La literatura y el éxito
Gisela Kozak Rovero
El reciente Premio Cervantes del poeta Rafael Cadenas lo ha convertido en una figura de referencia en Venezuela, incluso para gente que no tiene nada que ver con la literatura y, más específicamente, con la poesía. Se viralizan vídeos de jóvenes que solicitan apoyo para candidatear a Cadenas al Nobel de literatura, un fenómeno conmovedor por lo que significa como identificación con la figura de un poeta, suerte de emblema nacional de un país devastado. Cadenas nunca ha sido dado a la figuración pública; sus numerosos e importantes premios lo encuentran siempre agradecido, sin las tentaciones tan humanas de la vanidad, consciente de su responsabilidad con la lengua española cuyo destino ha sido motivo de sus desvelos ensayísticos. Comprometido con la democracia, Cadenas aprovecha las ocasiones públicas que se le presentan para defender este sistema político, hoy vapuleado por los extremos ideológicos. Cadenas es un hombre heredero de la modernidad, muy crítico con ella pero sumergido hasta los tuétanos en su espíritu cuestionador y de sorpresa ante el desencantamiento del mundo.
No cabe duda de que Cadenas es el escritor más exitoso de Venezuela en cuanto a grandes reconocimientos internacionales y en cuanto al respeto de los conocedores; apenas le falta el Nobel de literatura. Igualmente, interviene, a su modo extremadamente discreto, en los asuntos públicos. Sin embargo, no hay que llamarse a engaño: la poesía no conecta con las sensibilidades como lo hizo en el siglo XX con figuras al estilo del siempre controvertido Pablo Neruda. En mi infancia oí a personas analfabetas muy mayores recitar al poeta venezolano Andrés Eloy Blanco de memoria, prueba de que la poesía llegaba a la gente, todavía acostumbrada a la rica tradición oral popular que el compositor y cantante venezolano Simón Díaz llevaría al mundo del disco, de la televisión y de la radio. El éxito tiene sin duda que ver con el público, a despecho de la moderna ambición de ejercer la magia de la autenticidad y de la originalidad desde el escondite y la restringida circulación. La canción popular es la poesía de nuestro tiempo, como ya todos sabemos, y con el perdón por el lugar común.
¿Vale la pena escribir sin recibir premios? Por supuesto que sí, nadie en su sano juicio escribe para recibir premios; los premios vienen por añadidura y son bienvenidos y convenientes para abrir la puerta a una ambición de cualquier escritor o escritora: tener tiempo para escribir sin las solicitaciones constantes de la vida práctica. En el caso de los poetas se establece una delicada red de lectura internacional, una suerte de culto secular que une a hombres y mujeres de muy diversas procedencias en una misma voluntad de escribir para leerse entre sí y llegar a círculos que se repiten de país en país. El contraste no puede ser mayor respecto a otros géneros; la narrativa requiere de lectoría porque de lo contrario muere al nacer. Está mucho más atenida a las lógicas de mercado que la poesía; en cuanto al drama, clave en la historia de siglos de la literatura, se ha unido con el destino de su representación, como de hecho ocurría con los trágicos griegos y con Shakespeare. La circulación de la narrativa exige que todos los eslabones -editores, librerías, plataformas de venta, medios, redes sociales, ferias del libro, crítica- funcionen adecuadamente. Sí la editorial está en España, México y Argentina es muy conveniente; sí es una transnacional o muy conocida en su nicho específico -caso de la editorial Páginas de espuma con el género cuento- es más conveniente todavía. Ni hablar de las traducciones y premios. Éxito el de Karina Sáinz Borgo y Maria Enriquez; o el de Rodrigo Blanco Calderón y Benjamin Labatub. Público y crítica, público o crítica, el resultado es el mismo: éxito. Lo cual significa invitaciones, dinero (probablemente menos que en otras épocas dada la piratería generalizada) y reconocimiento. El ensayo tiene un destino semejante en cuanto a editoriales importantes, libros traducidos, invitaciones: Irene Vallejo, Yuvan Noah Harari, Moisés Naim, Carlos Granés cultivan este género a caballo entre la voluntad de estilo (literatura), la reflexión (cercanía al ámbito universitario) y la comunicación.
Finalmente, el éxito es reconocimiento, más allá incluso del siempre bienvenido bienestar financiero. Para ganar plata es preferible dedicarse al cine o la televisión o, mejor todavía, construir universos míticos al estilo de George Martin, Suzanne Collins o Joan Rowling; incluso se puede ser un escritor básico y convertirse en millonario, como bien lo supo siempre el inefable Paulo Coelho, cuyo talento para entender el mercado lo convierte, sin duda, en un caso de descomunal éxito. Su ascendencia en tanta gente roza mis límites éticos; se trata de un proyecto literario que se mezcla descaradamente con la religión y la autoayuda.
La ética no deja de ser un tema en la literatura, todavía levemente encandilada con la idea del escritor como voz legitimada para intervenir en la vida pública. El reconocimiento y la ética tienen una relación difícil. ¿Debe el escritor o la escritora someterse a las exigencias editoriales, de la crítica y de la lectoría al punto de que intervengan abiertamente en su trabajo? ¿O debe ser fiel a su propio proyecto, desde una postura de convencimiento personal basada en valores hoy tan impopulares como la audacia estética, la postura estoica de preservarse ante las alegrías efímeras de la fama y la frugalidad como receta que salva de las debilidades materiales? ¿Qué legitima esta ética en un mundo como el de hoy, inundado de objetos para el consumo, de placeres que llenan los sentidos, de bellezas reflejadas en el mundo audiovisual y digital? ¿Acaso, y lo digo como venezolana víctima de una revolución socialista en las manos de Alí Baba y sus cuarenta ladrones, no es la seguridad material la única fuente real de sosiego, alejados como estamos de la represión religiosa, la tiranía (a veces tan anhelada) de lo comunitario y el estímulo a conductas no ligadas a la satisfacción material primaria? ¿Alguien piensa en el honor, la dignidad, la altivez y el orgullo en términos de virtudes?¿O la principal virtud ahora es la (auto) compasión y la condición preferente la de la víctima? Tal vez lo mejor que pueda ocurrirle al escritor o escritora de esta época es interpretar su tiempo, no enfrentarlo. Aquella asincronía entre la escritura y la lectura ya no tiene sentido: los Proust o las Garro de hoy no serán descubiertos por la posteridad, pasarán desapercibidos si no entroncan con su presente.
¿Por qué escribo si no soy una escritora exitosa, con libros en grandes editoriales, premios y traducciones?
Una respuesta cínica: me pagan por hacerlo.
Una respuesta hedonista: es lo que más me gusta hacer.
Una respuesta neurótica: ¿qué más quieren que haga?
Una respuesta con suspiro incluido: tenía un editor estupendo en Venezuela, Ulises Milla, dueño de las editoriales Alfa y Punto Cero, pero nos llevó la historia por delante, para decirlo con una cursilería.
Una respuesta mezquina: ya estoy vieja, que salgan el libro que escribo y dos que están esperando y que probablemente se publicarán.
Una respuesta humorística: no me importan los lectores, la fama o el dinero, escribo para mí.
Una respuesta estoica: ¿y a quién le importa si yo escribo o no? Es mi deber.
Una respuesta del romanticismo alemán: me resulta inevitable y moriría si no lo hago. Mentira, preferiría darle la vuelta al mundo.
¿Es lo mismo ser una escritora no exitosa que una escritora fracasada?
No es lo mismo. A una escritora fracasada no la publican en Literal ni Letras Libres.
Gisela Kozak Rovero (Caracas, 1963). Activista política y escritora. Algunos de sus libros son Latidos de Caracas (Novela. Caracas: Alfaguara, 2006); Venezuela, el país que siempre nace (Investigación. Caracas: Alfa, 2007); Todas las lunas (Novela. Sudaquia, New York, 2013); Literatura asediada: revoluciones políticas, culturales y sociales (Investigación. Caracas: EBUC, 2012); Ni tan chéveres ni tan iguales. El “cheverismo” venezolano y otras formas del disimulo (Ensayo. Caracas: Punto Cero, 2014). Es articulista de opinión del diario venezolano Tal Cual y de la revista digital ProDaVinci. Twitter: @giselakozak
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Posted: May 3, 2023 at 8:42 pm