#YOSÍTECREOVZLA: luces y sombras
Gisela Kozak
Las denuncias por acoso y abuso sexual de menores por parte de jóvenes venezolanas copan la atención de las redes sociales y delos medios de comunicación. Las involucradas han demostrado en sus mensajes que están plenamente conscientes de las tendencias internacionales que recusan la naturalizada dupla sexualidad y poder ejercida en el ámbito laboral y educativo, a sabiendas de la poca importancia que se le presta a estos problemas en un país con una dictadura atroz. Vale la pena recordar, que el régimen de Nicolás Maduro ha demostrado su menosprecio por las mujeres en repetidas ocasiones, como cuando las instó a tener hijos en medio de la miseria generalizada y la destrucción del sistema de salud.
Un movimiento de esta naturaleza no deja de sorprender en un país como Venezuela asolado por la vocación de destrucción de la modernidad, que convierte las luchas por la equidad de género y los derechos respecto a salud sexual y reproductiva en un ejercicio limitado por el desmantelamiento de las instituciones y la exigencias de la supervivencia inmediata. Se trata, por supuesto, de un movimiento democrático de mujeres que disponen de cierto grado de educación y del pobre acceso a internet, inalcanzable para gran parte de la población. El país suramericano no es precisamente reconocido por la solidez legal y la correcta impartición de justicia, por lo cual las Organizaciones no gubernamentales,entre las que destaca la Asociación Venezolana para una Sexualidad Alternativa (AVESA), hacen su labor en un entorno hostil. Trabajan sistemáticamente con el fin de interpelar a la ciudadanía respecto a temas relativos al acoso y el abuso sexual, amén de prestar apoyo psicológico a las víctimas para que superen el trauma y exijan justicia. Se trata de una labor cuesta arriba, no solo por los recursos económicos y humanos necesarios sino por la impunidad reinante respecto a todo tipo de delitos, situación que obstaculiza todavía más la siempre complicada sanción de acciones de abuso, acoso, maltrato físico y violación. Las ONGs no tiene el alcance suficiente para orientar a las abundantes víctimas de abuso y acoso sexual, por lo cual las redes sociales se convierten en una opción. El movimiento #METOO venezolano parece haber comenzado ya, con el nombre de #YOTECREOVZLA, e, incluso, cuenta con una organización llamada así que ha publicado un documento y se propone prestar apoyo a personas dispuestas a hablar.
Instagram, Facebook y Twitter han sido escenario para denunciara figuras del mundo del espectáculo. Alejandro Sojo y Murachi Palomo son músicos, al igual que Tony Maestracci Entre las acciones que se les imputan se incluye esperar a las adolescentes en la puerta del colegio, enviar fotos de los genitales y drogarlas para tener sexo. En cuanto al escritor Willy Mckey, quien se acaba de suicidar en Buenos Aires (Argentina), fue señalado en Twitter por acoso y por abusar de una menor. Seducía, encantaba, prometía contactos en el mundo cultural y posibles publicaciones en la plataforma de contenidos ProDavinci. De inmediato otras mujeres contaron historias similares que lo involucran. Mckey, al igual que Sojo, reconoció su delito en su cuenta de Instagram. Otro señalado es Juan Carlos Ogando, integrante del reconocido grupo teatral Skena. Ogando fue expulsado públicamente de la compañía luego de ser denunciado por sus abordajes lascivos a adolescentes participantes de los talleres de formación teatral de la agrupación.
Las relaciones sexuales con menores de edad son penadas en Venezuela en razón de la Ley Orgánica para una vida libre de violencia y La Ley Orgánica para laProtección de Niñas, Niños y Adolescentes, pero no se cuenta con cifras oficiales sobre las víctimas de abuso y maltrato ni sobre el éxito de los procesos de justicia y reparación. El Fiscal General de la República, Tarek Willian Saab, una figura muy cuestionada incluso por organismos internacionales, ha abierto procedimientos legales cuyo destino está por verse y apuntan exclusivamente a hombres identificados como opositores. El régimen empieza a aprovecharse del caso para poner a opositores fuera de combate mientras los victimarios de su bando seguirán libres.
La sorpresa de los acusados por redes sociales ante las reacciones que ha generado la denuncia pública no fue pura pose; efectivamente responsabilizarse por el comportamiento sexual es ajeno al mundo artístico, cultural, intelectual y político venezolano. Se trata de un conservadurismo transversal, ajeno a la ideología política, que ubica la culpa en las mujeres, quienes debemos dar por sentado que los hombres son naturalmente depredadores sexuales, no pueden evitarlo y que, por lo tanto, solamente queda cuidarse de ellos. Las denunciantes coinciden en que su primer impulso fue culpabilizarse, lo cual debe llamar nuestra atención. Es muy discutible éticamente hablando seguir sosteniendo que la violación, el abuso sexual, el acoso o cualquier otra forma de violencia se evitan con la debida protección masculina y familiar, el control del propio cuerpo y la constante sospecha que inhibe el intercambio social. Se trata de una perspectiva sexista y discriminatoria.
En el caso de mujeres adultas está claro que el consentimiento juega un rol que puede ser presentado como exculpación respecto al comportamiento de la contraparte masculina, pero no se está hablando en estas líneas de romances o simples encuentros sin consecuencia. Lo que revela el movimiento #YOTECREOVZLA es un patrón sistemático de comportamiento que se extiende en el tiempo y se practica siempre con adolescentes o mujeres jóvenes. No es una casualidad ni un malentendido, es una conducta persistente, que se repite una y otra vez incluso con el mismo guión, que incluye promesas, simpatía, menosprecio por la inteligencia femenina, burla hacia los temores o hacia el rechazo de la joven, hasta llegar incluso al maltrato verbal y físico. Quienes dudan de la veracidad de las denuncias, suelen argumentar que la búsqueda de la aprobación masculina para abrirse paso en el mundo laboral o educativo toma la forma de una simple transacción propia del trabajo sexual, pero esta visión se desploma cuando se trata de menores de edad.
Como profesora universitaria y escritora he sido testigo del silencio alrededor del acoso y el abuso y del grado de indefensión de las víctimas. Tengan la edad que tengan, el miedo de las mujeres es el sentimiento común ante este tipo de presión. Estamos fallando en la educación de la juventud, que debe tener las herramientas para detectar conductas indeseables en personas de cualquier género u orientación sexual, pero también en la consideración de tales conductas respecto a mujeres adultas, que se ven obligadas a pronunciarse fuera del sistema legal y a enfrentar las posibles consecuencias de decir la verdad respecto a hombres con poder. No obstante, no hay que llevarse a engaño. Existe un peligro real en este tipo de movimientos contra el acoso sexual y el abuso, que no es otro que quedarse en el escrache. Si bien las redes sociales están copando la protesta en Venezuela a falta de canales más expeditos y formales, hay que luchar con la tentación prejurídica de limitarse a la sanción moral y a la expulsión del ámbito laboral. La argentina Rita Laura Segato y la mexicana Marta Lamas, antropólogas y feministas de larga trayectoria, coinciden en la necesidad de deslastrarse de feminismos punitivos y victimizantes, para lo cual los protocolos legales y las acciones a tomar deben estar muy claras para no desechar ganancias históricas a estilo de la presunción de inocencia y el debido proceso. Dice Segato en una entrevista:
Entonces, ¿qué es lo contrario a la impunidad? ¿El punitivismo?”, se pregunta Rita. Sabiendo que estaba entrando en un terreno complicado, invitó a salir “de los binomios más paridos, como el abolicionismo o el regulacionismo, que simplifican la realidad”. Y agregó: “No quiero un feminismo del enemigo, porque la política del enemigo es lo que construye el fascismo. Para hacer política, tenemos que ser mayores que eso”. “Antes de ser feminista soy pluralista, quiero un mundo sin hegemonía. Lo no negociable es el aborto y la lucha contra los monopolios que consideran que hay una única forma del bien, de la justicia, de la verdad: eso es mi antagonista”, describió. Para la investigadora, “el feminismo punitivista puede hacer caer por tierra una gran cantidad de conquistas”, es “un mal sobre el que tenemos que reflexionar más”, y recuerda la violencia que se vive en las prisiones: “¿Puede un Estado hacer justicia con las cárceles que tiene ? Esa no puede ser la justicia; ser justo con una mano y ser cruel con la otra.
De lo que se trata, por lo tanto, es de superar concepciones y comportamientos en el mundo laboral y educativo que prejuzgan las intenciones y deseos de las mujeres, vistas no como personas sino como posibles goles en la cancha de la autoestima personal de varones que requieren de la afirmación de las conquistas o de sentirse poderosos al imponer su voluntad. Dada la situación del poder judicial en Venezuela, las empresas que quedan en pie, las instituciones educativas que apenas sobreviven y la sociedad civil tendrán que promover el debate sobre estos asuntos y su debida traducción en reglamentaciones sensatas. No se trata de atemorizar a los inocentes sino de señalar la responsabilidad de los culpables. Las redes sociales no son el lugar para hacer justicia, sino para denunciar de un modo que concite apoyo y soporte para las víctimas. Entiendo la denuncia vía redes, ya que no hay otra manera de plantear el problema en una tiranía como la de Nicolás Maduro y en un medio machista que desprecia estos asuntos.
Este deleznable uso del poder so pretexto de una buena causa puede conducir al silencio de las acosadas y abusadas. Igualmente, el suicidio el 29 de abril pasado de Willy Mckey –quien fue mi alumno, amigo e inquilino hasta hace unos años y usó mi apartamento a mis espaldas para cometer estupro, según me acabo de enterar–,es un factor que seguramente incidirá en las denuncias si las víctimas no obtienen el acompañamiento adecuado. Es doloroso que un hombre, que no había llegado a los cuarenta años, se haya suicidado y no haya sido capaz de enfrentar las consecuencias de actos que evidentemente eran incorrectos; prefirió la muerte a la justicia venezolana, lo cual no es de extrañar conociendo el sistema carcelario de mi país y la saña contra la oposición, pero con él muere la posibilidad de reparación de las víctimas y la superación de sus propias fallas. Extraviado por el “éxito” en esa aldea cultural y mediática en la que se ha convertido Venezuela por culpa de la tiranía madurista, Willy se sintió poderoso e invulnerable, una fantasía alimentada por un medio comunicacional llevado a su mínima expresión –luego del arrase gubernamental a la prensa, radio y televisión independientes–,y que ha puesto en primera fila a figuras más bien faranduleras a título de intelectuales; incluso le concedieron el título ridículo del “poeta de los poetas de los poetas”. Fue hasta asesor de comunicación en la campaña electoral del año 2012 –sin credenciales para ello– y tenía una capacidad impresionante de hacer sentir extraordinarios y queridos a quienes le rodeaban, lo cual acentúa el horror que han causado sus mentiras y su misoginia. Es una lástima que Willy Mckey haya sucumbido a la fantasía del superhombre, facultado para llevarse todo por delante a título de su condición de varón admirado y aupado por las nulidades engreídas que desprecian el conocimiento probado y la obra. Es su responsabilidad no poner fin a la compulsión con la que atormentaba a las víctimas y con la que se atormentó a sí mismo hasta la muerte. También lo es el que tantas mujeres, mayores y menores de edad, hayan padecido sus afanes de misógino encantador; sin embargo, las mujeres adultas también debemos interrogarnos sobre la naturaleza de nuestro propios deseos cuando cedemos –en casos en los que existe enamoramiento y consenso– ante personalidades mitómanas y manipuladoras como las de Willy, víctima de su propio desprecio hacia nosotras y de su fantasía de poeta e intelectual audaz e invulnerable que se las sabía todas. En nombre del cariño que una vez le tuve, lamento la memoria que quedará viva en los rescoldos de sus cenizas.
Gisela Kozak Rovero (Caracas, 1963). Activista política y escritora. Algunos de sus libros son Latidos de Caracas (Novela. Caracas: Alfaguara, 2006); Venezuela, el país que siempre nace (Investigación. Caracas: Alfa, 2007); Todas las lunas (Novela. Sudaquia, New York, 2013); Literatura asediada: revoluciones políticas, culturales y sociales (Investigación. Caracas: EBUC, 2012); Ni tan chéveres ni tan iguales. El “cheverismo” venezolano y otras formas del disimulo (Ensayo. Caracas: Punto Cero, 2014). Es articulista de opinión del diario venezolano Tal Cual y de la revista digital ProDaVinci. Twitter: @giselakozak
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Posted: May 3, 2021 at 8:57 pm
Porque Gisela Kozak nunca acosó a mujeres jóvenes. Nunca tuvo ninguna relación con sus estudiantes. Ni abusó de su poder como catedrática. Déjame reír un poco…. el que seas lesbiana no te salva de nada. En tu conciencia está.
Cuánta soberbia… sabiendo que muchas de tus estudiantes también se vieron en situaciones complejas contigo. Que caretabla eres.