Octavio Paz: “Razones para morir”, dos versiones
Edgardo Bermejo Mora
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En medio de los horrores de la guerra, al observar a los jóvenes conscriptos en California, Paz se cuestionaba en estos versos si la guerra, la patria, la promesa de salvación eterna, o la retórica de la libertad, eran razones convincentes para morir.
En la Advertencia a la segunda edición de 1968 del volumen Libertad bajo palabra que el Fondo de Cultura Económica publicó por primera vez ocho años antes –una nota firmada desde Nueva Delhi en noviembre de 1967–, Octavio Paz afirmó: “no estoy seguro que un autor tenga el derecho a retirar sus escritos de la circulación. Una vez publicada la obra es propiedad del lector tanto como del que la escribió”.
En abril de 1997, un año antes de morir y exactamente treinta años después de haber escrito aquella Advertencia, Octavio Paz reiteró su idea del autor como un corrector incesante de lo escrito y aún de lo publicado. En el prólogo al volumen décimo tercero de sus Obras completas, que recoge sus primeros escritos seleccionados y editados por él mismo, afirmó: “el impulso que me llevó a corregir y suprimir algunos de mis poemas ha sido la insatisfacción ante mis obras y sus defectos. Corregí y suprimí no por sórdidos motivos de ideología política sino por sed de perfección”. (FCE, 1999).
Un buen ejemplo de esta sed de perfección literaria, en oposición al prejuicio que atribuye a consideraciones ideológicas o políticas los afanes correctores de Paz como editor de su propia obra, lo encontramos en la primera versión del poema “Razones para morir” que originalmente se publicó en el suplemento cultural del periódico El Nacional el domingo 14 de abril de 1946 dentro de la sección “Valores de México”.
Dicho poema, y el titulado “Árbol quieto entre nubes” –que la revista Letras Libres rescató en su edición de abril de 1999– se publicaron en el suplemento dominical con el encabezado “Últimos poemas de Octavio Paz”. Estaban firmados en Berkeley, California, el 18 abril de 1944, un año después de haber salido de México gracias a la obtención de la Beca Guggenheim y recién cumplidos 30 años de edad, si bien para ese entonces (1946) ya se encontraba en París como segundo secretario de la Embajada de México en Francia.
Tres años después, una versión modificada de “Razones para morir” apareció en la primera y única edición de los poemas que Paz reunió con el título Libertad bajo palabra (Tezontle, 1949). En aquella edición primigenia reunió cuatro poemas bajo el título “El joven soldado”: “Árbol quieto entre nubes” (Idéntico al publicado en El Nacional), “Algunas preguntas”, “Conversación en un Bar” y “Razones para morir” (ligeramente modificado).
En 1960, estos dos últimos se incorporaron a la selección de su poesía escrita entre 1935 y 1958, la cual tomó como título de todo el conjunto el del volumen de 1949. Esta vez –y así se quedaría en las ediciones subsecuentes de Libertad bajo palabra– como primera y segunda parte de un poema único titulado “Conscriptos U.S.A”, dentro de la segunda sección del libro subtitulada “Calamidades y milagros”.
Los otros dos poemas permanecieron excluidos por medio siglo hasta que al final de sus días Paz decidió rescatarlos para el tomo 13 de sus obras completas que hemos citados líneas arriba, dentro de la sección titulada “Primera Instancia, poesía, 1930-1943”. (Por razones que desconozco Paz cambió la fecha de 1944 a 1943 al final de ambos poemas, pero mantuvo a Berkeley como el lugar de su escritura).
Este largo y complejo historial de cambios y correcciones es el motivo por el cual en 1999 José Emilio Pacheco comentó: “Aquella Libertad bajo palabra de 1949 se ha convertido en un libro fantasma. Es imposible reconstruirlo en el libro de 1960 que lleva su nombre, a su vez revisado en 1968 y en ocasiones posteriores”.
En ese mismo artículo Pacheco afirmaba y demostraba que no era la autocensura o los rubores ideológicos lo que explicaron esos cambios recurrentes, como tampoco un acto de arrogancia o de modestia en el poeta, sino el deseo de servir a la poesía: “el poeta que privilegia su persona no tacha, no corrige, no enmienda, lo que ya publicó. Su texto adquiere la fijeza del libro sagrado en que nada puede sobrar o faltar. Quien por el contrario privilegia la poesía, recuerda siempre la sentencia de Valéry: no hay poemas terminados, sólo poemas abandonados antes que dijeran lo que de verdad querían decir”. (“Libertad bajo palabra cincuenta años después”, Letras Libres, num. 4, abril 1999).
Originalmente –quiero decir, el suscrito en 1944 y publicado en 1946– “Razones para morir” era un poema independiente conformado por cuatro y no por tres partes como lo dejaría Paz a partir de la edición de 1949. A su vez las primeras líneas de la segunda y la tercera parte fueron suprimidas en la nueva versión, y sólo la primera parte permaneció intacta.
Reproduzco aquí el poema como finalmente quedó y en negritas agrego las partes suprimidas por el propio Paz, tomadas de la versión original de 1944. Lo hago como un ejercicio de lectura para presenciar el acto de la corrección, esa parte consustancial al impulso creativo. Al compararlos, podemos suponer que Paz suprimió las partes que aquí reintegramos para aligerar y darle mayor intensidad al poema, al tiempo que lo protege con un velo de sutileza imposible en la versión original.
En medio de los horrores de la guerra, al observar a los jóvenes conscriptos en California, Paz se cuestionaba en estos versos si la guerra, la patria, la promesa de salvación eterna, o la retórica de la libertad, eran razones convincentes para morir. Rechaza la heroicidad exaltada de la muerte, y la propone en todo caso como un hecho infructuoso e inexplicable: “no es fácil morir por cosas grandes, al fin hueras”, escribe.
Entre la primera versión y la segunda, la única diferencia es que el propio Paz prefirió decirlo con menos contundencia y al mismo tiempo con mayor transparencia. Las partes suprimidas no estaban mal escritas ni desentonaban con el resto, pero Paz estimó que su poema funcionaba mejor sin ellas. Este es, me parece, un ejemplo elocuente de lo que afirmó en la Advertencia de su Obra póética, 1935-1988, (Seix Barral, 1990): “los poemas son objetos verbales inacabados e inacabables. No existe lo que se llama ‘versión definitiva’: cada poema es el borrador de otro, que nunca escribiremos…”
Razones para morir
1
UNOS me hablaban de la patria.
Más yo pensaba en una tierra pobre,
pueblo de polvo y luz,
y una calle y un muro
y un hombre silencioso junto al muro.
Y aquellas piedras bajo el sol del páramo
y la luz que en el río se desnuda…
olvidos que alimentan la memoria,
que ni nos pertenecen ni llamamos,
sueños del sueño, súbitas presencias
con las que el tiempo dice que no somos,
que es él quien se recuerda y él quien sueña.
No hay patria, hay tierra, imágenes de tierra,
polvo y luz en el tiempo…
2
OTROS me hablaban de la vida eterna,
me vi en grotescos bronces
y en un libro perdido
vi mi nombre, perdido, disecado.
¿Durar? ¿Dura la flor? Su llama fresca
en la mano del viento se deshoja:
la flor quiere bailar, sólo bailar.
¿Duran el árbol y sus hojas
vestidura que al viento es de rumores
y al sol es de reflejos?
¿Este cielo, infinito que reposa,
es el mismo de ayer, nubes de piedra?
No durar: ser eterno
labios en unos labios,
luz en la cima de la ola, viva,
soplo que encarna al fin
y es una plenitud que se derrama,
Ser eterno un instante
vibración amarilla del olvido.
3
OTROS me hablaban con la boca llena
y en su discurso hinchado
la rima que se acuesta con todas las palabras,
la Libertad a muerte me llamaba,
alcahueta, sirena
de garganta leprosa.
Virgen de humo de mi adolescencia
mi libertad me sonreía
como un abismo contemplado
desde el abismo de nosotros mismos.
La libertad es alas,
es el viento entre hojas, detenido
por una simple flor; y el sueño
en el que somos nuestro sueño;
es morder la naranja prohibida,
abrir la vieja puerta condenada
y desatar al prisionero:
esa piedra ya es pan,
esos papeles blancos con gaviotas,
son pájaros las hojas
y pájaros tus dedos: todo vuela.
4
Mas otros no me hablaban.
En su silencio yo escuchaba
mi silencio. No es fácil
morir por cosas grandes, al fin hueras.
Estos que callan mueren en silencio.
como yo mismo he de morir, si muero.
Nadie explica mi muerte. El silencio
nos ayuda a morir con su vacío,
porque silencio y muerte son hermanos
Y en su silencio sólo había
un bostezo infinito y luego, nada.
Edgardo Bermejo Mora (Ciudad de México (1967) es escritor, diplomático, historiador y periodista. Obtuvo el Premio Nacional de Novela Política, de la UdeG por su novela Marcos Fashion, o de cómo sobrevivir al derrumbe de las ideologías sin perder el estilo (Océano, 1996). Textos suyos forman parte, entre otras, de las antologías Dispersión multitudinaria (Joaquín Mortiz, Ciudad de México, 1997), y Líneas aéreas (Lengua de Trapo, Madrid, 1999). Dirigió el suplemento Lectura (1997-98),del periódico El Nacional, y ha colaborado como articulista en diversos diarios, suplementos culturales y revistas literarias. Fue corresponsal de la agencia Notimex para el Sudeste Asiático con sede en Singapur. Fue agregado cultural de las Embajadas de México en la República Popular China y en Dinamarca. Ha sido director general de asuntos internacionales del CONACULTA y director de Artes del British Council en México. Su Twitter es: @edgardobermejo
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Posted: August 27, 2023 at 7:53 am