Mabel (a) Cuesta (s) con sus poemas
Madeline Cámara
• Mabel Cuesta: In Via, in patria (Literal Publishing, 2016).
Viene de Matanzas, una ciudad tan legendaria como Atenas, solo que menos conocida, injustamente. Mabel Cuesta es cubana, ya se darán cuenta cuando lean sus poemas, no porque mencione mucho a Matanzas, sino todo lo contrario, por lo que Harold Bloom llamaría “la ansiedad por escribir la ausencia”. Las ciudades mencionadas han sido vividas, deseadas, escritas ya, poseídas en la escritura: Varsovia, Dublín, Lisboa, Marrakech, Berlín, Venecia, Roma, Tikal; ires y venires, todo para continuar con su ciudad a cuestas y seguir echándola de menos, pero ahora sin rencor, sin deudas.
Vale entonces preguntar: ¿Quién ha abandonado a quién? ¿El país a su poeta o la poeta a su Patria? La historia de un exilio es llegar a un acuerdo sobre ese asunto.
Por ahora recuerdo que ya Edward Said, veedor profundo del tema, dejo dicho: “How then does one surmount the loneliness of exile without falling into the encompassing and thumping language of national pride, collective sentiments, group passions?” (Reflections on Exile). Juzgarán por sí mismos; pero creo que la escritora ha logrado trascender esa trampa y como explica Jesús Barquet en la nota de contraportada del libro, nos encontramos ante “una propuesta salvadora ajena a toda victimización por su condición de exilio o de género”.
En algún momento en mis investigaciones he trabajado el tema del exilio en la literatura cubana subrayando el pacto hecho por la escritoras con su Patria en la lejanía. Dicho pacto lo inició la poeta Gertrudis Gómez de Avellaneda, hace un siglo, en su soneto “Al Partir”. Allí, Cuba deviene “un dulce nombre”, la Patria ya no es suelo, ni Estado, ni gobierno, solo lenguaje, recuerdo, evocación. Es así como llego a proponer que la Patria deviene Matria, un espacio poético más que físico. Me complace ver que este pequeño cuaderno entra dentro de esa genealogía en la que incluyo a grandes nombres: desde Dulce María Loynaz, que hizo de su Jardín, su isla; hasta Nivaria Tejera, que hizo de la Revolución solo un mal sueño.
Y a propósito de las genealogías quiero abrir un paréntesis para comentar la práctica de la “sororidad” en el libro, entendiendo esta como la práctica de la solidaridad entre escritoras, entre mujeres intelectuales, que ha venido ejerciéndose a través de los siglos y que hoy día disfrutamos con más plenitud. In Via, in patria ejerce la sororidad mediante el uso de lo que Julien Greimas llama “paratextos”, solo por aquello de su posición ancilar respecto al texto mismo. Este es el caso de las dedicatorias y estoy pensado en el poema “Diálogo oportuno” dedicado a los poetas cubanos Lourdes Gil y Heberto Padilla en donde se escucha sutilmente un diálogo posible entre estos poetas como amantes, más allá de la muerte o los destinos impuestos, deviniendo el texto un homenaje al amor y sus sorpresas pero también y sobre todo a la amistad. Otro paratexto que muestra la sororidad es el uso del exergo en el poema “Las amigas de mi madre”, las amigas de la madre de Laura Ruiz, otra poeta cubana con verso en intertexto, son las amigas de la autora misma, Mabel Cuesta, y por último las nuestras, porque todas/todos sabemos qué es el diálogo intergeneracional, su práctica necesaria y difícil.
Por último menciono un ejemplo del paratexto que más revela en la literatura: el título de la obra, al que todo lector se vuelve en busca de una clave. El poema titulado “Cuando Nivaria vino a Nueva York” se convierte hoy, cuando nos permite evocar a una gran escritora cubana que perdimos recién en febrero del 2016, en un sincero y debido homenaje de la hija a la madre, simbólicamente hablando, en esa historia de trasmisión del lenguaje de la Matria. Me conmueve doblemente pues Tejera fue también mi madre literaria y porque mucho me identifico, cuando voy atrás en mi tiempo vital, con la poeta perdida en Nueva York que evoca Cuesta en los primeros versos del poema con fiera honestidad : “…Yo era un ser inmóvil/sin palabra, ni papel/ni ojo que mirase/y viera que miraba//no había aprendido a caminar/pasear/elegancia de un verbo/ que desde otro tiempo me convida”(Cuesta 23).
Me ha dado mucho gusto dejarme llevar por estos itinerarios de Mabel Cuesta que bien se nota que aprendió a pasearse por este mundo ancho y ajeno y por eso quizás esa frase de Julia Kristeva “Je me voyage” con la que abre el libro. Sus viajes son, a la vez, personales y universales. Escucharemos evocaciones a través de los sujetos que marcan la vida de la poeta: los amigos, la madre, las amantes, sujetos en tensión –nada es simple en la presentación de las relaciones interpersonales que esta escritura va revelando, cincelando firme y pudorosa a la vez. Otras veces las marcas poéticas son simplemente a través de toponímicos, las ciudades ya mencionadas y otras: Benghazi, Granada, Estambul, Colón, Varadero… todas revelan algo de la autoginografía, lo digo con terminología feminista, de esta autora nómada e indomable que no se esconde ni se exhibe, que declara sus credenciales a través de la metáfora. A veces, un poco a lo Marcel Proust, dejándose llevar por el olor de un bizcocho.
Pero Mabel Cuesta no esta rindiendo pleitesía a los clásicos, ni escribiendo para los críticos que como yo aman la intertextualidad, sus referencias son a veces duras denuncias de realidades sociales que fue encontrando a través de los paisajes reales de sus viajes, así en el poema “Clase Turista”.
Hay relatos de amor filial, otros de iniciación, hay un intenso erotismo, a veces hay anécdotas, sin llegar a lo narrativo, pues los contextos han sido poetizados. La tragedia política del exilio ha sido reemplazada por la epifanía poética de la libertad, incluso cuando esta se logra en medio de la intemperie. Solo algunos versos, como el ya mencionado de New York, hablan de esa vulnerabilidad en la que queda quien ha dejado atrás toda su vida, sus logros profesionales y decide empezar de nuevo.
Así que para concluir y que conozcan un poco más de la autora, sépase que ya trabajada en su querida Matanzas con la literatura y por la literatura, que se interesa por la docencia desde su época de estudiante universitaria, que logra de este lado del mar, obtener su doctorado en City University of New York y que enseña hoy en la Universidad de Houston. Así que interesa saber que la versátil escritora ha publicado varios libros de narrativa, dos de ensayos y que este es su primer poemario.
Queda invitarlos para que sin prisa, olvidando el tiempo de los relojes, se sumerjan en la lectura de sus versos.
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Posted: April 11, 2018 at 10:59 pm