Cuerpo, escritura y censura
Socorro Venegas
Que un libro publicado hace 20 años vuelva a imprimirse es muy significativa noticia, especialmente cuando se trata de una novela que en su tiempo fue censurada. Así pasó con Tan oscura, de Agustín Cadena, que narra la dicha y la agonía vividas en un triángulo amoroso que supera cualquier orilla y toca lo sagrado. Los precavidos lectores le sugerían a Agustín quitar escenas demasiado crudas o atrevidas, y convertían así el hambre erótica en el pecado de los cuerpos. La nueva edición, revisada, reescrita por su autor, recupera lo que veinte años atrás perdió.
Cuando tuve en mis manos esta versión completa publicada por la editorial morelense Acálasletras lo primero que hice fue fijarme en la fecha de la primera edición. En 1999 leí este libro perturbador y bello por primera vez. En esa época ya era una lectora ávida de Agustín, leía sus cuentos, su poesía, y él procuraba generosamente que tuviera sus libros. Me gustaba y me sigue gustando sentirme cerca de su apuesta por una prosa arriesgada, profunda, que construye imágenes poderosas. Una prosa que también es poesía, que toca lo sagrado y lo profano por igual, y alcanza los deseos humanos más recónditos. Tal vez este párrafo de Tan oscura revela lo que digo:
Se dejó enervar; se hundió en el aceite con que ardía, envolviéndolo, la presencia de Julia: una llama de luz en el fondo insondable de la luz. Se puso a respirarla. Se puso a imaginar los diferentes sabores de su cuerpo: el sabor vinoso y fuerte que tendrían sus ojos castaños; la dulzura de la lengua, cuya carne suave se disolvería en el paladar como una hostia; el jugoso filete de los músculos grandes; el gusto ácido de las diferentes glándulas, con la leche gruesa de los senos y el oscuro fuego de los ovarios; el sabor penetrante del hígado y los riñones, el claro licor del páncreas, la suculenta grasa subcutánea. Toda ella sería un manjar.
El amante busca el sabor del cuerpo amado; un hambre única. Siente el impulso de devorarla para asimilarla a su propio ser. La escritora inglesa Jeanette Winterson dice que “el reconocimiento de otra persona es más profundo que la conciencia, alojado en el cuerpo más que en la mente”. Y aunque en esta novela se nos cuenta una historia de amor tripartita y somos los testigos de la angustia y el deseo de Julia, Bodo y Gregorio, lo que me deslumbra como lectora no ocurre tanto en el plano de la conciencia, sino en el poder de los cuerpos. En ellos está la necesidad de comprender al otro, de estar en él, de poseerlo y de destruirlo. Escribe Cadena: “Dejarse devorar por el deseo es una de las maneras más violentas y más hermosas de renacer a otro mundo”.
Me interesa mencionar a Winterson porque encontré cierto diálogo entre su obra y la de Agustín. La novela de la escritora que acabo de citar se llama, justamente, Escrito en el cuerpo, una historia que también es transgresora porque es vivida por dos mujeres, una de ellas casada. Solo que ahí el tercero no es invitado a jugar, como sí ocurre en la novela de Agustín: y no se trata de una fantasía, sino de una decisión genuina y honesta. Irremediable. Julia se rehúsa a elegir entre dos hombres. Ninguno está dispuesto a perderla. Las cartas siempre están abiertas sobre la mesa. Pero un amor sin mentiras o simulaciones también puede ser triste. En Tan oscura este trío amoroso trata de encontrar su forma, su unicidad. No les arruino la novela si digo que los tres personajes de Tan oscura fracasan, si por éxito entendemos que debían vivir juntos y felices por siempre. Pregunta Winterson: “¿Por qué la pérdida es la medida del amor?” Como corresponde a la literatura, Agustín Cadena no se preocupar por contestar, sí por explorar.
Ya dije que es avasalladora la búsqueda de los cuerpos en esta novela, sin embargo siempre hay un más allá del cuerpo. Ese misterioso sitio donde el deseo está siempre naciendo, ese lugar o ese tiempo que puede preceder a la pasión. Escribe Agustín: “Lo que sentía por Gregorio era algo anterior al encuentro de la carne, incluso independiente de éste, que no había hecho sino coronarlo”. ¿Cuándo comenzamos a desear? ¿Qué nos empuja hacia otra persona? ¿Sabemos realmente hacia dónde somos llevados?
Este amor, el de Julia, Gregorio y Bodo –no voy a separarlos– no busca un horizonte. Es el horizonte. Se consume. Está hecho para arder, leal a sí mismo, único, irrepetible. Devastador. Y esta novela existe para llevarnos ahí donde casi nadie iría. Nosotros, los lectores que no soltamos este libro que devora, nosotros, surcaremos mares asombrosos. Al terminar de leer, al alzar la mirada y abandonar estas páginas, cada uno descubrirá el saldo de sus propios naufragios.
Socorro Venegas es escritora y editora. Ha publicado el libro de cuentos La memoria donde ardía (Páginas de Espuma, 2019), las novelas Vestido de novia (Tusquets, 2014) y La noche será negra y blanca (Era, 2009); los libros de cuentos Todas las islas (UABJO, 2003), La muerte más blanca (ICM, 2000) y La risa de las azucenas(Fondo Editorial Tierra Adentro, 1997 y 2002). Ha recibido el Premio Nacional de Cuento “Benemérito de América”, Premio Nacional de Novela Ópera Prima “Carlos Fuentes”, Premio al Fomento de la Lectura de la Feria del Libro de León. Es directora general de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM. Su Twitter es @SocorroVenegas
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Posted: September 3, 2019 at 9:58 pm