Estados Unidos y la crisis siria: la influencia de la opinión pública en la política de no-intervención
Hélène Dieck
Traducción a partir de la versión en inglés de David Medina Portillo
La literatura actual sobre la influencia de la opinión pública en las intervenciones militares por lo general concluye que el sentimiento público hacia la guerra tiene poca influencia en la toma de decisiones de las democracias occidentales. Sin embargo, la respuesta de Estados Unidos a la crisis siria pone en duda dichas afirmaciones. Después de tres años de guerra civil entre el gobierno de Bashar al-Assad y diversos grupos rebeldes y, pese a su anterior intervención en la guerra civil libia, Estados Unidos insiste en descartar una participación directa permitiendo que el conflicto empeore y se extienda a toda la región. El vacío de liderazgo está siendo cubierto por países como Arabia Saudita y Qatar, cuya financiación de grupos rebeldes afiliados a Al Qaeda amenaza los intereses estratégicos de EEUU.1 Esta falta de resolución debilita también las negociaciones norteamericanas sobre los programas nucleares de Irán y Corea del Norte. Asimismo, con más de ciento veinte mil bajas y 2,3 millones de refugiados que potencialmente desestabilizarán a países aliados como Jordania y Turquía, no hay duda de que la crisis humanitaria reclama la atención de la superpotencia. Los costos de la inacción, sin embargo, parecen ser superados por la percepción de que la ciudadanía norteamericana no toleraría otra participación en el Medio Oriente: las guerras en Afganistán e Irak han generado una amplio y persistente hartazgo de la guerra en los Estados Unidos. ¿Cuál es la influencia de la opinión pública sobre la decisión del presidente de Estados Unidos? ¿Bajo qué condiciones la administración de Obama consideraría participar directamente en el conflicto? A unas semanas de la Conferencia de Paz Ginebra III esta opción fue cada vez menos probable.
Según Talcott Parsons “un actor tiene influencia cuando orienta la opinión de los demás de una manera o en una dirección que él o ella eligió previamente”.2 Por influencia entendemos la forma de cambiar el comportamiento o los pensamientos de alguien más. Una forma diferente de convencer es obteniendo el poder legítimo para imponer a otro una determinada conducta. Una más consiste en recurrir a la persuasión por medio de hechos o información lógica pertinentes. La confianza entre las partes implicadas es una condición necesaria para que este propósito sea exitoso. Hay diferentes tipos de influencia. Al investigar qué actores ejercen influencia en la ciudad de New Haven, Robert Dahl distingue entre influencia directa e indirecta.3 Alguien tiene influencia directa cuando “inicia satisfactoriamente o veta determinadas propuestas políticas”.4 Por el contrario, las elecciones tienen influencia indirecta en las decisiones políticas de los líderes porque sólo les proporcionan a estos información acerca de lo que quieren los electores. La opinión pública, como veremos, puede tener influencia indirecta en la política del presidente sobre el uso de la fuerza no sólo gracias a las elecciones presidenciales sino también mediante la evaluación de su desempeño en general y, asimismo, por medio de sus representantes en el Congreso. De hecho, los presidentes y sus asesores entienden que el Congreso puede hacer muy difícil emprender una guerra sin el apoyo público. Además, una guerra impopular puede dañar el capital político indispensable para llevar a cabo otros temas de la agenda presidencial.
La opinión pública y la guerra
La literatura actual habitualmente concluye que un presidente dispuesto a usar la fuerza en el extranjero goza de una libertad de acción substancial frente a la opinión pública.5 Los presidentes han intervenido con frecuencia pese a la oposición pública; no obstante, un análisis más detallado permiten señalar que la anticipación a la reacción del público en caso de una intervención en Siria ha limitado considerablemente el margen de maniobras del presidente.
Se me dirá que considerar la decisión de utilizar la fuerza sólo tergiversa el impacto de la opinión pública sobre las intervenciones militares. En efecto, esta decisión no se hace en un solo momento en el tiempo y sin ninguna consideración sobre su aplicación sino tras una cuidadosa revisión y selección de las diferentes opciones militares. Tal proceso se ve afectado también por el interés en el mantenimiento de apoyo a lo largo de la intervención e, incluso, más allá de ésta.
Tener en cuenta sólo la decisión de intervenir en un conflicto determinado no explica del todo el impacto de la opinión pública sobre las intervenciones militares. De hecho, la mayoría de las veces los presidentes tratan de diseñar una estrategia basada en su lectura de lo que el público está dispuesto a tolerar. Este proceso de toma de decisiones de ida y vuelta entre la percepción de la opinión pública prevista y las opciones militares puede conducir a la decisión de no recurrir a la fuerza.
De hecho, cada administración tiene cierto sentido sobre qué tipo de intervención podría permitir la ciudadanía o qué elementos incrementarían la inquietud pública. Con el fin de responder a las preocupaciones latentes el gobierno puede ajustar algunos elementos de su estrategia para incrementar la aceptación pública sobre una intervención. En efecto, una particularidad de cualquier intervención militar es su incertidumbre y los riesgos asociados a su ejecución. Los líderes políticos siempre tratan de minimizar dichos riesgos mediante ajustes oportunos en la estrategia. No obstante, la selección de una estrategia implica la definición de los medios militares y civiles que a su vez contribuyan a alcanzar los objetivos políticos en la utilización de la fuerza. La estrategia a menudo es considerada como algo en lo que el presidente no puede influir y, por lo mismo, no afecta su decisión final. La literatura respectiva asume con frecuencia que sólo los expertos militares pueden implementar una estrategia basada en las circunstancias sobre el terreno. Con todo, esta consideración es incompleta por varios motivos. En primer lugar, puesto que la estrategia depende de objetivos fijados por los políticos, ellos pueden ajustar sus objetivos al nivel de los recursos que están dispuestos a invertir. En segundo lugar, algunos dirigentes no vacilan en cuestionar la estrategia creada por los militares exigiendo a menudo revisiones. En general, un presidente y sus asesores tratan de anticipar si son o no capaces de mantener el nivel de apoyo público necesario para alcanzar sus objetivos políticos teniendo en cuenta los riesgos implícitos en una operación militar. Como resultado, las opciones militares seleccionadas se basan, en parte, en el nivel de riesgo que están dispuestos a asumir.
No hay presión de la opinión pública para intervenir
Desde el comienzo de la guerra civil el gobierno de Obama anunció públicamente su intención de no enviar tropas estadounidenses al campo de batalla.6 De acuerdo con el senador John McCain, una base de tropas en tierra no reuniría suficiente apoyo público.7 Con esta opción descartada EE.UU. aún podía disponer de varias opciones militares limitadas. Sin embargo, la ausencia de defensores de una intervención en Estados Unidos junto con la falta de interés en general por el destino de Siria hace que cualquier conversación al respecto sea políticamente arriesgada para el presidente.
En contraste con otras crisis internacionales, la guerra civil siria sobresale como un caso en el que los grupos tradicionalmente intervencionistas guardaron silencio. Por ejemplo, destacados intelectuales de izquierda, conocidos también como liberal hawks y que apoyaron la intervención en Irak en 2003, no han demandado una intervención en Siria.8 A falta de presión, el Consejo de Seguridad Nacional está dirigido por aquellos que creen que la intervención de Estados Unidos empeoraría las cosas y sólo conduciría a una operación mayor.9 Estos abogados de la no-intervención pueden elevar fácilmente los costos potenciales de una intervención en Siria mencionando la intervención de Irak, que desató la violencia sectaria y costó la vida de más de cuatro mil soldados norteamericanos. Esta comparación con Irak eleva la oposición pública a cualquier opción militar por modesta que ésta sea. En mayo de 2013 el jefe del Gabinete presidencial, Denis McDonough, explicó la ausencia de EE. UU. debido a “la humildad del presidente al reconocer los desafíos de una intervención en esta región del mundo, los que se ilustran con marcado relieve, según creo, en la situación de su vecino —a saber, Iraq”.10 El Pentágono se opuso a cualquier acción militar señalando el riesgo de una confrontación directa.11 Según Thomas Friedman en The New York Times, poner fin a la guerra civil requeriría un compromiso a largo plazo en toda regla, es decir, un compromiso de las tropas que condenaría al presidente políticamente.12 El propio presidente reconoció el papel que los precedentes de Irak y Afganistán jugaron en su decisión de no intervenir declarando públicamente: “Me he resistido a los llamados a la acción militar porque no podemos resolver la guerra civil de nadie mediante la fuerza, sobre todo tras una década de guerra en Irak y Afganistán”. Más tarde se mostró preocupado también por “cierto cansancio de Afganistán”.13 El secretario de Estado John Kerry declaró igualmente: “sabemos que después de una década de conflicto, los estadounidenses están cansados de la guerra”.14
Un grupo pequeño pero ruidoso de think tanks y académicos ha abogado por acciones militares limitadas para inclinar el equilibrio de poder en contra Assad.15 Leon Wieseltier en The New Republic, Anne-Marie Slaughter en The New America Foundation y Vali Nasr, el decano de la School of Advanced International Studies de la Universidad Johns Hopkins, trataron de reunir a otros liberal hawks para presionar en favor de una intervención limitada. El uso de la fuerza tendría como objetivo debilitar las capacidades de Assad atacando su aviación y armamento pesado, pertrechando a los rebeldes y protegiendo algunas áreas con zonas vedadas al vuelo. Aparte de Siria, estos liberal hawks intentan defender la idea de que Estados Unidos está enviando el mensaje equivocado a otras dictaduras brutales en todo el mundo y a otros usuarios potenciales de armas de destrucción masiva como Irán y Corea del Norte.16
Los defensores de la intervención pueden encontrar alguna simpatías en el gobierno de Obama, como la de dos miembros de su gabinete que son fuertes defensores de la intervención humanitaria. Samantha Power, embajadora norteamericana ante la ONU, es bien conocida por su trabajo sobre genocidios y la necesidad de poner en práctica mecanismos de prevención, incluso mediante el uso de la fuerza. Susan Rice, asesora de Seguridad Nacional, es conocida por sus remordimientos por no haber abogado en favor de acciones militares limitadas durante el genocidio en Ruanda, cuando trabajaba en el mismo Consejo de Seguridad Nacional bajo la administración Clinton. Denis McDonough, jefe de Gabinete del presidente Obama, reconoce que el debate sobre Siria ha sido muy intenso en la administración y que la voz de la elite ha tenido influencia.
Las motivaciones de Estados Unidos
Intervenir militarmente podría servir a muchos propósitos. En primer lugar, ayudaría a derrocar al régimen de Assad. Sin embargo, la administración de Obama teme que el nuevo gobierno sirio esté dirigido por islamistas.17 En segundo lugar, podría poner fin a la crisis humanitaria en Siria. Sin embargo, el presidente Obama ya ha indicado que una crisis humanitaria no es buen motivo para la intervención.18 Otra razón para intervenir es la aplicación de la legislación internacional, particularmente la prohibición de armas de destrucción masiva. Esta motivación es especialmente importante dadas las negociaciones con Irán y Corea del Norte al respecto. Sin embargo, desde las falsas evidencias utilizadas para iniciar la guerra contra Irak hasta el ataque de agosto en Damasco, las pruebas en este caso no son suficientemente firmes. Finalmente, una intervención de Estados Unidos podría evitar la desestabilización de toda la región que ya ha comenzado: los refugiados están afectando a los países vecinos y la guerra civil alimenta las tensiones sectarias del Medio Oriente. No obstante, a diferencia de la intervención en Libia una acción militar en Siria no tendría la legitimidad de un mandato del Consejo de Seguridad de la ONU debido al poder de veto de Rusia y China.19 Tampoco tendría la misma repartición de responsabilidades que facilitó el derrocamiento de Gadafi ya que David Cameron perdió la votación respectiva en el Parlamento que autorizaría la intervención británica. Hasta ahora, sólo Francia ha manifestado su disposición a participar. Por otra parte, la acción militar de Estados Unidos podría acarrear una mayor desestabilización del Líbano, Jordania, Turquía, Egipto e Israel.20 De hecho, Irán y Siria han amenazado con agredir a Israel si Assad era atacado.21 Asimismo, la historia reciente ha enseñado a los norteamericanos que las intervenciones militares sobre la guerra civil de otros pueden ser largas, arriesgadas y costosas. Por último, los expertos temen que las acciones militares de Estados Unidos desaten una ola de antiamericanismo en la región.22
Después de más de dos años de guerra la situación ha empeorado gravemente. Hezbollah ha enviado tropas adicionales para apoyar a las fuerzas del gobierno y Rusia reafirmó su intención de proporcionar armamento al régimen.23
Desde el lado rebelde, el debate de años sobre Siria dentro de la administración conduce a la promesa de entrenar de forma encubierta y enviar rebeldes a luchar en Siria.24 Aunque esta opción militar parece bastante limitada, al presidente le preocupa que el hardware militar estadounidense pudiera caer en manos de extremistas, quienes representan el diez por ciento de los setenta mil soldados de las fuerzas rebeldes.25 Por otra parte, la guerra ha aumentado las tensiones sectarias en países como Kuwait, Iraq y Libano.26 Tal el caso particular entre sunitas y chiítas.
Un punto de inflexión en la política estadounidense hacia Siria se produjo el 21 de agosto de 2013, cuando el mundo mostró videos y fotos de un ataque químico a los rebeldes sirios cerca de Damasco. Con el fin de afectar el debate en Estados Unidos sobre la respuesta apropiada, Assad declaró públicamente que tales acusaciones eran falsas y que cualquier participación de Estados Unidos en Siria conduciría a un “fracaso similar al de todas las guerras anteriores que han emprendido, de Vietnam a la fecha”.27 Esta declaración tuvo, sin duda, la intención de instigar miedo entre el público norteamericano. Los servicios de inteligencia de Estados Unidos estiman que en esta operación murieron 1.429 personas, incluyendo 426 niños.28 Dicho asalto fue el más mortífero ataque químico desde que Saddam Hussein utilizó gas sarín contra los kurdos iraquíes en 1988. Tuvo lugar en Ghouta Oriental, área al noreste de Damasco en su mayoría compuesta por sunitas musulmanes que emigraron desde el campo.29 Se trata de rebeldes moderados que se oponen al poder de Assad sobre la región capital. Mediante ataques a civiles el régimen quería aterrorizar a la población en una región que era incapaz de controlar.30 El 10 de septiembre aparecería finalmente sobre la mesa la posibilidad de una intervención de Estados Unidos. Tras descartar una campaña por aire prolongada,31 el presidente Obama se dirigió a la nación desde la Casa Blanca para preparar al país para una campaña aérea limitada sobre Siria. Tal campaña estaría destinada a disuadir al régimen de Assad de usar armas químicas una vez más sin afectar el equilibrio de poder rebelde.
La falta de apoyo a los ataques aéreos limitados entre el público y el Congreso
Al principio algunos legisladores parecían dispuestos a apoyar la decisión de la administración de Obama para actuar militarmente. El representante Adam B. Schiff (demócrata californiano), un miembro de la Comisión de Inteligencia de la Cámara que se opuso a armar a los rebeldes, apoyó la acción militar porque Estados Unidos no podía permitir la impunidad del gobierno sirio después del uso repetido de armas químicas.32 El senador Bob Corker, un republicano prominente de la Comisión de Relaciones Exteriores, apoyó también los ataques aéreos limitados, pero nada más… Dijo: “No deseo que nos involucramos al grado de alterar la dinámica del terreno”33 Dianne Feinstein, presidenta de la Comisión de Inteligencia del Senado, también expresó su apoyo declarando: “Estoy de acuerdo con el secretario Kerry en que el mundo no puede dejar pasar un ataque tan atroz sin una respuesta significativa”.34 El senador Bob Casey (demócrata de Pensilvania), exigió también una respuesta militar.35 Algunos republicanos criticaron al presidente por no haber respondido antes, desde que se produjeron ataques menores.36 La mayoría del Congreso, sin embargo, se abstuvo de expresar una opinión y limitó sus comentarios a la convocatoria de una votación que autorizara el uso de la fuerza. Sin embargo, el presidente Obama y sus asesores no veían la necesidad de tales consultas.37
Una vez que la idea de ataques aéreos limitados estuvo sobre la mesa, Obama inició una campaña de relaciones públicas para reunir al país respaldando su política. Trató de tranquilizar a la ciudadanía mediante un discurso en que afirmaba: “Podemos realizar acercamientos limitados y controlados evitando un conflicto largo; no una repetición de Irak que, lo sé, preocupa a mucha gente”.38 Ese mismo día 98 republicanos y 18 demócratas del Congreso enviaron una carta al presidente.39 El representante Howard (Buck) McKeon, presidente del House Armed Services Committee, pidió a Barack Obama hacer un mejor trabajo tanto en el Congreso como con el “cansancio de la guerra” público,40 añadiendo que “si no lo hace, creo que tendrá un auténtico problema con el Congreso y la ciudadanía estadounidense”.41 De hecho, una encuesta mostró que sólo el 42 por ciento de los estadounidenses apoya la acción militar y el 50 por ciento cree que no debe emprenderse acción alguna.42 Por su parte, sólo uno de cada cinco norteamericanos ha seguido de cerca la crisis siria.43
La falta de apoyo del Congreso, del público y los aliados tradicionales eventualmente condujo al presidente estadounidense a pedir autorización del Congreso para usar la fuerza posponiendo todo lo que fuera percibido como un plan definitivo contra Siria.44 Aunque el gobierno de Obama anunció públicamente en 2012 que el uso de armas químicas era una “línea roja” que equivalía a cruzar el Rubicón, buscó cubrirse políticamente al insistir en la autorización del Congreso antes de usar la fuerza. Sin embargo, la falta de autorización nunca impidió a Bill Clinton intervenir. El propio Barack Obama se justificó ante el Congreso no buscando su aprobación antes de golpear al régimen de Gadafi en 2011.45 Aún así, el presidente expresó su decisión a sus consejeros el 30 de agosto. La reunión incluyó a su jefe de Gabinete, al asesor de Seguridad Nacional y sus diputados, un asesor de alto rango y varios asesores jurídicos.46 De acuerdo con un ayudante, la razón principal fue que “él no puede tomar estas decisiones divorciadas de la opinión pública estadounidense y del Congreso.47 De hecho, el presidente tuvo que asegurarse de que si hubiera necesidad de aplicar la fuerza en el Medio Oriente durante el resto de su presidencia, podría contar con el apoyo del Congreso. El ejemplo del voto por el “No” en Gran Bretaña lo convenció de que era importante tener este apoyo, añadiendo: “de modo similar, tenemos un cansado público de la guerra”.48
En el momento en que el presidente tomó esta decisión, el resultado de la votación era incierto. Los republicanos, que cuentan con mayoría en la Cámara de Representantes, se han opuesto a él en todos los temas y, por su parte, los demócratas han mantenido deliberadamente su silencio en el tema. De acuerdo con el análisis de un representante republicano de Oklahoma en la Cámara, Tom Cole, “Obama no tiene posibilidad de ganar esta votación si no puede con la mayoría de su propio partido, y dudo que pueda. Los demócratas han mantenido un silencio elocuente. Sencillamente, su apoyo proviene sólo de los Republicanos. Es un presidente de la guerra sin un partido de la guerra”.49 Incluso el senador McCain se opuso a la opción de ataque aéreo porque su objetivo era no alterar el equilibrio de poder.50 El senador Bob Casey cree que sus electores no apoyarían el ataque aéreo.51 En la Cámara, los miembros del Tea Party, los demócratas liberales y los libertarios estaban preparando su voto por el “No”.52
El gobierno ha iniciado así otra campaña de relaciones públicas para influir en el voto. A este respecto, John Kerry ha aparecido ya en cinco talk shows dominicales.53
El Consejo de Seguridad Nacional organizó una conferencia telefónica con 127 demócratas y 83 legisladores que asistieron a una reunión informativa secreta.54 Asimismo, se organizaron reuniones con el presidente en la Oficina Oval. Durante las audiencias, John Kerry aseguró a los legisladores que no habría ocupación.55 Después de estas reuniones informativas, el portavoz de la Cámara John A. Boehner, el líder de la mayoría de dicha Cámara Eric Cantor y la lideresa de la minoría Nancy Pelosi, pidieron votos a favor del “Sí”.56 No obstante, Nancy Pelosi también reconoció que sus electores no estaban “convencidos de que la acción militar fuera necesaria”.57 El Comité de Relaciones Exteriores del Senado votó finalmente por la resolución 10 a 7.58 Los demócratas apoyaron al presidente con la excepción de dos demócratas liberales. Por su parte, tres republicanos votaron por él. Esta votación refleja las amplias reservas entre los demócratas del Congreso, quienes se debaten entre el apoyo a un presidente demócrata y, al mismo tiempo, fieles a sus electores que se oponen a todo uso de la fuerza en Siria.59 Por ejemplo, el representante Elías E. Cummings reconoció que era difícil para él ir en contra de lo que creía que era la opinión del “95 por ciento” de sus electores.60 Incluso en los distritos en manos de los republicanos, los legisladores anticiparon una fuerte oposición. En Carolina del Sur, el representante Mick Mulvaney declaró que “decir que hay un 99 por ciento en contra sería exagerar el apoyo”.61 Esta evaluación se basó en 1.000 llamadas telefónicas y correos electrónicos que recibió, de los cuales sólo 3 apoyaron algún tipo de respuesta. Otro republicano, el representante Tom Cole, confesó que la opinión pública en su distrito podría determinar su voto: “Si rompo con mi distrito, será mejor tener una razón suficientemente convincente. Voy a atender a los expertos… Pero estaré seguro yendo a escuchar la opinión en el Starbucks”.62 Sin embargo, los legisladores también se vieron presionados por los grupos de apoyo a los ataques aéreos, como los sirio-estadounidenses y el lobby israelí, pese a que los sirio-estadounidenses presionaban en ambas direcciones.63
Una nueva encuesta publicada el 9 de septiembre mostró que el 60 por ciento de los estadounidenses se opuso a los ataques aéreos y creyó que optar por una acción militar limitada podría arrastrar a Estados Unidos a un compromiso mayor en el Medio Oriente.64 El mismo día, los demócratas del Senado revelaron que no contaban con los votos necesarios para aprobar la autorización de la fuerza.65 La perspectiva de perder la votación se hizo cada vez más evidente y ambas partes predecían ya que tal derrota podría arrastrar a la presidencia de Obama cuando los rusos propusieron una forma de escapar a esta caída.66 El ministro ruso de Relaciones Exteriores, Sergey V. Lavrov, le comentó a John Kerry que el régimen de Assad podría renunciar a sus armas para evitar los ataques aéreos.67 Aunque el secretario de Estado norteamericano rechazó la idea argumentando que esto no era posible, la administración Obama aceptó la idea y pidió al Congreso aplazar la votación. Después de tres días de intensas negociaciones en Ginebra, se llegó a un acuerdo para destruir el armamento químico sirio.68
A pesar de la declaración del presidente Obama de que el acuerdo de Ginebra fue un éxito diplomático debido a que la destrucción del programa químico sirio estaba en marcha, el número de víctimas civiles continúa en aumento. En Alepo el gobierno sirio está utilizando barrel bombs, tambos de aceite llenos de explosivos enviados desde helicópteros que matan indistintamente a rebeldes y civiles.69 Hasta ahora, la Casa Blanca sólo ha respondió mediante una condena a estos ataques sobre la población civil. Sin embargo, el gobierno sirio fue responsable de idéntico número de muertes en una semana como el del ataque de Damasco que propició que el gobierno estadounidense llevara la opción militar limitada a la mesa de discusiones. Sembrar el terror entre la población junto con la intensificación de los ataques colaboró sólo para llegar a la conferencia de paz de Ginebra del 22 de enero de 2014 con una mayor ventaja.70 Antes de la conferencia y a pesar del aumento del número de exacciones contra la población civil, los Estados Unidos no parecían dispuesto a la opción militar. Por el contrario, el país retiró el abastecimiento no letal a los rebeldes cuando los extremistas confiscaron los almacenes de equipamiento norteamericano suministrado en diciembre.
La renuencia estadounidense a involucrarse en una guerra civil sin final a la vista se explica en gran parte por la falta de presión pública para intervenir. Sin embargo, la literatura actual sobre la opinión pública no tiene en cuenta la influencia de la opinión pública sobre la decisión de no intervenir. La crisis siria mostró que la opinión pública puede impedir al gobierno de Estados Unidos el uso de ataques aéreos aún limitados. De hecho, la anticipación de la oposición pública a una intervención que se percibe en gran medida como otro Irak no sólo ha acotado las opciones sobre la mesa sino también la decisión final de no usar la fuerza.
Helene Dieck received her PhD from Sciences Po, Paris, France. She was previously responsible for elaborating military doctrine at the French Ministry of Defense and served as a visiting researcher at the RAND Corporation, Washington, DC. She currently works as a migrant welfare specialist at Qatar Foundation and recently published “The influence of public Opinion on Post Cold War U.S. military interventions” (Palgrave, 2015).
©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.
Notas
1. Karen De Young and Bob Woodward, “Syrian conflict: Persian Gulf officials, tired of waiting for U.S., move to boost aid to rebels”, The Washington Post, noviembre 3, 2013; Joby Warrick y Tik Root, “Islamic charity officials gave millions to al-Qaeda, U.S. says”, The Washington Post, diciembre 23, 2013.
2. François Chazel, “Réflexions sur la conception parsonienne du pouvoir et de l’influence”, Revue française de sociologie, n°4, oct-dic. 1964, pp. 387-401; Talcott Parsons, “On the Concept of Influence”, The Public Opinion Quarterly, Vol. 27, n°1, primavera 1963, pp. 37-62.
3. Robert A. Dahl, Who Governs? Democracy and Power in an American City, Yale University Press, New Haven and London, 2a ed., 2005, 355p, pp. 163-165.
4. Ibid, p. 163.
5. William A. Gamson y Andre Modigliani, “Knowledge and Foreign Policy Opinions: Some Models for Consideration”, Public Opinion Quarterly, n°30, 1966, pp. 187-199; Sidney Verba, Richard A. Brody, Edwin B. Parker, Norman H. Nie, Nelson W. Polsby, Paul Ekman, y Gordon S. Black, “Public Opinion and the War in Vietnam”, American Political Science Review, n°61, 1967, pp. 317-333; John E. Mueller, War, Presidents, and Public Opinion, New York, Wiley, 1973; James N. Rosenau, Public Opinion and Foreign Policy: an Operational Formulation, New York: Random House, 1961. De acuerdo con James N. Rosenau, entre el público en general los líderes de opinión sólo tenían cierta influencia en la formulación de la política exterior.
6. Zachary Goldfarb, “Obama virtually rules out sending troops to Syria”, The Washington Post, mayo 4, 2013.
7. Rachel Weiner, “McCain: Boots on the ground in Syria ‘the worst thing the United States could do’”, The Washington Post, abril 28, 2013. Según el senador McCain, con el propósito de evitar que el pueblo norteamericano se vuelque en contra de la intervención, el presidente debe intervenir sin enviar tropas terrestres.
8. Jason Horowitz, “Liberal Hawks were vocal on involvement in Iraq but have been quiet on Syria”, The Washington Post, mayo 29, 2013.
9.Scott Clement, “Majority of Americans say Afghan war has not been worth fighting, Post-ABC News poll finds”, The Washington Post, diciembre 19, 2013.
10. Citado en Jason Horowitz, “Liberal Hawks were vocal on involvement in Iraq but have been quiet on Syria”, The Washington Post, mayo 29, 2013.
11. Karen DeYoung, Anne Gearan y Scott Wilson, “Decision to arm Syrian rebels was reached weeks ago, U.S. officials say”, The Washington Post, junio 15, 2013.
12. Jason Horowitz, “Liberal Hawks were vocal on involvement in Iraq but have been quiet on Syria”, The Washington Post, mayo 29, 2013.
13. Karen DeYoung y Anne Gearan, “U.S. officials’ strong words on Syria signal that attack is near”, The Washington Post, agosto 30, 2013.
14. Peter Baker y Michael R. Gordon, “Kerry Becomes Chief Advocate for U.S. Attack”, The New York Times, agosto 30, 2013.
15. Jason Horowitz, “Liberal Hawks were vocal on involvement in Iraq but have been quiet on Syria”, The Washington Post, mayo 29, 2013.
16. Ibid.
17. La rebelión comprende dos poderosos grupos afiliados a Al Qaeda: el Frente Nusra y el Estado Islámico de Irak y Siria. Asimismo, las fuerzas rebeldes reúnen también a varios otros radicales islámicos, incluyendo a Ahrar al-Sham, Ahrar al-Sharq, Liwaa al-Islam y Liwaa al-Tawhid. Ver William J. Brand and C. J. Chivers, “Chemical Disarmament Hard Even in Peacetime”, The New York Times, septiembre 10, 2013.
18. Jason Horowitz, “Liberal Hawks were vocal on involvement in Iraq but have been quiet on Syria”, The Washington Post, mayo 29, 2013.
19. Sin embargo, la intervención de Kosovo fue percibida como un precedente que permitiría utilizar la fuerza sin la autorización del Consejo de Seguridad. Ver Mark Landler y Michael R. Gordon, “Air War in Kosovo Seen as Precedent in Possible Response to Syria Chemical Attack”, The New York Times, agosto 23, 2013.
20. Mark Landler and Michael R. Gordon, “Air War in Kosovo Seen as Precedent in Possible Response to Syria Chemical Attack”, The New York Times, agosto 23, 2013; Anne Barnard y Alissa J. Rubin, “Experts Fear That U.S. Plan to Strike Syria Overlooks Risks”, The New York Times, agosto 30, 2013.
21. Anne Barnard and Alissa J. Rubin, “Experts Fear That U.S. Plan to Strike Syria Overlooks Risks”, The New York Times, agosto 30, 2013.
22. Ibid.
23. Jason Horowitz, “Liberal Hawks were vocal on involvement in Iraq but have been quiet on Syria”, The Washington Post, mayo 29, 2013.
24. Karen DeYoung, Anne Gearan y Scott Wilson, “Decision to arm Syrian rebels was reached weeks ago, U.S. officials say”, The Washington Post, junio 15, 2013.
25. Sin embargo, esta proporción está aumentando, con más estimaciones que hablan de un 20 por ciento de islamistas entre las fuerzas rebeldes.
26. John Calabrese, “The Regional Implications of the Syria Crisis”, Middle East Institute, diciembre 21, 2012; Joby Warrick, “Syrian conflict said to fuel sectarian tensions in Persian Gulf”, The Washington Post, diciembre 19, 2013.
27. Citado en Michael R. Gordon y Mark Landler, “Kerry Cites Clear Evidence of Chemical Weapon Use in Syria”, The New York Times, agosto 26, 2013.
28. Karen DeYoung y Anne Gearan, “U.S. officials’ strong words on Syria signal that attack is near”, The Washington Post, agosto 30, 2013.
29. Mark Mazzetti, “Blasts in the Night, a Smell, and a Flood of Syrian Victims”, The New York Times, agosto 26, 2013.
30. Ibid.
31. Esta opción estuvo sobre la mesa durante una reunión en la Casa Blanca un día después de los ataques químicos. Ver Marl Landler, Mark Mazzetti y Alissa J. Rubin, “Obama Officials Weigh Response to Syria Assault”, The New York Times, agosto 22, 2013.
32. Karen DeYoung y Anne Gearan, “After Syria chemical allegations, Obama considering limited military strike”, The Washington Post, agosto 26, 2013.
33.Ibid.
34.Citado en Karen DeYoung y Anne Gearan, “U.S. officials’ strong words on Syria signal that attack is near”, The Washington Post, agosto 30, 2013.
35. Michael R. Gordon and Mark Landler, “Kerry Cites Clear Evidence of Chemical Weapon Use in Syria”, The New York Times, agosto 26, 2013.
36. Scott Shane, “Confident Syria Used Chemicals, U.S. Mulls Action”, The New York Times, agosto 25, 2013.
37. Karen DeYoung and Anne Gearan, “U.S. officials’ strong words on Syria signal that attack is near”, The Washington Post, agosto 30, 2013.
38. Mark Mazetti y Mark Landler, “U.S. Facing Test on Data to Back Action on Syria”, The New York Times, agosto 28, 2013.
39. Ashley Parker, “Legislators Push for Vote Before Strike”, The New York Times, agosto 28, 2013.
40. Citado en Mark Landler, David E. Sanger y Thom Shanker, “Obama Set for Limited Strike on Syria as British Vote No”, The New York Times, agosto 29, 2013.
41.Ibid.
42. NBC News Poll, citado en Charles M. Blow, “War-Weariness”, The New York Times, agosto 30, 2013.
43. Pew Research for the People and the Press, citado en Charles M. Blow, “War-Weariness”, The New York Times, agosto 30, 2013.
44. Peter Baker y Jonathan Weisman, “Obama Seeks Approval by Congress for Strike in Syria”, The New York Times, agosto 31, 2013.
45. Oficina de la Secretaría de Prensa, texto de una carta del presidente al portavoz de la Cámara y al presidente pro tempore del Senado, Casa Blanca, marzo 21, 2011.
46. Mark Landler, “President Pulls Lawmakers Into Box He Made”, The New York Times, agosto 31, 2013.
47.Ibid.
48. Oficina de la Secretaría de Prensa, texto de una carta del presidente al portavoz de la Cámara y al presidente pro tempore del Senado, Casa Blanca, marzo 21, 2011.
49.Ibid.
50.Ibid. Él apoyó después el proyecto de ley tras permanecer una hora con el presidente. Ver Jonathan Martin, “Vote on Syria Sets Up Foreign Policy Clash Between 2 Wings of G.O.P.”, The New York Times, septiembre 2, 2013.
51. Mark Landler, “President Pulls Lawmakers Into Box He Made”, The New York Times, agosto 31, 2013.
52. Michael D. Shear, “History Aside, Obama Bets on Congress”, The New York Times, septiembre 1, 2013.
53. Michael R. Gordon and Jackie Calmes, “President Seeks to Rally Support for Syria Strike”, The New York Times, septiembre 1, 2013.
54. Jackie Calmes, Michael R. Gordon and Eric Schmitt, “President Gains McCain’s Backing on Syria Attack”, The New York Times, septiembre 2, 2013.
55. Mark Landler, Michael R. Gordon and Thom Shanker, “House Leaders Express Their Support for Syria Strike”, The New York Times, septiembre 3, 2013.
56.Ibid.
57.Ibid.
58. Mark Landler, Jonathan Weisman y Michael R. Gordon, “Split Senate Panel Approves Giving Obama Limited Authority on Syria”, The New York Times, septiembre 4, 2013.
59. Jeremy W. Peters, “Obama Faces Barrier in His Own Party on Syria”, The New York Times, septiembre 4, 2013.
60.Ibid.
61. John Harwood y Jonathan Weisman, “House Republicans Say Voters OpposeIntervention”, The New York Times, septiembre 6, 2013.
62.Ibid.
63. Anne Barnard, “On Both Sides, Syrians Make Pleas to U.S.”, The New York Times, septiembre 8, 2013; Jodi Rudoren e Isabel Kernshner, “Lobbying Group for Isreal to Press Congress on Syria”, The New York Times, septiembre 9, 2013.
64. New York Times/CBS News Poll, citado en Mark Landler and Megan Thee Brenan, “Survey Reveals Scant Backing for Syria Strike”, The New York Times, septiembre 9, 2013.
65. Michael D. Shear, Michael R. Gordon y Steven Lee Myers, “Obama Backs Idea for Syria to Cede Control of Arms”, The New York Times, septiembre 9, 2013.
66. Peter Baker, “Russian Proposal Could Offer Obama Escape From Bind”, The New York Times, septiembre 9, 2013.
67. Michael D. Shear, Michael R. Gordon y Steven Lee Myers, “Obama Backs Idea for Syria to Cede Control of Arms”, The New York Times, septiembre 9, 2013. Esta idea fue mencionada primero en una conversación privada entre Vladimir Putin y Barack Obama una semana antes. Ver Mark Landler y Jonathan Weisman, “Obama Delays Syria Strike to Focus on a Russian Plan”, The New York Times, septiembre 10, 2013.
68. Michael R. Gordon, “U.S. and Russia Reach Deal to Destroy Syria’s Chemical Arms”, The New York Times, septiembre 14, 2013.
69. Abigail Hauslohner y Ahmed Ramadan, “In Syria, ‘barrel bombs’ bring more terror and death to Aleppo”, The Washington Post, diciembre 24, 2013.
70.Ibid.
© Texto publicado previamente en Sciences Po. Centre de Recherches Internationales.
Posted: September 30, 2015 at 9:24 pm