Los sufíes de Idries Shah
Sergio Missana
Max Weber sostuvo que el campo religioso se articula en la tensión entre dos figuras antitéticas: el profeta y el sacerdote. Gershom Scholem, el gran estudioso de la cábala, describió en un sentido análogo la compleja coexistencia de las tres grandes religiones monoteístas con las corrientes místicas que surgieron en su ámbito. La más rica de esas tradiciones es sin duda el sufismo, que floreció en el contexto cultural del Islam. La publicación en 1964 de Los sufíes de Idries Shah –reeditado este año en Inglaterra en una nueva traducción al español (ISF Publishing)– marcó un hito decisivo en la difusión de las ideas sufíes en Occidente. La contribución de Shah en tal sentido –que arranca con este libro seminal– podría homologarse a la de D.T. Suzuki una generación antes respecto al budismo zen.
“Los sufíes son una antigua masonería espiritual cuyos orígenes nunca han sido rastreados… comúnmente confundidos con una secta musulmana”, anotó el poeta, novelista y ensayista Robert Graves en su extensa y erudita introducción a la edición original de Los sufíes, en la que describía su amistad con Shah y exploraba las señales de la presencia sufí en la heráldica, la literatura y otros aspectos de la cultura de su hogar adoptivo: la isla de Mallorca. “Estar en el mundo sin ser del mundo, libre de ambición, codicia, orgullo intelectual, obediencia ciega a las costumbres o admiración reverencial a personas de alto rango: ese es el ideal sufí”, escribió Graves.
El libro encontró amplia resonancia en el mundo literario, más allá de Robert Graves. El poeta Ted Hughes estampó en una reseña: “Un libro asombroso. Los sufíes deben ser la mayor sociedad de personas sensatas que ha existido en el mundo”. Doris Lessing declaró: “Sentí que respondía a preguntas que me había formulado toda mi vida”. Tras la publicación de Los sufíes, Lessing contactó a Shah y ambos entablaron una larga amistad y colaboración que perduró hasta el fallecimiento de este. La influencia de Shah se dejó sentir en toda la producción posterior de la futura ganadora del Nobel, incluyendo su obra maestra, La ciudad de cuatro puertas, y más ostensiblemente en su pentalogía de ciencia-ficción Canopus en Argos.
Los sufíes se cuenta –junto a otro libro de Shah: Cuentos de los derviches– entre los volúmenes de la biblioteca de Borges, que se conserva en la sede de la Fundación Jorge Luis Borges en Buenos Aires. La obra de escritor argentino contiene múltiples alusiones al sufismo (y también a la cábala, el gnosticismo, el taoísmo, el budismo y la filosofía de Schopenhauer, influida por este último). Uno de sus relatos fundamentales, “El acercamiento a Almotásim”, que publicó en un libro de ensayos disfrazado como la reseña de un libro apócrifo, está basado en el poema sufí Parlamento de los pájaros del persa Farid al-din Attar, “esa epopeya mística de los pájaros que buscan a su rey, el Simurg, y finalmente arriban a su palacio, que está detrás de siete mares, y descubren que ellos son el Simurg y que el Simurg es todos y cada uno”.
Tras la muerte de Shah, se descubrió entre su correspondencia una serie de cartas que le envió J.D. Salinger desde su reclusión en Nuevo Hampshire. En una de ellas solicita a Shah asistencia con su “seca” literaria y conjetura que el sufismo podría ayudarlo a volver a escribir: “Las maneras sufíes, las mentes sufíes, tal como están representadas en sus libros, ya ha afectado mi modo de pensar, de reflexionar… A menudo me parece que si pudiese reexaminarme de una manera súfica, mis incertidumbres y lo que veo como una placidez poco sana podrían o disolverse o reconstruirse en formas mejoras y diferentes,” anotó Salinger.
La reacción de estos y otros literatos ilustra el enorme impacto del libro de Shah en diversos ámbitos. En poco más de 500 páginas, abrió una ventana a una vasta tradición espiritual, filosófica, literaria y científica que había sido en gran parte ignorada por el público occidental, más allá de los claustros académicos, revelando al mismo tiempo su estrecho contacto con Occidente en diversos lugares y momentos históricos, en al-Andalus, el Reino de Sicilia y el Levante durante las Cruzadas, por ejemplo. Esos contactos abarcan a pensadores y escritores como Roger Bacon, Dante, Ramón Llull, Chaucer, Shakespeare, Cervantes, Goethe o Sir Richard Francis Burton, y fenómenos tan disímiles como los trovadores, la alquimia, las órdenes de caballería o la masonería.
Los Sufíes hace gala de una erudición histórica asombrosa –dedicando capítulos a maestros clásicos como Saadi, Attar, Rumi (el poeta sufí más relevante para en el mundo contemporáneo, como hace un siglo lo fuera Omar Khayyam), Ibn el-Arabi, el-Ghazali y el propio Khayyam, a las órdenes derviches, la influencia del sufismo en la India y en Extremo Oriente– pero no está escrito para “expertos” sino en un lenguaje claro y ameno. Lo cual no significa que no pueda resultar incómodo para algunos lectores. De hecho, parece concebido deliberadamente para frustrar expectativas y transgredir estereotipos, en particular entre orientalistas y entusiastas del ocultismo. Shah sostiene que los estudios académicos sobre el sufismo solo pueden dar cuenta de este de manera fragmentaria, homologándolos a la fábula del “elefante en la oscuridad”. El libro no ofrece una teoría general sobre el sufismo, una fórmula sencilla, ni siquiera una definición. Shah se limita a citar el dictamen clásico: “Antiguamente ser un sufí era una realidad sin nombre. Hoy es un nombre sin realidad”. Asimismo, sugiere que gran parte de lo que se entiende por religión –tanto en el contexto del las iglesias tradicionales como en las sectas o movimientos esotéricos o “espirituales”, tanto en Occidente como en Oriente– no es más que fervor emocional y el resultado de mecanismos de condicionamiento. Tras la publicación del libro, muchas personas se aproximaron a Shah para erigirlo en una suerte de gurú, papel que él se negó a representar. Fue siempre crítico –aunque sin nombrar nombres– al cultivo del exotismo (túnicas, ejercicios, danzas, fórmulas secretas, etc.) por parte de los maestros “espirituales” que por esos años desembarcaban en masa en Occidente. El sufismo tal como lo presenta Shah parece ser un cuerpo de conocimiento intuitivo especializado, que no corresponde ni a la racionalidad mecánica de muchos académicos orientalistas (empeñados en palpar las diversas partes del elefante en la oscuridad) ni a las efusiones sentimentales de esotéricos y ocultistas.
Los Sufíes no desarrolla una tesis o argumento lineal ni se propone relatar la historia del sufismo de manera cronológica, sino que funciona como una suerte de mosaico que da cuenta de un fenómeno de múltiples dimensiones. Es una obra de gran densidad filosófica, complejidad psicológica (la psicología tal como la conocemos parece una ciencia aún rudimentaria en comparación con los clásicos sufíes) y calidad literaria, pero que no busca la originalidad, sino que se presenta como el trabajo de un compilador, un contador de historias y comentarista. Los Sufíes está estructurado como un tapiz de historias entretejidas, comenzando por “Los isleños”, fábula que alude a la condición humana como un exilio y al carácter evolutivo del sufismo. “Por expresarlo de alguna manera, los sufíes creen que la humanidad está evolucionando hacia un destino determinado. Todos participamos en esta evolución… La diferencia entre toda la evolución hasta la fecha y la actual necesidad de evolución reside en que durante los últimos diez mil años se nos ha ofrecido la posibilidad de una evolución consciente”.
Esta organización discontinua, fragmentaria de los materiales, que sin embargo conforma un todo coherente, parece reclamar una forma de lectura específica. Sostiene Doris Lessing que los libros de Shah están “diseñados para ser leídos de manera distinta a la nuestra habitual: en forma quieta, no argumentativa, dispuestos a absorber lo que allí se encuentra, notando como una pregunta planteada en una sección puede ser respondida en otra, observando yuxtaposiciones y sugerencias de lo inesperado, sobre todo no interponiendo el velo de ‘ideas recibidas’ entre el autor y la mejor parte de nosotros”.
Uno de los aspectos sorprendentes de Los Sufíes fue la introducción del humor como una dimensión clave del sufismo, encarnado en particular en la figura de Mulá Nasrudin, personaje folklórico –conocido con distintos nombres en diversas culturas– que es al mismo tiempo un sabio y un idiota, cuyas aventuras forman parte de la tradición oral desde Marruecos hasta China, y que han permeado en Occidente. Algunas de sus historias se encuentran, por ejemplo, en el Quijote. El humor, sugiere Shah, permite liberar cierta tensión, contribuyendo a un pensamiento más flexible y a resaltar el absurdo de muchas situaciones y actitudes. Nasrudin representa tanto ciertas verdades expresadas de forma paradójica como las conductas grotescas de la personalidad no refinada. “Nasrudín es el espejo en el que uno se observa a sí mismo”, señala.
“En una ocasión, un vecino lo encontró arrodillado buscando algo.
–¿Qué has perdido, Mulla?
–Mi llave –dijo Nasrudín.
Después de unos minutos de búsqueda, el vecino preguntó.
–¿Dónde se te cayó?
–En casa.
–Entonces, por el amor de Dios, ¿por qué estás buscando aquí?
–Porque aquí hay más luz”.
El relato “Sopa de pato” se refiere a la caducidad natural de las diversas formulaciones del sufismo:
“Un pariente del Mulá vino de visita desde un lugar remoto del país, trayendo un pato de regalo y lo compartió con su huésped. Sin embargo, poco tiempo después empezó a llegar un paisano tras otro, cada uno diciendo que era amigo del amigo del ‘hombre que trajo el pato’. Ninguno traía regalos.
Al final, Nasrudín se exasperó. Un día llegó otro desconocido más.
–Soy amigo del amigo del amigo del pariente que trajo el pato.
Se sentó, como todos los demás, a esperar la comida. Nasrudín le llevó un tazón de agua caliente.
–¿Qué es esto?
–Eso es la sopa de la sopa de la sopa del pato que trajo mi pariente”.
Shah enfatiza que los libros y enseñanzas sufíes corresponden a una determinada época y contexto cultural y están destinados a perder relevancia, a diluirse como la sopa de pato. Los Sufíes y los libros que lo siguieron equivalen a una reintroducción y actualización de antiguos materiales para la cultura contemporánea.
Shah nació en 1924 en el norte de la India en el seno de una familia afgana de antiguo linaje, fue un Sayed, descendiente por línea directa del Profeta, y residió durante gran parte de su vida en Inglaterra. 15 millones de sus libros se vendieron en más de 30 idiomas. Pese a la gran resonancia y difusión de sus libros, en la era del culto a la personalidad, Shah cultivó un bajo perfil. En tal sentido, solía citar a Rumi: “No repares en mi forma exterior pero toma lo que hay en mi mano”. Ello quizás haya contribuido a que su figura y obra hayan caído en un relativo olvido desde su muerte, ocurrida en 1996.
El escritor norteamericano Jason Webster destaca, en un artículo publicado en The Guardian, que la reedición de los libros de Shah por parte de la Idries Shah Foundation no solo significa hacerlos asequibles al público en inglés o español, sino también en las culturas en que los materiales que presenta se originaron, mediante traducciones al persa, el urdu y el árabe. El elemento de lucidez y sensatez –destacado por Ted Hughes– parece tanto o más relevante ahora que hace cinco décadas. El sufismo tal como lo expone Shah representa una versión moderada del Islam y, por su énfasis en el humor, la flexibilidad y el cultivo de la atención, “un antídoto natural contra el fanatismo”. Shah no ofrece una panacea ni una visión completa del mundo sino un “pensamiento complejo y moderado” que puede contribuir a tender puentes entre culturas.
Sergio Missana (1966) ha escrito más de una decena de libros. Además es periodista, académico, editor, guionista y activista medioambiental chileno. Es profesor de Literatura Latinoamericana en el Programa de la Universidad de Stanford en Santiago, Chile, y director para América Latina de la ONG ambientalista Climate Parliament. Su Twitter es @sergio_missana
©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.
Posted: July 22, 2018 at 10:44 pm
Gracias Sergio por este artículo tan bien llevado sobre Shah. Acabo de descubrirlo leyendo los isleños. Saludos,