuente simbiosis de política y propaganda, la confusión entre verdad y mentira amenaza con vaciar las fuentes de credibilidad y consenso en las democracias modernas. Sin embargo, el distintivo contemporáneo es que la verdad tanto como la realidad que la sustenta se han vuelto no solo maleables y manipulables sino un artículo más sujeto a los procesos y leyes de producción. La verdad y la realidad son una construcción social, dice el manual de usuario posmoderno. Construcción o producción. La diferencia entre ambas puede resultar decisiva. Las reglas de la primera exigen procesos históricos colectivos antes de transformarse en una convención. El segundo, en cambio, respondería a necesidades más bien utilitarias e inmediatas: las estrategias coyunturales del poder.                     

Poco antes de las elecciones y en entrevista con Bob Woodward (el editor de The Washington Post que, junto con Carl Bernstein, destapó en su momento Watergate), Donald Trump aceptó haber minimizado intencionalmente la gravedad de la pandemia: “Esta será la mayor amenaza de seguridad nacional que enfrentará su presidencia —alertó a Trump su asesor de seguridad nacional, Robert C. O’Brien—. Va a ser lo más duro que enfrente”. Pese a dicha advertencia, el 19 de marzo Trump le confiaba a Bob Woodward: “Siempre quise restarle importancia […] Todavía me gusta restarle importancia, porque no quiero crear pánico”.

Por su parte, en México y de acuerdo con datos de Verificado.com, en los primeros diez meses de conferencias matutinas (de diciembre de 2018 a septiembre de 2019), seis de cada diez afirmaciones de Andrés Manuel López Obrador eran mentiras o verdades a medias. La situación no mejoró al siguiente año con el arribo de la pandemia que, hasta la fecha, supera el millón de casos con más de 100 mil decesos reconocidos oficialmente, lo que coloca al gobierno del país entre los más deplorables en el manejo de la crisis. 

Las cifras comparativas son contundentes: mientras que EEUU cuenta con 11 millones de contagios y cerca de 250 mil decesos, México ronda los 100 mil con apenas un millón de contagios. En términos redondos y según el reporte de la Organización Mundial de la Salud, por cada 100 contagios muere un promedio de 10 personas en México, mientras que en Estados Unidos la cifra es de 4 por cada 100 contagios.  

Siguiendo una lógica idéntica a la de Trump, desde finales de mayo el discurso oficial de López Obrador fue el de que la pandemia se había “domado” y, a partir de entonces, no sólo minimizó sino que se desentendió abiertamente de la emergencia sanitaria responsabilizando directamente a la población por posibles “rebrotes”, decisión que refrendó en su reciente participación con líderes del G20 y ante el duro reporte de El País, que calificó a México como “un país roto”.

Según Swift (o más bien, John Arbuthnot) la mentira política es “el arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables con un buen propósito”. Resulta factible suponer que en los ejemplos citados tanto Trump como López Obrador albergaron nobles intenciones que el tiempo (menos de un año) ha contrariado obligándolas a ceder bajo el peso necio de la realidad. Esas loables intenciones pertenecerán a la especulación sin nada que las respalde como razonables. En cambio, las decisiones políticas que continuaron restándole importancia a la crisis han tenido repercusiones cada vez más graves e inocultables para cualquiera, menos para ellos. 

Tiene razón Jean-Jacques Courtine al decir que la mentira no es un atributo exclusivo de la derecha del mismo modo que la izquierda no puede presumir el monopolio de la virtud y la compasión. La Nueva Derecha y la Nueva Izquierda tanto como sus inusitados engendros bajo la izquierda neopopulista, pueden vanagloriarse de haber liquidado al fin el fantasma de la verdad, esa verdad que como “atávico remordimiento” presidía hasta hace poco el ejercicio del poder político. 

Cierto: Trump acaba de perder las elecciones. No obstante, el daño al discurso público está hecho: del mismo modo que para su homólogo mexicano Andrés Manuel López Obrador, la crisis sanitaria que puso a prueba sus capacidades en el buen gobierno sólo sirvió para mantener por encima de todo su criminal concepción de la política como confrontación. En este sentido, la pandemia les cayó como anillo al dedo.

 

David Medina Portillo. Ensayista, editor y traductor. Editor-In-Chief de Literal Magazine. Twitter: @davidmportillo

 

 

©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.

 


Posted: November 22, 2020 at 2:33 pm

There is 1 comment for this article
  1. Alex at 10:50 am

    Se olvida una variable, no sé si con intención, el deplorable estado del sistema de salud en #México, un gran factor, otra las enfermedades crónico degenerativas…

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *