Reflection
Mitos y realidades del país de Heidi

Mitos y realidades del país de Heidi

Rodrigo Carrizo Couto

Exploramos en este primer capítulo algunos de los lugares comunes sobre un país al que todo el mundo cree conocer…pero que, en realidad, muy pocos conocen: Suiza. Un artículo que puede usarse igualmente como improvisada guía de viajes.

A los extranjeros que viven en el país alpino se les hace una pregunta (casi) inevitable: “¿Es realmente Suiza el país más aburrido de Europa, o esa falta de vidilla es achacable a la leyenda negra?”

Como suele ocurrir, los lugares comunes tienen cierta base en la realidad. Aunque cuando uno explora este rico país (en el sentido metafórico, pero también monetario del término) donde se hablan cuatro lenguas oficiales y vive un 20% de extranjeros, se descubre que Suiza tiene más atractivos de los aparentes.

Vamos a ver pues qué hay de cierto en los mitos y leyendas del país de Heidi.

Comencemos recordando algo esencial: Suiza es cara. Pero cara a niveles que hacen palidecer incluso a visitantes llegados de otros países caros. Consecuencia directa de unos salarios entre los más elevados del mundo. Tan es así que, año tras año, Zúrich o Ginebra ocupan las primeras posiciones entre las ciudades con mayor calidad de vida del mundo…y también las más caras.

Empezando por lo oneroso del transporte. Pero esto tiene su lado positivo: pues su calidad es rayana en la perfección, con unos trenes que recuerdan aviones y una flota de carísimos taxis de las mejores marcas alemanas. ¿Quiere usted saber si es cierto que puede ponerse el reloj en hora con la puntualidad de los trenes suizos? Pues mire usted, lo es. Una verdad como un templo, en este país donde un retraso de cuatro minutos puede provocar suspiros y ojos en blanco entre los viajeros indígenas.

A nivel gastronómico la calidad de los productos suizos es igualmente excelente, con una cocina sencilla en la que reinan carnes y lácteos; con su plato estrella: la “fondue”. Aunque los suizos producen ya émulos de Ferrán Adriá; y chefs “estrellados” como Andreas Caminada, Claude Froté o Tanja Grandits comienzan a ser conocidos más allá de sus fronteras.

Y es que Suiza tiene verdaderos tesoros, empezando por sus ciudades. Dado que la mayor parte del territorio está ocupado por los Alpes, las ciudades (salvo en el Tesino, la región de habla italiana) se encuentran distribuidas a lo largo de una línea imaginaria que va desde Ginebra a Sankt Gallen, pasando por Lausana, Basilea y Zúrich.

Empecemos por el epicentro de la vida cultural, empresarial y paraíso del shopping: Zúrich. Un paseo por la Bahnhofstrasse hasta el lago es muy recomendable… si se dispone de una buena tarjeta de crédito. Y mejor no perderse la “Love Parade”, que cada verano convierte a la capital financiera de Suiza en discoteca al aire libre, con más de un millón de visitantes. Aunque la joya por derecho propio es la capital federal, Berna, cuyo Casco Viejo es Patrimonio de la Humanidad protegido por la UNESCO.

Por su parte, Ginebra es la serena “Roma Protestante”. La rica ciudad calvinista a orillas del Lago Leman es la sede europea de la ONU y alberga más de un 50% de residentes que no han nacido en Suiza. Un record solo superado por ciertas monarquías petroleras del Golfo. Otra ciudad con encanto es Basilea. La ciudad del Rin vale el desvío, aunque solo sea para visitar sus museos. Entre ellos destacan el apabullante Schaulager, de las estrellas locales de la arquitectura Herzog & De Meuron, o la Fondation Beyeler, edificada por Renzo Piano. Mención aparte merece el recientemente ampliado Kunstmuseum Basel, con su colección iniciada en 1661, lo que la convierte en la más antigua del mundo. También vale la pena el antiguo barrio de Sankt-Alban, donde en la Edad Media se instalaron los primeros productores de papel de Europa.

Pero Suiza es más conocida por los deportes de invierno. Las míticas estaciones de esquí de Gstaad, St. Moritz o Verbier acogen a miles de amantes de la nieve, y no es raro encontrar celebridades. Recordemos que aquí tienen residencia desde Tina Turner y Phil Collins hasta Alain Delon, James Blunt o Frida, la morena de ABBA. La cantante se ha reconvertido en princesa Anni-Frid Reuss von Plauen y reside en su castillo de cuento de hadas en Zermatt. Cabe destacar que las noches en estas estaciones de esquí no son exactamente aburridas. A buen entendedor, pocas palabras.

Vamos a observar ahora algunos eventos suizos de talla planetaria. Estas citas anuales se conocen como “Top Events of Switzerland”, y valen (mucho) la pena. El primero es el legendario Montreux Jazz Festival, la gran cita musical internacional, por la que han pasado todos los músicos que pintan algo desde 1970. Y donde la fiesta no termina antes del amanecer (toma ya Suiza aburrida).

ART_Basel_2009-06-10

Luego tenemos Art Basel, la “madre de todas las ferias de arte”, con sede en Basilea. Cita ineludible para quien quiera entender el mercado del arte globalizado. Y para los puristas, el Festival de Lucerna, considerado como el segundo mayor evento de música clásica de Europa tras el Festival de Salzburgo. Una visita justificada, aunque más no sea para disfrutar de la belleza del Lago de los Cuatro Cantones. O el Festival de Cine de Locarno, a orillas del Lago Maggiore con su Piazza Grande, considerada como “el mayor cine al aire libre del mundo”.

¿Y los suizos? ¿Cómo son los habitantes de este país no muy conocido? Desde una perspectiva latina, puede que no sean el alma de la fiesta. Pero tampoco es real la imagen que se tiene de ellos. Recordemos que desde los años 50 varias olas inmigratorias cambiaron el país. Hoy viven en Suiza más de 100.000 españoles (y sus descendientes) a los que se suma la enorme comunidad italiana o portuguesa. La gastronomía, el ocio y la cultura han sido modificadas por estos nuevos suizos, llamados familiarmente “secondos”, o segundos, en italiano.

Hablando de idiomas, recordemos otro detalle. Suiza está dividida por algo que ellos llaman en broma röschtigraben, o frontera de röschti”. Este es un plato tradicional que consiste en un revuelto de patatas que acompaña muchos manjares helvéticos. Recuerda una tortilla española… pero sin los huevos. El “röschtigraben” es entonces la línea imaginaria que divide la Suiza francesa de la parte de habla alemana. Como el lector puede imaginar, la idiosincrasia de unos y otros cambia bastante.

Suiza también figura de forma sistemática en los primeros puestos mundiales de “felicidad” (y vaya usted a saber cómo se mide eso). ¿Pero cómo es posible que un país (supuestamente) aburrido y tan caro, pueda tener estos índices de satisfacción estratosféricos?

Pues por varios factores. Sin entrar en extensos análisis sociopolíticos que no son el objeto de este artículo, puede decirse que el principal motivo sea su incomparable estabilidad política, basada en la “paz del trabajo”. Esto es un “pacto” entre patronal y sindicatos establecido a principios del Siglo XX, que hace que Suiza desconozca huelgas y conflictos laborales. A ello se suma su “democracia directa” en la que el pueblo decide regularmente a través de referéndum las cuestiones que afectan a la sociedad. Aquí no cabe lavarse las manos de la “cosa pública” y todos se sienten igualmente responsables de la buena marcha del país.

Con un paro apenas superior al 3% y una clase política transparente (además de no profesional… aunque parezca increíble) la estabilidad cae por su propio peso.  Y quien dice estabilidad política, dice estabilidad económica. No es casual que desde hace más de un siglo millonarios, empresas e instituciones internacionales busquen asentarse en este país intocado por la II Guerra Mundial. Obviamente, la cuestión del secreto bancario (recientemente desaparecido tal como lo hemos conocido) puede ser más o menos discutible según el color ideológico del lector, pero lo que es innegable, es que la “excepción helvética” es real y su modelo les funciona.

Si a todo lo mencionado le sumamos un sistema educativo formidable (sus escuelas politécnicas ETHZ y EPFL son solo comparables al MIT o al Imperial College de Londres) y un sistema de salud excelente (aunque de pago) no es de extrañar que los suizos huyan de la adhesión a la Unión Europea como de la peste y observen la aparentemente inacabable crisis continental con cierta distancia.

Como quien piensa: “ya te lo dije”… FIN

Próximo capitulo: “Swiss History for Dummies” (o todo lo que siempre quiso saber sobre Suiza, pero nunca se ha molestado en preguntar).

RodrigoRodrigo Carrizo Couto. Radica en Suiza y escribe para el diario El País y la SRG SSR Swiss Broadcasting. Ha colaborado regularmente con los diariosClarínLa Nación de Buenos Aires y la revista suiza L’Hebdo, entre otros medios.

©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.


Posted: December 12, 2016 at 10:32 pm

There are 3 comments for this article
  1. Mauricio Cagnasso at 10:26 am

    Excelente nota! Mi tio vive allí hace mas de 50 años y efectivamente lo que nos cuenta se ajusta perfectamente a lo relatado en la nota. Aun así creo que el punto mas fuerte de ese pais es esa “Democracia Directa” que evita el “negocio” de la política.

    • Rodrigo at 5:35 am

      Gracias por su comentario, don Cagnasso. Si su tio lee el articulo, me encantaria saber su opinion tambien. Un abrazo desde los Alpes

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *