Theodoro Elssaca, el embrujo de su prosa
Walter Garib
Existe una íntima relación, entre la obra y la vida del escritor. Constituye una simbiosis. Lenguaje, silencios, guiños, olores, gustos y visiones, que van diseñando su escritura. Cada palabra es un núcleo, que al ser combinada con otras, surge la idea. Theodoro Elssaca no puede quedar ajeno a esta reflexión. Su prosa -lo advertimos en su libro de cuentos Fuego contra hielo, editado por Verbum, Madrid, 2014- cumple con estos requisitos con asombrosa eficacia.
Conocedor en profundidad de la música, su escritura adquiere los matices, tonalidades adecuadas para conmover al lector. La cadencia, el ritmo, el solfeo tienen la virtud de incorporar a la palabra, aquellos sonidos que parecieran no existir. Sabe cómo darles identidad, la adecuada presencia, al arrancarlos de la nada. Semejante cosmografía se alimenta de la vida, experiencias, pues el autor ha vivido con intensidad en distintos lugares del mundo. De ahí su visión universal, dotada de la exquisita variedad y originalidad que se observan en sus relatos.
Ha rozado la muerte en la Amazonía. Ha escrito sus poemas acuciado por la vorágine del tiempo, mientras la dictadura en nuestro país, temerosa de la pluma, del pincel, de la música, del cine, perseguía a sus creadores. Ha sorteado el silencio de quienes temen la eficacia de su creación, que día a día se nutre de nuevas visiones, propuestas que van acrecentando su trabajo en vertiginoso ascenso.
Como artista visual y fotógrafo ha desarrollado el sentido de la proporción áurea y la aplica a sus escritos. Su ojo sabe distinguir los matices de la luz cuando es relámpago, un rayo de sol o la claridad de la luna. Ello le permite otorgar a sus escenas de claroscuros, la fuerza de su propuesta, sin caer en la tentación de difuminarlas.
Sus cuentos provistos de sortilegio, sorpresa, humanidad, son modelos de construcción, sentido estético, belleza que los convierten en ejemplo de escritura. Las palabras huecas, de relleno, colmadas de artificio, no figuran en su prosa. No tienen cabida alguna en su visionara obra.
Sí es prudente señalar, como lo han manifestado otros escritores y críticos, Theodoro es tributario del cuento oriental, a través de la sangre, de las narraciones de las Mil y una noches, de aquellas ocasiones en que escuchó relatarlas a sus abuelos. Él lo reconoce y se alegra de esta feliz circunstancia.
Theodoro Elssaca es escritor, poeta, artista visual, pintor, llamado a crear escuela en las distintas facetas en que trabaja, sin claudicar en un mundo donde se privilegia la vacuidad, el arte destinado a satisfacer la vulgaridad, las propuestas chabacanas, destinadas a un público idiotizado por la inmediatez y el consumismo.
En su libro de cuentos Fuego contra hielo se dan estas variables con particular singularidad. Viaja a Polinesia, vuela a Estambul en una alfombra mágica, donde chocan las civilizaciones. Va a Palestina donde la muerte acecha a causa del territorio usurpado. Realiza visitas a México y se interna en el pasado. Regresa a Chile y se mueve a lo largo de su geografía. Se embarca rumbo a Argentina y en cada estadía, nos deleita con su prosa magnética, que no da respiro.
Las situaciones oníricas, las apariciones de personajes que se ignora si están vivos o muertos; brujos dispuestos a transformar la naturaleza; el camafeo que aparece en una tienda de antigüedades; el bote que transporta a una novia y rasga las tinieblas en Chiloé; la presencia del poeta Gustavo Adolfo Bécquer en un recital en España, o el naufragio decimonónico de un legendario barco francés, constituyen muestras de una miscelánea de cuentos dotados de unidad, de constante fulgor, pese al desafío de asumir un abanico de temas.
En estas frases obtenidas de sus cuentos, nos entrega la dimensión de su prosa: “Bajamos al sendero para retornar, mientras se incendiaba el horizonte de nimbados arreboles”, (pág. 119). “El eco reverberante devolvía amplificadas sus palabras ceremoniales” (págs. 64-65). “El aire, escaldado de humo de caverna, hacía umbroso el tizne del lugar”, (pág. 118). “Mientras avanzaba la voluptuosa pieza musical, el crujido de madera de un bergantín y el bramar de las olas estremecieron los cimientos de la casa”, (pág. 47).
Narraciones deslumbrantes que vienen a ennoblecer la rica tradición del cuento hispanoamericano, donde descuellan Juan José Arreola, Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Julio Ramón Ribeyro.
Posted: August 25, 2014 at 5:31 pm