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Gerardo Cárdenas

Regreso a esta columna después de una prolongada ausencia, y en momentos en que el mundo se nos ha puesto de cabeza. Tal vez por eso vuelvo, porque el caos exterior nos da tres opciones posibles: la desesperación, la acción o la creación.

Hay una imagen que ronda en mi cabeza en estos días pandémicos, que puede pertenecer al mundo de la ficción pero que yo considero más como una evocación: el presidente de Estados Unidos y su mujer (no los actuales, los anteriores) amándose en su habitación de la Casa Blanca (o cogiendo, o teniendo sexo, o follando, póngale usted el término que más le guste). Duermen, rendidos y sudorosos, en las noches de Washington que suelen ser cortas para el mandatario porque desde primera hora carga con los problemas de la nación y el mundo.

¿Por qué esta imagen? No es un ensalzamiento de los Obama, sino una reflexión sobre el espacio que representa la Casa Blanca: una mansión que surge cuando la joven nación escoge finalmente su capital, diseñada a partir de un ideal neoclásico europeo, pero construida por esclavos e inmigrantes, al fin símbolo de un país con vocación de imperio y profundamente arraigado en sus contradicciones.

No sé si alguien ha escrito sobre la intimidad de las parejas presidenciales a lo largo de la historia de la Casa Blanca. Puedo imaginar a Kennedy, a Clinton, a Obama. Me cuesta trabajo pensar en Reagan, Nixon o Eisenhower, ya no digamos Franklin Delano Roosevelt. Me aterra, no quiero imaginar, al actual inquilino.

Al punto al que voy no es a un morboso voyeurismo del sexo presidencial, sino a los secretos que guarda una casa que ha sido centro de un poder inmenso pero que, en momentos determinados, al amparo de la noche, alberga a una pareja que se busca entre las sombras, se desnuda y se entrega a ser simplemente cuerpo, deseo y ganas.

Como en toda casa, las energías se mantienen vivas. La Casa Blanca guarda las energías de conversaciones que deciden los rumbos de la política, pero también ha guardado las risas de niños, los gemidos y suspiros de la pareja que se goza, y las conversaciones a media voz de las madrugadas.

Hoy, la Casa Blanca nos ha ofrecido imágenes terribles en medio de la crisis generada por la pandemia y las manifestaciones contra el racismo policial: luces apagadas, y una barda, un muro, erigido para convertirla en bunker, con todo el tono ominoso que tiene esa palabra. Adentro, podemos imaginar a un ogro aterrorizado, vengativo, sangriento. Encerrado en sí mismo, en paredes que no le devuelven los ecos de suspiros, de chasquidos de besos, de risas cómplices, sino el sonido chirriante de su odiosa voz.

Puedo –quiero– pensar que de las decisiones terribles que el líder de un imperio puede tomar, y de las consecuencias de las mismas, queda al menos la posibilidad de la redención en el abrazo carnal y el frenesí del éxtasis.

No veo esa redención en el momento actual, no en quien se encierra en su propio bunker.

Y recuerdo entonces el Ozymandias de Percy Shelley. Sustituyan ustedes las ruinas de la estatua por una imagen de la cerca, ya oxidada, afuera de la Casa Blanca y, tal vez, fragmentos del odioso rostro del actual mandatario.

I met a traveller from an antique land,

Who said—“Two vast and trunkless legs of stone

Stand in the desert. . . Near them, on the sand,

Half sunk a shattered visage lies, whose frown,

And wrinkled lip, and sneer of cold command,

Tell that its sculptor well those passions read

Which yet survive, stamped on these lifeless things,

The hand that mocked them, and the heart that fed;

And on the pedestal, these words appear:

My name is Ozymandias, King of Kings;

Look on my Works, ye Mighty, and despair!

Nothing beside remains. Round the decay

Of that colossal Wreck, boundless and bare

The lone and level sands stretch far away.

 

Gerardo Cárdenas (México, 1962) es escritor mexicano, de vuelta en su tierra y stalker profesional de mínimas poetas nonagenarias. Su más reciente título es la colección de relatos Correr es de cobardes, que publica Abismos Editorial. Los poemas de Ida Vitale citados en la columna son de Poesía reunida, publicada en 2017 por Tusquets.

 

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Posted: June 17, 2020 at 9:47 pm

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