Essay
POSTALES DEL ABISMO

Postales del abismo

Sergio Missana

Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo, afirmó Frederic Jameson. Hoy parece tratarse de alternativas excluyentes.

El cambio climático se manifiesta hoy en múltiples frentes: eventos climáticos extremos, sequías y desertificación, derretimiento de glaciares y del hielo en los polos, cambios en los patrones de precipitación, acidificación de los océanos, mega incendios. Una manera de considerarlo es en términos del llamado “nicho de temperatura humano.” Co-evolucionamos junto a las plantas y animales que nos sirven de alimento en un rango de temperatura que se mantuvo estable durante milenios. Desde la invención de la máquina a vapor, la temperatura global ha aumentado 1.2°C. La comunidad científica estima que durante la segunda mitad de este siglo alcanzaremos los 3 grados. En la actualidad, existen zonas en el desierto del Sahara equivalentes al 1% de la superficie terrestre mundial en que hace demasiado calor para la ganadería o la agricultura y en las que los seres humanos no pueden sobrevivir sin aire acondicionado, zonas que permanecen deshabitadas. Estudios científicos estiman que, con una temperatura global de 3°C por encima de los niveles preindustriales, 19% de la superficie terrestre se va a volver inhabitable por el calor, un área en que hoy viven 2 mil millones de personas. Ello significaría hambrunas, guerras, migración en una escala nunca vista y, en definitiva, el colapso de la civilización.

Los combustibles fósiles son responsables del 70% del problema (el resto equivale principalmente a deforestación y prácticas agrícolas no sostenibles). Las energías renovables están creciendo en todo el mundo, pero no han ido acompañadas de un decrecimiento de las emisiones, sino que vienen a satisfacer un crecimiento de la demanda energética. La paradoja de la crisis climática es que es tecnológicamente fácil de detener: bastaría con construir generación renovable a gran escala junto a infraestructura de transmisión continental e intercontinental. Los recursos son prácticamente infinitos. La energía solar que llega a la Tierra en una hora bastaría para mover la economía mundial durante un año. El nuevo sistema energético sería más barato y equitativo que el actual. Pero el mundo político –en parte por corrupción y en parte por inercia burocrática– no acaba de aquilatar la gravedad de la crisis. Excepto por algunas naciones isleñas en riesgo de desaparecer bajo las olas, ningún país se ha propuesto seriamente dejar atrás los combustibles fósiles.

El último rayo de esperanza radica en lo que los climatólogos llaman “presupuesto de carbono”, la cantidad que aún podemos arrojar a la atmósfera sin trasponer el umbral de los 1.5°C: si dejáramos de emitir gases de efecto invernadero –gracias al efecto de los océanos–, la temperatura del planeta se estabilizaría en poco tiempo. Al actual ritmo de emisiones, ese presupuesto se habrá agotado durante esta década. La ventana de oportunidad se está cerrando de golpe.

Pero el discurso científico y la realidad política no se intersectan. Las negociaciones climáticas han sido un sostenido fracaso, una larga muerte anunciada. El Acuerdo de París logró un hito histórico: proponer una meta de 1.5°C que no debiéramos superar. Pero los compromisos voluntarios de los países de reducir emisiones, en el caso improbable de que se cumplieran a cabalidad, nos sitúan en una trayectoria por encima de los 3°C. En la cumbre del clima de Glasgow, en que esos compromisos debían revisarse para inyectar mayor ambición, se acordó incrementar las emisiones en 16% entre 2021 y 2030.

En 2019, la industria de los combustibles fósiles representó el 3.8% del PIB mundial. Se trata de una industria gigantesca, poderosísima, que en Estados Unidos tiene en su bolsillo al Partido Republicano. Pero es un magro porcentaje para dejarnos conducir por la carretera al infierno.

Gobiernos y corporaciones han asumido con entusiasmo la idea de “carbono neutralidad”, que es una burla. Por una parte, en muchas instancias se declara esa meta para mediados de siglo, lo que en la práctica significa que uno no tiene que hacer absolutamente nada para alcanzarla. Por otra, la carbono neutralidad no implica cero emisiones, sino que permite seguir quemando combustibles fósiles y contrarrestar esas emisiones con captura y almacenamiento de carbono a gran escala, en base a tecnologías que aún no se inventan.

El mundo político asume el cambio climático como un problema (entre muchos). No hay un sentido de urgencia correspondiente a la gravedad de lo que se nos viene encima. Como ha señalado Greta Thumberg, las élites se niegan a asumir la crisis climática como una crisis.

Evolución ética

Se avecina un cambio de época, marcado tanto por un giro político como ético. En el plano político, nos encontramos atrapados en un movimiento de pinza entre el neoliberalismo salvaje, marcado por los abusos y una extrema concentración de la riqueza, y un debilitamiento de la democracia a manos del populismo, que se vale de sus rituales para ganar elecciones y, una vez en el poder, erosionarla desde dentro. La historia enseña que las élites jamás han cedido en forma voluntaria sus privilegios: los avances hacia un mayor grado de igualdad siempre han debido ser extraídos de ellas con fórceps, con mayor o menor uso de la fuerza. Las fuerzas de lo político exceden las instituciones de la política (según la distinción de Jesús Martín Barbero) y son capaces de desplazar los debates, las líneas de trincheras. (Es lo que Laclau ha descrito, empleando el término “populismo” en un sentido sui generis). La democracia se ha transformado en la era neoliberal al gobierno de, por y para las corporaciones.

Es, por supuesto, imposible vaticinar con exactitud lo que se avecina, acaso bailando al ritmo de la tecnología más que de la política.

La nueva versión del capitalismo no será imaginada (según la sentencia de Jameson) sino probablemente impuesta por los hechos, a medida que nos adentramos en la “era de las consecuencias”. Obedecerá no a las leyes de la política o la economía, sino a las de la física. El capitalismo tal como lo conocemos va a ser simplemente insostenible a medida que el planeta se vuelva progresivamente inhabitable.

Quizás una de las batallas claves se de en el plano ético. La ética no se refiere principalmente a las opciones personales de vida o consumo: de hecho, la industria de los combustibles fósiles ha vendido esa idea para zafarse de la responsabilidad que le cabe en la catástrofe climática. La petrolera BP, por ejemplo, desarrolló un método para que las personas calcularan su huella de carbono. (Otra estrategia, como sugiere el climatólogo Michael Mann, ha sido enfatizar el pesimismo, dándole tribuna a voces bienintencionadas dentro del mundo ecologista que cargan las tintas del catastrofismo: si se viene el fin de la civilización y no podemos hacer nada por evitarlo, sigamos quemando petróleo, gas y carbón). Andar en bicicleta, reciclar, ser vegano es importante, pero no sustituye las necesarias transformaciones radicales de políticas públicas y el sistema energético, tales como la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles.

La revolución ética pasa por un cambio en el sentido común, en lo que damos por sentado respecto a nuestra manera de habitar el planeta. En ello el activismo, sobre todo de las y los jóvenes, juega un rol crucial. Parece una tarea imposible pero los cambios en el zeitgeist, el espíritu de los tiempos, han sucedido de manera muy rápida en el pasado, por ejemplo, respecto al matrimonio igualitario. Recién en 1990, la Organización Mundial de la Salud eliminó la homosexualidad de su catálogo de enfermedades (se la consideraba un trastorno mental). Es posible que las industrias del petróleo, gas y carbón ameriten en un futuro no tan lejano una consternación moral similar a la que hoy nos inspira la esclavitud.

El proceso mediante el cual ciertas ideas surgen a partir de individuos o grupos minoritarios y se abren camino contra la firme oposición del status quo hasta que de pronto se imponen, es misterioso, pero ha ocurrido una y otra vez en el pasado. Como declaró Gandhi: “primero se ríen de ti, luego te oponen resistencia y al final ganas la batalla”.

 

-Foto de Marek Piwnicki en Unsplash

 

Sergio Missana (1966) ha escrito 16 libros. Además es periodista, académico, editor, guionista y activista medioambiental chileno. Es profesor de Literatura Latinoamericana en el Programa de la Universidad de Stanford en Santiago, Chile, y director ejecutivo de Climate Parliament. Su Twitter es @sergio_missana

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Posted: May 31, 2023 at 10:42 pm

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