Encrucijadas. Entre palabra y arte
Gloria Posada
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Literatura y arte, dos lenguajes que se entrecruzan, se imbrican o se oponen. Toda relación está mediatizada por el lenguaje. Transformar el entorno en signos, inscribir huellas, crear escrituras, objetos, construcciones, inserciones espaciales y, en términos generales, dar testimonio de una reflexión sobre el mundo, es participar en las dinámicas de la cultura, donde las fronteras entre las diversas disciplinas se expanden, asumen sentidos multidireccionales, se abren potenciando las distintas posibilidades de la interacción, la comunicación y el conocimiento.
Vivimos en una época en que todos los saberes han traspasado antiguos límites proponiendo aperturas, vínculos transdisciplinares, intercambios y contactos que alteran cualquier concepción unidimensional de lo que se considera culturalmente “realidad”.
Las artes plásticas son concebidas y creadas en una intrincada red entre lenguaje, análisis refl exivo y materializaciones espaciales. Entre el pensar y el hacer, entre la contemplación y la acción, el artista vive, sueña y construye. Da testimonio de estar en un aquí y ahora, articula experiencias, recorridos, impresiones, lecturas e intereses personales, con las tradiciones, valores y búsquedas cognitivas de la sociedad. Lo individual y lo colectivo, el sujeto y la comunidad, fundan y reelaboran territorios entre la naturaleza, la urbe, lo imaginario y lo simbólico.
En las heredades culturales, el contexto social, la historia del arte, el estado del conocimiento actual, los principios de realidad de la existencia cotidiana y la ensoñación, el artista se debate investigando y produciendo su trabajo, el cual se inserta, circula y dialoga con la cultura a la que pertenece, propiciando encuentros o rupturas, en intrincados procesos de interpretación.
Si se analizan los diversos planos de relaciones, de estudio, creación y difusión, se podrá constatar que la literatura difiere de las artes plásticas en el lenguaje, las técnicas, las materialidades, las formas y los contenidos, pero gran parte de los procesos de estas disciplinas son similares. Ambos procedimientos pueden diferenciarse en sus alfabetos, instrumentos y soportes de inscripción, pero testimonian una reflexión donde muchas veces las especificidades se trastocan en interferencias e intersecciones. Tal vez, las más evidentes son cuando los artistas escriben o los escritores hacen crítica de arte. Un ejemplo de ello son estos exquisitos versos de Frida Kahlo, publicados en un periódico mexicano cuando ella era muy joven y aún no había decidido su destino en la pintura: “Yo había sonreído. Nada más; / pero la claridad fue en mí, y en lo hondo / de mi silencio. / Él, me seguía. Como mi sombra / irreprochable y ligera. / En la noche, sollozó un canto…”
Este poema citado por Raquel Tibol en el libro Frida Kahlo, una vida abierta, señala las ramifi caciones de la obra de Kahlo y las múltiples lecturas posibilitadas entre lo pictórico plasmado en el lienzo y el papel, y la escritura como pulsión del ser y grafía presente en los numerosos textos del diario íntimo. No en vano Tibol califica a Frida de escritora excepcional y esos primeros versos adolescentes son una promesa poética tal vez cumplida en otro lenguaje, en la iconografía.
Asimismo, los vínculos entre arte y palabra han sido en algunos casos fortalecidos por narraciones escuchadas donde en cada nueva versión y tono se reactualiza la tradición oral, en resonancias e imaginarios que perviven como huellas en la memoria de los artistas: “Melesio… me refería cuentos a la usanza indígena, muy tristes, sensitivos, con la emoción de los que hablan del dolor sin tener ninguna redención dentro del
dolor mismo”.
Este testimonio de Diego Rivera citado por Tibol en el libro Diego Rivera ilustrador, podría mostrar las diversas infl uencias de una obra, y las experiencias de correlato entre artes plásticas y literatura.
Ambos pintores mexicanos escribieron sus reflexiones sobre la plástica, las relaciones entre lo local y lo foráneo, las problemáticas de su época y sus posiciones políticas.
Desde otras instancias, la crítica realiza una mediación entre arte y escritura, rebasa el ámbito estrictamente literario, para expresarse desde una hermenéutica vitalizada por la fi losofía, la antropología, la historia, y los estudios estéticos. Toda crítica se forja en conceptos, enunciados, palabras, pero, nada es más esclarecedor que cuando los propios artistas escriben sobre arte y van más allá de sí mismos para abordar lo otro y a los otros. En diferentes siglos, desde Leonardo hasta Van Gogh y Warhol, ellos han escrito sus análisis y reflexiones sobre el mundo y la creación, han plasmado su saber más allá de una materialidad plástica. En Latinoamérica, algunos se han convertido en investigadores, escritores e historiadores del arte excepcionales como Luis Camitzer, Guillermo Gómez Peña y, en Colombia, Beatriz González. Al leerlos se encuentra una exactitud, concisión y desvelamiento del arte del pasado —González— o de las problemáticas contemporáneas —Camitzer, Peña— que eluden la retórica o la improvisación.
Gómez Peña, por ejemplo, plantea agudos interrogantes sobre la identidad chicana y latinoamericana, y sobre el ser artista en una época de intrincados y complejos contactos culturales: “Para poder articular nuestra crisis actual como artistas multiculturales, nos vemos obligados a inventar y reinventar lenguajes constantemente. Estos lenguajes han de ser interdisciplinarios, sincréticos, diversifi cados y complejos; tan complejos como las fracturadas realidades cambiantes que intentamos articular.” Este texto del libro Mexterminator (publicado a fi nales de la década de los ochenta) busca dilucidar el paradigma multicultural y evidencia constantes territorializaciones en la cultura de frontera y en su tránsito desde ambas orillas a la otredad. Pero la reflexión de Gómez Peña también señala la exigencia de un arte de saberes fronterizos que no encarne monólogos, idealizaciones, ni ensimismamientos.
Sin embargo, los artistas también han trabajado con la palabra en la plástica. Desde las iluminaciones de manuscritos medievales o la obra de Hyeronimus Bosch hasta los collages dadaístas, o los sugerentes e incisivos títulos de obras surrealistas —además de los manifiestos—, o las intervenciones espaciales con la palabra escrita o hablada de Bárbara Kruger, Jenny Holzer o Cildo Meirelles, entre otros… Estas encrucijadas e influencias recíprocas también pueden rastrearse en Marcel Duchamp, quien marcó toda la historia del arte del siglo XX, y es citado por Octavio Paz en el libro La apariencia desnuda: “Brisset y Roussel eran los dos hombres que en aquel tiempo yo admiraba más, por su imaginación delirante… Brisset se ocupaba del análisis filológico del lenguaje —un análisis que consistía en tejer una increíble red de equívocos y juegos de palabras. Era una suerte de Aduanero Rousseau de la filología… Pero el responsable, fundamentalmente, de mi vidrio ‘La novia puesta al desnudo por sus solteros’ fue Roussel. Desde que vi su pieza de teatro me di cuenta inmediatamente de las posibilidades que ofrecía su concepción. Sentí que, como pintor, era mejor sufrir la influencia de un escritor que la de otro pintor. Y Roussel me mostró el camino…”
En Colombia, desde las décadas de los sesenta y setenta, las grafías pictórico-conceptuales de Bernardo Salcedo hicieron bodegones con palabras o críticas mordaces al escudo nacional. Igualmente, Antonio Caro recontextualizó la palabra “Colombia” con el estilo de letra publicitaria de la palabra “Cocacola” creando un agudo cuestionamiento político. En los ochenta las intervenciones de Adolfo Bernal en el espacio público, propiciaron resonancias sonoras de asociaciones de palabras cuyos signifi cados en ocasiones eran inconexos. Asimismo, María Teresa Cano exploró múltiples relaciones entre iconografía y palabra, generando intensas correspondencias poéticas. En los noventa, las pinturas de Fernando Uhía le dieron un contexto irónico y cuestionador a los escritos de diferentes críticos de las artes plásticas del país, llegando también a materializar estos enunciados mas allá del lienzo y del color, como performance que resignificaba con los énfasis de la voz, los textos como discursos de caudillos políticos. Y en los últimos años, los dibujos de Johanna Calle, han indicado entrecruzamientos donde crítica social, poesía o gestualidad rítmica, conceptualizan contundentes relaciones entre significados, imágenes, objetos, colores y formas.
Asimismo, en años recientes, desde el otro lugar, la literatura, el poeta Tomás Segovia en su discurso del Premio Juan Rulfo 2005 en México, defi ne los nexos entre literatura y arte como situaciones contextuales: “Creo en el uso de la literatura y el arte. Para empezar, en el uso en el sentido que tiene el término para los lingüistas. El uso en ese sentido es muy exactamente la puesta en contexto… es contexto el mundo al que se confronta el texto…” y más adelante añade: “No creo que el arte y la poesía sean un mundo aparte donde no se aplican las exigencias, las búsquedas, las preguntas y los anhelos del resto de la vida humana.”
Todas estas encrucijadas, estos caminos que se bifurcan o se unen, demuestran las múltiples articulaciones entre las gestualidades de la escritura y la iconografía, entre la plasticidad de la palabra enunciada y sus diferentes posibilidades signifi cativas. Procesos paralelos a la emergencia de la inscripción de los signos como pintura y escritura, claramente señalados por André Leroi Gourhan en su paleontología de los símbolos.
Posted: April 9, 2012 at 4:17 am