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Clandestina

Clandestina

Adolfo Castañón

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• Elena Méndez: Clandestina (Instituto Sinaloense de Cultura, abril de 2023).

 

Amar
abrir la puerta prohibida,
pasaje
que nos lleva al otro lado del tiempo.
Instante:
reverso de la muerte,
nuestra frágil eternidad.

 Octavio Paz, “Carta de creencia”

El libro[1] podría tener como estandarte una sentencia latina “Cave amorem”. A lo largo de sus páginas desfilan diversos autorretratos de la autora que, a fuerza de evocar sus experiencias afectivas y sentimentales, termina dibujando una cartografía de la “separación de los amantes” y al mismo tiempo un autorretrato de la poeta que está en guerra consigo misma y va guardando dentro de sí los duelos y quebrantos de su desolación. A este primer elemento de lenguaje es preciso añadir otros ingredientes que transforman el patetismo y lo subliman. Gracias a un agudo sentido del humor y a un juego constante de referencias que hacen de la experiencia de la lectura arriesgada, curiosamente amena y nunca desatenta a salvar y redimir el dato cotidiano con un giro humorístico o irónico. Además del amante anónimo y cuya presencia anhelada y desertora alterna la tibieza con el cálculo de clase “en cualquier rato se iría con una plebilla”

Era tan bello que verlo me dolía.
Tan joven que en cualquier rato se iría con una plebilla.
Tan pobre que apenas le alcanzaba para un cuartito
donde me hacía feliz
sin importarle mi cuerpo imperfecto,
los años que le llevaba,
mis bolsillos tan vacíos como los suyos.
Total, éramos un par de locos
que se conocieron en el manicomio
y acordaron verse allá afuera
cuando terminara el maldito encierro.

                                                           (poema IV, p. 14)

está siempre presente como una sombra la del cielo de la gran literatura bajo el cual le gusta medir su sombra a esta frágil pero insumisa voz que busca asaltar el cielo con los pies descalzos, esos “pies que no fueron besados por su boca”

Mis pies no fueron besados por su boca.
Esos pies que usted alabó pero se contuvo de venerar y mejor veneramos a Venere,
que rondaron por su espalda plagada de lunares,
descubiertos ociosamente al profanar la alcoba con la luz artificial del celular.
Usted me dijo: «No me vayas a tomar fotos»,
pero cuáles fotos le iba yo a tomar,
si mi teléfono era modelo muy pero muy antiguo.
Y también le gustó mi pelo y mis senos y mi actitud,
supongo que por haberlo ignorado todo el santo día,
y hasta me confesó que me creía sáfica,
pero mi piel le demostró hacia quién se desbordaba mi deseo.
Y yo quería dormir y llorar y reír y seguir cohabitando
o disfrutar el postcoito y permanecer insomne con usted,
aunque supiera que en el fondo era inasible.
Y sé que esto dista de ser un poema
pero qué quiere, usted me ha puesto lírica irremediable y no quiere que lo destroce
y, sin embargo, me ofrece su yugular clavando en mí su mirada expectante.

                                                                                                           (poema XI, p. 21)

 y la mano abierta de la amistad y de la caricia. El resultado es un espejo inquietante de la mujer que ha decidido abrir la puerta prohibida del amor y estampar su diaria búsqueda de la limpieza interior con el bautismo de una pureza nueva que es en cierto modo una nueva religión: la de la poesía, —Electra, Salomon, Borges, Wilde, Rimbaud, son llamados oportunamente para secundar el canto de esta huérfana que sale al mundo en busca de un novio o de un joven amante y regresa a su casa en la noche vestida con el traje suntuoso del poema que busca al amor en el poema y encuentra la puerta abierta de la poesía —transcribo algunos poemas.

Casanova virtual

Con esa sonrisa me penetras
aunque no me toques.
(poema XLVI, p. 56)

Poema de los nunca

Nunca pisamos el césped húmedo,
ni enredaste una flor en mis cabellos.
Nunca dijiste: «Báñate conmigo»,
a pesar de usar mi regadera.
Nunca hubo un beso furtivo
en una oscura sala de cine,
ni abrazos de cartoncito al doblar la esquina,
ni un poema en una servilleta
(vamos, ni conocí tu letra).
Nunca bailamos un vals inaudible.
Nunca tu mirada fue mi espejo.
Nunca, nunca, nunca.

                                      (poema XLVII, p. 57)

Aquí andamos

“Aquí andamos”, me dijo,
o más bien, me escribió,
porque todo aquello era virtual,
salvo la única vez que nos vimos
y yo era tan delgadita que no desaté su pasión.
Aquí andamos.
Dos palabras que mentían porque su acá era un allá,
porque el andamos era plural y en todo caso él se desdoblaba.
Y fue cuando recordé a otro hombre
de su misma profesión,
con su mismo corte de cabello,
con sus mismas promesas
y su mismo silencio.
Aquí andamos, pues.

                                         (poema XLVIII, p. 58)

Eros

Agradezco tus dones:
esta boca tan presta a dar placer,
estas caderas que se alejan de la talla cero,
estos senos que rebosan el sostén,
y el húmedo centro donde florezco.
No te pongo una veladora porque eres dios pagano:
Yo misma soy hoguera que a ti me consagro.

                                        (poema XLIX, p. 59)

Lo vi tan hermoso y desnudo sobre mi cama.
Dormía, tan ajeno a los besos que sembraba en su espalda.
Si hubiera sido pintora
ya lo habría representado en un lienzo.
Mas sólo soy una voyeuse consumada que lo fotografió sin permiso
para preservarlo de los adioses,
de la carne que habrá de marchitarse.

                                      (poema L, p. 60)

 

Otro dato. La presencia del teléfono como una especie de mensajero traidor en el correo del amor.

Clandestina reúne 50 poemas de Elena Méndez. Poemas sin cuenta, versos insondables como el del deseo que los habita, un dibujo de Roberto Rébora titulado “Pulgar”, presenta en la portada la imagen de una muchacha desnuda acostada de espaldas calzada con zapatillas.

El libro está dedicado a una hermana-amiga “Miri”, “sisfriend adorada” por la autora.

Los cincuenta poemas que presenta este calendario poético amoroso trazan una suerte de autobiografía sentimental, afectiva y pasional. Se recuentan en él, según este lector, varias historias de amor y deseo cuyo desenlace es feliz en la medida en que se resuelven, en la felicidad que significa para la poeta el encuentro con su voz. Una voz donde lo oral y lo escrito conviven sin conflicto y que es capaz de ir dibujando con la tinta del poema el rostro de la amante enamorada del Amor, de la deseante cautiva del Deseo de la apasionada transfigurada por la Pasión.

En la historia de la poesía, se sabe de los trovadores provenzales que habían hecho de la pasión amorosa y poética una religión. Me refiero a Arnault Daniel y a Bertrand de Born, guías de Dante Alighieri. Poco se sabe, aunque las había, de las mujeres que como ellos se habían dedicado al oficio de amar las letras y los corazones y a hacer de ese ajedrez un tablero vital. Mujeres de cuerpo entero, aguerridas duelistas capaces de empuñar la espada y alzar el escudo. Elena Méndez pertenece a esa estirpe de peregrinas del deseo a quienes les gusta jugar con fuego y calcinarse en las brasas y ascuas de la pasión que siguen como quienes caminan descalzos al borde de un volcán,

Cada uno de los poemas, podría leerse como un testamento. Por ejemplo, el poema XXIII.

 

So blue

Marilyn lloraba.
A pesar de tener el mundo a sus pies,
nunca nadie la amó de verdad.
Yo, que no soy guapa ni rica ni famosa,
con más razón lloraré.
Porque cuando creí ser amada todo se vino abajo.
Desde entonces no salgo del abismo.

(poema XXIII, p. 33)

NOTA

[1] Clandestina de Elena Méndez. Logotipo: Medusa de Omar Sicairos, grabado en madera y vinilo. Imagen de portada: Pulgar de Roberto Rébora. Diseño de interiores de Wendy Félix, 1ª ed. Instituto Sinaloense de Cultura, abril de 2023, 63, pp.

Adolfo Castañón es poeta, traductor y ensayista. Es autor de más de 30 volúmenes. Los más recientes de ellos son Tránsito de Octavio Paz (2014) y Por el país de Montaigne (2015), ambos publicados por El Colegio de México. Premio Xavier Villaurrutia 2008, Premio Alfonso Reyes 2018 y Premio Nacional de Artes y Literatura 2020. Creador Emérito perteneciente al SNCA. Twitter: @avecesprosa

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Posted: August 21, 2023 at 8:44 pm

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