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Tecnofobia: el terrorismo que viene
COLUMN/COLUMNA

Tecnofobia: el terrorismo que viene

Andrés Ortiz Moyano

Dentro de la laberíntica complejidad del estudio del terrorismo encontramos  algunos patrones que, como ovillos de Ariadna, aportan luz a uno de los fenómenos más odiosos de la humanidad. No en vano, gracias al análisis de hechos y causas de corte social, político, religioso, económico, histórico o étnico, hoy podemos establecer que el terrorismo se comporta a modo de oleadas según la génesis conceptual y el objetivo de las distintas organizaciones criminales que lo predican.

Así, desde su origen, se consideran cuatro las principales oleadas de terrorismo: el anarquista, el anticolonial, el de extrema izquierda y el islamista (yihadismo). Todas las oleadas se desarrollan por una secuencia que comienza en un germen o nacimiento, desemboca en un notable y prolongado pico de actividad, y termina en un paulatino descenso de la misma hasta su disolución. Aunque si bien todavía estamos de lleno en la cuarta, padeciendo esa suerte de yihad digital que ha traído a nuestras casas el terror a través de ataques globalizados low cost y una extraordinaria maquinaria propagandística, no debemos desdeñar la posibilidad de vislumbrar la próxima ola de terrorismo, sus causas y sus motivaciones.

Y en este sentido, además de dar por seguro que cualquier movimiento terrorista seguirá medrando y vehiculizando las extraordinarias autopistas de la tecnología de la información y la comunicación, y por supuesto de corte internacional, ya se apunta a que el miedo a las nuevas tecnologías puede ser el detonante de la próxima era de terror.

Una suerte de movimiento ludita 2.0, si lo prefieren, como vago referente de la destrucción de máquinas textiles a manos de artesanos ingleses en el siglo XIX; o bien el más reciente caso de Theodore Kaczynski ‘Unabomber’, quien en los noventa envió cartas bomba como protesta por las consecuencias del desarrollo tecnológico. Kaczynski plasmó además su ideología neoludita en un manifiesto, hoy de culto, titulado La sociedad industrial y su futuro. Este terrorismo tecnófobo “será trasversal porque incluirá a seguidores de extrema derecha o izquierda a ateos y creyentes. A medida que los cambios avancen, crecerán los sentimientos nostálgicos por un pasado idealizado”, según algunos estudiosos e investigadores que ya han publicado al respecto, como Manuel R. Torres Soriano y Mario Toboso Buezoc.

Pero, aunque sea tentador imaginarnos hordas de ciudadanos, antorchas en mano, quemando hasta sus cimientos las níveas y coquetas tiendas Apple, lo más probable es que las armas que se utilicen sean las mismas contra las que luchan. Esta posible paradoja es, en realidad, una constante en el terrorismo. Así, se espera que en las décadas de los 2030 y 2040 se multipliquen los ataques informáticos y la oposición violenta la ejerzan usuarios, más que ciudadanos. ¿Y el objeto de sus iras? Desde gobiernos hasta gigantes tecnológicos que personificarán el descuelgue social de multitud de individuos, incapaces de subirse al tren tecnológico por falta de medios, de aptitudes o por mera aversión a la modernidad y al progreso. Ese cultivo de descontentos, como en todas las anteriores oleadas terroristas, será el vivero ideal de los criminales para captar adeptos con la particularidad de que, en esta ocasión, las ideologías de cada uno converjan y se forme un frente común frente al enemigo. No obstante, descartar una posterior atomización, como ocurre con todos los movimientos terroristas, sería del todo imprudente. “Se producirán sinergias entre grupos cuyas ideologías parecen en principio incompatibles pero que creerán que la vía de la concienciación no es eficaz y recurrirán a otros métodos”, asegura Torres Soriano.

Pero, ¿por qué según los expertos la quinta oleada se desencadenará en las próximas dos décadas? David Rapoport, profesor emérito de Ciencias Políticas en la Universidad de California (EEUU) y fundador de la revista académica Terrorism and Political Violence, realiza su estimación analizando los bucles de las otras oleadas y abalizando las particularidades de nuestro tiempo.

En cualquier caso, resulta muy difícil asumir que, en efecto, la tecnofobia derive en un fenómeno violento a la altura de los ETA, OAS o Al Qaeda, entre muchos otros.

Y, sin embargo, los factores están ahí.

Por un lado, es una realidad que los índices de satisfacción personal estaban por los suelos ya antes de la pandemia y por el auge de los populismos. “La desigualdad, el desempleo estructural, el cambio climático, el surgimiento de ciudades estados y las nuevas tecnologías se combinarán para incrementar la inestabilidad política y tendrán como consecuencia una mayor afinidad a tesis violentas y extremistas y, por tanto, al terrorismo”, señalan los expertos.

Ese mismo descontento es utilizado y vehiculizado por los criminales para presentar sus propuestas como soluciones reales y casi mesiánicas, ya que facilita explicaciones, identifica enemigos y propone líneas de acción.

Más aún, las necesidades estructurales de una organización terrorista ya no son tan costosas como antaño, dadas las facilidades que ofrece el mundo digital.

Pero en esta ocasión se cuenta, precisamente, con este conocimiento de estudiosos y expertos para plantear medidas preventivas útiles. No en vano, nunca antes se ha contado con tanta información, análisis y herramientas antiterroristas que ahora.

En este sentido, podemos hablar de una capacidad de prevención nunca antes vista y que se torna imperiosa aplicar. Para empezar, sobre el propio concepto tecnológico. Y es que ya pululan inexplicables movimientos terraplanistas, antivacunas, conspiranoicos, supremacistas, negacionistas de todo lo negacionable (el holocausto judío, la llegada a la Luna, el revisionismo histórico arbitrario…), que campan a sus anchas tanto por plataformas como YouTube hasta foros de debate. No es de extrañar que entre semejante amalgama de patanes digitales germine con éxito teorías extremas contra la tecnología.

Por ello, es necesario un esfuerzo global para generar conciencia, formar y educar en un ecosistema que demuestra los inmensos beneficios de una tecnología cada vez más sensible y limpia, pero, lógicamente, en ocasiones en las manos equivocadas.

 

*Imagen de Ronaldo Lima

 

Andrés Ortiz Moyano, periodista y escritor. Autor de Los falsos profetasClaves de la propaganda yihadista; #YIHAD. Cómo el Estado Islámico ha conquistado internet y los medios de comunicación; Yo, Shepard y Adalides del Este: Creación. Twitter: @andresortmoy

 

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Posted: October 14, 2020 at 6:42 pm

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